De la contratapa de ¿Dios existe?:
Temas tan controvertidos como el conflicto entre fe y razón, los valores comunes entre cristianos y ateos, el aborto, el papado de Juan Pablo II, la caída del comunismo, los derechos humanos, la naturaleza, la solidaridad o la autocrítica de la Iglesia fueron motivo del debate que en 2000 mantuvieron en Roma el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, y el filósofo ateo Paolo Flores d'Arcais desde posiciones claramente contrapuestas. El núcleo central de este libro -vivo, intenso, vibrante, en el que se habla con claridad y de manera directa de cuestiones de actualidad- es ese diálogo, al que acompaña un texto de cada participante. El de Joseph Ratzinger se centra en la crisis del cristianismo; el de Paolo Flores rebate sus tesis, sostiene la idea de que la Iglesia rechaza el diálogo y destaca las contradicciones en que incurre esta institución.La apertura de Ratzinger se titula "La pretensión de la verdad puesta en duda", y lleva el subtítulo "La crisis del cristianismo en los comienzos del tercer milenio". Trata del relativismo con respecto al conocimiento, del agnosticismo total, del "fin de la metafísica", y de la imposibilidad social de que una religión hoy en día se proclame verdadera. Una vez constatado este hecho innegable, procede a defender la idea de que el cristianismo es de raíz racionalista y que constituyó un triunfo de la desmitologización sobre las religiones antiguas, invenciones ad hoc para explicar aspectos parciales del mundo. Termina, después de grandes devaneos, con una descalificación de la evolución vista como filosofía universal.
El centro del libro es un diálogo/debate moderado por el periodista italiano Gad Lerner, en el teatro Quirino de Roma, ante una audiencia multitudinaria. Allí Ratzinger y Flores d’Arcais se cruzan, a veces algo desordenadamente, pero con amabilidad, en muchos temas. Personalmente me interesó el ida y vuelta de cuestionamientos sobre los derechos humanos y la ley natural. Ratzinger reclama que debe aceptarse una "ley natural" para garantizar la inviolabilidad de ciertos derechos que ninguna consideración humana, incluso si es por mayoría democrática, puede decidir anular, y justifica esto apelando a la supuesta racionalidad inscripta en el ser y en la naturaleza. Flores d’Arcais mantiene que los derechos humanos deberían llamarse "derechos cívicos", puesto que la raza humana sólo los ha considerado suyos, y luego de una larga lucha que todavía no termina, a partir del progreso de la civilización, por lo cual pensar que tales derechos están inscriptos en el cosmos es "des-responsabilizante": nos corresponde a nosotros ser intransigentes para mantenerlos.
Flores d’Arcais cierra el libro con un texto de unas 40 páginas titulado "Ateísmo y verdad", dividido en pequeñas secciones donde va desmenuzando el abandono de la pretensión de verdad de la Iglesia Católica en favor de un rol de la fe como consuelo y de la creencia como reguladora de la sociedad. Los viejos argumentos escépticos y ateos contra la existencia de Dios nunca han sido respondidos, dice, y la Iglesia ya no se ocupa de ellos: ha caído en la trampa de buscar el poder mundano, que se alcanza no por medio de la verdad (que la religión evidentemente no puede demostrar) sino por involucramiento en la política y dándole a la sociedad un refugio ante la obvia injusticia de la vida terrenal. Flores d’Arcais llama a la generación actual, que ha perdido la fe, "la sociedad del desencanto". Hemos constatado, dice, que el cosmos no tiene orden moral, que la naturaleza no nos da ningún mensaje, que los responsables de las normas que consideramos sagradas somos nosotros y no Dios. El filósofo exhorta a los creyentes a abandonar la pretensión de verdad, a asumir, como lo llamaba el apóstol Pablo, la "locura" de la fe, rechazar la tentación de imponer esa fe a los demás como si fuera fruto de la razón, y desde allí buscar un terreno común con los ateos, que también debemos aceptar nuestra "locura", la locura de decidir como decisión pura, sin buscar una razón en la naturaleza, en favor de la caridad y del otro.
De cómo llegó a mis manos este libro puedo decir que la historia es curiosa. Los escritos de filósofos no me atraen, menos aún los de teólogos, y confieso que me apunté a Flores d’Arcais por curiosidad debida a la trivialidad de que su nombre es casi idéntico al mío (quitándole el segundo apellido francés). Conseguí el libro prestado sólo por un fin de semana, y estoy escribiendo sobre él una mañana de domingo sólo porque ayer, sábado, estuve en casa convaleciente de una enfermedad, y lo leí completo casi de un tirón durante el día. Hubiera querido tener más tiempo para tomar notas y más paciencia para reseñarlo. Desde luego, me he quedado con mucho para decir y quizá haya entendido o resumido incorrectamente lo que leí.
En todo caso, recomiendo ampliamente este libro, y si alguien más lo ha leído, los aliento a comentar.
Yo siempre dije que los llamados Derechos Humanos no son derechos DE los humanos sino derechos PARA los humanos. Son herramientas que tenemos y entendemos que con su aplicación se logra una sociedad mejor.
ResponderEliminarHe leido uno que se titula Las mentiras de la iglesia y es parecido.
ResponderEliminarNo se si Dios existe lo que tengo claro es que no tiene nada que ver con la iglesia apostolica y romana.
Un saludo y me encanta tu blog
Maria
Qué bueno, mirá vos... nunca se me ocurrió ni acercarme a ese libro porque pensé que sería un bodrio total, pero la próxima vez que lo vea tal vez lo reconsidero...
ResponderEliminarEl libro es muy bueno. Sin embargo, Flores D´acais confunde Ateismo con Acristianismo, es decir, todos sus argumentos se basan en ir contra los postulados del cristianismo (o mas aun el Catolisismo) cuando mas de 3 mil millones de seres humanos no son cristianos y practican otras religiones, incluida la religion atea por excelencia: El Budismo
ResponderEliminarCayim, entiendo que Flores d'Arcais se enfoca en el cristianismo porque es la religión dominante a nivel mundial y en su ambiente habitual. Ignoro si la visión islámica de la fe es similar a la cristiana, así que no sé si ese argumento valdrá para los musulmanes como para los cristianos. Michel Onfray también habla primariamente de "postcristianismo" y cosas así. Quizá sea también porque el cristianismo está muy secularizado y por eso es posible deconstruirlo y dialogar, mientras que con el islam no se puede.
ResponderEliminarNo existe un budismo sino muchos, y la mayoría no son ateos salvo en el sentido más literal posible; el budismo práctico venera a muchas figuras cuasidivinas.