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miércoles, 10 de junio de 2009

A106: Libertad para discriminar

Por enésima vez nos toca escuchar una reedición (me tienta agregar en tono publicitario: "de los realizadores de La Santa Inquisición y la encíclica Immortale Dei...") del argumento de que aceptar tal o cual cosa es una amenaza para la libertad religiosa. ¿Adivinen qué? Es otra vez el tema del matrimonio homosexual.

El Pew Forum on Religion and Public Life auspició recientemente un debate sobre la supuesta preocupación de ciertos creyentes y líderes religiosos acerca de la aceptación y protección legal de las uniones entre personas del mismo sexo, en un contexto en que gran parte de la población adhiere a religiones que oficialmente rechazan esas uniones como inmorales y antinaturales. La preocupación se plantea así: si la homosexualidad se acepta como normal y si es legal que dos homosexuales se casen, ¿no es discriminatorio, según la ley, predicar que la homosexualidad es una abominación y que los matrimonios homosexuales van contra la ley de Dios? Y en ese caso, ¿no entrarán en efecto las leyes que castigan la discriminación?

Arriba, sin embargo, he escrito "supuesta" porque en realidad dudo que alguien albergue tal preocupación. En ninguna parte del mundo civilizado existen leyes que prohíban la propalación de doctrinas religiosas discriminatorias, siempre y cuando no se llame en ellas a la violencia, e incluso ante esos casos se suele hacer la vista gorda. La libertad religiosa, como forma de las libertades de expresión, pensamiento y asociación, no se discute, y es difícil que eso pueda cambiar en un lapso previsible. La "preocupación" de los líderes religiosos es un espantapájaros sacado a la luz para instalar el tema en las congregaciones y los medios. La escena del pastor bajado del púlpito y arrestado por dar un sermón contra la homosexualidad es irreal.

Supongamos que una ley antidiscriminatoria demasiado restrictiva terminara por producir este resultado. ¿Cuánto duraría esa ley antes de ser anulada como anticonstitucional? ¿Entonces? Fuera de esa posiblidad está algo más concreto:
También está la preocupación por las instituciones religiosas, como hospitales y universidades, que temen verse obligadas a proporcionar los mismos beneficios a las parejas del mismo sexo que actualmente proporcionan a los esposos heterosexuales.
En otras palabras, lo que realmente preocupa a los líderes religiosos ahora es el "derecho de admisión" y la posibilidad de tener que compartir espacios con personas diferentes a ellos. Y en el fondo hay un odio profundo y totalmente irracional, el odio de quien necesita un enemigo, un Otro anormal y repulsivo, alguien menos humano, para sentirse seguro en su posición. El temor expresado por estas personas es sencillamente el temor a tener que tratar como iguales a personas que ellos consideran (sin justificación alguna) inferiores e indignas.

La única salida viable para estos intolerantes es el recurso a la tantas veces manoseada y abusada objeción de conciencia, pero las autoridades judiciales ya no caen tan fácil en eso. Algunos casos preocupantes para los homófobos:
- La comisión de derechos civiles de Nuevo México obligó a una fotógrafa cristiana a pagar 6.637 dólares en costas judiciales tras negarse a fotografiar la ceremonia de compromiso de una pareja homosexual.
- Una psicóloga fue despedida en Georgia al negarse, por motivos religiosos, a dar consejo a una lesbiana sobre su relación.
Si yo decido agasajar a mis amigos con una gran parrillada, y contrato a un fotógrafo para que tome fotos del banquete, ¿tiene el fotógrafo (ya contratado y pagado por adelantado) derecho a negarse alegando que es vegetariano? Si yo soy blanco y mi esposa es negra, ¿tiene derecho mi psicólogo a negarse a hablar de mi matrimonio porque considera antinaturales las relaciones interraciales?

En algunos casos la situación no es tan clara; tal es el caso de la asociación de estudiantes cristianos a la que se le negó reconocimiento oficial "por rechazar a miembros que practicasen el sexo fuera del matrimonio tradicional", aunque aquí seguramente tenga algo que ver el principio de separación de iglesia y estado que rige en Estados Unidos, por el cual (si mal no recuerdo, y entre muchos otros corolarios) se ha establecido que un grupo religioso sólo puede recibir reconocimiento en una institución estatal si la admisión es libre (sin filtro por religión, como en el estado).

Hace tiempo que vengo llamando la atención sobre la tendencia de las grandes religiones a enfocar toda su prédica contra asuntos políticamente cargados pero de escasa importancia global. El matrimonio homosexual es uno de esos asuntos: no debería molestar a nadie y podría reducirse a cambiar un par de palabras aquí y allá en las leyes, pero se lo plantea como una amenaza a la familia, a la libertad religiosa, y hasta a la supervivencia de la raza humana (!). Ésas son las consecuencias de convertir los prejuicios personales en religión.

5 comentarios:

  1. Del todo de acuerdo, como siempre, salvo en lo del psicólogo (probablemente por falta de información o detalle).

    Explico con ejemplo: Un psicoanalista siente un fuerte rechazo a las parejas entre personas de distintas etnias, es algo que va más allá de su racionalidad y algo que no puede controlar.

    Es conocedor de su propio prejuicio, y por lo tanto decide derivar a su paciente, un caso de pareja interracial, a un colega que considera podrá brindarle la ayuda necesaria.

    En ese caso no me parece mal que el tipo se autoexcluya como terapeuta, sabiendo que tiene problemas en aceptar un aspecto del paciente.

    Creo que la diferencia con los otros casos está en que el analista trabaja con los secretos, actitudes, pensamientos y acciones de los pacientes, y de alguna manera actúa como "consejero" o recomendando acciones.

    Por ahí la cuestión está en si corresponde que un analista o un profesional de cualquier tipo esté autorizado a tener prejuicios irracionales.
    Todos los tenemos, algunos se pueden erradicar con la razón, otros tal vez no. Siendo autorreferente, a mi me daría mucho asco saber que un amigo tiene sexo con su mascota, y es muy debatible si ese comportamiento es moralmente correcto o incorrecto (más allá de ser legar en algunos lugares). No sé si algún día podré vencer mi prejuicio. No considero que la persona que lo ejerza es un pervertido (aunque lo es, técnicamente hablando, ud. entenderá), sino que considero una limitación mía la de que eso me de asco o repulsión.

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  2. Con respecto al psicólogo creo que faltan algunos detalles. El quid de la cuestión es que el psicólogo reconozca su idea como una limitación (como decías) irracional y discriminatoria, y haga lo que tiene que hacer. Y por supuesto, si después de 6 meses de terapia el psicólogo descubre en su paciente algo que le produce rechazo moral, interrumpir la terapia (aunque lo derive a otro profesional) puede causar un perjuicio grave.

    Si un profesional sabe que no quiere atender a cierto tipo de clientes y la sociedad le da oportunidad de autoexcluirse, debería hacerlo a priori (como yo propuse hace tiempo con los abogados católicos). Y bancarse las consecuencias.

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  3. Desafortunadamente uno puede fácilmente librarse de la acusación por discriminación ¿como? como ya lo ha dicho Richard Dawkins: justificando la discriminación como creencia religiosa.

    Si uno dice "odio a los negros" es racista, pero si dice que es parte de mis dogmas religiosos entonces ya no es racista sino una "persona muy religiosa que tiene el derecho a expresar sus convicciones religiosas" y no se le enjuicia.

    Tan mal esta el asunto.

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  4. En españa tambien se hablo del gasto que supondría para la seguridad social la multiplicación del numero de matrimonios.

    Lo que no consigo entender es por que tienen que tener unos derechos diferentes los matrimoniados y los no matrimoniados.

    Sería mucho más facil, justo y rezonable dar todos los derechos a todas las personas, y que las autoridades dejen de premiar, castigar y clasificar a los individuos por un asunto tan personal como con quienes tiene uno afectos y sexo.

    Y el que se quiera casar, como si se hace trenzas, pero no entiendo porque he de pagarles las bodas a los que no me invitan.

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  5. En Italia estamos muy para atrás (gracias al vaticano). La objeción de conciencia es una plaga que hace que la ley sobre el aborto (promulgada con un referendum en los años '70) esté casi desatendida; en promedio, por lo menos un 75% de los ginecolos y médicos de los hospitales públicos que deberían estar cumpliendo con esa ley ejercen la objeción, en algunos casos por convicciones personales, pero en muchos por cuestión de carrera (si no objetás, no te ascienden). La salud pública (y no sólo eso, ya que el actual gobierno "técnico" es catolicísimo) está en mano de hombres cercanos al vatikano. 

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