martes, 18 de agosto de 2009

Religión o delirio

¿Cuál es la diferencia entre un delirio y una creencia religiosa falsa? Si uno vive y actúa siguiendo una creencia sin fundamento y manifiestamente falsa, ¿puede ser considerado un enfermo mental, incluso si miles o millones de personas comparten esa creencia? ¿Cuál es el límite?

Bajo el título Health Professionals Fear Web Sites That Support Theories on Mind Control (The New York Times, 12 de noviembre de 2008), al que llego via Slashdot, un artículo periodístico examina el tema de las comunidades de personas en la web que creen que están siendo sujetas a control mental y acosadas o amenazadas por parte de agentes desconocidos (gang stalking).

Estas personas escuchan voces que les dicen que van a morir (supuestamente transmitidas a su cerebro por medios físicos desconocidos), creen ser perseguidos por el gobierno, o están convencidos de que sus casas están siendo invadidas y espiadas. Por mucho tiempo esta gente vivió aislada, sufriendo las consecuencias en su familia o su trabajo. Luego vino Internet y la formación de redes sociales... e inevitablemente se encontraron unos a otros y compartieron sus "experiencias". El resultado es que ahora forman una verdadera subcultura, y sus delirios se ven reforzados: no puede ser que estén locos, piensan, cuando hay tantos que están sufriendo igual que ellos.

Este cambio complica las cosas a los psicólogos y psiquiatras en más de una forma. No sólo previsiblemente se dificulta el tratamiento (convencer a los pacientes de que su paranoia no tiene base alguna), sino que además la misma definición de delirio (en inglés delusion) según las guías diagnósticas de los Estados Unidos empieza a ser insuficiente... y aquí es donde entra el tema de la religión.

Resulta que se considera delusion o "delirio" a creencias como "mi vecino usa una 'antena de ondas mentales' para espiar mis pensamientos" o "tipos vestidos de negro me siguen por la calle", etc., pero se exceptúan las creencias mantenidas por la cultura o subcultura a la que pertenece la persona. Por ejemplo, si un haitiano nativo cree que los loa del vudú lo observan e influencian sus acciones, no puede ser catalogado como delusional, porque en su cultura tales creencias son la norma. Si uno se limita a creer lo que su educación y medio social le han inculcado, en principio no puede considerársele enfermo mental.

¿Y la religión? Llamativamente nadie la menciona en el artículo, aunque algunos de los comentarios en Slashdot sí lo hacen. La gran mayoría de la gente tiene una religión, y la mayoría de las personas religiosas funciona más o menos bien en su vida habitual. La religión puede generar restricciones, prohibiciones y temores varios, y desde el punto de vista de quienes no creemos en lo sobrenatural puede resultar un pesado par de anteojeras mentales, pero en general la calidad de vida del creyente no sufre. ¿O sí?

La experiencia demuestra que no hay nada tan horrible que ninguna secta o rama extremista de alguna religión no pueda decretar para sus seguidores. Supresión de casi todos los derechos y libertades, reducción de la mujer a la servidumbre sexual, incesto o poligamia forzados, autoflagelación, incluso suicidio en masa... Pero hay una multitud de otras cosas "menores" que las religiones obligan a hacer o decir (o dejar de hacer o decir) a sus fieles, y muchísimas doctrinas que, vistas desde cualquier punto de vista que no sea el de la corrección política, serían calificadas como delirios perjudiciales.

Millones de personas creen que existe un Dios que nos vigila constantemente y está dispuesto a condenarnos al infierno por infringir ciertas leyes (leyes, aclaremos, que fueron concebidas por y para un pueblo patriarcal y semisalvaje de pastores nómades de la Edad de Bronce). Esta doctrina debe estar entre las más absurdas causas de angustia para un ser humano. ¿Es esta creencia dañina, que ha envenenado las vidas de incontables personas, un delirio? Según los psiquiatras americanos, no. Porque forma parte de nuestra cultura, está exenta del tratamiento de enfermedad mental.

De la misma manera, la creencia de que hay una criatura malvada, invisible, que está constantemente susurrando tentaciones a nuestro ser interior sería calificada como delirio de persecución en cualquier esquema diagnóstico sensato, pero la figura de Satanás como tentador es parte integral de nuestra cultura occidental y cristiana. Nótese cómo el cristianismo ha creado un sistema cerrado utilizando a Dios y al Diablo, reglas para el bien e impulsos para el mal, logrando una estructura lógica perversa pero coherente.

Ciertas víctimas del delirio de persecución viven con el temor de ser atacadas, pero al mismo tiempo saben que por alguna razón siempre escapan, con ayuda de ciertos rituales y barreras físicas y mentales. Esto debería parecerles extraño, ya que se trata de ciudadanos comunes con protecciones rudimentarias, supuestamente perseguidos por seres organizados y poderosos. ¿Qué pasa con la religión? En un sitio cristiano se expone la idea de la tentación de los demonios: "Satanás y sus demonios acechan la vida diaria de todos los creyentes ofreciendo todo tipo de seducción con el propósito de inducir al cristiano a apartarse de su andar con Cristo fiel y obediente", pero luego se cita también la Primera Carta de Pablo a los Corintios: "[F]iel es Dios que no os dejará ser tentados más de lo podáis resistir, sino que os dará juntamente con la tentación la salida para que podáis soportar", y se dice que ésta es "la garantía de Dios de que nunca permitirá a Satanás llegar muy lejos".

El sistema funciona perfectamente. Personas perseguidas por una entidad poderosísima que las induce al mal pero de la que siempre pueden escapar por poco, para seguir viviendo y temiendo atormentadas, necesitadas de todo tipo de rituales: ¿es cristianismo o es delirio?

Ignoro cómo trabaja un psicólogo o psiquiatra este dilema cuando un paciente que cree profundamente en los demonios viene a consulta para calmar sus temores: o le dice claramente que su creencia no tiene contacto con la realidad o bien (adivino que será así) le permite seguir creyendo y le ayuda a racionalizar alguna otra estructura psicológica que lo proteja, usando los elementos disponibles, por ejemplo el susodicho versículo de la Biblia o la creencia en ángeles protectores. ¿Está bien o está mal? ¿Es ético intentar destruir una estructura mental religiosa dañina, o es preferible trabajar con ella?

Quienes creen en el dios celoso y autoritario del Antiguo Testamento o en las fuerzas demoníacas del cristianismo seguramente suelen encontrar vías de autojustificación por su cuenta; de lo contrario les sería imposible funcionar normalmente. A una minoría importante, imagino, estas creencias les quitan el gozo de vivir. Unos pocos viven sumergidos en el terror de manera constante, se transforman en caricaturas menos que humanas, que no pueden sino repetir constantemente sus rituales protectores.

La raíz de este mal es el convencimiento de que somos individuos tan importantes que ahí afuera hay grandes poderes enfocando su atención en nosotros, y al mismo tiempo tan ingeniosos que podemos discernir sus planes y hasta escapar de ellos. La realidad es que al universo no le importa si vivimos o morimos, y nada podemos hacer para evitar esa indiferencia. El alivio de saber que no merecemos, ni por asomo, estar subidos a tan alto pedestal, debe ser una de las grandes recompensas del ateísmo.

[Este post es la versión íntegra del que fue resumido aquí, y a que a su vez remitía a mi sitio web. He dado de baja el mismo porque no tenía mucho sentido pagar por algo que no uso más que como repositorio de textos.]

3 comentarios:

  1. Durante mucho tiempo fuí deista o panteista, hasta que tuvo un sueño que hizo que me reemplanteara muchas cosas. Soñé que me peleaba con un amigo y durante días, hasta que finalmente lo ví a mi amigo, estuve dudando si había pasado realmente o no. Y es difícil que los sueños a mí me engañen porque soy (de nacimiento) una soñadora lúcida, sé generalmente cuándo estoy soñando, y lo sé mientras sueño. Por lo cual, desde que puedo recordar, la vigilia y el sueño son dos cosas estrictamente separadas.
    ¿Si un sueño puede confundir tanto a una soñadora lúcida como yo, que podrá hacer en las personas que no son capaces de darse cuenta que están soñando?

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  2. Esa última frase habría que enmarcarla y ponerla en un par de lugares. Nos ahorraríamos unos cuantos locos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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