Recordarán que hace unos días escribí sobre el católico Instituto Servi Trinitatis y la reducción a la servidumbre que dos sacerdotes imponían a un grupo de internas, en La Pampa. La noticia tuvo incluso cobertura en medios internacionales. Por supuesto, la Iglesia ha permanecido oficialmente muda, con excepción del obispo de Santa Rosa, Rinaldo Brédice, que defiende a los curas estafadores y lavacerebros del Instituto (mal podría quedarse callado ya que estaban en su diócesis).
A causa de esta tenebrosa noticia me puse a buscar material (sería exagerado decir "investigar") sobre esta clase de "sectas". Aclaro que la palabra secta etimológicamente significa "cortada", es decir, "separada" —un grupo apartado de la iglesia madre—, por lo cual desde ese punto de vista es incorrecto llamar así al IST, que cuenta con toda la aprobación oficial de la Iglesia Católica para imponer a sus internos normas tan estrictas como la prohibición de tocar a otras personas.
La Iglesia posee reductos especiales para los laicos devotos y los curas que no se conforman con un seminario común. No son sectas, son parte integral de la Iglesia: institutos, casas de formación, internados, congregaciones especiales... Unos cuantos son conocidos por su fanatismo, que generalmente se asocia a tendencias políticas de extrema derecha. No es casualidad que en ese sentido Argentina haya importado muchas de estas cosas de España, donde la Iglesia fue el apoyo espiritual de la larga dictadura de Francisco Franco. Aquí la derecha católica aportó bases doctrinarias al anticomunismo del Proceso de Reorganización Nacional, incluyendo la justificación de las torturas y los asesinatos de los prisioneros políticos por parte de sus capellanes.
Más conocido que el Servi Trinitatis, aunque más no sea de nombre, es el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), fundado por Carlos Miguel Buela en San Rafael, Mendoza, en 1984. Buela ya era conocido por sus ideas de extrema derecha. El IVE atrajo enseguida a lo peorcito de la iglesia, como gente del seminario de Paraná, Entre Ríos, otrora manejado por el infame vicario castrense Adolfo Tórtolo y por el líder del grupo nacionalista Tacuara. Incluso el Episcopado argentino, que nunca se ha caracterizado por su progresismo, estaba horrorizado por lo impresentable del grupo, pidió al Papa que se disolviera, y se negó a ordenarle sacerdotes, pero el poder del cardenal Angelo Sodano les pasó por encima.
El IVE es un éxito en cuanto a cantidad de reclutamientos y ordenaciones, en una época en que las vocaciones sacerdotales están en caída libre en todo el mundo. No sólo abastece de curas fanáticos a Argentina sino que los exporta como misioneros a docenas de países.
Por sobre todo, estas ramas de la Iglesia son integristas. Íntegro significa entero, completo, sin excepción de partes. Así es como estos grupos desean que sea el dominio de la Iglesia sobre la sociedad, y así es como consideran la vivencia de la fe: algo que se posesiona de todos los ámbitos, el privado y el público, la educación, la salud, la política... Las ideas modernas de que la fe es una manifestación privada, que las leyes deben basarse en criterios democráticos y prácticos y no en la Escritura o la Tradición, que el Estado es una institución separada y con mayor rango que la Iglesia, les son repugnantes. Quieren volver al medioevo, o en su defecto, a un gobierno pseudo-democrático con un líder de fe, que garantice la supremacía católica sobre la cultura.
Cuando un mar en el interior de un continente no recibe lluvia ni afluentes, el agua se evapora de a poco y la sal se concentra cada vez más, matando o alejando a sus habitantes hasta que el ambiente sólo deja vivir a una fauna adaptada a una toxicidad extrema. Éste parece ser el proceso que sigue hoy la Iglesia: mientras que una mayoría de católicos se vuelven tibios y adoptan las libertades del mundo moderno, alejándose de la comunidad activa, el resto decreciente que va quedando en el fondo es cada vez más fanático y más agresivo en su victimización: viendo que todo huye de ellos, se consideran rechazados y perseguidos, y como compensación encuentran motivos para gloriarse en su pureza contra lo mundano, lo sucio. Se llaman a sí mismos tradicionalistas, antimodernistas; están en contra del "relativismo cultural", del progresismo, de las libertades individuales, y de la secularización de la cultura, que consideran fruto de una vasta conspiración para destruir a la Santa Iglesia. Son pocos pero, desgraciadamente, suelen tener contactos en altas esferas, mucho dinero, y buenos abogados. Y desde hace poco, además, hasta tienen un Papa...