viernes, 30 de diciembre de 2011

Sagrada Familia

Hoy es la fiesta católica de la Sagrada Familia, es decir, Jesús, María y José: la familia que debe servir de modelo a los devotos. Como obispos, sacerdotes y vendedores de similar especie se la pasan hablando de “defender la familia” (ante los ataques de todo tipo de villanos, desde lesbianas abortistas hasta malos ejemplos de la televisión), pensé que sería un buen ejercicio de crítica considerar qué clase de familia es ésta, la más sagrada de todas.


Comencemos por Jesús. De más está decir que la llamada a imitarlo pide lo imposible. Como Jesús es Dios, ningún ser humano puede llegar a su nivel. Todos nacemos pecadores, sucios de la mancha original incluso antes de haber emergido del útero materno. Pero podemos seguir a Jesús como modelo si consideramos su actitud hacia sus padres. El pequeño Jesús no tenía mucho que decirle a su padre (o más bien padrastro); en las Escrituras no hay indicios de una relación filial. Con su madre, Jesús nunca fue amable: cuando se dignaba hablarle, era para darle instrucciones (era una mujer, a fin de cuentas) o para aclararle que sus relaciones familiares eran menos importantes que su misión. (Su advertencia de que no había venido a traer paz sino a poner a los hijos contra los padres tampoco es, a mi entender, un buen indicio de lo que pensaba Jesús sobre la familia.)

Continuando por María, he aquí el espejo en el que todas las mujeres deben mirarse: una mujer joven, entregada sin su consentimiento (como era costumbre entre los pueblos atrasados de ayer y hoy) a un hombre mucho mayor que ella, virgen, que se encuentra embarazada de pronto y ante el anuncio de que se trata del hijo de Dios y que deberá tenerlo a pesar de que le causará un gran dolor, se proclama felizmente esclava y súbdita del tirano celestial, y mágicamente conserva su sacrosanto himen intacto luego de que Jesús nace y hasta su muerte. (Si bien la Biblia habla repetidas veces de los hermanos de Jesús, la Iglesia Católica descuenta esas obvias menciones como casos en que la palabra hermano no quiere decir hermano.)

Y finalmente José, el padrastro, que no sólo debe afrontar el hecho de que su joven novia virgen está embarazada sino que su hijo es Dios. Tan eclipsado queda que las Escrituras ni lo mencionan luego de los episodios de la juventud de Jesús, y la tradición quiere que haya muerto en algún momento sin haber podido ni deseado tocar a su esposa. José es alabado como santo en la Iglesia porque aceptó a un hijo ilegítimo y porque se mantuvo, según la tradición, totalmente casto.

Una familia donde el hijo único vive para una causa superior (el sacerdocio y el martirio parecen una buena aproximación) y donde el padre y la madre jamás tienen sexo: ése es el edificante ejemplo que nos ofrece la Iglesia. Claro está que lo del sexo es negociable, siempre y cuando se practique sin la menor intención de gozar; alguien tiene que gestar y parir a las futuras ovejas y a los futuros pastores…

domingo, 25 de diciembre de 2011

Feliz Newtondad

Como todos sabemos, hoy es el aniversario del nacimiento de una persona muy especial, cuya obra dividió la historia en dos. Me refiero, naturalmente, a Isaac Newton (1642–1727).


En la época en que nació Newton, Inglaterra seguía utilizando el calendario juliano; en el gregoriano, vigente en toda la Europa católica, el día de la Navidad inglesa de 1642 en que el pequeño Isaac llegó al mundo, prematuro y ya huérfano de padre, era ya el 4 de enero del año siguiente. No es fácil resumir su producción científica. Lo conocemos sobre todo por su postulación de la teoría de la gravitación universal, pero a él le debemos también la generalización del teorema del binomio, el cálculo infinitesimal (descubierto independientemente por Leibniz), las leyes del movimiento y mucho de lo que hoy sabemos de óptica y teoría del color.

Los defensores de la religión suelen utilizar a Newton como ejemplo de que un creyente devoto puede ser también un gran científico (y por implicación, que la ciencia y la religión no se oponen sino que se complementan, o incluso que la fe religiosa es una inspiración necesaria para los grandes hallazgos científicos). Newton era de hecho un creyente bastante problemático. Practicaba la alquimia (que estaba prohibida) y se interesó en el ocultismo y las doctrinas herméticas. Se dice, y quizá sea cierto, que no hubiera concebido la fuerza de gravedad si no hubiese sido “preparado” para ella por los conceptos ocultistas de acción a distancia. Newton declaró famosamente —cuando lo acusaron precisamente de inventar una extraña fuerza sin medio de transmisión— que él no pretendía tener ninguna hipótesis (hypotheses non fingo) sobre el mecanismo de la gravedad, ya que no había podido observarlo y tales cosas eran suposiciones que no tenían lugar en su filosofía experimental. En otros trabajos especuló sobre la existencia de un éter que fuera ese medio de transmisión, pero nunca los publicó.

Decir que Newton era cristiano es casi una obviedad dada su época; si una palabra lo describe más fielmente es “hereje”. Escribió y estudió sobre las profecías bíblicas y buscó mensajes ocultos en las Escrituras, pero no creía en la Trinidad y consideraba idolatría adorar a Jesucristo como a Dios. Tuvo que ocultar esta fe heterodoxa para poder progresar en su carrera científica, ya que en el Trinity College de Cambridge, donde estudió y luego enseñó, los fellows debían por reglamento ordenarse sacerdotes anglicanos. Newton postergó todo lo posible su ordenación y finalmente consiguió que el rey lo eximiera de la misma. Sus teorías científicas no incluyen la intervención divina. Creía que el mundo era racional como fruto de un diseño divino, pero no perfecto sino inestable, necesitado de Dios para corregirlo periódicamente. Su rival Leibniz se burlaba de esto diciendo: “Dios Todopoderoso desea darle cuerda a su reloj de tanto en tanto: de otra manera dejaría de funcionar. Parece que no ha sido suficientemente previsor para hacerlo un móvil perpetuo.” (En vista de lo que hoy sabemos, Newton tenía razón, aunque por razones equivocadas.)

En esta fecha, en que buena parte de la humanidad dice celebrar el nacimiento (mal datado) de una figura sobrenatural mitológica y sólo logra gastar dinero en regalos obligatorios, comer demasiado sin necesidad y emborracharse sin diversión frente a sus parientes, no está de más alguna vez recordar la vida de personas reales y relevantes. ¡Feliz Newtondad!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Una canción navideña de Tim Minchin

El compositor-comediante británico Tim Minchin, conocido por sus canciones ateas y escépticas, fue invitado a componer un tema para la Navidad por la producción del Jonathan Ross Show en ITV. Un poco enfermo y con el apuro que caracteriza esta época del año, Tim se las arregló para escribir una cancioncita que tituló Woody Allen Jesus y la interpretó en el estudio.


El video que han podido ver ustedes es del archivo, ya que la canción nunca fue emitida al aire. El director del canal, Peter Fincham, obligó a Jonathan Ross a suprimir ese segmento, según Tim,
porque le tiene miedo a la prensa despotricadora y revuelvemierda de la derecha y a la pequeña minoría de británicos que creen que tienen derecho a ir por la vida protegidos de cualquier cosa que los confronte.
Tim continúa explicando que escribió una larga diatriba sobre el significado de la comedia y de los riesgos que hay que correr y después la tiró a la basura porque era demasiado seria y no valía la pena. Era una tontería.
Estamos en 2011. La reacción apropiada ante personas que creen que Jesús es un ser sobrenatural es una leve incomodidad, un suspiro tolerante y una paciente educación. Y enojo, cuando se ponen intolerantes. Oh, y la sátira. Siempre queda la sátira.
Como el segmento estaba grabado y él ya lo tenía y el material era suyo, lo posteó en internet y escribió contando lo que había ocurrido. Y la BBC levantó la noticia y el video, que ahora pueden ver (y de hecho están viendo) millones de personas en todo el planeta. La embarazosa censura de ITV salió en The Telegraph, que luego de explicar que se eliminó la canción porque “podría ofender a los cristianos” procedió a transcribir varias estrofas, además de embeber el video, en formato grande. ¡Ah, el poder del efecto Streisand! Qué bueno que los censores nunca lo entiendan, así podemos seguir riéndonos de ellos.


lunes, 19 de diciembre de 2011

Christopher Hitchens (1949–2011)

Es difícil sentarse a escribir el obituario de Christopher Hitchens. Algo tiene que ver el hecho de que han pasado cuatro días y el mundo ya ha leído cientos de versiones de ese obituario, destacando sus luces y sombras y citando profusamente sus mejores y sus peores palabras, que fueron su vida (“Si no pudiera [escribir], lo sé por adelantado, mi deseo de vivir se vería terriblemente disminuido”, escribió en su último artículo para Vanity Fair) y que son lo único que de él nos quedará. Pero para mí cuenta mucho también el hecho de que no he leído a Hitchens, ni a sus múltiples referencias literarias, con la asiduidad que siento que merece y que él mismo se hubiera exigido. De manera que tendré que conformarme con una crónica de mi experiencia de Hitchens, que no termina con su muerte, el pasado jueves 15, sino que seguirá en tanto sus obras existan.


No recuerdo de qué manera llegué a Hitchens, pero podría arriesgarme a imaginar que fue a través de aquella memorable conversación entre él, Richard Dawkins, Daniel Dennett y Sam Harris, los “Cuatro Jinetes” del Nuevo Ateísmo. Hitchens está sentado a la izquierda según lo ve la cámara, con un cigarrillo en la mano que cuelga a un lado de la silla y un vaso de whisky frente a él. Su inglés profundo pero rápido y cortante, es el más difícil de entender de los cuatro; contrasta con el moderado perfil y la figura paternal de Dennett, el tono didáctico de Dawkins, la juventud y el pausado discurso de Harris.

De allí pasé, probablemente, al libro que en el mundo hispanohablante se conoció, por funesta decisión editorial, como Dios no es bueno, pero que yo siempre he citado con su título original god Is Not Great (el nombre de la divinidad está siempre, estudiosamente, en minúscula) y que pude sostener en mis manos, en el idioma en que fue escrito, hace bastante poco. gING tiene la cualidad, que comparten muy pocos libros, de poder ser abierto en cualquier momento, en cualquier página, y leído brevemente sin dejar de encontrar jamás, al cabo unos pocos párrafos, una sentencia memorable o una genialidad o al menos un hecho sorprendente o un hecho común re-expresado de forma admirable como ilustración de algo más profundo.
Tal vez estos portentosos eruditos [Agustín, Tomás de Aquino, Maimónides, Newman] hayan escrito muchas cosas depravadas o absurdas o hayan sido irrisoriamente ignorantes […]; y ésta es la sencilla razón por la que no hay más como ellos hoy día, y por la que no habrá más como ellos el día de mañana. La religión dijo sus últimas palabras inteligibles, nobles o inspiradoras hace mucho tiempo; a partir de ese momento, se convirtió en un humanismo admirable pero nebuloso […]. [L]as devociones de hoy día son únicamente ecos y repeticiones del ayer, a veces amplificadas hasta el grito para mantener alejada la terrible vacuidad.
Hitchens estaba recorriendo Estados Unidos a principios de 2010, presentando Hitch-22, sus memorias, cuando su cuerpo habituado a los excesos comenzó a darle signos de lo que sobrevendría menos de dos años después. Tengo conmigo la edición revisada de Hitch-22, con su epígrafe postdatado en el que Hitchens reflexiona:
Cuando por primera vez me surgió la idea de escribir unas memorias, tuve las acostumbradas reservas sobre cómo podría ser quizá “demasiado pronto” para esa gran concepción. Nada quiebra más rápidamente esta combinación de falsa modestia y de reticencia natural que el brusco descubrimiento de que el proyecto podría, en cualquier momento, verse imposibilitado fuera de toda cuestión por haber sido encarado demasiado “tarde”.
Podemos dar gracias, supongo, a la natural necesidad de Hitchens de volcar sus pensamientos en palabras por contar hoy con ese relato de sus días. Hitch-22 salió editado en español a mediados de año, y no tengo intenciones de resumirlo aquí. Como obra autobiográfica, es menos rigurosa y argumentativa que God Is Not Great, aunque el tema de la religión, por supuesto, no está ausente.


Para Hitchens el ateísmo militante era parte de una lucha mucho más grande contra toda tendencia totalitaria. Es ya famosa su imagen de Dios omnipotente, conocedor y juez de todos los pensamientos humanos, como una “Corea del Norte celestial” (y al contrario de muchos otros, Hitchens podía contar que él había estado en Corea del Norte, como antes en el Kurdistán asolado por Saddam Hussein, antes en la Argentina de los primeros años de la dictadura de Videla, y antes aún en la Checoslovaquia inmediatamente posterior a la Primavera de Praga). A esta vívida imagen, los debatientes y retóricos del movimiento ateo le podemos sumar una infinidad de otras, como aquella devastadora “Lo que se afirma sin evidencia puede rechazarse sin evidencia” y la advertencia sobre las religiones moderadas de hoy:
Muchas religiones se aproximan a nosotros hoy día con una sonrisita obsequiosa y la mano tendida, como un comerciante lisonjero en un bazar. Ofrecen consuelo, solidaridad y apoyo, ya que tienen que competir en un mercado. Pero tenemos derecho a recordar la brutalidad con que se comportaban cuando eran fuertes y hacían una oferta que la gente no podía rechazar.
El mundo pierde a un gran polemista, a un gran periodista y escritor. No lo veremos más en acalorados debates. Como sociedad global asediada por totalitarismos seculares y religiosos, por personas grandes y pequeñas que prefieren la seguridad de la sumisión antes que la incertidumbre de la libertad, por promotores de supersticiones debilitantes y por hipócritas que llaman falsamente “moderación” a la cobardía o a la corrección política, necesitamos a Christopher Hitchens. Nadie en la Tierra es irreemplazable, pero el terrible hueco que la desaparición de Hitch ha dejado no va a llenarse pronto, ni fácilmente.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Hitchens, Dawkins y la estridencia

(Preparé este artículo hace un par de días para publicarse hoy. La conversación de Christopher Hitchens con Richard Dawkins para la revista New Statesman, que aquí comento, resultó ser la última entrevista. Hitchens murió ayer, 15 de diciembre, en Texas, a causa de una neumonía, a la edad de 62 años. Lo que sigue quedará tal cual como lo escribí originalmente.)

Pensaba escribir sobre esto y De Avanzada se me adelantó, pero escribiré de todas formas, porque quisiera agregar una reflexión personal. Se trata de una conversación o entrevista entre Richard Dawkins y Christopher Hitchens: ambos famosos como ateos militantes, provenientes de campos distintos de experiencia y con visiones a veces opuestas, pero siempre interesantes.

Dawkins y Hitchens. Foto: Michael Stravato, para New Statesman.
Dawkins es el editor invitado del especial de Navidad de la revista New Statesman, una publicación británica de izquierda, en la que Hitchens escribió durante un tiempo. Hitchens está físicamente muy débil luego de un largo tratamiento contra el cáncer de esófago (cuyo pronóstico es definitivamente malo en el corto plazo) pero perfectamente lúcido y sólo atemorizado, según dice, por la posibilidad de que su enfermedad le quite la capacidad de escribir. New Statesman ha ofrecido breves extractos de la conversación; hay que comprar la revista para leer el resto, pero lo poco que se puede ver es ya delicioso. Hoy quisiera comentar la primera parte, en la que Hitchens aconseja a Dawkins no callarse lo que desea decir:
Dawkins: Una de las cosas que más me irritan de la religión es la manera en que se etiqueta a los niños como “un niño católico” o “un niño musulmán”. Me he puesto un poco pesado con ese tema. (Dawkins de hecho repite esta queja con frecuencia, explicando que un niño no tiene madurez para profesar una religión o ideología. Debería decir “un hijo de padres católicos” o “una niña con padres musulmanes”, por ejemplo.)
Hitchens: Nunca debes temerle a esa acusación, ni tampoco a la estridencia. (La palabra inglesa strident, “estridente, de sonido duro o discordante”, es una de las más aplicadas a Dawkins por sus críticos.) 
La fuerza de la artillería retórica de Hitchens es ya conocida y justamente temida por sus oponentes en debate. Dawkins es de hecho mucho más moderado que Hitchens y la acusación de estridencia es casi siempre falsa. Como el mismo Dawkins ha señalado, mucho peores cosas que las que él dice sobre la religión se escriben todos los días en críticas literarias, de películas o de locales gastronómicos, sin que nadie haga un escándalo por ello. Sólo la religión queda socialmente exenta de críticas, debiendo ser protegida como si la fe de los creyentes fuera una frágil figura de porcelana que pudiera quebrarse al menor golpe.

La primera observación de Dawkins es también muy pertinente. Los creyentes que no reaccionan a la crítica con furiosa indignación, exigiendo “respeto” a sus creencias (pero nunca explicando por qué lo merecen), pueden en cambio recurrir a una postura de fingida superación. Qué aburrido que es Dawkins, qué poco originales estos “nuevos ateos”, al venir contra la religión siempre con los mismos argumentos, algunos de corrección política, otros propios del positivismo del siglo XIX. La religión es más compleja que los crudos reclamos de evidencia empírica de la ciencia; la teología moderna es sofisticada y ya no discute sobre Dios como si fuera un señor con barba sentado en una nube. Y así en esa misma vena.

Ante esto Hitchens le recomienda certeramente a Dawkins: no temas, Richard, que te acusen de ser aburrido o de repetirte. Hay cosas que no pueden negociarse. Quien ha estudiado biología sabe que las especies evolucionan y no puede tolerar que otros engañen a sus hijos en la escuela enseñándoles que Dios nos creó hace unos pocos miles de años. Quien sabe de historia sabe que el Holocausto ocurrió y no puede tolerar que se propale la mentira negacionista. Los que creemos en la libertad de expresión como derecho sabemos que constantemente está amenazada y que se debe luchar por ella todos los días, porque ningún derecho conquistado se mantiene solo. Hay hechos ciertos y causas que son moralmente correctas y nadie debería cansarse de defenderlas.

Si los argumentos contra la religión son viejos o repetidos, ocurre simplemente que los contraargumentos, falacias y sofismas a los que nos enfrentamos son también viejos y repetidos. ¿En qué ha cambiado el cristianismo en los últimos cien años? Muy poco y siempre obligado por la presión externa. El cristianismo sigue igualando sexo y género y asignando a cada sexo un rol fijo, tocándole a la mujer un lugar inferior y de obediencia. Sigue despreciando el placer y ensalzando el sufrimiento y el sacrificio. Sigue pidiendo a los fieles que respeten la autoridad y no cuestionen la tradición. Sigue promoviendo la incultura por sobre la intelectualidad, el oscurantismo y los fetiches de la “fe popular” por sobre la exploración madura de la espiritualidad. Christopher Hitchens lo sabe bien y por eso no teme repetirse. Algo me dice que no va a dejar de gritar su verdad hasta el último minuto en que pueda hacerlo.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sacerdotes felices


En septiembre salió publicado en Forbes un estudio de la National Opinion Research Center (NORC, Centro Nacional de Investigación de Opinión) de la Universidad de Chicago —luego republicado en medios a nivel mundial— que entre otras cosas comparaba el nivel de satisfacción promedio de personas con distintos empleos, y encontraba que los sacerdotes o párrocos son los más felices (seguidos por bomberos y fisioterapeutas).

Es innecesario decir que los propagandistas religiosos se sintieron muy felices con este hallazgo. La interpretación del estudio sugiere que los trabajos en los que la gente se siente mejor son aquellos que se perciben como más útiles y en los que se puede ayudar a los demás. Si los sacerdotes son felices, debe ser porque saben que están dándole a los demás lo mejor que pueden darle a un ser humano, vale decir, el conocimiento de Dios. Su satisfacción sería entonces una recompensa.

(Supongo que si el estudio hubiera dado un resultado totalmente opuesto, los mismos propagandistas hubieran “explicado” que los sacerdotes son los más infelices porque su trabajo es una importancia gravísima y la responsabilidad de predicar a un mundo egoísta, pecaminoso, alejado de Dios, los agobia, aunque este sufrimiento terrenal desde luego les será devuelto al ciento por uno en beatitud en el cielo.)

En una nota publicada en el diario Cambio, de Salto (Uruguay), el obispo Pablo Galimberti aprovecha el hallazgo del estudio para hablar del fabulado “laicismo”. Dice el obispo que un vecino le contó que en una radio argentina, el periodista de origen uruguayo Víctor Hugo Morales leyó la noticia y luego se manifestó incrédulo, basado en supuestos prejuicios contra el estado sacerdotal (esto no me consta pero es lo que el obispo dice que le contaron). Del rol del sacerdote, Galimberti pasa tan rápida como forzadamente al rol de la religión en la sociedad y de allí a la laicidad del Estado.

Les dejo que lean ustedes mismos los zigzagueantes razonamientos de Galimberti en torno a la “laicidad positiva” de Sarkozy, el papel de la religión en el arte y el estudio del hecho religioso en las escuelas. Está claro que no ha entendido nada o prefiere ignorarlo. La “laicidad positiva” es un oxímoron; un estado es laico en tanto no se involucre con la religión, es decir, ni favorezca ni entorpezca la libertad de culto. Una política estatal positiva hacia la religión no es laicidad sino pluriconfesionalidad. La laicidad no implica el anticlericalismo ni un revisionismo histórico que borre el rol de la religión en el desarrollo de la sociedad. Un estado laico no prohíbe que una iglesia pague por una obra de arte religioso.

Un estado verdaderamente laico tampoco prohíbe a un periodista expresar sus opiniones, fundamentadas o no, sobre la felicidad de los sacerdotes. En Latinoamérica es frecuente, en cambio, que un estado prohíba o censure opiniones o expresiones contrarias a la religión mayoritaria. A la cabeza de los pedidos de censura siempre están obispos y sacerdotes. Quizá una de las razones de su felicidad en el trabajo sea la amplia libertad de la que gozan para decirles a los demás, quieran o no oírlo, cómo deberían comportarse, y las facilidades que el estado les da para obligarnos a esas conductas.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Apostasía Colectiva 2011

Las iniciativas de apostasía colectiva, destinadas a promover el rechazo formal de la fe católica entre los bautizados que ya no creen (o que nunca creyeron), se han ido multiplicando desde aquella primera vez que comenzó a planearse en 2008. Para este año hay planes en varias ciudades del país. Ateos Mar del Plata lo convoca para su ciudad el viernes 16 de diciembre, de manera de encontrar abierto el Arzobispado. En La Plata, Rosario, San Juan y Chubut se está planeando para el sábado 17. También hay previstos actos en otros países de habla hispana. Llego tarde a reportar el evento para Costa Rica (que fue el 9 de diciembre). En Montevideo (Uruguay) se realizará la primera apostasía colectiva el día 19, y en Madrid el 20 de diciembre. Seguramente me faltan más.

Este año no estoy metido en el tema, así que para cualquier consulta recomiendo visitar la página de Apostasía Colectiva en Facebook, o bien la página web (www.apostasiacolectiva.org). Finalmente, les dejo un video de difusión:

viernes, 9 de diciembre de 2011

Primer Congreso de Ateísmo en Chile

El 1° Congreso de Ateísmo en Chile se celebrará este fin de semana, sábado 10 y domingo 11, en La Florida (Gran Santiago). Lo organizan Ateos Unidos de Chile (AUCH) con la colaboración de la Asociación Escéptica de Chile (AECH). A los que tengan Facebook, les recomiendo seguir su página allí.

Por si alguien se lo estaba preguntando, sí, debería haber escrito sobre esto antes para ayudar a su difusión, aunque confío en que los compañeros chilenos han podido llegar a su público. Ayer mismo salió una extensa nota —con una entrevista a Hamlet Muñoz, uno de los organizadores— en el diario La Nación.*

¿Cuál es el objetivo del Congreso de Ateísmo en Chile? Según ellos mismos lo expresan, es “abrir diálogos y cerrar mitos”. No se trata de una junta de ateos dedicada al ataque a los creyentes, sino de personas que desean, exponiéndose y expresándose, terminar con la falsa concepción (culturalmente instalada) de que los ateos, al prescindir de Dios, somos amorales o inmorales.
“Muchas personas me han preguntado, ¿por qué un Congreso Ateo?. La respuesta es fácil. Para conversar. Para abrir el diálogo en un país conservador como lo es Chile. Y producto de esa conversación desmitificar la figura del ateo. Y no sólo la del ateo. También del agnóstico, del escéptico y del que duda de la existencia de uno o más dioses.” 
Me parece una buenísima idea para el primer evento de este tipo en Chile. Les deseamos éxito y desde aquí los saludamos y acompañamos.

* En la versión original de este post escribí que esta difusión mediática era “más de lo que la mayoría de las iniciativas ateas en Argentina han logrado en su primer intento o los subsiguientes”. Me han señalado que Ateos Mar del Plata, que ha organizado tres ediciones del Congreso Nacional de Ateísmo en Argentina y puso a circular un “bus ateo”, logró ya desde la primera vez una difusión amplia de sus actividades en televisión, radio y diarios nacionales. No haber chequeado esto como acostumbro y confiar en una memoria poco fiable fue causa de este grave error, que pudo interpretarse como un menosprecio o el planteo de una competencia mediática entre activistas ateos, y que no volveré a cometer. Mil disculpas a Ateos Mar del Plata y todos los lectores.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Uruguay: el aborto y los sospechosos de siempre

El Parlamento de Uruguay tendrá ante sí, el año próximo, la tarea de votar un proyecto de despenalización del aborto, síntesis de dos proyectos presentados a principios de 2011 por una senadora y un diputado.

(Si recordamos, hace tres años se había aprobado un proyecto similar, pero el presidente Tabaré Vázquez lo vetó.) Ante la posibilidad de este terrible retroceso en el status tradicional de las mujeres como obedientes incubadoras ambulantes, la Iglesia ya ha comenzado a dar señales de incomodidad y a lanzar advertencias, como la que la semana pasada comunicaron dos miembros laicos de la Conferencia Episcopal Uruguaya a la Comisión de Salud Pública del Senado:
“Ahora le tocó el turno a Uruguay. Lamentablemente este tipo de proyectos no son una iniciativa local de algunos legisladores sino una de las estrategias internacionalmente promovidas por instituciones que pretenden engañar a los pueblos y a los legisladores, y hacerlos aprobar una cosa pensando que aprueban otra.”
El tema del conspiracionismo cristiano no me es ajeno: lo mencioné cuando en octubre de 2010 Héctor Aguer, el arzobispo de La Plata (Argentina), advirtió que “Hay una conspiración tendiente a homogeneizar el pensamiento y la conducta en el mundo entero y esto procede de los centros de poder mundial.” (En este caso se trata de católicos, pero digo “cristiano” porque muchos evangélicos tienen lo suyo.) Lo levemente curioso del caso uruguayo es que la advertencia no proviene un lunático antimodernista, ultraconservador y paranoico antimarxista como Aguer en su papel de defensor de la cultura occidental y cristiana contra la globalización compulsiva impulsada por las Naciones Unidas, sino de personas a primera vista preocupadas por una especie de colonialismo encubierto efectuado a través de un lavado de cerebro a los legisladores pagado por empresas multinacionales basadas en los países centrales. El discurso casi podría venir de una facción particularmente idiota de la izquierda (el de Aguer provendría del extremo opuesto), pero no hay tanta diferencia: donde estos lacayos de los obispos temen que el derecho al aborto logre “debilitar la propia base popular”, Aguer teme por el debilitamiento y degeneración de la Nación. En el fondo todos esos términos significan lo mismo: un pueblo cuyas mujeres pueden decidir sobre su reproducción sin intervención de los hombres y sin referencia a las tradiciones cristianas podría terminar perdiendo el respeto a sus líderes espirituales no electos y progresar. ¡El horror!

Estas ideas alucinadas e insultantes para la inteligencia no merecen más comentario, salvo el que sigue. Tan naturalizada está la presencia de la Iglesia Católica como actor supra-político que a casi nadie se le ocurre bajarla del pedestal y plantearle por qué, si la influencia de las Naciones Unidas o de los programas auspiciados por la Fundación Rockefeller es inadmisible y atenta contra los pueblos de los países en vías de desarrollo, la influencia del Vaticano (el único estado absolutista y teocrático del Primer Mundo) no puede ser considerada igualmente indeseable. A fin de cuentas, ¿qué son los obispos sino agentes de un gobierno extranjero, con políticas en muchos casos diametralmente opuestas a los derechos humanos y al bienestar general tal como lo entendemos hoy, incluso en nuestra pobre y postergada Latinoamérica?

viernes, 2 de diciembre de 2011

Podcast, ep. 17: en San Luis, libres siempre que no moleste


En esta edición del podcast de Alerta Religión: el juez Jorge Sabaíni Zapata, de la provincia de San Luis (Argentina), prohíbe la venta de una línea de ropa por ofender los sentimientos religiosos y discriminar a los católicos, demostrando así que es inepto para juzgar y que no sabe lo que es la libertad de expresión ni la discriminación.