Las dos mayores religiones monoteístas vienen coincidiendo desde hace algún tiempo en que deben mostrarse unidas frente a la razón, la modernidad, la tendencia a separar la religión de las leyes, y la libre crítica a sus dogmas. En mayo de 2008 un foro interreligioso terminó felizmente con la siguiente conclusión, que más suena a una autoamnistía:
"Fe y razón en el Cristianismo y en el Islam son intrínsecamente no violentas. Ni la razón ni la fe se deben usar para la violencia; desgraciadamente una y otra se han usado erróneamente para perpetrarla. En cualquier caso, estos sucesos no pueden poner en cuestión ni la razón ni la fe."A fin del año pasado, bajo presión de un grupo importante de países islámicos (es decir, de países donde el poder gubernamental está unido a la religión musulmana de tal manera que es peligroso oponerse a cualquiera de los dos, y donde los ciudadanos no-musulmanes son tratados generalmente como de segunda clase), la ONU emitió una resolución condenando la difamación de las religiones, y en concreto, las críticas al Islam. La resolución urge a los países miembros a proteger la tolerancia y el respeto hacia todas las religiones, y a tomar medidas contra actos de odio y discriminación religiosa.
Lamentablemente, la intención real se puede ver claramente: es un intento de otorgarles a las religiones (no a los creyentes) el derecho a no ser criticadas. Un país que, siguiendo las recomendaciones de la ONU, instituyera leyes de esta clase, tendría que prohibir la blasfemia e ilegalizar las críticas a las creencias religiosas que pudieran ofender a los creyentes; es decir, en la práctica, acabar con el derecho a la libre expresión.
Más aún, el lenguaje engañoso parece mostrar que se quiere proteger, digamos, a los musulmanes de ser discriminados y señalados como terroristas en los países occidentales; pero al mismo tiempo, los musulmanes ciudadanos de países dictatoriales como Irán o Arabia Saudita que disientan con las políticas estatales influenciadas por la religión dominante también pierden el derecho a protestar y hacerse oír. Es decir, con el pretexto de proteger a las religiones de las críticas externas, se coarta la libertad de aquellos que quieran realizar críticas "desde adentro". Los creyentes moderados y los ciudadanos comunes pierden el derecho a criticar a los fanáticos religiosos que gobiernan y a los extremistas de su propia religión. En el caso del Islam, se abandona a su suerte a los únicos que podrían lograr una reforma modernizadora de su religión.
La blasfemia, la burla a los símbolos y figuras religiosas, el rídiculo, la parodia, el sarcasmo y la ironía hacia los líderes religiosos, la crítica despiadada, seria o humorística, de los dogmas: todo esto debe ser legal en todo país que se llame libre y democrático. Las palabras, siempre que no inciten directamente a la violencia ni se usen para una discriminación injustificada, deben ser libres, y libres también las respuestas a esas palabras.
Una sociedad diversa no puede ser armónica si unos tienen derecho a proclamar ideas como verdaderas y los otros no tienen manera de contestar. Cuando dos grandes religiones que están en choque permanente muestran a los líderes de sus facciones más extremas coincidiendo en que lo más importante es evitar que se hable mal de la religión, todos los demás (creyentes moderados, no creyentes e indiferentes de cualquier clase) debemos estar atentos, porque si nos descuidamos, cualquier día de éstos nos encontraremos maniatados y con un trapo atado en la boca... en nombre de "la paz y la libertad".
jaja, buen post Pablito.
ResponderEliminarya podes imaginarte mi opinion, o mejor dicho, nuestra opinion al respecto de esto. Y tambien podras imaginarte que no nos quedaremos de brazos cruzados. Que sigan acordando estos dos, asi les ira a todos. Saludos.