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martes, 7 de abril de 2009

Alerta 85: Críticas que duelen

Uno de esos vicios míos, como sabrán, es el de recorrer secciones de cartas de lectores, foros de discusión abiertos y otros repositorios de lo más variado (por no decir vulgar, por no decir bizarro) de la opinión pública. En el diario La Capital de Rosario hace tiempo que Cristián Hernández Larguía, eximio músico y director de orquesta, muy conocido aquí, viene dirigiendo al editor filosas cartas relacionadas con la discriminación e intolerancia de la Iglesia Católica hacia homosexuales y ateos, con el encubrimiento corporativo de los criminales abusadores de niños entre las filas del clero, con el colaboracionismo eclesiástico durante la dictadura militar, y muchos otros temas, generalmente con tono anticlerical.

Como era de esperarse, un par de devotos católicos le han contestado por la misma vía, y un grupúsculo de comentaristas frecuentes le han infligido sus patéticos odios a través de los comentarios, acusando a H. L. de ser homosexual y de promover la homosexualidad (lo primero es posible, aunque personalmente me importa un comino; lo segundo es falso). La calidad humana de estos seres es despreciable y no merece más comentario.

Pero también hay quienes sinceramente lamentan que H. L. diga lo que dice. "Me duelen sus cartas", le dice una catequista católica llamada N. J. Herrera en una carta publicada el día 3 de abril. ¿Por qué?  Porque "no le hacen bien a nadie sus críticas, [y] en cambio puede debilitar la fe de los tibios."

¿No es dulce y tristemente patética esta admisión? Por favor, dice la Sra. Herrera, no señale usted los muchos defectos de esta construcción que se hace llamar la única santa y verdadera iglesia; no llame la atención hacia sus miembros intolerantes, corruptos, ricos entre los pobres, desalmados, oscurantistas, colaboradores de dictadores y asesinos, protectores de violadores de niños, antijudíos, antimusulmanes, antiateos, antihomosexuales, antimasones, anti-ciencia, anti-placer, misóginos, machistas, hipócritas; no mancille con la verdad ese mito que forma en nuestros corazones el cimiento de esta Iglesia Católica. Sabemos, sí, sabemos que son falibles; íntimamente no podemos menos que sospechar que esta vid está muerta y que sus sarmientos están casi todos secos y retorcidos, y que sus aspiraciones a la trascendencia no logran esconder, en esta edad impía, su origen humano, demasiado humano; pero no nos lo diga, o mejor, díganoslo en privado, sólo a nosotros, los muy fieles, que por el poder de nuestra fe podemos cerrar ojos y oídos a la evidencia de los sentidos y de la historia; no lo proclame, no vaya a ser que aquellos que no tienen nuestra amor por la Iglesia abran los ojos y vean.

¿Fue demasiado todo eso? Es posible. Ocurre que uno se cansa, con el tiempo, de escuchar siempre las mismas excusas no sólo sobre esta iglesia en particular, sino sobre todas las religiones. Pero es la primera vez que leo que un creyente sinceramente dice lo que piensa a este respecto: que es más importante la fe que la verdad; que hay proteger a la fe contra la duda. Y ese veneno que la religión provee incluso a personas como la Sra. Herrera, catequista, mujer de fe sencilla, brota de esta corta carta con más fuerza, por contraste, que de cualquier gran pronunciamiento. "Querido señor Hernández Larguía, deje que lo admire y lo ame por su aporte a la belleza, ¡qué bien hace su música!" — deje, en otras palabras, que siga viéndolo como quien no es, que siga creyendo que para ser una persona admirable hay que tener fe y creer en la misma religión que yo; no me obligue a rechazarlo por ser distinto a lo que me enseñaron que es bueno; no permita que mi raciocinio entre en conflicto con mi fe; no me haga mal, cállese.

¿Será ésta la forma más insidiosa de chantaje religioso? ¿Cómo contestamos a ella?

3 comentarios:

  1. ¿Será ésta la forma más insidiosa de chantaje religioso? ¿Cómo contestamos a ella?

    Con un sencillo y rotundo: NO

    Porque: NO es posible callarse las atrocidades de la Iglesia para que, un grupo de ciegos y sordos (pero no mudos) creyentes continúen embaucando a otros "tibios" que caerán en las artimañas de los aprovechados, creyendo que les espera una salvación irreal.

    Porque: La Iglesia, si fuera conteste con lo que pregona, debería buscar la verdad y hacerla pública en lugar de pretender esconderla y callarla. Debería de avisar a los creyentes que NO todos los curas son buenos, que NO todos los curas protegerán a sus hijos, que NO existe prueba que la homosexualidad sea algo que se escoge o se decide,... en resumen: que NO existe prueba de nada de lo que dice que es cierto.

    Y, mientras ellos no hagan ver la verdad, corresponde a otros hacerla ver.

    Porque: el hecho de que la verdad no les guste, no deja de ser verdad y si su fe se ve vulnerada por dicha verdad: o su fe no era la correcta o la verdad es más poderosa que las creencias.

    Saludos.

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  2. Señora Herrera.-

    Estoy seguro que el Sr. HL esta muy agradecido por la admiración que siente por su obra. Pero por favor: véalo como quien realmente es, deje de creer que para ser una buena persona alguien tiene que creer en la misma religión que usted, oblíguese usted misma a no rechazarlo por ser distinto a lo que a usted le enseñaron que es bueno, permita y acepte que su raciocinio entra en conflicto con su fe, y no se haga el mal usted misma… ¡escúchelo!

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  3. Del libro biblico atribuido a uno de los dicípulos de Jesus.

    Juan, 8:32.
    conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

    Señora Herrera, si siente que la verdad puede quebrantar su fe, no tema, rechazar esa verdad de las cosas que usted condena y de su iglesia, es darle la espalda a la libertad, el señor Cristián Hernández Larguía, es libre y tiene derecho a expresarlo.

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