La Iglesia Católica acusa al gobierno argentino de promover una "educación sin moral", dice hoy Crítica Digital. Resulta que Héctor Aguer, arzobispo de La Plata (representante del ala ultraderecha de la jerarquía), está enojado porque el Ministerio de Educación propone que se lea un texto en voz alta todos los días al comenzar las clases, y se sugiere que los textos "no deben tener moralejas ni contenidos religiosos" dado que la educación en Argentina es laica (lo es formalmente desde 1884).
Aguer hace algunas críticas certeras sobre el tipo de textos aceptables, críticas válidas por supuesto. Pero se eriza cuando llega a la parte donde su superstición no recibe la sumisión a la que está acostumbrada, y revela escandalizado que "educación laica" significa "educación atea", y si no hay moralejas, es además "educación sin moral".
Al respecto de la laicidad y lo secular, la Iglesia ha adoptado hace un tiempo un tic familiar: el uso del -ismo. Que el estado sea laico les pesa (nunca lo fue cuando ellos pudieron imponerse), pero públicamente abrazan la tolerancia, para luego clamar que no se tienda al "laicismo", al que califican de ideología equivalente al ateísmo. De la misma manera se habla de lo secular y el "secularismo", como si se tratara de una vasta conspiración o aparato estatal destinado a extirpar a Dios de las conciencias. Aguer adhiere a esta visión sesgada, la visión católica oficial, de todo corazón, y desde antes que Joseph Ratzinger comenzara a predicarla (con particular insistencia) desde su trono de vicario divino.
No sirve de nada explicarle a los fanáticos que "laico" no significa "ateo", y en realidad, desde su punto de vista no está tan lejos de la verdad. Si a una generación de niños nadie les inyectara en el cerebro el complejo de creencias mitológicas del teísmo en su versión católica apostólica romana, por lógica esos niños, al crecer, rechazarían como una total estupidez todo ese sistema. La Iglesia, por supuesto, proclama que todos pueden llegar a la verdadera fe, pero sabe que sin esa cabeza de playa en las mentes infantiles la batalla por la supremacía numérica (y todo lo que se deriva de ella) está perdida. Ése es el peligro que Aguer ve y de la cual abomina cuando otros plantean que el estado debe impartir una enseñanza sin moralejas religiosas.
Desde que existe la educación pública supervisada por el estado-nación, el peligro de la indoctrinación con ideologías tóxicas ha existido también, por supuesto, pero a la Iglesia jamás le preocupó, siempre que sus intereses quedaran a salvo. En Argentina, por ejemplo, la Iglesia Católica vivó y aplaudió cuando el gobierno de Juan Domingo Perón les permitió dictar religión en la escuela, aun mientras el peronismo se consolidaba como movimiento fascista, incluyendo un culto de personalidad a Perón y a su esposa Eva que el mismo Mussolini hubiera envidiado; meses después de que Perón se enemistara con ellos y les quitara este privilegio, la Iglesia bendijo y encabezó el apoyo al golpe militar que lo derrocó.
Tampoco sirve de mucho entablar una discusión sobre las bases de la moral. La Iglesia considera que sus doctrinas son la verdad única sobre el tema; no admiten que haya debate sobre la moral, sino como mucho un descubrimiento progresivo de la "ley natural", que (obviamente) sólo los católicos están capacitados para aprehender en su totalidad, y que tienen como obligación imponer a todos los demás. Como a todos los creyentes fanáticos, de cualquier religión, para Héctor Aguer no explicitar un corolario moral-religioso a una historia significa promover activamente la amoralidad y (otro de esos terribles -ismos) el relativismo. La Sagrada Escritura dice que hay que para seguir a Dios hay que volverse como niños, y como niños es como el cristianismo trata a sus fieles: como personas que no están completas, que necesitan que la moral les sea traída desde afuera, servida en bandeja como una papilla, por sus "padres". La libertad de pensamiento y de culto como derechos fueron negadas enfáticamente por la Iglesia hasta hace muy poco en términos históricos. A los niños no se les puede dejar libres de hacer y creer cualquier cosa.
El arzobispo de La Plata tiene una larga trayectoria como conservador católico típico, al que no le gusta que la cultura moderna vaya en contra de su arcaica doctrina, y desde su espacio en el programa televisivo Claves para un mundo mejor no deja de proclamar estas ideas. En una ocasión dijo que la educación sexual es una "incitación a la fornicación, a la lujuria y a la promiscuidad" y una "corrupción" de los niños por parte del Estado. Se opuso a la postulación de Carmen Argibay (una jurista de primer orden) a la Corte Suprema porque ésta se confesó a favor del aborto y "atea militante", sugiriendo que esto último podía llevarla a una "cruzada antirreligiosa". En sus sermones considera que la culpa del delito juvenil la tiene la "disolución de la familia" y el estado que no hace nada por defender esta sagrada institución (en código católico esto significa que hay que prohibir el divorcio, dejar de facilitar la anticoncepción y premiar a las familias numerosas); que el estado le lava el cerebro a la sociedad con una doctrina relativista contra la discriminación, y que las uniones civiles entre homosexuales son antinaturales (y por lo tanto tratarlos como enfermos, como hace la Iglesia, es correcto). Cree que no dejar que la Iglesia interfiera en la educación de los niños, reservando esa función al estado, es "totalitario", y que el gobierno argentino quiere implantar un "ateísmo postmoderno radical".
Para darnos más idea del carácter de Héctor Aguer, pensemos que los tremebundos integristas de Radio Cristiandad lo consideran "de lo mejorcito que hay en Argentina", y que hace unos años 105 sacerdotes y religiosos de toda Argentina le pusieron su firma a un documento en repudio del arzobispo, por "exhibir impúdicamente una Iglesia cercana al poder y lejos de los pobres". Esto último se refería a la ocasión en que Aguer salió de garante del pago de una fianza de un millón de pesos para liberar a Francisco Trusso, un banquero que defraudó a 30.000 ahorristas. No hay caso: por alguna razón los católicos conservadores no suelen tener ideas repugnantes, sino también amigos ricos y desagradables.
Y yo ni enterado de que existía esta jueza Carmen Argibay.
ResponderEliminarVoy a tener que aflojar con los videos de Hitchens y Dawkins y darle un poco más de bola a mi país...
La iglesia católica se ha compenetrado de tal modo con los grupos de poder que en este punto es difícil distinguirlas en Latinoamérica. Si bien es cierto que dentro de ella existen personas que desean una renovación y están conscientes de la pluraridad de pensamientos reinante en el mundo el grupo den el poder no cambiará. Aunado a esto el grupo en el poder elige a sus sucesores (Wojtyla y Ratzinger) como en cualquier oligarquía.
ResponderEliminarLa educación es imprescindible para el catolicismo, pues es cuando la mente es fácilmente impresionable, sino recordemos lo emocionados que nos portabamos a esa edad con los partidos de futbol o las caricaturas. EL problema es que la gran mayoría de la población se ha quedado en esa edad mental.
La iglesia católica se ha compenetrado de tal modo con los grupos de poder que en este punto es difícil distinguirlas en Latinoamérica. Si bien es cierto que dentro de ella existen personas que desean una renovación y están conscientes de la pluraridad de pensamientos reinante en el mundo el grupo den el poder no cambiará. Aunado a esto el grupo en el poder elige a sus sucesores (Wojtyla y Ratzinger) como en cualquier oligarquía.
ResponderEliminarLa educación es imprescindible para el catolicismo, pues es cuando la mente es fácilmente impresionable, sino recordemos lo emocionados que nos portabamos a esa edad con los partidos de futbol o las caricaturas. EL problema es que la gran mayoría de la población se ha quedado en esa edad mental.
Y yo ni enterado de que existía esta jueza Carmen Argibay.
ResponderEliminarVoy a tener que aflojar con los videos de Hitchens y Dawkins y darle un poco más de bola a mi país...