jueves, 30 de septiembre de 2010

Día de la Blasfemia

Hoy celebramos por segunda vez el Día de la Blasfemia, que conmemora la publicación de las caricaturas de Mahoma en el diario danés Jyllands-Posten y recuerda el precio que hay que pagar por permitir que fanáticos religiosos consigan para sus creencias una protección que ninguna idea merece, con la colaboración de políticos tibios, de ciudadanos temerosos y de una sociedad donde importa más la corrección política que las libertades básicas.

Casi cualquier cosa puede ser una blasfemia. Yo niego la existencia del Espíritu Santo; me queda claro que lo que inspira a los cardenales a elegir un papa en cónclave no es la tercera parte de la Trinidad sino la pura política; me río de las escenificaciones teatrales o de histeria espontánea que llaman “hablar en lenguas” a la manera de los Hechos de los Apóstoles; me causa desconcierto la idea de los creyentes de que el Espíritu guió la mano de los autores de la Biblia, esa masa de errores, fantasías, mitos mal coordinados y mentiras piadosas obviamente insertadas a posteriori. Y sobre todo, me niego a aceptar que haya un Espíritu Santo ante el cual yo tenga que rendir mi voluntad, pedir perdón y solicitar humildemente ser salvado. Esto, que no es gran cosa y a nadie hace daño, me convierte en un blasfemo y peor aún, en un pecador que no puede ser perdonado.

Pensar que Dios, si existe, es un desgraciado porque permite que sufran y mueran sus creaturas, puede ser una blasfemia. Dibujar distraídamente un garabato e imaginar que es el profeta Mahoma puede ser una blasfemia. Pronunciar o escribir el “verdadero” nombre de Dios puede ser una blasfemia. Entre la blasfemia y su prima cercana, la profanación, las religiones de todo el mundo mantienen una lista de cosas que van de lo ridículo a lo irrelevante y se dedican, cada vez que la ocasión se les presenta, a denigrar a quienes hacemos o decimos esas cosas; cuando están en minoría, se victimizan y piden respeto y tolerancia; cuando están en mayoría, piden castigo, y no pocas veces lo llevan a cabo por su cuenta.

Parece increíble que haya que repetirlo, pero hay muchos que consideran que la ofensa a la religión puede justificar moralmente al agresor que reacciona contra quien ofende. A mí me queda claro que la máxima reacción admisible es la contraofensa: si te burlás de lo mío, yo me burlo de lo tuyo. O hago una misa de desagravio, qué sé yo. Pero no voy y quemo tu casa ni te envío mensajes amenazadores ni convoco a una turba para azuzarla en tu contra. La justificación del agresor ofendido sigue la misma lógica que la de quienes justifican a un violador porque su víctima estaba vestida provocativamente. Es una bajeza y una cobardía. Somos seres humanos, no bestias irracionales (no todo el tiempo, al menos): quien no puede controlar su instinto agresivo ante un estímulo externo debería ser encerrado en una institución psiquiátrica.

El Día de la Blasfemia no existe para insultar gratuitamente a nadie (incluso aunque lo merezca…) ni para provocar sin razón a quienes, mal que nos pese, pueden sentirse ofendidos. Su propósito es dejar bien claro a todos que la blasfemia no es un delito, sino un derecho, enmarcado en la libertad de expresión. Ningún grupo de individuos tiene derecho a suprimir el discurso o coartar las acciones de otros porque ofendan a sus creencias. El tiempo de imponer tabúes religiosos a la ley civil ya pasó.

La foto que ilustra este post es, como el año pasado, una obra de JAM Montoya.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Virgen de San Nicolás: pura fe y algo más (A206)

Aquí en Argentina el 25 de septiembre es el Día de la Virgen de San Nicolás, que conmemora la supuesta aparición (en 1983) de la supuesta madre partenogenética del supuesto hijo del dios cristiano, en su versión católica apostólica romana. Como es habitual, la Virgen se apareció a una mujer creyente, poco instruida, y a solas, y como es también muy habitual, le pidió que construyeran, no un orfanato o una biblioteca pública o un hospital, sino un santuario —de preferencia gigantesco— para venerarla a Ella, cosa que se ha venido haciendo desde hace más de veinte años.

Al tiempo el asunto se ha ido transformando en un gigantesco negocio para vendedores de merchandising religioso, para el municipio de la ciudad de San Nicolás (que no tiene potencial turístico en absoluto fuera de esto) y para la Iglesia Católica, que mientras por un lado se ha cuidado mucho de autentificar las apariciones y posteriores mensajes de la Virgen, ha aprovechado los días 25 de cada mes para conmemoraciones menores y un sábado de septiembre de cada año para congregar a centenares de miles de fieles en una peregrinación a pie desde Rosario hasta San Nicolás (a unos 70 km), inutilizando durante todo un día la Ruta Provincial 21 que conecta varias de las más importantes ciudades santafesinas del llamado Cordón Industrial.

Este año la cosa se complicó porque obreros de la quebrada empresa metalúrgica Paraná Metal, situada en Villa Constitución (a unos pocos kilómetros de San Nicolás), decidieron protestar cortando la autopista que va desde Rosario hasta Buenos Aires pasando por San Nicolás, dejando la RP 21 como única alternativa de circulación. La peregrinación se pospuso y luego se canceló, lo cual no impidió que 400 mil personas se congregaran frente al santuario el sábado pasado.

La crónica de esta celebración atípica en el diario rosarino La Capital es en sí bastante típica, aunque uno no puede dejarse de preguntar hasta dónde el cronista estaba riéndose por lo bajo de la superstición ajena, especialmente cuando detalla conspicuamente el precio de los bidones de “agua bendita con poderes curativos” tomada directamente de la red o el del alquiler de un puesto de venta de rosarios y estampitas (1500 pesos —unos 300 euros— más tasa municipal) o comenta la gozosa credulidad de los fieles que gritaron “'¡milagro!” y dijeron que el sol se había “rodeado con los colores de la Virgen” luego de mirar un rato el disco solar a ojo desnudo.

Hasta aquí nada más ni menos lamentable que (salvando las distancias) Lourdes o La Meca. Casi no hay quien se oponga a la peregrinación y la celebración multitudinaria en San Nicolás (un solitario crítico lo hizo en una carta de lectores hace unas semanas) porque se entiende, o se supone más bien, que toda esta superchería y este infantilismo son para uso privado, para consuelo o alegría de algún pobre creyente, inofensivos, o como dice el cronista “la fe en su forma más pura”. Para demostrar lo contrario podemos exhibir una nota del diario Tiempo Argentino donde nos enteramos que el obispo de San Nicolás, Héctor Cardelli, no se limitó a las tonterías habituales (paz, amor, devoción, avemarías…, “la fe en su forma más pura”, digamos) sino que aprovechó para criticar la ley de matrimonio igualitario, que recientemente dio a las parejas del mismo sexo el derecho a casarse.

Las celebraciones y devociones religiosas no son para promover la moral y las buenas costumbres, la paz y el amor, la unión de la familia, la fe en cosas elevadas, la honradez y la pureza de corazón; no son para dar consuelo a los afligidos ni aliento a los desesperados; no son para crear una red social, para dar contención, para unir en una comunidad. Pueden servir para eso, a veces (aunque muchas otras cosas pueden servir, y mejor). Pero el verdadero objetivo de toda celebración religiosa organizada y manejada por un sacerdote, por un obispo, por una corporación como la Iglesia Católica, es la de mantener y reforzar el sentimiento de pertenencia de los fieles a un rebaño, y utilizar esa pertenencia, el fervor de “ser parte de”, para transmitir mensajes ideológicos y exigir el asentimiento y la obediencia del rebaño.

No es algo sencillo y directo; es perfectamente posible desobedecer o desoír los mensajes, porque no hay aquí magia ni poderes mentales ni un lavado de cerebro. Pero es un hecho que todos los mensajes beneficiosos que recibimos de la religión son independientes de la misma y pueden ser transmitidos por otros medios; lo único que hace especial a la religión es que junto con esos mensajes obviamente morales (ama a tu prójimo, no robes, no mates, sé generoso) viene un bagaje ideológico frecuentemente exclusivo, divisivo, discriminatorio e inmoral…, y a los fieles se les presenta todo el paquete como una sola cosa. El envoltorio es bello, pura fe, prístina e inocente devoción. El contenido es un asunto totalmente distinto.

martes, 28 de septiembre de 2010

Ama a tu prójimo como a ti mismo

“¿En nombre de qué, de quién, podemos asumir el deber de amar al prójimo si es abominable? ¿Qué se puede alegar para convencer a la víctima de amar a su verdugo? ¿Que es una criatura de Dios, como yo, y las vías del Señor que lo conducen a hacer el mal son inescrutables? Eso vale para los que se consagran a las pamplinas cristianas, pero, ¿y para los demás, los que viven inmunes a esas fábulas? ¿Qué extraña perversión podría, pues, conducir a este mandato inaudito: amar al autor del suplicio que nos destruye? Auschwitz muestra los límites de esta ética: interesante en el papel, pero inútil para la vida.”

Michel Onfray, La potencia de existir. Manifiesto hedonista. 2ª ed. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2008 (p. 106).

lunes, 27 de septiembre de 2010

Teresa de Calcuta, el ángel del infierno

Ésta es una actualización del post sobre el 100º aniversario del nacimiento de Agnes Gonxha Bojaxhiu, la “Madre” Teresa de Calcuta, que publiqué el 26 de agosto de este año. El lector ツ Ðavid Ǿsorio ha dejado en los comentarios un link a un post, “Lente escéptico: Madre Teresa de Calcuta”, que pensé que convenía destacar. Es una larga reseña de la trayectoria piadosa de esta santa, con detalles que no había visto condensados en ninguna otra parte, y al final está el video de Hell’s Angel, el documental de Christopher Hitchens sobre esta sufrida amante de la pobreza ajena, subtitulado al español.

Y se me había olvidado, debo confesar, mencionar también el aporte de Joel, apuntándonos a un segmento del programa Bullshit!, de los ilusionistas Penn y Teller, que referencian justamente a Hitchens y hablan también de la Madre Teresa con un tono, digamos, merecidamente irreverente.

Muchas gracias a Ðavid y Joel. Todos los demás lectores, recuerden que no hay post demasiado viejo para que no puedan contribuir a él con algún detalle o actualización como en este caso.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Carmen Argibay: el Estado es laico (A204b)

Carmen Argibay, ministra de la Corte Suprema de Justicia de Argentina, hablando por Radio Continental de la laicidad del estado y de la necesidad de sacar los símbolos religiosos (crucifijos) de las salas de audiencias del Poder Judicial: “El Estado es laico y las creencias religiosas deben quedar fuera del ámbito público”.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Pobres, pobres católicos (A205)

Guillermo Cartasso
Ante declaraciones de ciertos creyentes uno no sabe si reírse, llorar, enojarse o rascarse la cabeza de puro desconcierto. Tal es mi caso ante el pretendido temor de que en Argentina los católicos se estén transformando en “una minoría discriminada”, expresado por Guillermo Cartasso, asesor legislativo de la Conferencia Episcopal Argentina y presidente del movimiento eclesial FUNDAR.

Los lectores que no sean argentinos ni vivan en este país quizá precisen alguna aclaración. La Iglesia Católica es la única religión que figura en la Constitución Nacional. El estado le paga el sueldo (un muy buen sueldo) a los obispos y subvenciona abundantemente a las escuelas privadas confesionales: es decir, nuestros impuestos pagan los gastos de funcionarios religiosos designados por una monarquía teocrática extranjera, y ayudan a la propagación de la doctrina religiosa oficial de ese gobierno extranjero (con frecuencia contraria a la política de nuestro estado). Más del 90% de los argentinos se bautizan por iglesia, y la mayoría de los que se casan lo hacen por iglesia además de por el trámite civil (y pagan a la iglesia por flores, alfombra y ceremonia). Cada vez que se intenta dar un paso progresista en el terreno de los derechos de la mujer, de los derechos sexuales y reproductivos, de los derechos de las minorías sexuales o de la laicidad del estado, la Iglesia no tiene siquiera que levantar la voz y ya tiene a su alrededor a toda una constelación de medios pidiéndole respetuosamente su opinión, a políticos de casi todos los partidos haciéndole reverencias y prometiéndole concesiones, y a opinólogos y académicos apoyándola desde diarios, televisión, universidades, organizaciones no gubernamentales e instituciones dependientes de la misma Iglesia. El mismo Cartasso hizo sus declaraciones durante unas jornadas celebradas en una universidad privada católica, en una provincia donde hubo recientemente tres días seguidos de feriado religioso, donde el ministro de Educación es un Opus Dei y los niños tienen clase de religión en las escuelas públicas.

Dicho esto, lo que realmente preocupa a Cartasso queda más claro. Los católicos no son minoría, salvo que contemos como católicos sólo a los que respetan a rajatabla los preceptos emanados del Vaticano (en cuyo caso el catolicismo estaría ya en minoría en todo el mundo, probablemente incluyendo al mismo Vaticano). La discriminación religiosa —verse descalificado de hablar o actuar, o privado de derechos, por causa de la propia creencia— es infrecuente en Argentina, y la discriminación a católicos por su fe es pura fantasía.

Salvo que uno defina discriminación como ciertos límites sensatos que la Iglesia ve como obstáculos. A esto se refiere Cartasso cuando alude a la necesidad de una ley de objeción de conciencia: lo que desea es que los católicos tengan la libertad de no cumplir las leyes que ellos consideren que “no contribuye[n] al bien común”. ¡Son discriminados porque no se les permite violar la ley! ¡Son víctimas de una injusta prohibición de discriminar!

La preocupación, aunque sobreactuada, es entendible. En el debate por la ley de matrimonio igualitario, algunos legisladores basaron su voto negativo en la doctrina cristiana, pero la mayoría de los creyentes ensayó una variante de “soy católico pero…”, y se observó un consenso importante en torno a la noción de que la doctrina o las convicciones religiosas no son material admisible en una argumentación seria. El avance hacia un estado laico es lento y con tropiezos, pero ya es visible y los lobbistas de la Iglesia lo saben. Pero que no se preocupen los católicos: cuando desde el otro lado hablamos de tolerancia y no discriminación, lo decimos en serio…, no como Guillermo Cartasso.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Christopher Hitchens contra la Iglesia Católica

Lo que sigue es la intervención de Christopher Hitchens en el debate auspiciado por Intelligence Squared donde se discutió la moción “La Iglesia Católica es una fuerza para el bien en el mundo”. Hitchens, desde luego, argumenta en contra. Son dos videos seguidos, menos de veinte minutos en total. La traducción es de Augusto Jacquier (el director de Herejes), con alguna ayuda de mi parte. (La otra intervención en contra, de Stephen Fry, la estamos compaginando en estos días.)




jueves, 23 de septiembre de 2010

Con el crucifijo a otra parte (A204)

Carmen Argibay
En Argentina tenemos la fortuna, desde 2005, de contar con Carmen Argibay como jueza de la Corte Suprema de Justicia. Después de más de una década de gobierno conservador, Argibay fue la pesadilla de más de uno: mujer (la primera nominada a la Corte en la historia del país), partidaria de los derechos reproductivos, atea confesa y militante, y lo suficientemente inteligente como para no dejar a sus detractores ningún flanco por donde poder atacarla honestamente (lo que no les ha impedido atacarla como ellos saben, claro).

Argibay ha mantenido un perfil bajo, por lo cual se armó un gran revuelo cuando, ante preguntas insistentes de los periodistas, soltó la bomba: hay que sacar los crucifijos de las salas de audiencias de los tribunales, dijo, porque los símbolos religiosos condicionan y porque Argentina es un estado laico.

Las reacciones de parte de los creyentes fueron dispares: un sacerdote católico se manifestó en desacuerdo, un rabino aprobó; el presidente del Consejo de la Magistratura, Luis María Cabral, dijo que evitar los símbolos religiosos en los lugares públicos del Poder Judicial “sería conveniente”. Otros funcionarios y académicos estuvieron más o menos de acuerdo. Un camarista, Mario Fera, dijo que para él el crucifijo no es discriminatorio pero está “dispuesto a dialogar”, y otro, Pablo Gallegos Fedriani, dijo que, como el artículo 2º de la Constitución dice que el estado sostiene a la religión católica, sería “inconstitucional” quitar los crucifijos (!) pero si ofendiera a alguien, él lo haría (!!).

En Mendoza, donde la ONG “20 de septiembre” había planteado el tema hacía tiempo (consiguiendo apoyo de un sacerdote, pero no respuesta del gobierno), se armó una interesante mesa de debate con la presencia de un sheij sufí, un pastor bautista y un profesor de Derecho. El pastor apoyaba la idea de mantener la laicidad del espacio público. El sheij opinó que no deben quitarse los símbolos religiosos porque toda imagen de esa clase “representa el bien, cualquiera sea la religión de donde provenga” (uno quisiera haber estado allí para desafiar al sheij a proponer esta peregrina idea a otro tipo de audiencia, más devota y menos tolerante, como el ayatolá Jamenei o un grupo de talibanes). El profesor dijo que Argentina es un país aconfesional y aprovechó para criticar duramente a la ley de “libertad religiosapropuesta por la diputada fundamentalista evangélica Cynthia Hotton.

Esta bola de nieve recién se echó a rodar, así que seguiremos atentos y veremos qué ocurre en los próximos días.

martes, 21 de septiembre de 2010

Ratzinger y el ateísmo nazi (parte 3)

Poco tengo que añadir al tema del vínculo falso que el papa Joseph Ratzinger ha querido hacer entre el ateísmo y el totalitarismo nazi. El tiro le ha salido por la culata. Su visita a Gran Bretaña será recordada como una pesadilla de relaciones públicas, marcada por protestas multitudinarias como no se habían visto (que yo recuerde) en ningún otro lugar.

Este post lo dedico a los comentarios aparecidos en otros blogs. En particular, Su Nombre en vano le ha dedicado tres muy buenos: uno con varias buenas fotos de la protesta y con el video del encendido discurso de Richard Dawkins (cuya traducción y subtitulado debemos a krisangel23) donde desmonta la mentira de Ratzinger y lo llama “enemigo de la humanidad”, otro más sobre la protesta, y uno centrado específicamente en Hitler y los nazis.

Piensa… luego existe también recoge el video de Dawkins, al igual que Sin Dioses, que nos brinda una transcripción y tiene un interesante análisis del falaz concepto de extremismo ateo.

La revolución naturalista titula lapidariamente “El libelo de Ratzinger contra los ateos es inmoral y contrario a la razón” y analiza las relaciones entre las creencias religiosas del pueblo alemán y de Hitler y el ascenso del nazismo.

Andrés Diplotti nos obsequia, en La pulga snob, con un fino comentario ilustrando la actitud de los que hablaron de “laicismo agresivo” sólo porque alguien se atrevió a tratar al Papa no como un ser especial y único al que hay que excusarle todo, sino como una persona como cualquiera. (Entre estos indignados defensores de Ratzinger ha habido unos cuantos ateos.)

Jesus and Mo también discuten (en inglés) el tema de cómo los ateos, laicistas y en general los que criticamos fuertemente la intolerancia predicada por el Papa somos parecidos a los nazis.

Y hay más, claro está, pero ya basta de prestarle atención a este viejo mentiroso e intolerante.…

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ratzinger y el ateísmo nazi (parte 2)

Ya que Joseph Ratzinger, alias Benedicto XVI, no pudo evitar referirse falsamente al nazismo como fruto de una sociedad sin dios, vinculando ateísmo con totalitarismo y deslizando que el “secularismo” (es decir, el estado laico) lleva a la destrucción de la sociedad, la National Secular Society de Gran Bretaña ha tenido a bien recordarle a él, a sus seguidores por ignorancia o voluntad expresa, y a todos nosotros, que el catolicismo y el nazismo colaboraron gustosamente —y no sólo al final, cuando la Iglesia organizó el escape de miles de nazis a América del Sur, sino desde el principio.


El poster que pueden ver aquí arriba fue impreso para las elecciones del Reichstag (parlamento alemán) de 1933. Su título es:
“¿Por qué el católico debe votar por la lista parlamentaria de Adolf Hitler?”
A continuación se enumeran las razones, aludiendo a los beneficios otorgados a la religión católica por el Concordato firmado entre Alemania y la Santa Sede, y se pide al votante apoyar a Hitler y dar el “sí” al referendum para que Alemania se retirase de la Liga de Naciones.
¿Por qué el católico debe votar por la lista parlamentaria de Adolf Hitler? Porque en el estado nacionalsocialista, intrínsecamente y a través del Reichskonkordat
  1. la Fe es protegida,
  2. la paz con la Iglesia queda asegurada,
  3. se resguarda la moral pública,
  4. se santifica el domingo,
  5. se mantienen las escuelas católicas,
  6. la conciencia del católico ya no es presionada,
  7. el católico tiene derechos igualitarios ante la ley y en la vida nacional,
  8. las organizaciones y asociaciones católicas, en tanto sirvan exclusivamente a propósitos religiosos, caritativos y culturales, pueden operar libremente.
Por eso un católico, este 12 de noviembre, debe votar así:
Referendum: sí
Elección parlamentaria: Adolf Hitler
El Concordato contenía un Suplemento Secreto que preveía una movilización bélica desafiando el Tratado de Versalles, es decir que ya en 1933 la Santa Sede esperaba que Alemania fuera a la guerra y que eventualmente atacara a la Rusia comunista, contra la que Pío XII (según se sabe por una carta de 1943) esperaba que Alemania ganara.

Los últimos dos puntos del poster son reveladores. Al advertir que los católicos tendrían “derechos igualitarios” quedaba implícito que otros, sin la moneda de cambio que representaba la influencia papal, no los tendrían: es decir, el Concordato protegía a unos a sabiendas de que otros serían atacados. Y al hacer explícitas las restricciones al accionar de las organizaciones católicas, se formaliza un pacto de no agresión política entre el nazismo y el catolicismo: los feligreses estarían bien mientras se quedaran calladitos en sus iglesias y sus organizaciones de beneficencia, sin inmiscuirse en los planes del estado para con judíos, gitanos, homosexuales, y todo el largo etcétera de “indeseables”, como de hecho hicieron, con honrosas pero escasísimas excepciones. Una de las condiciones para el pacto fue la disolución del Partido del Centro Católico: el desarme, ordenado por la Santa Sede, de la única tribuna oficial desde donde podría (debería) haber hecho algo concreto contra el régimen nazi.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Ratzinger y el ateísmo nazi (parte 1)

El revisionismo histórico católico suele vincular el ateísmo con los regímenes dictatoriales y totalitarios del siglo XX. El vínculo es discutible en el caso de Stalin, Mao y Pol Pot (asunto que no viene al caso dilucidar aquí), pero no se sostiene con Franco, con los Duvalier ni con las dictaduras latinoamericanas. La herramienta favorita de los mentirosos, sin embargo, es Adolf Hitler y el nazismo.

Joseph Ratzinger (alias Benedicto XVI) está de visita en el Reino Unido. En su discurso en Edimburgo, apenas llegar, habló de la “tiranía nazi que deseaba erradicar a Dios de la sociedad” y dijo:
“Al reflexionar sobre las lecciones sobrias del ateísmo extremista del siglo XX, no olvidemos nunca cómo la exclusión de Dios, de la religión y de la virtud de la vida pública lleva últimamente a una visión truncada del hombre y la sociedad.”
Hace diez años, el papa Juan Pablo II quiso manchar al ateísmo con la acusación de ser responsable del Holocausto. En el mausoleo de Yad Vashem, en Jerusalén, dijo una vez: “Sólo una ideología sin Dios puede planificar y ejecutar el exterminio de todo un pueblo.” A los judíos que saben algo de historia les debe constar que esto es patentemente falso; donde más sufrieron, antes del siglo XX, debe haber sido en la España de los Reyes Católicos y en sus muy devotas colonias americanas, donde el antisemitismo de raíz cristiana perdura, como así también en la Europa protestante, forjada por aquel Lutero que escribió todo un tratado “Sobre los judíos y sus mentiras”, y en la ortodoxa, piadosisíma Rusia zarista, que legó a la historia la palabra pogrom. El antisemitismo brota fértil de aquella pretendida admisión de culpa del pueblo judío por la muerte de Jesús (“Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”) en el Evangelio de San Mateo, y de las culpas implícitamente cargadas a “los judíos” por San Juan.

El mito del ateísmo de Hitler y del nazismo está tan arraigado que es inútil repetirles a los propagandistas católicos y sus víctimas ignorantes lo que es archisabido y comprobable con una simple búsqueda en Internet o en cualquier libro de historia: que Hitler fue bautizado y criado como católico, que el nazismo daba lugar a un conglomerado difuso de cristianismo y religiosidad pseudopagana, que la Iglesia Católica pactó con un Concordato con Hitler, que Hitler proclamó públicamente su deseo de exterminar a los movimientos ateos, que la educación religiosa fue obligatoria en Alemania por su orden, que los soldados alemanas llevaban la divisa Gott mit uns (“Dios con nosotros”), y finalmente —pero no menos importante— que la inmensa mayoría de los votantes que llevaron al nazismo al poder, la mayoría de los soldados que lo sostuvieron y la mayoría de los que ejecutaron el Holocausto eran protestantes o católicos. Conviene, sin embargo, tener claros estos hechos, para no dejar pasar ni una vez esta clase de calumnias.


Entre diez y veinte mil personas protestaron contra la visita del Papa en Londres este sábado. Richard Dawkins dio un discurso fervoroso contra sus manifestaciones anti-ateas y distorsivas de la historia. La prensa católica y el mismo Ratzinger están haciendo un papel lastimoso, comparando la crítica y el ridículo a los católicos con un “martirio” y llamando al papa “valiente” (como si viajar a todo lujo, con operativo de seguridad y gastos pagos por un país donde no se permite a ningún opositor a él acercarse a menos de un kilómetro requiriera algún coraje).

Gran Bretaña es un país poscristiano, secularizado, donde prima el indiferentismo o la espiritualidad liviana y el ejercicio público y fervoroso de la religión es considerado una rareza. A los británicos no les gusta que un fanático religioso con chapa de jefe de estado les venga a enseñar una versión revisada de la terrible historia que vivieron en carne propia. Creo que Benedicto XVI se ha encontrado al fin, para variar (y bienvenido sea) con gente que no va a tolerar sus mentiras.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Salta: religión en vez de educación (A203)

Hace un mes les confirmábamos que las escuelas públicas de la provincia de Salta estaban impartiendo religión católica como asignatura en horario de clases (y sin siquiera una asignatura alternativa para los hijos de personas no católicas), a las órdenes de un ministro de Educación que responde al Opus Dei, según una ley aprobada a fines de 2008. El pedido de amparo promovido por la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) ha llegado a manos de la Corte Suprema de Justicia provincial, que debe decidir si dicha ley es inconstitucional (la Constitución de Salta dice que los padres tienen derecho a obligar a sus hijos a ser indoctrinados en su misma creencia religiosa; la Constitución Nacional y los tratados internacionales incorporados a ella no están tan seguros).

Mientras esperamos, tenemos noticias aún más deprimentes, si cabe, como la de que los alumnos de toda Salta no tuvieron clases, por resolución del Ministerio de Educación, durante los primeros tres días de esta semana (13, 14 y 15 de septiembre), porque en esas fechas se celebra el tradicional “triduo del Milagro”. Los alumnos del interior de la provincia que vayan a la peregrinación al santuario de la Virgen del Milagro, en la capital provincial, tienen además dispensa para faltar los dos días siguientes (y para completarla, el lunes 21 es feriado por el Día del Estudiante). A la susodicha Virgen se le atribuyen los “milagros” de llegar flotando en una caja al puerto del Callao (Perú), pese a haberse hundido el barco que la traía de España (de los tripulantes, hombres de poca fe, no se salvó ni uno), y de preservar a la devota ciudad de Lima de los peores efectos del terremoto de 1692, mientras que Dios destruía en cambio a la ciudad de Esteco por ser demasiado rica y no suficientemente piadosa.

Y tenemos también editoriales como la de José de Álzaga en El Intransigente, en la que se nos viene plañideramente con el cuento de que se pierde la formación integral del alumno si no se le mete dogma en la cabeza, se acusa a los padres de preocuparse por un mísero módulo de clases de catecismo como si no hubiera cosas más urgentes, y se erige al catolicismo como una especie de pilar irreemplazable e incuestionable de la identidad local y continental. Todo esto es muy común y muy aburrido y cansa refutarlo, pero ahí va:
  • Es mentira que el alumno necesite una formación integral, total, en la escuela. La escuela debe primero formar en los contenidos básicos, cosa en la que ya es deficiente y de la que debería ocuparse, privilegiándosela por sobre la mitología judeocristiana.
  • Es mentira que la formación integral de la persona tenga que pasar por aprender religión. Ni las fábulas de Adán, Eva, la Serpiente y la manzana, ni de Noé y sus animales, ni de Caín y Abel, ni de Moisés partiendo el Mar Rojo, ni de Jesús multiplicando viandas, son importantes excepto como referencias de la cultura general. La religión puede ser transmitida en casa o en la iglesia. Y desde luego, la enseñanza religiosa no equivale a formación moral ni a elevación espiritual. Es más, suele producir ciudadanos crédulos, obsecuentes y temerosos, antes que ciudadanos informados e independientes.
  • Es verdad que los padres no se preocupan por otras cosas más urgentes, pero es falaz llevar la discusión por ahí. Tanto en Salta como en toda Argentina, las escuelas públicas son de una calidad desastrosa y que ha ido descendiendo sin pausa, y eso causa cada tanto protestas de padres, maestros y alumnos. De todas formas, un juez no puede ordenar que la educación sea buena de la noche a la mañana, pero sí puede dictaminar que no se dicten clases de religión. Esta salida por la tangente es una excusa tan típica y tan vacua que ya debería estar en los libros de texto; cuando alguien dice “¿Por qué no se preocupan por X en vez de molestar tanto con una tontería como Y?”, es signo inequívoco de que la otra persona no tiene argumentos.
  • Es verdad que el catolicismo es parte de la cultura local. Eso no lo hace mejor que otras religiones e ideologías, ni más intocable que ningún otro rasgo cultural. El machismo, la homofobia, el antisemitismo y la etnofobia también son parte de nuestra cultura, gracias en gran medida a la Iglesia que vino acompañando a los conquistadores españoles, pero no por eso los enseñamos en las escuelas públicas o pretendemos que no deban intentar cambiarse.
Seguimos a la espera de que Salta sea laica. Y no nos olvidemos de las provincias de Jujuy y Santiago del Estero, que también obligan a la indoctrinación católica a los alumnos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Creacionismo católico

Generalmente no hablamos de evolución y creacionismo aquí, ya que no son temas que nos preocupen mucho en Latinoamérica. Pero me pareció muy informativa esta página católica que clarifica la postura oficial sobre la teoría de la evolución en lo que se refiere al Homo sapiens. El resaltado es mío.
El Rev. Francis Spirago recuerda a los fieles que, de acuerdo con la enseñanza del Papa Pío XII en [la encíclica] Humani Generis, “la Iglesia no prohíbe la teoría de la evolución, porque la fe católica sólo nos obliga a creer que el alma es inmediatamente creada por Dios. Sin embargo, uno no puede ir demasiado lejos y actuar como si el origen del cuerpo humano a partir de la materia viva y preexistente estuviese completamente demostrado por los hechos descubiertos hasta hoy, como si no hubiera nada en las fuentes de la revelación divina que reclamara una gran reserva y precaución en esta controversia” (The Catechism Explained, cap. 5)
Pío XII insistía en que, sin importar cuánta investigación se lleve a cabo sobre el asunto de la evolución, los católicos deben creer que 1) en virtud de su alma, el hombre es esencialmente superior a los animales; 2) la primera mujer fue derivada de alguna manera del primer hombre; 3) es imposible que el padre inmediato del hombre haya sido algo diferente de un ser humano; es decir, es imposible que el primer hombre haya sido el hijo de un animal.
El católico no sólo está obligado a creer que el hombre fue creado por un milagro divino, sino también que el primer ser humano fue macho, que la mujer fue creada “de alguna manera” a partir de él, y además, que esos dos primeros seres humanos son los únicos antecesores comunes de toda la especie humana.

Sobre esto último hay que aclarar que el poligenismo (del que se dice que es “contrario al Magisterio de la Iglesia”) es la hipótesis de que el hombre desciende de varias especies o variantes separadas de homínidos. El hecho de que esté desacreditada actualmente, por otra parte, no indica que el Magisterio tenga razón y que haya habido literalmente un Adán y una Eva, por el simple hecho de que la especie humana no tuvo un principio definido, como no lo tiene ninguna otra: no hay una primera pareja, ni una primera población, porque los organismos evolucionan sin discontinuidades; sólo en retrospectiva podemos identificar linajes separados, y eso con la gran ayuda que representa el hecho de que la mayoría de nuestros parientes más cercanos se extinguieron. No hay ninguna razón a priori para que no exista un continuum de especies de primates entre las ramas del chimpancé y del hombre. El Magisterio de la Iglesia no concuerda con el poligenismo pero tampoco con el monogenismo, hipótesis científicamente aceptada hoy, porque no tiene punto de contacto con la realidad observable.

La encíclica Humani Generis sólo tiene 60 años. En 1950 todavía no se había descrito el ADN ni teníamos, como tenemos ahora, la abrumadora evidencia de que el Homo sapiens es un primate como los demás en su fisiología, su constitución genética y también su psicología y comportamientos generales. La Iglesia no ha revisado su posición, pero se ha sumido en un prudente silencio, mientras los niños educados en escuelas católicas siguen aprendiendo la absurda fábula de Adán y Eva, mientras a los mayores se les aclara que “sólo son metáforas”.

Pero si Adán y Eva son metáforas, la especie humana no desciende de una pareja especialmente creada por Dios, sino de una población de animales irracionales sin alma; la doctrina del pecado original se derrumba, y con ella caen la explicación del mal en el mundo, la necesidad de la expiación por parte de Jesús, la justificación del sacramento del bautismo y toda la armazón teológica desde la expulsión del Paraíso hasta el Apocalipsis. No nos extrañemos de tanta reserva…

lunes, 6 de septiembre de 2010

Obsesionados por el sexo

“El sexo es un poco como la comida, sólo que aún más incitante. Las únicas personas obsesionadas por la comida son los anoréxicos y los obesos mórbidos, y eso, en términos eróticos, es la Iglesia Católica en pocas palabras.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Dios, los ricos, los pobres y los valores inventados

Una de las defensas más comunes de las religiones es proclamar que la fe es necesaria para mantener los valores morales. Los fundamentalistas religiosos añaden que, como corolario, quien no tiene fe no puede tener valores; los moderados suelen escapar a esta conclusión no muy políticamente correcta diciendo que un no creyente puede tener valores porque el ansia de bien, que proviene de Dios, se manifiesta incluso aunque uno no crea en Dios.

En realidad la discusión es inútil porque todos los que tratamos con un círculo social más o menos variado sabemos que la fe religiosa no es necesaria ni suficiente para determinar ningún valor moral. De allí es fácil derivar la conclusión de que la fe es inútil por innecesaria. Ahora bien, los creyentes no pueden evitar darse cuenta de esto; y es por eso que los apologistas religiosos tienen que buscar excusas para defender la necesidad de la fe.

Esto viene a cuento de la editorial de Guillermo Marcó, sacerdote y director de Valores Religiosos, sobre la decisión de Bill Gates y otros personajes ultra-ricos de donar la mitad de su fortuna a obras de caridad, titulada “La generosidad no se mide en plata”. Marcó no tiene, digámoslo suavemente, una pluma inspirada o madura:
Días pasados, un grupo de multimillonarios anunció su decisión de donar para obras de caridad la mitad de su fortuna. Pero lo importante para Dios no es la cantidad de dinero que se dona, sino las ganas de compartir.
¡Cuánta ternura! Para ilustrar lo que quiere decir, Marcó cita (¡mal!) la historia de la viuda que dejó todas sus pocas moneditas como ofrenda en el templo (Mc 12, 41-44), lo cual Jesús reconoce como verdadera generosidad, al contrario de las ofrendas de los demás, que ponían más dinero pero sólo porque les sobraba.

Hay de todo en la pieza de Marcó, por debajo del tonito de homilía para feligreses aburridos. Superficialmente está la cuestión de lo mundano contra lo espiritual, que arranca la virtud de la generosidad de las sucias garras de secularizados y descreídos para depositarla a los pies de los creyentes. Por debajo está el voluntarismo, ese querer convencer a los creyentes de que “la intención es lo que cuenta” y de que de alguna manera es mejor dar nuestra última moneda de diez centavos que donar la mitad de nuestro millón de dólares. Para lograrlo hay que convencer al creyente de que realmente es más importante el valor moral que la utilidad real del donativo, lo que de paso logra hacer sentir bien al creyente por no hacer nada útil. Como Dios no suele manifestarse personalmente, lo que es virtuoso ante Dios es dictaminado por la misma persona según cómo se sienta después de su acto supuestamente moral y espiritual. El reaseguro del sacerdote o del apologeta cierra el círculo: no se ha hecho nada, pero todos estamos felices.

El otro tema que recorre el texto es que es preferible quedar bien con Dios que con la gente, lo cual es obvio si observamos a la gente y la comparamos con el estándar perfecto de Dios. Esta desvalorización de la humanidad es moneda corriente en todas las religiones, y se extiende, como hemos visto, a otros campos: no sólo es inferior el desprendimiento material a la “verdadera” generosidad ejemplificada por la viuda pobre del evangelio, sino que es inferior la ciencia y lo empírico ante las revelaciones de la fe; las leyes humanas no valen sino en tanto conforman con la “ley natural” impresa por Dios en Su creación; los gobiernos humanos sólo tienen sustento si los gobernantes siguen las leyes divinas; las artes sólo son buenas y autorizadas y verdaderas si expresan lo ortodoxamente espiritual del hombre, no cuando cuestionan o subvierten esa ortodoxia… y así. La viuda pobre, la pobre viuda, es un peón en el juego de Dios; Jesús la pone como ejemplo, pero no se preocupa por el hecho de que no tendrá con qué comprar comida esa noche (pensemos en las aves del cielo y los lirios del campo). La viuda no vale nada, excepto como personaje de la historia donde todo tiende a la gloria de Dios y a la justificación de la miseria humana. Si Dios deja que los ricos tranquilicen su conciencia por unas monedas mientras una pobre vieja se queda sin medios de sustento para alimentar a los sacerdotes del Templo, y eso está perfectamente bien, ¿qué nos dice Jesús sobre la forma en que Dios quiere que funcione la sociedad?

Hay un pasaje especialmente repugnante en el alegato de Marcó.
Seguramente no puedas donar esa cifra apabullante, porque sencillamente jamás la tendrás. Pero debes saber que uno puede compartir muchas cosas en la vida. Como comparte aquel rico que genera trabajo para los demás y paga salarios dignos, permitiendo a los pobres ganarse el pan con el sudor de su frente.
En un país y un continente donde la inequidad en la distribución del ingreso casi no ha dejado de aumentar desde hace décadas y se encuentra ahora en extremos obscenos, la idea de que los ricos “hacen su parte” y son realmente generosos por pagar salarios por encima del mínimo a los trabajadores es llanamente insultante. Casi tanto lo es la forma de expresarlo: “permitiendo a los pobres ganarse el pan”, en la que se trasluce muy claramente que “los pobres” son un sector especial de la población, que no van a dejar de existir y por los cuales no vale la pena que los ricos vendan todas sus posesiones. Lo de “permitir” insinúa que el trabajo es una graciosa concesión de los ricos a los pobres, o como mucho, algo que Dios concede a los ricos para dar a los pobres y así ganarse el cielo. Lo del sudor de la frente, finalmente, es bíblico: el castigo de Dios al hombre (no a la mujer) es el trabajo físico, duro, el de los pobres.

Es decir, Dios concede a los ricos la oportunidad de ser virtuosos sin necesidad de vender todas sus posesiones y darlas a los pobres (como Jesús recomendaba) sino simplemente pagando un sueldo (ínfimo, generalmente, en relación a sus fortunas) a los pobres, cuyo trabajo es un castigo impuesto por Dios, y de quienes se espera más que los ricos, no el gasto simbólico de pagar sueldos (que volverán con creces en forma de ganancias, se entiende) sino el de donar lo que no tienen sin esperar recompensa, como la viuda en el Templo.

Nótese que sólo estoy poniendo juntos algunos pasajes de las Sagradas Escrituras que no dejan bien parado a Dios. Lejos de mí contradecir a los teólogos, que seguramente tendrán complicadísimas explicaciones de por qué la Biblia no quiere decir lo que claramente dice.

Dejé el final para el final porque es un ejemplo no sólo de la retorcida moral religiosa sino de ese pseudo-respeto hipócrita (y típicamente argentino) por la amabilidad y la generosidad de los pobres.
Hace pocos días volví con un grupo de jóvenes de misionar en el monte chaqueño. Recuerdo que antes de regresar, visitamos la casa de Elena, una lugareña con marido y seis hijos que viven en un ranchito y que se las rebuscan con changas. Una casa donde la comida, está claro, no sobra. Lo que sí sobra allí es alegría, educación y respeto. Sus hijos son cariñosos y saben, porque lo aprendieron de su mamá, que no deben vivir quejándose, sino estar agradecidos de lo que hay. Cuando llegamos, Elena estaba horneando pan que después nos enteramos que no era sólo para su familia porque a la tarde nos trajo dos, enormes y crujientes. Ella nos enseña ese secreto que descubrió la viuda del Evangelio: La alegría de compartir. Mientras el avaro se alegra a medida que aumentan sus bienes, el que sabe ser desprendido encuentra su riqueza en dar a los demás.