lunes, 31 de agosto de 2009

Alerta Religión en Twitter

Ya unos cuantos lo saben, pero por si no, aquí está: Alerta Religión se puede seguir por Twitter (@alertareligion). Los posts se emiten con una media hora de demora, a través de TwitterFeed. No recomiendo enviar twits ni mensajes, ya que la idea es que la cuenta sirva sólo para emitir, no para comentar (¡en otras palabras, no me molesto en chequear los mensajes!).

Aquéllos que deseen comunicarse directamente conmigo pueden hacerlo a @pablodf76.

domingo, 30 de agosto de 2009

¿Una estatua de Juan Pablo II? (A134)

En Paraná, Entre Ríos, quieren erigir una estatua de Juan Pablo II que mediría 100 metros de altura y costaría unos 1,5 millones de dólares. El proyecto es del diputado provincial Jorge Cáceres, del Partido Justicialista, quien afirma contar con el apoyo del intendente, del gobernador, y del cardenal Estanislao Karlic (arzobispo emérito de Paraná).

Como otros ya han reportado este proyecto descabellado, innecesario y obscenamente caro en un país donde la misma Iglesia denuncia que hay un 40% de pobreza, me voy a abstener de remarcar estos asuntos, al igual que del oportunismo político, la farandulización de la figura de Juan Pablo II, y todo eso.

Mi análisis se refiere a la justificación del monumento como un homenaje a los valores que Juan Pablo II impulsó y que, según el diputado Cáceres, son compartidos por todos.

Para comenzar, diré que hay cosas rescatables de Juan Pablo II. En 1981, la mediación papal evitó una guerra entre Argentina y Chile. Y a nivel mundial, el papa se destacó por ser uno de los pocos líderes mundiales importantes que se opuso sin condicionamientos al ataque y la invasión de Iraq en busca de inexistentes armas de destrucción masiva.

Hecha esa salvedad, paso a lo nuestro, que es el tema de los valores compartidos.

La religión puede unir a un pueblo, pero generalmente lo hace a costa de excluir a otros; une contra, no a favor de. En el caso argentino, la religión católica es de contenido meramente formal, si acaso, para la mayoría, pero los "valores" por los que la Iglesia Católica se define no nos son comunes a todos, ni de cerca.

De Juan Pablo II se dice que fue un campeón del ecumenismo. Eso es cierto si se lo compara con sus antecesores y con su sucesor. Pero su inclusividad nunca se extendió más allá de lo superficial. Si algo fue el anterior papa es un maestro de las relaciones públicas, al cual le gustaban las manifestaciones multitudinarias de sus fans y las ceremonias interreligiosas. Pero cuando su Inquisidor en jefe, Joseph Ratzinger, le presentó la declaración Dominus Iesus, cuyo tema básico era cómo se irán al infierno la mayoría de los que no somos católicos apostólicos romanos (aunque en términos mucho más políticamente correctos), Juan Pablo II la firmó sin pestañear. El ecumenismo católico no pasa de la condescendencia de tratar a los creyentes de otras religiones como inmaduros y desorientados, que (por gracia de Dios) quizá encuentren su camino correcto antes de morir. En Argentina nos falta mucho para ser tolerantes y abiertos a todas las religiones, pero incluso así, a pocos les caería bien la Dominus Iesus (si la conocieran).

En cuanto a los ateos, Juan Pablo II no tuvo contemplaciones similares. En una conmemoración del Holocausto, dijo que “Sólo una ideología sin Dios puede planificar y ejecutar el exterminio de todo un pueblo”, desparramando una vez más la mentira de que el nazismo era un movimiento ateo (olvidando la divisa Gott mit Uns, “Dios con nosotros”, adoptada por la Wehrmacht, el Concordato firmado por la Santa Sede con Hitler, y la multitud de genocidas que fueron salvados del juicio que merecían gracias a los buenos oficios de la Iglesia que los ayudó a escapar). En Argentina hay más que unos pocos ateos, agnósticos y descreídos de toda clase, que no compartimos (supongo) la idea de que sólo una religión temerosa de Dios nos preserva de caer en la barbarie, entre otras cosas, porque ya hemos visto abundante evidencia en contrario.

El último pontífice del siglo XX no difería, tampoco, del actual en sus posiciones extremas con respecto a la anticoncepción hormonal y de barrera. Cuando se discutió la encíclica Humanae Vitae, que definió la doctrina católica actual sobre la reproducción y el control de la natalidad, el entonces cardenal Wojtyla fue defensor de las posturas más represivas, que fueron las que triunfaron. En Argentina, las leyes y los planes de salud reproductiva han sido repetidamente bloqueados por la influencia de la jerarquía católica y de los dirigentes políticos, pero el común de la gente cree que sus hijos deben saber de, y deben poder usar, los medios para evitar embarazos no deseados y para protegerse de enfermedades de transmisión sexual.

Ni qué decir tiene que las posturas católicas sobre el matrimonio y el sexo fuera de él son consideradas como mucho buenas ideas opcionales, y más generalmente visiones arcaicas y extremas, por la mayor parte de la población argentina.

Los "valores" representados por Juan Pablo II no difieren de los de la línea doctrinal tradicional de la Iglesia, y no son nuestros valores, si debemos juzgarlos por la realidad y no por las profesiones de fe. La mayoría de los argentinos nos reímos de las ideas católicas sobre sexualidad y reproducción, y nos horrorizamos ante su defensa de regímenes dictatoriales.

Si el argumento para gastar una gran cifra en construir una estatua no es el de homenajear a la persona, podemos aceptar que quizá sirva para promover el turismo, como el diputado Jorge Cáceres también explica. Es cierto que una estatua de 100 metros de altura de una figura mundialmente conocida es un hito difícil de ignorar para los folletos turísticos. Ahora bien, ¿no sería más provechoso gastarse el millón y medio de dólares en mejores servicios públicos, en remozar las calles, o en promover la instalación de ferias y atractivos para los visitantes?

El proyecto no tiene muchas chances de avanzar, menos en un contexto de crisis. Lo peor que podría pasar es que se aprobara, que se destinaran fondos, y que luego esos fondos se desperdiciaran en una construcción incompleta o se "perdieran" en los canales burocráticos habituales. Esperemos que gane la racionalidad.

viernes, 28 de agosto de 2009

La despenalización y sus descontentos

Al margen de las noticias sobre la despenalización del uso privado de marihuana y la esperanza de que ahora sí se implementen en Argentina maneras efectivas de luchar contra la drogadicción y el narcotráfico, la Iglesia Católica se opone al fallo de la Corte Suprema que habilitó el derecho constitucional a hacer lo que uno desee si no molesta a los demás.

Además del Episcopado, el presidente del Centro Islámico, Samir Salech, y el rabino Abraham Skorka, consultados por Valores Religiosos, también se pronunciaron en contra.

No son las opiniones de estos señores lo que critico. Lo que me molesta es que haya una especie de consenso en que las opiniones de los líderes religiosos son importantes, quizá más importantes que las de juristas experimentados, médicos, psicólogos, especialistas de todas las ramas relevantes de la ciencia, y todos los que contribuyeron a que el derecho a las acciones privadas, consagrado en la Constitución Nacional, fuera por fin respetado.
Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados.
(Perdonaremos a los constituyentes la referencia mitológica; el artículo data de 1853.) Si bien los obispos, rabinos y líderes musulmanes tienen derecho a opinar, es un error considerar que sus pronunciamientos tienen valor per se. Los líderes religiosos no tienen por su condición una visión más profunda de los temas morales; con frecuencia parece ser que ocurre lo contrario, cuando sus dogmas y doctrinas falaces los ciegan a la reflexión libre de cuestiones difíciles.

Lo que resuena más claramente en la línea argumental de estos líderes religiosos abrahámicos es la discordancia entre lo legal y lo moral. “El fallo puede leerse como que todo está bien, y ése es un mensaje contradictorio y perjudicial”, “en el ideario social todo lo que es legal está bien”, dijeron.

Cuando la religión y la política se mezclan, la religión suele intentar transferir sus doctrinas a la ley. Pero la moral no puede ser reglamentada por leyes, porque la moral surge del individuo, y porque en las sociedades modernas los legisladores no pretenden implantar valores morales en la población. “No es facilitando el consumo, ni haciendo aparecer como que está bien lo que está mal, que vamos a superar este creciente flagelo de las drogas”, dijo la Comisión Nacional de Pastoral de Drogadependencia. ¿Está mal según quién? ¿Está mal por qué? ¿Y por qué lo que está mal para los señores obispos debe ser ilegal?

Vender armas es legal. Suicidarse solito en casa es legal. Vender cigarrillos de tabaco es legal (y también fumarlos en cantidades cancerígenas). Quemar combustible fósil sin preocuparse por el calentamiento global es legal. Matar ciertos animales por deporte es legal. Todas esas cosas legales son profundamente inmorales para ciertas personas, por razones atendibles. La Corte Suprema no ha dicho que sea correcto o moral fumar marihuana; ni siquiera ha dicho que es legal; sólo ha dicho que no se puede tratar a un consumidor de marihuana como delincuente. La Corte no es la guardiana de la moral de la población, y estaríamos en graves problemas si así pretendiera serlo.

jueves, 27 de agosto de 2009

Nuestro destino final

“Hoy vi un programa viejo de Martha Stewart donde hacían lápidas para la Noche de Brujas. Una de las lápidas decía: «Aquí yace un ateo: todo trajeado, y sin ningún lugar adonde ir». Al principio me enojé al ver esto, pero después lo pensé: en realidad, está en lo correcto. El problema con los creyentes que piensan que es gracioso es que no se dan cuenta de que es cierto para todos nosotros, ¡sólo que ellos no lo saben!”

Comentario de Mbee en RichardDawkins.net

miércoles, 26 de agosto de 2009

Discusión equivale a ofensa (o: Héctor Aguer en Facebook, parte 2)

Cuando descubrí el grupo armado para publicar las noticias del arzobispo antilaicista Héctor Aguer en Facebook, lo primero que pensé fue: “No debo meterme ahí.” Después lo pensé mejor y entré, por cuestión de principio y por curiosidad por ver la reacción de las beatas y los cruzados de pacotilla que pululan por el lugar.

[click sobre la imagen para verla en tamaño normal]

Habiendo saciado mi insalubre sed de (mala) sangre, dejé de entrar cada tantas horas y en estos últimos días me olvidé, más o menos, del grupo. El domingo pasado vi de nuevo el marcador y volví. A los habituales rezos por los pecadores y autofelicitaciones de los devotos por seguir a la verdadera fe se había agregado una notita en la descripción del grupo:
Este grupo no fue hecho para discutir, por lo tanto todo mensaje ofensivo puede ser eliminado por los administradores.
Yo me pregunto cuál es la utilidad, entonces, de tener un foro de debate en el grupo, y además permitir que cualquiera de los que libremente entran en el grupo pueda abrir un tema allí. La respuesta es fácil: el grupo se limita a alabar y defender lo que dice el arzobispo Aguer y la Iglesia; lo único que puede considerarse desafiante es una u otra variación sobre el tema “la culpa de la degeneración del mundo la tenemos los verdaderos católicos cuando no luchamos con todas las fuerzas contra el Mal”. De hecho, el grupo estaba casi muerto antes de que algunos ateos revolviéramos el avispero.

Aclaro (y que quede bien claro) que estoy completamente de acuerdo con que un grupo tenga sus reglas propias sobre lo que es ofensivo o no, en tanto esas reglas sean bien entendidas y no fabricadas ad hoc por el administrador. Yo no soy de los que gritan ¡CENSURA! cuando no les permiten insultar a gusto. Sólo quise llamar la atención sobre cómo, para los que están cegados por la fe, el mero hecho de discutir (es decir, de confrontar honestamente con opiniones distintas) es ofensivo.

No quiero ensañarme con este grupo en particular, ni siquiera con los católicos. Todos los que hemos pasado por la etapa de querer compartir nuestras ideas escépticas en foros de creyentes sabemos que, en casi todos ellos, la discusión real está prohibida, la censura es la regla, y el mero cuestionamiento es una falta grave. ¿Cómo no va a ser ofensivo algo que pueda hacer pensar, para un modo de vivir que consiste en suprimir el pensamiento independiente? La transformación del grupo de Héctor Aguer, de un placentero oasis de devoción automática en un verdadero centro de debate (y una oportunidad de evangelización para los creyentes), no podía durar.

En distintas medidas, según dónde vivamos y trabajemos, esta clase de cerrazón es todavía la regla. “¿Cómo no vas a respetar las ridículas ideas religiosas de los demás? ¡Es ofensivo! ¡Debería prohibirse! ¿Qué querrán estos ateos, estos infelices resentidos, estos sabelotodos con su escepticismo y su ciencia? ¡Que se callen!”. Con esa actitud nunca debemos transigir.

martes, 25 de agosto de 2009

Adopción para parejas homosexuales en Uruguay (A133)

El arzobispo de Montevideo, Nicolás Cotugno, está preocupado porque un proyecto de ley a punto de ser aprobado en Uruguay permitiría la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.
El tema de la adopción de niños por parte de uniones homosexuales no es un tema de religión, de filosofía o de sociología. Es algo que refiere esencialmente al respeto de la misma naturaleza humana. Aceptar la adopción de niños por parejas homosexuales es ir contra la misma naturaleza humana, y consiguientemente es ir contra los derechos fundamentales del ser humano en cuanto persona.
Como de costumbre, cualquier intento de conceder a los homosexuales y otras minorías despreciadas por la Iglesia los derechos que tenemos los demás es rechazado con el argumento de que “hay que pensar en los niños” y con esa pseudo-antropología que se resume en “hombre tiene pene, mujer tiene vagina, hombre sólo va con mujer, amén”.

Como ya explicamos en otra ocasión, para el catolicismo la “naturaleza humana” es algo distinto a lo que la mayoría de nosotros, gente más o menos pensante, creemos que es. La naturaleza humana es definida por los criterios antiquísimos de filósofos muertos hace milenios, más las contribuciones hechas a esa tradición por los jerarcas eclesiásticos y sus escribas desde la Edad Media a esta parte; todo eso se consagra como doctrina invariable y como Verdad (con mayúsculas), y ahí termina la posibilidad de discusión. Cotugno lo dice claramente: la Verdad que él defiende no tiene punto de contacto con la religión (entendida como actividad humana, libre), con la filosofía (que es sobre todo reflexión y búsqueda, no fijación de verdades), ni con la sociología (que es ciencia, autocrítica y en busca de la objetividad). La realidad está excluida.

De más está decir que los formadores de esta Verdad católica son y han sido siempre hombres, heterosexuales (u homosexuales severamente reprimidos), machistas, misóginos, y con criterios que, de no verse legitimados por el título de filósofos o santificados por su pertenencia a una religión popular, consideraríamos absolutamente bárbaros y atrasados. Si los filósofos que alimentaron al cristianismo fueran los dictadores de nuestra sociedad, la esclavitud estaría permitida; nobles y plebeyos estarían separados por ley; las mujeres vivirían segregadas de los hombres; no tendríamos gobiernos democráticos, ni igualdad de sexos, ni libertad religiosa o de conciencia, ni ninguno de los derechos de que hoy disfrutamos (hasta cierto punto) en Occidente.

Poco puede decirse que no haya dicho ya, salvo algo que Cotugno mismo nos señala:
En definitiva, los niños no pueden ser utilizados como instrumento para la reivindicación de derechos de unas personas, de un grupo; ni la adopción es una institución que pueda regirse por criterios de conveniencia política.
Habla el representante de una institución que, con el pretexto de proteger a los niños y a la familia, los utiliza en campañas políticas muy sucias, plagadas de prejuicios y de desinformación, para mantener un statu quo injusto.

Otra vez mis felicitaciones a los uruguayos, los más laicos de América, que hace poco concedieron a todas las parejas la posibilidad de la unión civil y comenzaron a legislar el uso de células madre embrionarias, todo ello contra la oposición de una Iglesia retardataria y (esperemos) en retirada.

domingo, 23 de agosto de 2009

Marcó secunda a Aguer (A126c)

Guillermo Marcó, ex vocero del cardenal Jorge Bergoglio, escribió una nota en el suplemento de propaganda religiosa de Clarín a propósito del tema de la educación sexual en las escuelas estatales y las anatemas lanzadas sobre ella por el arzobispo Héctor Aguer (quien sería sin duda Ministro de Educación de la Nación, si Argentina fuera una dictadura teocrática como el Vaticano).

Como el sitio web de Valores Religiosos funciona horriblemente, es inútil dirigirlos a ustedes a leer Educación, sexo y naturaleza allí; aparentemente sus creadores no han concebido que alguien pueda guardar un vínculo. Tampoco voy a copiar el texto de Marcó íntegramente aquí. He capturado la pantalla [a la derecha] y la he guardado para que puedan leer desde allí, si lo desean. [PD: ¡Acabo de encontrar el texto en el blog de Marcó!]

Marcó no es tan obviamente un fanático integrista como Aguer, y no tiene su sutileza sofística ni su calidad para escribir. El texto hace referencia a dos ejemplos de naciones que han adoptado la enseñanza de religión en las escuelas públicas: Brasil y Rusia, en “un esfuerzo por introducir enseñanzas de orden ético moral y un sentido de la vida a los niños menores de diez años” (aparentemente estas cosas no pueden ser provistas por otra cosa que la religión, y deben ser además impuestas a la fuerza).

Después habla de la cosmovisión cristiana, a la que defiende, y de la ideología de género, a la que simplifica groseramente y denosta. Esto era de esperar. Lo que uno quizá también esperaba pero el texto de Marcó no se molesta en explicar es por qué el cristianismo es una cosmovisión y no también una ideología. Debe ser porque ideología es una palabra desagradable en estos tiempos, implicando una división de la sociedad en campos contrapuestos, y evocando imposiciones y fanatismos, mientras que cosmovisión suena vagamente mística, amplia, inclusiva. En realidad, como todos sabemos, las diversas cosmovisiones que cohabitan la Tierra están frecuentemente en guerra, literal o figurativamente, y separan tanto como unen.

Argentina no es un país muy diverso, pero lo es lo suficiente como para que la imposición de un modelo católico tradicional estricto en la educación divida a la sociedad. A la Iglesia nunca le ha preocupado esto porque generalmente el régimen de educación religiosa estatal ha estado asociado a dictaduras, que la Santa Sede y la jerarquía local han apoyado.

sábado, 22 de agosto de 2009

Creer por creer

Muchas veces me he preguntado qué hace que una persona normal, sana de mente y espíritu (dentro de lo que podemos estarlo), con un cierto nivel de educación, que ha experimentado el mundo, pueda creer en Dios (en un dios), en santos, en la eficacia de los rituales religiosos, en supersticiones de todo tipo.

Daniel Dennett es un filósofo que se ha hecho la misma pregunta. Su conclusión es que la mayor parte de la gente es realmente creyente, pero no cree en Dios, sino en las creencias sobrenaturales mismas. Cree porque cree que creer es bueno, socialmente correcto, sensato, adecuado. Cree en la religión porque le enseñaron que no se puede vivir sin creencias religiosas.


Creer en creer

Si uno observa los sacrificios que algunas personas creyentes hacen, las privaciones, incluso los gastos en tiempo y dinero a los que se ven obligados por seguir su religión, resulta difícil y suena presuntuoso, a primera vista, asegurar que en realidad no creen en Dios (o la Virgen María, o el santo o mártir que venga al caso) sino que responden a un imperativo propio o social de creer en algo.

Sin embargo, cuando se observa con atención lo que supuestamente cree la persona, en la inmensa mayoría de los casos se puede notar que realmente no sabe definir aquello en lo que cree, delimitarlo conceptualmente, o hacer cualquier tipo de afirmación categórica útil sobre ello.

"Dios es amor" es categórico pero tan metafóricamente nebuloso que no provee ninguna información. "Dios envió a Su hijo para que muriera por nosotros" implica toda una teología y una mitología compleja que no tiene pies ni cabeza, ni se justifica salvo que uno crea en ella de antemano. "El Hijo de Dios nació de una virgen" es una afirmación metafísica producto de una mala traducción de un texto antiguo, elevada a dogma por una secta particular de una iglesia, pero nadie puede explicar qué significa en términos concretos. Uno esperaría que una creencia que puede cambiar el rumbo de una vida humana por completo, poner a una familia o a una nación contra otra, y (supuestamente) determinar el destino final de la esencia inmortal de una persona, debería ser factible de entendimiento.


La costumbre de la fe

Dennett dice que la gente no cree, sino que cree que cree, y hay buenas razones para esto. Debido a la forma en que se propaga una creencia, suele ser conveniente creer, o actuar como si se creyera, en la religión o superstición que se sigue dentro de la propia familia y de la sociedad. En algunos casos es obligatorio creer lo que la sociedad manda, bajo pena de degradación social, exilio o ejecución en caso contrario. En otros casos es conveniente o necesario profesar una creencia particular (o cualquier creencia religiosa/ritual) para conseguir un trabajo o figurar como miembro respetable de la comunidad. Pero entonces, ¿todos los "creyentes" son hipócritas, que dicen creer por mera conveniencia?

No necesariamente. Dennett, en una breve conferencia que dio al recibir un premio, utilizaba un ejemplo muy ilustrativo, que voy a usar aquí y ampliar un poco.

Supongamos que yo soy un hablante monolingüe de castellano. Tengo un amigo que habla un idioma distinto y sin relación con el castellano, digamos turco. Le pido a mi amigo que me dé una afirmación, en turco, que sea indiscutiblemente verdadera. Mi amigo me da un papel con una frase en turco de la cual no entiendo ni jota, y me asegura que es tan verdadera como que la Tierra gira alrededor del sol. Le pido que bajo ningún motivo me traduzca la frase. Como es mi amigo más fiel y lo dice en serio, confío en él ciegamente. Aprendo a repetir la frase, aunque no sé realmente qué significa. Si alguien me pregunta en qué creo, yo le muestro el papelito con la frase en turco y la recito poniendo toda mi fe en ello.

También es posible, por lo tanto, creer en algo sin saber en qué se cree, lo cual se reduce a creer en la fuente. Creemos porque nuestros padres, maestros y amigos nos transmiten sus creencias. Creemos porque, si no lo hiciéramos, haríamos de esta gente que conocemos y amamos unos mentirosos o unos tontos. Con el tiempo, creemos por simple costumbre, de la misma manera en que por costumbre hacemos, de adultos, muchas cosas como nos las enseñaron nuestros padres.

Más todavía. Las sociedades humanas, desde que el mundo es mundo y hasta hace muy poco en términos históricos, han estado basadas en la religión, en creencias sobrenaturales y metafísicas, y en rituales varios, a veces en un matrimonio o alianza con los poderes temporales. Aun hoy hay muchos países donde la religión juega un papel más importante que la letra de la ley secular en el control social, y naciones que se definen por la pertenencia a una religión (o secta o culto dentro de una religión). Creemos porque nos dicen que sin una creencia unificadora, un mito común, la sociedad se derrumbaría, caería en el desorden y la ilegalidad, sería abandonada por los dioses. No es que nos lo digan con esas palabras, aunque éste sí es el caso en algunos lugares especialmente atrasados, como Irán o el centro-sur de los Estados Unidos. La mera presencia de una iglesia oficial en los actos públicos es una insinuación que dice: somos el sostén del poder, y ustedes no pueden vivir sin nosotros.


El misterio

Existe además, por fuera de las ideas políticas, una tendencia muy humana a buscar el misterio. Una frase en un idioma que no conocemos, si creemos en ella, puede ser misteriosa. Quizá la traducción sea una soberana tontería o una perogrullada, pero en tanto no la tengamos, podemos imaginar. No es difícil creer en lo que es obvio o ampliamente conocido; de hecho, es más meritorio y piadoso, según ciertas visiones de la religión, creer sin evidencia o incluso contra la evidencia. "Creo porque es absurdo", dijo famosamente Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia. El misterio nos permite creernos especiales: si yo y sólo yo tengo la comprensión privada y una interpretación de algo incomprensible para los demás, entonces soy especial, sin perjuicio de que los demás puedan acceder a esta verdad de otra manera.

El misterio, por otra parte, también puede traer inquietud, pero el misterio que nace de la religión siempre viene "empaquetado" con su propia resolución. Es posible encontrar misterios infinitos en la ciencia, en la exploración sin fronteras del mundo real, pero allí nos enfrentamos a dilemas éticos insolubles, a horrores sin mitigar, y a leyes que inexorablemente nos muestran un universo sin ley moral, un universo que no nos pertenece ni nos da la bienvenida. La religión y la superstición pueden hablar de horrores y espantos, pero la receta para evitarlos está siempre al alcance: una oración, un amuleto, unos días de ayuno y penitencia, una peregrinación, un roce fervoroso a una piedra o una estatua, una confesión.


¿Respeto o conformismo?

Por encima de todas estas razones, y complementándolas, está el hecho de que creer en algo sobrenatural, desde que el mundo es mundo y hasta hace muy poco, ha sido una norma social tácita y respetable (mientras que en muchas partes todavía es peligroso o sumamente inconveniente decir que uno no tiene ninguna religión). Está mal visto criticar las supersticiones del prójimo, y se considera de mala educación examinar en detalle o exponer al ridículo sus creencias. La superstición tiene carta blanca para ocupar espacios, y los líderes religiosos gozan de una licencia casi ilimitada para opinar y declamar sobre cualquier tema que ellos consideren de su incumbencia.

La religión suele ser un asunto aun más inflamable que la política en la mesa y en el salón de estar. Se evita el tema, y por ese recurso se lo protege. La idea de la conveniencia y la invulnerabilidad de la creencia sobrenatural continúa sin ser desafiada.

Por todo esto, decía Dennett, es necesario que los que no creemos en supersticiones hablemos, cuando podamos, en contra de ellas. El respeto que debemos a las personas no se extiende a las ideas. Si son ridículas o dañinas, las ideas religiosas deben ser atacadas y expuestas.

La mera existencia de personas que abiertamente descreen y que viven su vida normalmente es una afrenta para los que impulsan la superstición, porque muestra a los demás que creer no es necesario, que la "creencia en la creencia", como la llama Dennett, no tiene sentido.


[Este post es la versión íntegra del que fue resumido aquí, y a que a su vez remitía a mi sitio web. He dado de baja el mismo porque no tenía mucho sentido pagar por algo que no uso más que como repositorio de textos.]

viernes, 21 de agosto de 2009

Un manual para ateos desde Colombia (A100 cont.)

Esto es antiguo, pero acabo de verlo (vía Sin Dios en Facebook): Se lanza el manual de ateología en Colombia. Se trata de 2 videos en YouTube donde se presenta el Manual de Ateología, un librito escrito por 16 personalidades colombianas desde diversas formas de no creencia y racionalismo. En mayo habíamos recibido ya esta noticia (Colombianos ateos famosos se confiesan).

Lo interesante es que el libro logró esta cobertura (es un programa llamado Radar, de la Cadena Caracol) y además se entrevistó a sus editores. El tono de Tito Livio Caldas, uno de ellos, es decididamente decimonónico, con su enfoque a mi entender estrecho y exclusivo en el racionalismo y su confianza excesiva en la tolerancia y el espíritu crítico de los ateos como tales, aparte de concederle a la entrevistadora que Richard Dawkins es un “ateólogo”, pero es válido como ilustración. Me gustó, sí, que se hablara del abuso que supone indoctrinar a los niños en una fe, y que Caldas no cediera terreno ante la insinuación de que está mal privar de religión a un niño.

Si algún lector de este blog consigue el libro y lo lee, no deje de comentar, por favor.

jueves, 20 de agosto de 2009

Ateos entre comillas

Comienzo por decir que el tema de esta nota fue inspirado por un post de Quique de Redfield en sus Notas Ateas de un Izquierdista y Gay, titulado precisamente “Ateos” (entre comillas), donde narra su discusión online con una persona que se proclamaba atea pero que tenía todos los tics y lugares comunes del creyente: el "fanatismo ateo", la equiparación del mismo con el fanatismo religioso, la inflexibilidad de la ciencia que "pide pruebas para todo", el reclamo de que el ateo tiene que demostrar la inexistencia de Dios tanto como el creyente debe hacer lo mismo con su existencia, y el uso argumental del hecho de que muchos grandes científicos fueron también creyentes.

Como bien decía Quique, con tener esos ateos ya ni necesitamos creyentes. Es difícil y probablemente no ayude en nada generalizar y decir que hay una clase única de ateos que defienden la religión, o que se oponen al activismo ateo, pero enseguida, viendo que Quique buscaba una denominación adecuada (ateos tibios, ateos religion-friendly...) me vino a la mente el término faitheist, que el Urban Dictionary define como
Un ateo que es "suave" hacia la creencia religiosa, y tolerante hasta de los peores excesos intelectuales y morales de la religión; un ateo acomodacionista.
La palabra faitheist, combinación de faith "fe" y atheist "ateo" (suena como esta última, pero con una f añadida al principio: FEI-zi-ist), fue inventada por un internauta bajo el pseudónimo Divalent, y ganó el concurso propuesto por el blogger evolucionista Jerry Coyne (de Why Evolution Is True) para encontrar un término que resumiera esta actitud, aunque luego Divalent cedió galantemente su puesto a otro concursante, Your Name's Not Bruce?, quien había propuesto la forma faiththeist y luego la retiró.

El término se conecta generalmente con la idea de "fe en la fe" (belief in belief) propuesta por Daniel Dennett, según la cual muchas personas, aunque no creen en Dios (o cualquier otro punto esencial de alguna religión), sí creen que es correcto, bueno, necesario o al menos importante creer en la idea de la religión. Dentro de estas personas habrá muchos pseudo-creyentes que no saben nada de religión excepto que deben seguir alguna religión, y ateos que, no obstante haber rechazado el concepto de Dios, ven a la fe (en los demás) como una virtud.

El asunto de los ateos que no se terminan de decantar por el ateísmo fue tratado por Richard Dawkins en un par de sus libros, y Dawkins se explayó un poco más en un post en su blog, I'm an atheist, BUT... ("Soy ateo, PERO..."), donde enumeró varios motivos comunes:
  1. "Soy ateo, pero la religión está aquí para quedarse" (derrotista, aunque muchas veces exultante).
  2. "Soy ateo, pero la gente necesita religión" (esta idea es un mito condescendiente y elitista).
  3. "Soy ateo, pero la religión es una de las glorias de la cultura humana" (¿los sacrificios humanos a los dioses también?).
  4. "Soy ateo, pero no le veo sentido a predicarle a los conversos" (cierto, pero hay conversos que no se animan a mostrarse como tales, y a quienes les puede venir bien ver que no están solos).
  5. "Soy ateo, pero no deseo asociarme con el lenguaje intempestivamente fuerte que estás usando" (¿por qué la religión no puede ser atacada? ¿Por qué no se la puede criticar de la misma manera en que se critica un libro o una obra de teatro? ¿Los políticos no son aplaudidos cuando devastan retóricamente a un oponente en una discusión parlamentaria?).
Hay casos más extraños, como la interlocutora de Quique que mencioné más arriba, que parece ser de esa clase de ateos que el posmodernismo ha hecho posible: creen que Dios no existe como lo pintan las religiones (instituciones rígidas, dogmáticas, reprimidas) pero que no se puede atacar la fe de la gente porque es de alguna manera valiosa. Ya sabemos que en la Nueva Era no hay verdad absoluta ni objetividad científica: vale decir, cualquier estupidez sin conexión comprobable con la realidad puede ser mi verdad o una parte de una gran verdad, que está oculta a los corazones fríos y calculadores de los científicos y de los que negamos tajantemente que haya "planos superiores de existencia", pero que los "espíritus libres" y las "mentes abiertas" pueden aprehender sin más que meditar en la posición de loto durante quince minutos, si acaso.

Que esto nos sirva a los ateos para darnos cuenta de que no hay una sola clase de ateos... y que jamás debemos esperar de todos los ateos que sean gente coherente, amantes de la ciencia, o que sepan darse cuenta de cuándo están actuando en contra de sus propios intereses.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Una de cal y otra de arena (reposteado)

Desde Ateo Militante nos llegan estas dos noticias relacionadas con los privilegios sociales de la Iglesia Católica:
En Santa Rosa, provincia de La Pampa, un grupo de fundamentalistas mostró su enojo cuando el presidente del consejo deliberante, Guillermo Di Liscia, decidió retirar un fetiche de la Virgen María que se encontraba en un lugar de tránsito dentro del edificio público. […]

Más o menos por los mismos días, el Consejo Deliberante de Avellaneda fue escenario de un acto religioso. Allí, en una sesión extraordinaria el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, habló en el homenaje a la Virgen en el día que el Papa Pío XII fijó como Día de la Asunción de la Virgen María y que luego fuera también el Día de la Patrona de Avellaneda.
La nota completa, Una de cal y otra de arena, está en el blog de Ateo Militante.

Al contrario de lo que dice el dicho, a veces es mucho más fácil construir que destruir. En el caso de la Iglesia Católica, vamos a admitir que construir su estructura de poder en América le costó siglos de acompañar las matanzas de los conquistadores y de evangelizar por la fuerza a los nativos, pero hoy en día sus privilegios le salen gratis. Destruirlos (lo cual no sería cuestión de intolerancia sino de simple equiparación) nos va a costar mucho más, especialmente cuando hay tantos políticos que no tienen empacho en utilizar su devoción, o fingirla, para ganarse el favor público.

martes, 18 de agosto de 2009

Religión o delirio

¿Cuál es la diferencia entre un delirio y una creencia religiosa falsa? Si uno vive y actúa siguiendo una creencia sin fundamento y manifiestamente falsa, ¿puede ser considerado un enfermo mental, incluso si miles o millones de personas comparten esa creencia? ¿Cuál es el límite?

Bajo el título Health Professionals Fear Web Sites That Support Theories on Mind Control (The New York Times, 12 de noviembre de 2008), al que llego via Slashdot, un artículo periodístico examina el tema de las comunidades de personas en la web que creen que están siendo sujetas a control mental y acosadas o amenazadas por parte de agentes desconocidos (gang stalking).

Estas personas escuchan voces que les dicen que van a morir (supuestamente transmitidas a su cerebro por medios físicos desconocidos), creen ser perseguidos por el gobierno, o están convencidos de que sus casas están siendo invadidas y espiadas. Por mucho tiempo esta gente vivió aislada, sufriendo las consecuencias en su familia o su trabajo. Luego vino Internet y la formación de redes sociales... e inevitablemente se encontraron unos a otros y compartieron sus "experiencias". El resultado es que ahora forman una verdadera subcultura, y sus delirios se ven reforzados: no puede ser que estén locos, piensan, cuando hay tantos que están sufriendo igual que ellos.

Este cambio complica las cosas a los psicólogos y psiquiatras en más de una forma. No sólo previsiblemente se dificulta el tratamiento (convencer a los pacientes de que su paranoia no tiene base alguna), sino que además la misma definición de delirio (en inglés delusion) según las guías diagnósticas de los Estados Unidos empieza a ser insuficiente... y aquí es donde entra el tema de la religión.

Resulta que se considera delusion o "delirio" a creencias como "mi vecino usa una 'antena de ondas mentales' para espiar mis pensamientos" o "tipos vestidos de negro me siguen por la calle", etc., pero se exceptúan las creencias mantenidas por la cultura o subcultura a la que pertenece la persona. Por ejemplo, si un haitiano nativo cree que los loa del vudú lo observan e influencian sus acciones, no puede ser catalogado como delusional, porque en su cultura tales creencias son la norma. Si uno se limita a creer lo que su educación y medio social le han inculcado, en principio no puede considerársele enfermo mental.

¿Y la religión? Llamativamente nadie la menciona en el artículo, aunque algunos de los comentarios en Slashdot sí lo hacen. La gran mayoría de la gente tiene una religión, y la mayoría de las personas religiosas funciona más o menos bien en su vida habitual. La religión puede generar restricciones, prohibiciones y temores varios, y desde el punto de vista de quienes no creemos en lo sobrenatural puede resultar un pesado par de anteojeras mentales, pero en general la calidad de vida del creyente no sufre. ¿O sí?

La experiencia demuestra que no hay nada tan horrible que ninguna secta o rama extremista de alguna religión no pueda decretar para sus seguidores. Supresión de casi todos los derechos y libertades, reducción de la mujer a la servidumbre sexual, incesto o poligamia forzados, autoflagelación, incluso suicidio en masa... Pero hay una multitud de otras cosas "menores" que las religiones obligan a hacer o decir (o dejar de hacer o decir) a sus fieles, y muchísimas doctrinas que, vistas desde cualquier punto de vista que no sea el de la corrección política, serían calificadas como delirios perjudiciales.

Millones de personas creen que existe un Dios que nos vigila constantemente y está dispuesto a condenarnos al infierno por infringir ciertas leyes (leyes, aclaremos, que fueron concebidas por y para un pueblo patriarcal y semisalvaje de pastores nómades de la Edad de Bronce). Esta doctrina debe estar entre las más absurdas causas de angustia para un ser humano. ¿Es esta creencia dañina, que ha envenenado las vidas de incontables personas, un delirio? Según los psiquiatras americanos, no. Porque forma parte de nuestra cultura, está exenta del tratamiento de enfermedad mental.

De la misma manera, la creencia de que hay una criatura malvada, invisible, que está constantemente susurrando tentaciones a nuestro ser interior sería calificada como delirio de persecución en cualquier esquema diagnóstico sensato, pero la figura de Satanás como tentador es parte integral de nuestra cultura occidental y cristiana. Nótese cómo el cristianismo ha creado un sistema cerrado utilizando a Dios y al Diablo, reglas para el bien e impulsos para el mal, logrando una estructura lógica perversa pero coherente.

Ciertas víctimas del delirio de persecución viven con el temor de ser atacadas, pero al mismo tiempo saben que por alguna razón siempre escapan, con ayuda de ciertos rituales y barreras físicas y mentales. Esto debería parecerles extraño, ya que se trata de ciudadanos comunes con protecciones rudimentarias, supuestamente perseguidos por seres organizados y poderosos. ¿Qué pasa con la religión? En un sitio cristiano se expone la idea de la tentación de los demonios: "Satanás y sus demonios acechan la vida diaria de todos los creyentes ofreciendo todo tipo de seducción con el propósito de inducir al cristiano a apartarse de su andar con Cristo fiel y obediente", pero luego se cita también la Primera Carta de Pablo a los Corintios: "[F]iel es Dios que no os dejará ser tentados más de lo podáis resistir, sino que os dará juntamente con la tentación la salida para que podáis soportar", y se dice que ésta es "la garantía de Dios de que nunca permitirá a Satanás llegar muy lejos".

El sistema funciona perfectamente. Personas perseguidas por una entidad poderosísima que las induce al mal pero de la que siempre pueden escapar por poco, para seguir viviendo y temiendo atormentadas, necesitadas de todo tipo de rituales: ¿es cristianismo o es delirio?

Ignoro cómo trabaja un psicólogo o psiquiatra este dilema cuando un paciente que cree profundamente en los demonios viene a consulta para calmar sus temores: o le dice claramente que su creencia no tiene contacto con la realidad o bien (adivino que será así) le permite seguir creyendo y le ayuda a racionalizar alguna otra estructura psicológica que lo proteja, usando los elementos disponibles, por ejemplo el susodicho versículo de la Biblia o la creencia en ángeles protectores. ¿Está bien o está mal? ¿Es ético intentar destruir una estructura mental religiosa dañina, o es preferible trabajar con ella?

Quienes creen en el dios celoso y autoritario del Antiguo Testamento o en las fuerzas demoníacas del cristianismo seguramente suelen encontrar vías de autojustificación por su cuenta; de lo contrario les sería imposible funcionar normalmente. A una minoría importante, imagino, estas creencias les quitan el gozo de vivir. Unos pocos viven sumergidos en el terror de manera constante, se transforman en caricaturas menos que humanas, que no pueden sino repetir constantemente sus rituales protectores.

La raíz de este mal es el convencimiento de que somos individuos tan importantes que ahí afuera hay grandes poderes enfocando su atención en nosotros, y al mismo tiempo tan ingeniosos que podemos discernir sus planes y hasta escapar de ellos. La realidad es que al universo no le importa si vivimos o morimos, y nada podemos hacer para evitar esa indiferencia. El alivio de saber que no merecemos, ni por asomo, estar subidos a tan alto pedestal, debe ser una de las grandes recompensas del ateísmo.

[Este post es la versión íntegra del que fue resumido aquí, y a que a su vez remitía a mi sitio web. He dado de baja el mismo porque no tenía mucho sentido pagar por algo que no uso más que como repositorio de textos.]

domingo, 16 de agosto de 2009

Libertad religiosa o promoción de la religión (A132)

El gobierno de San Luis y el Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR) firmarán el próximo 19 de agosto “un acuerdo marco de cooperación con el objetivo de crear lazos recíprocos para mejorar y hacer más eficaces las libertades de pensamiento, religiosa y de culto”, según el sitio web oficial del Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto de dicha provincia argentina.

El CALIR es un grupo de juristas y expertos en libertad religiosa que pertenecen “a distintas confesiones y tradiciones religiosas, aunque sin representarlas institucionalmente.” Entre sus objetivos está el de “promover la valoración positiva del hecho religioso”, lo cual hace obvio el hecho de que ningún ateo con sangre en las venas ha sido invitado a este augusto grupo.

El hecho religioso, sin más, no puede ser considerado positivo, porque si así lo fuera, habría que apreciar como cosas positivas los sacrificios animales, los exorcismos a homosexuales, la autoflagelación, y otras costumbres igualmente bárbaras. ¿O bien sólo debemos apreciar las partes bellas de la religión, como ese idealizado diálogo interreligioso en el que personas muy educadas que están de acuerdo de antemano sobre ciertos temas se reúnen para tirarse flores y firmar declaraciones, mientras sus correligionarios menos sofisticados se envían unos a otros a sus respectivos infiernos?

Es muy curioso que un gobierno provincial firme un acuerdo para promover la libertad religiosa sin que se especifique un motivo específico. La libertad religiosa no está amenazada en San Luis. No ha habido, que yo sepa, ningún incidente relacionado con el tema en esa provincia. Esto tiene todo el aspecto de tratarse de una iniciativa para transferir fondos de un gobierno a un grupo religioso bajo la apariencia de promover un derecho universal.

Irónicamente, parece ser que se quiere promover la libertad religiosa con más religión. Y eso cuando los mayores enemigos de la libertad religiosa y de pensamiento no somos los ateos, o los que no creemos a priori que religión equivale a amor y espiritualidad, sino los creyentes mismos. Los no creyentes defendemos la libertad de pensamiento, incluyendo la libertad religiosa, porque creemos (a diferencia de muchos creyentes) que las personas tienen el derecho de creer y de hacer cualquier cosa, por muy asquerosa o estúpida que sea, siempre que no perjudique a los demás, y en un terreno más pragmático, porque su alternativa más frecuente no es el ateísmo forzoso, sino la coerción ideológica.

viernes, 14 de agosto de 2009

Aguer y Grondona, un solo corazón (A131.2)

Continúo con la reseña del segmento del programa Clases, de Mariano Grondona, en el que se entrevista al arzobispo Héctor Aguer. Se trata, recordarán ustedes, de dos videos posteados por el blog católico Multiespacio Cultural El Camino (del primero ya hablé). El asunto no es muy divertido porque Grondona está en todo de acuerdo con Aguer. Ambos coinciden en sus distorsiones fáciles de las ideas modernas sobre sexualidad y roles de género.
Grondona: “Cuando un padre o una madre educan a un chico o a una chica, la idea es que no le instalen valores. Es decir, yo tengo un chico o una chica y le digo mirá, vos cuando tengas uso de razón verás qué alternativas hay y tomás una decisión.”
Si alguien tiene en verdad esa idea, comprobará tarde o temprano que tal "educación neutra" no resulta posible. El ser humano absorbe su moral y sus valores de lo que lo rodea, incluyendo su visión sobre la sexualidad. Aguer se contradice: parece estar de acuerdo con esta crítica a la educación moderna, pero al mismo tiempo denuncia que es ideológica porque impone cierta visión del hombre que es incorrecta. ¿Se están transmitiendo valores, o no? ¿El problema es que no se transmiten valores, o que son incorrectos? Es mucho más efectivo para la posición conservadora, retóricamente, argumentar que se está privando a los niños de puntos de referencia morales, que aceptar que simplemente se les están transmitiendo valores que una religión particular no acepta.

La mayoría de los padres sí quieren transmitir sus valores a sus hijos, aunque no lo hagan de manera estructurada (con la Biblia en la mano, por ejemplo). El valor de la libertad para explorar distintos caminos (en todas las esferas de la vida) y seguir el que parezca más correcto, aunado al valor de la responsabilidad por los propios actos y decisiones, es parte de una forma de educar que muchos padres han aceptado como mejor que la represión moral que pasa por educación tradicional cristiana.

Grondona cae tan bajo como para afirmar que se le ofrece a los niños libertad para elegir cualquier cosa, “desde el bestialismo hasta la fidelidad conyugal”. Aquí hay implícita una falacia que se denomina de la pendiente resbaladiza (es una forma del efecto dominó), y que les encanta a los guardianes de la moral: ¿cuántas veces hemos oído “si ahora permiten esto, después van a permitir esto otro, y al final van a permitir incluso eso otro?”. Incluso en nuestro ambiente de liberalidad sexual, es evidente que no hay hordas de jóvenes huérfanos de valores volcándose al bestialismo (de la misma manera que la tolerancia de la homosexualidad no ha causado inversiones masivas de la tendencia sexual de la población, y la legalización del divorcio no ha provocado la desaparición de la institución matrimonial).

Hay una frase sencilla y cortada por una elipsis que muestra mucho cómo se pueden proferir falsedades y falacias que pueden sonar perfectamente ciertas cuando uno cambia el significado de una palabra clave.
Aguer: “En el paraguas la perspectiva de género se igualan todas las opciones. Entonces, como no hay una referencia a la naturaleza…”
¿De qué naturaleza se habla? Aguer no está hablando de la naturaleza; está hablando de lo que los católicos llaman "naturaleza humana" y asocian a una supuesta "ley natural". Para los que no adherimos a la doctrina católica, que somos la mayoría (incluyendo muchos católicos de nombre), la naturaleza no tiene moral; no puede tenerla, no puede darnos lecciones morales; el ser no conduce nunca al deber ser. La "naturaleza" de Aguer no es el mundo natural; es un modelo con el que Dios formó al mundo y al que, aunque nadie puede verlo, los creyentes tienen acceso privilegiado a través de la enseñanza de los líderes de la Iglesia, comenzando por el Papa.

Y esto debe ser así porque difícilmente un hombre con estudios, como Aguer, podría caer groseramente en la falacia naturalista, al implicar que la heterosexualidad y el no uso de anticoncepción es lo correcto porque es "natural" (porque los hombres y las mujeres biológicamente estamos diseñados para copular con un miembro del sexo opuesto con fines reproductivos). El arzobispo no apela a la naturaleza real porque en la naturaleza no hay, valga la redundancia, nada contra natura; se refiere al modelo bíblico de la Creación. Pero (y esto es a lo que quería llegar) él no da toda esta explicación; es ambiguo, sabiendo que sus palabras pueden ser tomadas de otra manera, y sabiendo que el argumento de "lo que es natural", falaz pero muy común, le ganará asentimientos extra entre su audiencia. Para las respetables señoras escandalizadas por la homosexualidad en público y la promiscuidad de los jóvenes, la determinación biológica de los sexos y el "Dios hizo al hombre varón y mujer" se confunden.

Voy a omitir otros temas tratados por Aguer y Grondona que no son de mi interés, como su análisis del supuesto neomarxismo y el uso de la “dialéctica del poder en el seno de la familia” que observa en el documento del Ministerio de Salud que motivó su declaración crítica.

Un punto que sí es interesante es cómo hablan de la mujer estos dos hombres. Mientras que Aguer comentaba que se pretende “des-esencializar a la mujer de su condición femenina”, Grondona recordó a Pablo VI hablar de los roles femeninos y masculinos. “Una cosa es subordinar la mujer al hombre, lo cual es absolutamente refutable, y la otra es decir que son iguales”, parafraseó, y luego puso el ejemplo de un coro, en el que “el tenor y la soprano tienen la misma dignidad pero no cantan igual”. Esto es jugoso. Para empezar, se reafirma la posición esencialista (la mujer es esencialmente algo; no puede contrariarse su esencia; sería como usar una cuchara para cortar).

La imagen del coro me recordó instantáneamente esa mitología maravillosa que creó J. R. R. Tolkien. En el mito de la creación que se narra en El Silmarillion, el primer libro se llama en lengua élfica Ainulindalë, la Música de los Ainur. Los Ainur, seres angélicos de gran poder, cantan a instancias de Eru Ilúvatar, el Creador, y su canto forma la esencia de Eä, el mundo, que luego Ilúvatar actualizará (es decir, hará existir). En el coro hay muchas voces y muy diversas, pero todas (nos dicen) cantan finalmente para gloria de Ilúvatar, incluso la voz disonante y desafiante de Melkor, el equivalente tolkieniano de Lucifer.

Ahora bien, el coro de la familia humana no es armonioso, ni mucho menos, porque los hombres no somos ángeles, sujetos a la voluntad de Dios. Un coro tiene un reglamento y un propósito. Los humanos no tenemos enfrente una partitura y a un director con una batuta; no tenemos más propósito que el que nos damos a nosotros mismos. Juan Pablo II predicó que Cristo es el “Señor de la Historia”, queriendo decir que la historia del mundo es ordenada por Dios y gira en torno a su encarnación como Jesús; presumiblemente ahí está nuestro director, pero no puede esperarse que todos sigamos fielmente sus indicaciones, algunas ambiguas, otras brutales, todas perdidas en el tiempo y en múltiples interpretaciones. La teología puede inventar esta clase de estructuras sin sustentación alguna, pero la realidad no nos da esa facilidad. El tenor y la soprano no tienen su lugar fijo y marcado en el coro. La tradición cristiana cree que hay un orden inmutable, el hombre aquí, la mujer allá; pero esa tradición, felizmente, está muriendo.

El tema de la conversación pasó luego al feminismo. A Aguer no le gusta el feminismo; prefiere la “promoción de la mujer”, sobre la que no se explayó, aunque parece que involucra darle a la mujer más oportunidades para quedarse en casa y tener hijos.

Lo más parecido a una interpelación de parte de Grondona fue una pregunta sobre la cuestión del sacerdocio femenino y su comentario sobre las ideas del teólogo disidente Hans Küng acerca de la posición inferior de la mujer en la Iglesia. A esto Aguer dijo solamente: “La perspectiva de Küng es una perspectiva sociológica, no teológica.” O sea que la sociología no puede hablar del hombre; el teólogo debe elevarse por encima de ese plano terrenal, burdo. La teología, que es un ejercicio de masturbación mental sobre las características y presuntas intenciones de un ser mitológico, es más sabia que la ciencia de la sociología.

¿Y la idea de Dios como mujer, que avanzan algunos movimientos feministas y religiosos renovadores?
Aguer: “En la Biblia queda bien claro que Dios está más allá de la definición de los sexos.”
¿En dónde exactamente será eso? ¿Por qué será que desde la antigüedad hasta hoy Dios es consistentemente representado como un hombre viejo? ¿En qué parte de la Biblia se nombra a Dios sin referirse a él con el pronombre masculino, en el rol viril de Señor de los Ejércitos, o como Padre?

Siguiendo con su reafirmación del papel tradicional de la mujer, según Grondona, en la Política de Aristóteles, las mujeres se quedan en casa mientras sus maridos deciden los asuntos en el ágora; pero no es que estén marginadas de la decisión, sino que son ellas las que mandan a sus maridos a tomar decisiones, y éstos al volver tienen que darles cuenta a ellas. A esta falsa ingenuidad responde la tierna voz del lugar común:
Aguer: “Eso corresponde a la naturaleza: la mujer es el hogar.”
Aclaro que no soy un feminista de los que dicen que el rol tradicional de la mujer como madre y ama de casa es siempre una imposición de un modelo patriarcal y opresivo. Muchas mujeres se sienten perfectamente bien en ese rol. La clave es la diversidad. Para Aguer y para Grondona, la diversidad es anatema. Diversidad significa libertad, y libertad significa posibilidad de pecado.

En la naturaleza (la real, no la de Aguer), hay animales cuyas hembras viven preñadas o cuidando a sus retoños y otras que comparten esta última tarea con el macho. Dónde estamos en este campo nosotros, Homo sapiens, es discutible, pero poco importa: hace rato que dejamos de considerar que los instintos naturales son incondicionalmente lo mejor para nosotros. Quizá nuestra biología (nuestra naturaleza) nos impulse a adoptar los roles tradicionales del macho y la hembra, pero recordemos que la biología atrasa y que la evolución no busca lo óptimo, sino lo posible. Probablemente siempre exista una tensión entre los roles de mujer madre y de mujer trabajadora; la solución es brindar oportunidades para ambas, no prescribir que una “corresponde a la naturaleza” y la otra no.

jueves, 13 de agosto de 2009

Aguer y Grondona, un solo corazón (A131.1)

En el blog fanático católico Multiespacio Cultural El Camino apareció hace días un post que acabo de ver, consistente en un segmento del programa Clases, del repelentísimo filósofo dextro-platónico Mariano Grondona, en el que está entrevistando al arzobispo Héctor Aguer sobre el tema de la ideología de género. En realidad no sé si "entrevista" es la palabra correcta; es más bien como si alguien hubiera escrito un monólogo y hubiera asignado párrafos alternados a dos personas distintas.

Siguen algunos ejemplos de los conceptos distorsionados que vierten estos nefandos maestros del engaño retórico, y mi refutación. Esto proviene sólo de la primera parte de la entrevista (menos de 10 minutos).
Grondona: “Un poco la idea sería como que la mujer, o el hombre, llegado a la edad de la adolescencia, elige su sexo.”
Aguer: “Se afirma que existe un derecho humano, y por tanto universal, de los niños y adolescentes, a tener sexo, a practicar el sexo, y un derecho también a evitar las consecuencias indeseadas que podrían seguirse…”
Cualquiera que no sea un verdadero idiota (y no es una exageración) sabe perfectamente que no existe la "elección del sexo", y que nadie está promoviendo tal cosa. El sexo biológico (no el género — de paso, observemos cómo Grondona confunde a propósito los términos) claramente no puede elegirse; sobre la orientación sexual hay grandes discusiones científicas; el género y la identidad sexual, asunto más complicado, se forman como se forma nuestro carácter, con dosis variables de predeterminación genética, influjos biológicos y psicológicos durante nuestro desarrollo, y sí, elecciones conscientes. Los cristianos conservadores consideran que el hombre y la mujer son arquetipos platónicos, con esencias inmutables: Dios causa la concepción de un cigoto, le da un cromosoma Y, le hace crecer pene y testículos, le formatea el cerebro con un sistema operativo macho, le reserva ciertos roles sociales, y punto. Cualquier desviación de esa norma es patológica, inmoral o ambas cosas.

En cuanto a lo que dice Aguer, podemos referirnos a los Derechos sexuales y reproductivos de niños, niñas y adolescentes, según se los expone en Educ.ar, el portal educativo del gobierno argentino.
Todas las personas del país independientemente de su clase social, sexo, identidad genérica, práctica sexual, etnia y edad gozan del derecho a:
  1. Obtener información y orientación completa, veraz y suficiente sobre su cuerpo, sus funciones y procesos reproductivos expresados en términos sencillos y comprensibles para que puedan tomar decisiones y favorecer el auto-conocimiento.
  2. Disfrutar de una vida sexual saludable y placentera, libre de discriminación, coacción o violencia.
  3. Ejercer su preferencia sexual, libremente y sin sufrir discriminación, coacción o violencia.

Monseñor Aguer expresó reparos ante el modelo de educación sexual del gobierno.
Siguen una larga serie de precisiones y referencias a otros documentos, que dejan en claro que, como es de suponer, el "derecho universal al sexo" no implica que un niño de 10 años tenga derecho a (intentar) copular con cualquier persona de su elección, en particular, porque a esa edad no tiene elementos de juicio para discernir lo que le conviene. Lo que sí dice este documento es que el niño de 10 años tiene derecho a que le expliquen ciertas cosas que le permitirán ejercer su sexualidad sanamente cuando esté física y mentalmente preparado para hacerlo. Y sí, a pesar de que a Aguer, a Grondona y a muchas otras señoras púdicas les disguste, e incluso a pesar de algunos de nosotros que hemos sido criados con ciertos tabúes, los niños tienen sexo, a su manera, tanto entre sí como por su cuenta, y les gusta, y no hay objetivamente nada malo en eso, de la misma manera en que no hay objetivamente nada de malo en comer chocolate y gozarlo, con las mismas salvedades de orden médico y psicológico.

A continuación, y siguiendo un libreto acordado con Grondona, Aguer trae a colación el asunto de la "compensación del riesgo" [ver risk compensation en Wikipedia en inglés] o del fenómeno del "comportamiento desinhibido", con una falacia que parece creíble a primera vista, y que usa para justificar declaraciones como las de la Benedicto XVI cuando dijo que el preservativo no sólo no soluciona sino que puede empeorar la epidemia de SIDA.

Es cierto que el uso de cierta tecnología que reduce un determinado riesgo puede llevar a un comportamiento descuidado en quienes confían en dicha tecnología; pero es engañoso e irresponsable decir, como principio genérico, que “el beneficio que podría seguirse [del uso de esa tecnología] queda neutralizado”. El experto citado por Aguer, Edward C. Green, es un antropólogo médico estadounidense con credenciales impecables, quien en su oportunidad, luego de aceptar que “el Papa podría tener razón sobre los preservativos”, explicó que los mismos “deberían servir como un refuerzo [a back-up role] … Yo creo que se debería poner preservativos a disposición de todos.”

El rol de la educación sexual es primordial, pero Aguer no puede reconocerlo porque la educación sexual moderna, con base científica, es antitética a la doctrina cristiana. Sin educación sexual o con una estrategia educativa que no llega a los ciudadanos, es claro que la distribución de preservativos sí puede agravar el problema. En Occidente promovemos el ejercicio y la dieta como manera de preservar la salud, pero muchas personas se lesionan al ejercitarse, y muchas, por hacer dieta, comen mal, logrando el efecto contrario, debido a la desinformación y la poca cultura científica sobre el tema; sin embargo, a nadie se le ocurriría decir a la ligera que el ejercicio y la dieta “no solucionan el problema y hasta pueden empeorar nuestra salud.”

Aquí Aguer habla del caso de Uganda, la niña de los ojos del Vaticano, donde el gobierno usó la estrategia ABC contra el SIDA: en teoría, un programa de cambio cultural basado en la frase Abstain, Be faithful, use a Condom, es decir, abstinencia para los jóvenes (solteros), fidelidad para los adultos en una relación monogámica, y condones/preservativos sólo para los grupos de riesgo (prostitutas, drogadictos, parejas con un miembro sano y el otro infectado, y otros). Tal estrategia hubiera tenido sentido, al alentar el uso de una barrera protectora en quienes eran a la vez las víctimas más frecuentes del SIDA y las causantes más claras de su expansión entre la población, y que por su condición eran quienes menos posibilidades tenían de seguir los cursos de acción más seguros.

Pero resulta que la estrategia ABC no nació en Uganda, y no hay una definición uniforme de lo que debe hacerse para implementar esta idea general, aunque diversos actores han querido apropiarse de su éxito para promover sus ideas conservadoras de origen religioso. De hecho, en Uganda se combinaron medidas de promoción y de educación que fueron mucho más allá de decirle a los jóvenes que no tuvieran sexo (ciertamente tampoco se les dije que tuvieran sexo cuando quisieran siempre que fuera con preservativo). Lo que Uganda promovió fue que los jóvenes demoraran su primera relación sexual, que evitaran el sexo casual, que buscaran parejas estables, y que usaran el preservativo como precaución, porque obviamente es imposible saber si la pareja de uno está infectada si no se ha hecho un test. En un distrito muy estudiado, la abstinencia y la fidelidad de hecho disminuyeron. La estrategia ABC fracasó también al buscar que los jóvenes retrasaran su edad de iniciación sexual. Y las tasas de infección de HIV bajaron en Uganda, en gran medida, porque los primeros de la gran ola de infectados murieron. ABC no ha sido más que un slogan; el éxito se logró por otros medios.

La experiencia de los programas de educación sexual abstinence-only ("sólo abstinencia") implementados por el muy cristiano gobierno de George W. Bush fue una demostración clara de lo que ocurre cuando a una persona se la pone entre la espada del deseo y la pared de la abstinencia. En Estados Unidos, los jóvenes educados en una moral cristiana estricta tienden a contraer más enfermedades de transmisión sexual y tienen una mayor proporción de embarazos no deseados.

Continúa en la próxima entrega.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Atheist Nexus para argentinos

Hace unos días me uní al Atheist Nexus, comunidad online autotitulada "una comunidad de no-teístas". Se trata de una red social para ateos y agnósticos de diversas clases, montada sobre el sistema Ning. La interface no es de lo mejorcito pero es usable. El sistema está completamente en inglés y, naturalmente, poblado sobre todo por angloparlantes nativos, pero existen un grupo de latinos y, desde hace poco, uno de ateos argentinos.

El sistema tiene un chat incorporado (todo tiene chat incorporado hoy en día...) y un sistema interno de mensajes; permite que cada usuario escriba posts propios o contribuya en foros de debate, que coloque fotos y videos, o que simplemente se mantenga en contacto con otros que piensan parecido. No espero tener demasiado tiempo para atender a mi página, pero si alguien más desea unirse para charlar y comentar temas de interés en un formato distinto al de post-con-comentarios, no vendría mal.

martes, 11 de agosto de 2009

El Exorcista IV: La Jubilación (A130)


Foto: Diario La Nación / F. Massobrio
En estos días, Carlos Mancuso, sacerdote católico de la ciudad de La Plata y autoproclamado exorcista, se retira voluntariamente del ejercicio de echar demonios luego de más de 33 años, y en el diario La Capital de Mar del Plata aparece una nota increíblemente mal escrita al respecto.

Locos y fanáticos hay por todas partes, pero la Iglesia Católica favorece más a los segundos que a los primeros, seguramente porque los locos dan una mala imagen y tienden además a ser desobedientes a la autoridad, mientras que los fanáticos, en cambio, pueden adherir a la locura de sus superiores. Y quién podrá ser el superior eclesiástico de Mancuso sino nuestro viejo conocido, el arzobispo Héctor Aguer, que tiene en su Colegio de Consultores al cura y le dio permiso para seguir tratando con Belcebú a su manera...

Carlos Mancuso nunca estudió para ser exorcista ("No hay que aprender en ninguna parte. Es como los bautismos."). Simplemente encontró, cuando hizo falta, que le servían para el asunto sus incursiones pre-sacerdotales en "temas esotéricos, lo que es el espiritismo, lo que es la masonería, esas sectas que son secretas y que la gente no conoce", vale decir, esa tierra de nadie intelectual que se extiende entre lo real poblado por pobres idiotas y lo completamente imaginario fruto de la paranoia y las teorías conspirativas. Tampoco estudió psiquiatría, pero dice tener un "sexto sentido" para darse cuenta de cuándo debe mandar a alguien al médico y cuándo es cosa del Maligno.

De Mancuso se dice que curó a un niño con fibrosis quística, aunque, se apresura a aclarar, eso fue un milagro y Dios no va a ir curando a todos porque sí. En sus encuentros con jóvenes se hablaba mucho de la mortificación. Es que, según explica, Dios deja hacer al demonio y que el sufrimiento continúe porque "cuando la gente soporta las tentaciones y desdichas que vienen del Maligno, alcanza mayor grado de santidad".

El notero del diario marplatense (llamarlo periodista sería un abuso de la palabra) no hace ningún intento por cuestionar las extrañísimas, a veces repugnantes, otras vagamente incoherentes, declaraciones del cura. No plantea preguntas espinosas o incómodas y no consulta a nadie más para contrastarlas; si lo dice un sacerdote tan querido por su comunidad, pensará, está bien. Si hubiera navegado un poco por internet, hubiera descubierto algunas desagradables cosas sobre el tenebroso mundo en el que ha vivido Mancuso desde hace décadas: el mundo de un hombre obsesionado con lo oculto, con lo preternatural, con la presencia de Satanás, con el marxismo y el comunismo, con las tentaciones del sexo, con las sectas. Al cura le preocupa que la gente busque magia fuera de la Iglesia: "Una familia bien constituida que va a misa todos los domingos, que recibe los santos sacramentos no se va a sentir tentada de ir a consultar al curandero, ni al tarot, ni al espiritismo, ésa está a salvo."

Hace menos de un mes, el diario La Nación le hizo una nota a Mancuso, "el exorcista de la calle 6". El cronista, un "agnóstico culposo" según sus propias palabras, no fue mucho más crítico. Luego de advertir "me gustan las historias de exorcistas como me gustan los cuentos de fantasmas y de vampiros", con la típica, amable falta de compromiso de los que no se animan a reírse de la estupidez, concede que "el cielo y la tierra están llenos de asuntos que no comprendemos". Y le da paso a una serie de historias que sólo un buen guión cinematográfico y una credulidad a toda prueba podrían acercar a la realidad.

En Crítica hay una nota más larga y más interesante, con opiniones múltiples sobre el tema, sobre la práctica del exorcismo en el siglo XXI, donde se consulta a Mancuso pero también a un psiquiatra. Éste último habla claramente de lo que significa recurrir a un exorcista o a un curandero: “Es una tendencia al pensamiento mágico, la mejor manera de no resolver un problema para que lo haga otro a través de algún poder”. Señala que el paciente debe asumir responsabilidad por su vida, en vez de suponerse en manos de Dios o el Diablo.

Como parece que está de moda esto de la internet, Mancuso tiene un grupo en Facebook: Padre Carlos Alberto MANCUSO, Exorcista de La Plata. El creador y administrador del grupo es la Arquidiócesis de La Plata, la misma que mantiene la página del arzobispo Aguer.

[Me enteré de esta noticia a través de la difusión del Congreso Nacional de Ateísmo vía Facebook.]

lunes, 10 de agosto de 2009

¿La religión es natural?

Con frecuencia escuchamos, como argumento en favor de la creencia en dioses y supersticiones organizadas similares, que la religión es "natural", innata al ser humano, común a todas las sociedades pasadas y presentes, y que por tanto es ridículo esperar que el ateísmo o el sano escepticismo prevalezcan, y antinatural esperarlo. De esto los creyentes derivan corolarios como, por ejemplo, que los que promovemos el ateísmo o la laicidad en realidad tenemos nuestras propias creencias de tipo irracional e ideológico (porque tener fe es "natural" e inseparable de la condición humana).

En ¿La religión es natural?, escrito por el profesor de psicología Paul Bloom, cuyo fragmento de traducción al español he tomado del blog Humanismo Naturalista Científico, tenemos la prueba de que varias de estas afirmaciones aventuradas son falsas, o al menos no tan claras como se piensa.
El estudio del lenguaje provee muchos ejemplos de como la universalidad de X no implica que X es innato (cf. Pinker 1994). Todos los lenguajes tienen una palabra que refiere las manos, por ejemplo, pero esto es probablemente porque es importante para la gente de cualquier sitio hablar sobre las manos, no a causa de una innata específica propensión a nombrar las manos. Similarmente, las creencias en dioses, en la vida después de la muerte, y así sucesivamente pueden ser universales, no porque sean innatas, sino porque tales creencias emergen en todas las sociedades, quizás como soluciones a algunos problemas que todos los grupos humanos enfrentan. Desde esta perspectiva, los aspectos universales de las creencias religiosas son invenciones culturales, creadas por adultos. []
Las religiones no son inevitables, dice el autor. No nacen de la misma esencia del ser humano. Son simplemente soluciones culturales recurrentes a problemas también recurrentes.

El texto explora luego los dos hilos principales del argumento: primero, el sentido común dualista, que se refiere a la propensión a pensar en las cosas como compuestas de dos sustancias, por ejemplo lo que llamamos cuerpo y alma (o mente, o espíritu), que parece derivar del hecho de que tenemos subsistemas cognitivos distintos para tratar con objetos y con entidades sociales; segundo, la sobre-atribución de agencia y diseño, es decir, el impulso de atribuir estados psicológicos a aquello que no lo amerita, incluyendo la consideración de objetos inanimados y eventos naturales como agentes intencionales o voluntarios, y la presunción de que estos entes son fruto del diseño y/o responden a un plan. Estos impulsos son fácilmente observables en los niños (que muestran lo que un investigador llama "promiscuidad teleológica") pero los adultos no son inmunes a ellos.

Es difícil resumir todo esto, especialmente si hay que hacerlo frente a un teísta impaciente con quien estemos debatiendo. El texto no ataca, tampoco (ni falta que hace) la falacia naturalista: equiparar lo "natural" con lo bueno, deseable o moralmente correcto; ése es un tema totalmente aparte.

domingo, 9 de agosto de 2009

Campamento crítico (A129)

A través de la lente católica de ACI observo la contenida indignación por la propuesta de Camp Quest, “el primer campamento residencial de verano para los hijos de ateos, agnosticos, humanistas, librepensadores y todos los que abracen una visión del mundo naturalista en vez de sobrenatural”, esponsoreado en el Reino Unido por Richard Dawkins. O sea, en términos de la propaganda católica, un campamento “para difundir el ateísmo entre niños”.

La noticia es corta pero varios de los comentarios revelan, como de costumbre, la ignorancia y el oscurantismo de quienes los escriben.
Si la Iglesia no se levanta y habla como corresponde ante los medios ... esto va a empeorar cada vez...  donde estan los teologos los misioneros y sobre todo los que van camino a la santidad para dar testimonio delante del avance de la enfermedad ateista
La idea de que enseñar el ateísmo (que no es el caso, pero concedámoslo) es una especie de terrible amenaza para la sociedad no es de fanáticos ignorantes: es promovida asiduamente por obispos, cardenales y el mismo papa, con distintos grados de sutileza. Llamar al ateísmo una enfermedad ya es un poquito más cercano al fascismo en el que, recordemos, tantos católicos vivieron felizmente bajo diversas dictaduras bendecidas por la Iglesia.

Otro comentarista pide autocensura, no vaya a ser que el ateísmo se propague gracias a que alguien leyó sobre un campamento de verano en ACI (!?):
me agradaría mayor cautela al difundir malas noticias (como estas), digo para no hacerles el "juego" al secularismo.
El siguiente juega la carta de la compasión:
La Sra. Samantha Stein,y los que la ayudan en este campamento me inspiran una gran lástima. Pediré por ellos porque intuyo el gran vacío que debe imperar en sus vidas. Por ello se explica que quieran convencer a más personas de su propio "ateísmo", así tal vez se pretendan asegurarse a ellos mismos de tener razón.
El tópico de los ateos como personas que tienen un vacío en sus vidas también es frecuente. Se encuentra en los creyentes en forma inversamente proporcional a la cantidad de ateos de carne y hueso que realmente conocen. A mí me impresiona, al contrario, la cantidad de creyentes absolutamente superficiales que creen que por hablar mucho de espiritualidad y prender velas a todos los santos se vuelven “profundos” o tienen una vida plena..., pero yo no voy por ahí proclamando en voz alta lo que pienso.

El asunto sigue en esa vena por unos cuantos comentarios más. A muchos creyentes les han enseñado (o han deducido) que la única forma de aprender es tragarse verdades proferidas por las autoridades. Observan sus propias creencias, inculcadas a fuerza de adoctrinamiento, y no entienden que otros pueden formarlas de otra manera. Con frecuencia se aíslan con tanto cuidado de los que no piensan como ellos, que terminan considerándolos como enfermos o aberraciones.

¿Y qué dice la gente que maneja Camp Quest?
No se “requiere” que los niños en Camp Quest sean ateos. Queremos alentar a los niños a pensar por sí mismos y evaluar el mundo críticamente, para así sacar sus propias conclusiones. Sin embargo, los padres deberían ser conscientes que adoptamos una aproximación crítica y científica, en vez de una basada en la fe. En Camp Quest no le enseñamos a los niños que no hay ningún dios. En cambio, les enseñamos a llegar a sus propias conclusiones, pero más importante, que “Está bien no creer en un dios”.
¿Pueden los niños pensar por sí mismos? ¿Tienen verdadera capacidad para formar juicios personales, siguiendo la guía de adultos que no desean indoctrinarlos sino sólo informarlos? ¿Puede enseñarse a alguien sobre el mundo y la ciencia con total neutralidad? Son preguntas difíciles y casi todos, con seguridad, las responderemos con cuidadosos matices. El creyente preocupado o indignado ignora esos grises: consciente o inconscientemente, debe reconocer que promover la crítica de los conocimientos recibidos, la ciencia y el estudio abierto de la naturaleza, equivale a erosionar la fe, que descansa sobre los frágiles cimientos del autoengaño y de la presión familiar y comunitaria.

sábado, 8 de agosto de 2009

Jesús, el clon milagroso (A128)

Alguna vez hablamos de acomodacionismo, ¿se acuerdan? Bueno, he aquí algo que muestra los frutos de la tendencia acomodacionista general a compatibilizar ciencia con religión cuando la última está en contradicción obvia con la primera.

Es tan bizarro que no sé cómo calificarlo... No es precisamente una alerta sobre una desgracia causada por la religión, aunque visto de cierta manera, es una alerta sobre el daño que la fe de tipo bíblico literalista le puede causar a una mente humana por demás normal. Su alarmante título es: Si Verdaderamente Jesucristo Fue Efecto de Clonación: ¿Descartaremos el Milagro?. Escrita por un teólogo evangélico en referencia a la reciente creación de espermatozoides a partir de células madre, es una blasfema mescolanza de ciencia más o menos bien leída y de dogma reinterpretado ad hoc.
… es evidente que la ciencia se acerca a la explicación de los sucesos bíblicos, pues, el cuestionado nacimiento partenogenético de Jesús cobra fundamento al hacerse evidente la posibilidad de que un ovario pueda ser fecundado por otra célula contenida dentro de un mismo organismo. […]

La ciencia demuestra entonces que algunos accidentes biológicos, impulsos químicos y físicos pueden producir reacciones cromosómicas capaces de impulsar una partenogénesis humana.
Luego de esta constatación, el texto explica que en realidad no sería posible lo que acaba de afirmar (cierto) y que "el milagro sigue siendo milagro" (lo sería), aunque visto de otra manera, "es tan natural y real como la ciencia lo ha podido definir hoy" (falso, por lo anterior). Es difícil encontrar un ejemplo tan claro de doblepensar, o como dicen los angloparlantes, de querer comerse la torta y quedarse al mismo tiempo con ella. Es milagro pero no viola las leyes naturales; es naturalmente posible pero requiere una intervención divina para serlo. ¿Qué, no lo entienden? ¡Lectores de poca fe!

Para que no se diga que esto sirve sólo para reírnos de las contorsiones dialécticas de la teología moderna (que merecen, no nos equivoquemos, toda nuestra mofa y ridículo), a modo de suplemento educativo les comentaré que partenogénesis significa literalmente "nacimiento virginal", y que la reproducción partenogenética es practicada por varios grupos de organismos vivos, aunque no por los seres humanos, hasta ahora. El producto de una partenogénesis es necesariamente de sexo femenino. Para crear un cigoto humano masculino hace falta un cromosoma Y, que sólo puede provenir de un hombre. Puestos a especular teológicamente (lo cual parece que es gratis), ¿habrá sido Jesús una niña? Qué fascinante es la ciencia...