La ONU llama a los estados a impedir la denigración del Islam, reporta AFP via WebIslam y otros sitios. Lo que temíamos está ocurriendo: los países más represivos del mundo y las tenebrosas fuerzas de la corrección política se han unido para censurar la crítica a las religiones, como advertí hace unos días.
La noticia parece focalizada en el Islam y está bien que así lo sea porque claramente es la religión del Profeta Mahoma la más criticada a nivel mundial, aunque considerando las barbaridades que regularmente profieren sus autoridades y el furor intolerante y asesino de muchos musulmanes, deberíamos esperar más críticas todavía. Si no hay más denuncias públicas de la brutalidad promovida por los clérigos islámicos integristas y amparada por los creyentes moderados, es porque en gran parte del planeta tales denuncias pueden llevar a amenazas o a la muerte.
Hay líneas muy finas entre la crítica válida, la difamación y la incitación a la violencia. A los líderes religiosos les gusta confundirlas. Es criminal, en muchos países, llamar públicamente a la destrucción de los miembros de una religión o etnia, pero el ataque argumentado y razonado a las ideas religiosas no lo es. Excepto en los países islámicos, claro, donde todo es al revés: allí sí está bien pedir la aniquilación de Israel o de los infieles de Occidente, pero es criminal y se castiga con la muerte hablar mal del Islam, aunque sea para denunciar prácticas bárbaras como la lapidación de mujeres adúlteras.
Recordemos esto cuando la ONU recomiende a los países instituir leyes contra la difamación religiosa, porque algún día, por esta aparentemente inocua concesión, podemos encontrar que hemos perdido el derecho a la libre expresión.
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