![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxfHfRkS5MRiOkjKdw1zh_ICOW_r3KgeKua6VwbBhvhsep3x2F0FN4mdkc09gs4OB_71wNxkNPQnRb0HR1KYEsQ5GYKX35UnB4LINP7xjGeTsVhREAXIJ16vKThAN9QDOVumz-S_EY7u8/s400/jesus-cristo-resurreccion.jpg)
Así fue como pasó:
Hace unos diecinueve siglos y medio, un judío fariseo, de oficio constructor de tiendas, se convirtió en misionero y salió por el mundo conocido a predicar una nueva religión, cuyo protagonista era un profeta también judío, que se había supuestamente titulado el Mesías y muerto por toda la humanidad para expiar nuestros pecados ante Dios, tras lo cual volvió a la vida de alguna forma. No sabemos de dónde exactamente sacó lo que escribió; según él, el Mesías en forma de luz brillante lo había tumbado de su caballo, lo había cegado y le había ordenado comenzar a predicar, pero ninguna fuente independiente confirmó jamás esa historia, que se parece más a un ataque de epilepsia.
El judío en cuestión quedó tan impresionado que cambió su nombre hebreo, Sha'ul (Saúl o Saulo), por el latino Paulus, y pasó de ser perseguidor a ser predicador de esta fe, hasta entonces una creencia popular sobre un profeta que hacía milagros y que había sido tratado (al parecer) como los hebreos solían tratar a los profetas en la antigüedad, es decir, bastante mal. Anduvo por muchos lugares, fue rechazado y perseguido, y tuvo incluso conflictos con los seguidores originales de este profeta (que lo habían conocido en persona).
Unos veinte años después de esto, Paulus, o Pablo, como lo conocemos hoy, se puso a escribir cartas a distintas iglesias, o comunidades de fe, urgiéndolas a hacer o dejar de hacer determinadas cosas en nombre de la doctrina que él había supuestamente recibido en su visión; en el proceso definió gran parte de esta misma doctrina para la posteridad. Además de algunos principios teológicos básicos, dictó unas cuantas reglas sobre el silencio y la sumisión que deben guardar las mujeres e instó a los hombres a permanecer solteros y abstenerse del sexo, como él, aunque ninguna de estas dos cosas tienen mucha conexión con el resto de su doctrina.
Aproximadamente en esa misma época, autores varios comenzaron a su vez a poner por escrito las historias tradicionales que circulaban sobre este profeta (que había muerto hacía dos o tres décadas). Aunque Pablo había dado unos pocos detalles, estos otros autores los aumentaron considerablemente.
El primero de los que conocemos se llamaba Marcos, y escribió una historia bastante corta con grandes lagunas (pasa por alto toda la adolescencia y juventud del profeta hasta los 30 años). Allí no se hablaba de la vuelta a la vida del profeta; más tarde alguien le agregó un par de líneas a la copia del manuscrito, y así quedó. Después vino un tal Mateo, cuyo target eran los judíos, por lo cual agregó unos cuantos detalles que no conocía pero que suponía que habían sucedido así y que le daban a la historia un cierto color local palestino; además, como a los judíos les apasionaban las profecías, intercaló copias de versículos del Antiguo Testamento aquí y allá, declarando que eran antiguas profecías que se habían cumplido en la vida de este santo hombre. Se equivocó un par de veces, citando una cosa por otra, y no se privó de hacer conexiones proféticas que no tenían sentido; declaró, por ejemplo, que el profeta había nacido de una virgen en cumplimiento de una profecía de Isaías, aunque el texto de Isaías no dice "virgen" sino "joven".
Hubo también un tal Lucas, que ya escribía mirando a los no judíos; de hecho, cuando habla del profeta le quita mucho del aire judío que le había puesto Mateo, con el cual difiere en cuanto al linaje del profeta y varias otras cosas, aunque copia partes del mismo sin problema. Lucas añadió más detalles hasta entonces no revelados del susodicho profeta, incluyendo algunas escenas muy conmovedoras de su nacimiento (que siguen vendiendo merchandising hasta hoy), y cosas importantísimas que extrañamente ninguno de los otros narradores había considerado mencionar; además le dio más protagonismo a las mujeres. A esta altura ya habían pasado más de cincuenta años desde la muerte del profeta. Parece que Lucas conoció y viajó con Pablo, aunque no siempre estuvieron de acuerdo (su versión de ciertos asuntos es de compromiso, mientras que la de Pablo es intransigente).
Finalmente, cerca de un siglo después del nacimiento del famoso profeta, un tal Juan, que vivía en una isla griega, prologó lo anterior con un trozo de disquisición metafísica típicamente helénica y después relató básicamente la misma historia, sin referencia a profecías del Antiguo Testamento. Como los judíos ya no existían como nación unificada (los romanos, cansados de su intolerancia monoteísta y de su tendencia a rebelarse, se habían encargado de dispersarlos), Juan no tuvo empacho en transformar al profeta judío en un enviado de Dios (de hecho, Dios mismo hecho hombre, consciente de su rol superior desde el principio) nacido entre judíos, pero rechazado por ellos, quienes terminan haciéndolo matar y piden colectivamente ser considerados, ellos y sus descendientes, responsables por su sangre.
De manera nada sorprendente, los escritos anteriores suelen más cortos y menos detallados que los posteriores, y estos últimos no sólo copian de los primeros y los "embellecen", sino que a veces los contradicen.
En todo este tiempo, y hasta que la nueva religión no prendió en amplias masas del mundo mediterráneo del comienzo del primer milenio, ni una sola fuente independiente habló de este profeta, ni dio detalles de su vida o su doctrina. Hubo, sí, comentarios preocupados de oficiales gubernamentales sobre la profileración de creyentes de esta nueva y extraña secta. Más tarde, cuando la nueva religión tomó el control del poder político y de la cultura, se volvió costumbre de los copistas piadosos insertar referencias a su profeta en escritos antiguos, como por ejemplo en los de Flavio Josefo, historiador judío romano, aunque estas vulgares falsificaciones no nos engañan hoy en día.
Además de los enumerados arriba, otras personas escribieron sus propias historias, refundiendo, distorsionando, "cortando y pegando" como hoy diríamos, y a veces simplemente inventando episodios o dichos del profeta y sus allegados y discípulos. Este proceso continuó durante mucho tiempo, hasta que esta religión, que para entonces había adquirido ya una estructura jerárquica, comenzó a apartar oficialmente a un lado lo que consideraba ortodoxo (o conveniente, o menos incoherente) y al otro lo que no podía ver la luz; esto último se quemaba, a veces en compañía de su autor, mientras que lo primero era proclamado verdad absoluta e incambiable, o "dogma", con horribles penas para quienes no pudieran o quisieran creerlo.
Entretanto muchos celebraban la supuesta resurrección del profeta en una fecha cercana a la de la festividad judía de Pésaj. Aunque los discípulos del profeta y sus seguidores inmediatamente posteriores no lo habían hecho nunca, se consideraba que esta celebración era tradicional, y se produjeron grandes controversias sobre la fecha correcta, que debía ser calculada en base al equinoccio de primavera y a la fase lunar. Como a los seguidores del profeta, llamados cristianos, cada vez les gustaba menos consultar a sus vecinos judíos, y estos mismos a veces no se ponían de acuerdo, finalmente (siglos después de la muerte del profeta, y tras muchas amargas discusiones) se eligió un método bastante complicado para hacer el cálculo.
Había ciertos problemas con el calendario, y encima la religión ahora llamada "cristianismo" mostraba fisuras; hace poco más de mil años se dividió en dos grandes ramas, y cuando el calendario se modificó, una de ellas no quiso adoptarlo, por lo cual la Pascua se celebra casi todos los años en dos fechas distintas.
Y por todo eso es que este domingo es Pascua de Resurrección, para los cristianos occidentales incluyendo la Iglesia Católica Romana, y el domingo que viene lo será para los de las iglesias orientales (las católicas ortodoxas y las antiguas ortodoxas no calcedónicas).
Los huevos y los conejitos de chocolate son una historia aparte.