sábado, 30 de abril de 2011

Las reliquias de Juan Pablo II y miscelánea funeraria (A231c)

¡Una fuente de valiosas reliquias!
La noticia de que los fieles católicos contarán con una reliquia sanguínea de Juan Pablo II para venerar durante su beatificación le da un remate pintoresco de idolatría necrofílica a la bizarra estructura de superchería, realpolitik populista, exhibicionismo kitsch, cholulismo religioso y culto a la personalidad que fue todo el proceso desde que Karol Wojtyła murió, cuando el populacho pidió a los gritos que fuera hecho santo subito, y después, cuando la Iglesia —necesitada de la popularidad de Juan Pablo II ante el nulo carisma del tenebroso teólogo alemán que había ocupado su lugar— comenzó a promocionar incluso pedazos de su ropa como objetos de veneración. En Roma ya han movido el ataúd con el cuerpo momificado en medio de honores y de miles de personas que querían acercarse y verlo o tocarlo, y no es difícil imaginar el uso que se les dará a las ampollas con sangre del beato cuya existencia fue tan oportunamente revelada por las monjas del Centro de Transfusiones del Hospital Bambino Gesù.

Hay dos relicarios que contienen sangre del papa polaco, en estado líquido gracias a un anticoagulante, como han aclarado las fuentes, aparentemente conscientes de que simular una licuefacción milagrosa sería un engaño demasiado obvio, más allá de que el truco funcione burdamente todos los años en otros casos. Uno de estos podrá ser adorado (los católicos dicen “venerado”, porque sólo se adora a Dios, pero vamos, la diferencia es una de ésas que sólo un teólogo puede inventar y sostener) durante la ceremonia de beatificación. El otro irá directamente a un depósito donde se guardan “otras importantes reliquias”, es decir, presumiblemente, fluidos, huesos, cachos de cartílago o carne y otros desagradables recuerdos de santos y beatos.

La historia de las reliquias santas es una verdadera vergüenza para la Iglesia (a este respecto sugiero consultar las páginas que el historiador católico Paul Johnson les dedica, con honestidad y sin apología alguna, en su Historia del cristianismo) y es sorprendente que ésta todavía siga empleándolas, o lo sería sino fuese por el obvio hecho de que al creyente superficial le atraen estos atavismos hasta el ridículo.

viernes, 29 de abril de 2011

Juan Pablo II: las virtudes del beato, según los suyos (A231b)

Cuando Karol Wojtyła sea beatificado este domingo, la Iglesia Católica le dará a sus fieles y a todo el que quiera escuchar un modelo a seguir, uno más de los miles que ya existen (y de los cuales el propio Juan Pablo II se encargó de crear a montones): un beato, es decir, casi un santo, un hombre tan cercano a Dios que hasta puede hacer milagros si uno le reza. En mi anterior post sobre los méritos y fallas de Juan Pablo II, me concentré en lo que había hecho por (o contra) los demás, pero mientras investigaba por ahí me di cuenta de que, para los interesados en estas cosas, la escala de valores es totalmente ajena a las preocupaciones mundanas (cuando conviene). Nos dice Alberto Royo Mejía, que es sacerdote y doctor en derecho canónico, por ejemplo:
La santidad de Juan Pablo II no se basa en haber sido Papa ni en haber sido popular y querido por todos -o casi todos-, sino por haber vivido con heroicidad las virtudes cristianas día a día.
¿Y cuáles son esas virtudes? Las describen quienes participaron en el proceso de beatificación:
“Era un verdadero hombre de fe. […] La oración le venía espontáneamente a la boca. Su amor al Salvador era evidente… [Y]o personalmente lo encontraba con frecuencia postrado por tierra ante el Tabernáculo o en su despacho, y lo mismo todas las noches durante sus viajes apostólicos.”
“Prácticamente rezaba siempre, puedo decir que estaba inmerso en la oración… Cuando aparecían problemas difíciles, iba a rezar a la capilla.”
“[C]onfiaba en la acción del Espíritu Santo en el mundo y abandonaba todo en las manos de la Madre Santísima… [A]nte las noticias adversas que le llegaban reaccionaba con la oración, poniendo todo en las manos de Cristo.”
“[C]ada tarde salíamos al jardín a rezar juntos el rosario. Al acabarlo, el siervo de Dios me pedía que me alejase y se acercaba a la estatua de la Virgen de Lourdes. Yo me alejaba, pero desde lo lejos veía cómo se quedaba rezando, al menos media hora….”
“Vivía en oración, desde la mañana pronto hasta la noche, se puede decir. Por la tarde, acabado el trabajo, iba a la capilla. Iba a visitarle antes de las audiencias y cuando volvía de ellas. Si se despertaba por la noche, iba a la capilla. Durante la jornada entraba con frecuencia en la capilla, por no hablar de la hora de adoración eucarística diaria, que nunca dejó.” 
“En una ocasión… encontré al Papa en la capilla, de rodillas en el suelo y junto a él un joven en silla de ruedas, se veía que estaba gravemente enfermo. Estuvieron una media hora rezando juntos, y al acabar el Papa se levantó, se quitó una cadena que llevaba en el cuello y se la puso en el cuello del joven.”
“Nunca destinó dinero para su uso propio, era un hombre totalmente pobre, no aceptaba ni siquiera la paga que destinaba a la diócesis. Solamente usaba de lo que le daban por los artículos y los libros y eso lo usaba para obras de caridad.”
Aparte de la amabilidad con los enfermos y la caridad material incidental, virtudes que módicamente podemos esperar de cualquier persona (y la caridad especialmente cuando uno no tiene que trabajar para comprar los objetos de oro y plata que lleva puestos), lo que más sobresale de la lista de testimonios recogidos por el sacerdote, lo que él recomienda implícitamente imitar, son dos pseudo-virtudes cristianas: la fe ciega y la pobreza.

Lo que hace de Juan Pablo II un modelo para los católicos no es —no debe ser, según este sacerdote que aparentemente sabe de qué habla— su acción efectiva en el mundo: ni su diálogo con otras religiones, ni su oposición a las guerras, ni su capacidad para llevar consuelo a las multitudes. Lo que debe imitarse es la sumisión, el postramiento repetido y compulsivo, el abandono de la razón y el sentido común, y el rechazo de lo material: no sólo vestimenta u objetos suntuarios, sino también la salud material, el cuidado del cuerpo (¿qué bien le puede hacer al cuerpo de un hombre mayor arrodillarse o postrarse durante horas frente a una imagen?). Se menciona también un encuentro con el Padre Pío, otro santo que adquirió su fama en gran parte debido al hecho de que sufría de dolorosos estigmas, y de cómo Juan Pablo II sólo quiso hablar de los estigmas y quiso saber cuál de todos le dolía más…

En nuestra cultura, los santos suelen ser popularmente referidos como modelos, o al menos, como personas excepcionalmente buenas. Juan Pablo II quizá haya sido una persona buena en muchos sentidos, pero incluso dejando de lado todo el daño que la influencia de sus políticas hicieron en el mundo, es dudoso cómo puede ser presentado para un modelo para personas sanas, funcionales. En este sentido no es muy distinto de la mayoría de los santos (o de las figuras ficticias que pasan por santos reales en gran parte de la hagiografía cristiana no contemporánea).

martes, 26 de abril de 2011

Juan Pablo II: las virtudes del beato (A231)

Juan Pablo II junto a un político católico chileno
Karol Józef Wojtyła, conocido mundialmente como Juan Pablo II, va a ser beatificado por la Iglesia Católica este domingo 1º de mayo. Este reconocimiento significa que Wojtyła será a partir de entonces “beato”, bendito especialmente por Dios.

Poco habría que agregar a esto si se tratase de una ceremonia interna a la Iglesia. Pero como Juan Pablo II fue popular (y también, especialmente, popularizado) como defensor de grandes causas y valores que exceden el catolicismo, es quizá ilustrativo para nosotros, los no creyentes, pararnos a ver qué tanto revuelo causó esta persona excepcional. Que lo fue, sin duda: un actor en su juventud, atleta hasta su madurez, admirable políglota, alto dignatario de la monarquía más antigua del planeta, viajero incansable y carismático propalador de doctrina.

Los católicos de derecha le celebran haber sido fundamental en la caída del comunismo ateo en su Polonia natal y en Europa del Este en general, mérito sin duda exagerado, y la reafirmación de la doctrina dura sobre el lugar de la familia cristiana como procreadora incansable y sin recurso a la anticoncepción. Los de izquierda, o al menos, los de esa mescolanza ideológica y teológica que se llama a sí mismo catolicismo progresista o de izquierda, le reconocen su ecumenismo y su apertura a la diversidad religiosa del mundo. Cada campo odia y olvida (en ese orden) lo que le agrada al otro.

Juan Pablo II con Marcial Maciel
La derecha tiene menos trabajo, hay que decirlo, ya que por mucho ecumenismo que mostrara Juan Pablo II, fue él quien suscribió la declaración Dominus Iesus, de la pluma de su teólogo favorito, Joseph Ratzinger, reafirmando la doctrina de que sólo la pertenencia a la Iglesia Católica y la sumisión a su jerarquía garantiza la salvación (Dios hará excepciones, si quiere, pero nada lo asegura). El creyente conservador occidental también debe perdonarle su rechazo a la pena de muerte y a la invasión de Iraq, cosa que no es demasiado difícil dado que dicho rechazo no fue acompañado de directivas doctrinales, por lo que ningún católico de los muchos que participaron en la matanza de iraquíes se dio por aludido. Los demás deben olvidar su apoyo al siniestro Opus Dei y la canonización de su fundador, su inacción ante los casos de pederastia y abuso infantil en el clero (incluyendo la protección de su amigo el abusador serial, extorsionador y plagiario Marcial Maciel), y por supuesto toda su trayectoria en contra de los derechos sexuales y reproductivos, desde la prohibición absoluta del uso de preservativos (causa de incontables infecciones por HIV) hasta la reafirmación de la doctrina absoluta contra el aborto, junto con su apoyo a los gobiernos conservadores que implementaban esas políticas (como el del presidente argentino Carlos Menem, impulsor del Día del Niño por Nacer y condecorado por el Vaticano mientras el país, bajo un gobierno ultracorrupto, se sumía en una pobreza inenerrable).

De todas formas, parece ser que nada de esto cuenta para la beatificación de Juan Pablo II. Siguiendo su larga tradición de valorar los rasgos que alientan la fe y la devoción en lo sobrenatural más que las meras acciones reales en el mundo físico, la Iglesia no cuenta con los méritos de Juan Pablo II sino que requiere, para empezar, que haya hecho milagros: al menos uno para ser beatificado, al menos dos para ser canonizado como santo. Dado que los milagros son fáciles de encontrar cuando uno los busca y desea hallarlos, a los dos meses de la muerte del papa polaco una monja francesa que le había rezado se curó, según los médicos católicos, del mal de Parkinson que supuestamente padecía hasta entonces. Podemos estar seguros, mis queridos lectores, de que Juan Pablo II es un santo y de que el segundo milagro necesario para certificarlo será descubierto pronto. Aunque no demasiado pronto: el millón de personas que van a ir a gastar su dinero a Roma este fin de semana necesitarán tiempo para recuperarse y juntar más dinero.

Tengo pensado escribir alguna cosita más sobre el futuro beato. Entretanto, más para leer:

miércoles, 20 de abril de 2011

Los ateos de siempre

Me apuntan a un artículo sobre los ateos y qué puede decir la ciencia sobre ellos traducido por Anahí Seri, que amablemente lo ha puesto a disposición de quien quiera leerlo, compartirlo o bajárselo. Está en Google Docs; si alguien no puede verlo, el texto está publicado entero aquíaquí, aquí, aquí, aquí y en un montón de lugares más.



El original es de Benjamin Beit-Hallahmi, para el periódico británico The Guardian. Su título es The likely atheists, que Anahí desafortunadamente ha traducido como “los buenos ateos”. En realidad likely significa “probables”. Lo que demuestran los estudios citados por Beit-Hallahmi es que, entre los ateos, es más probable de lo usual encontrar personas más inteligentes, cultas, tolerantes y caritativas. Nada dice, y está bien que no lo haga, sobre las causas. Estos estudios muestran correlaciones, no causalidades. No pueden ni deben servir como base para ningún tipo de discriminación. Pero sí pueden servir como base para combatir la discriminación que sufren los ateos en muchas partes del mundo, donde se los considera automáticamente sospechosos de inmoralidad o se les asignan estereotipos desagradables.

viernes, 15 de abril de 2011

La ciencia ha vencido a la religión

Quizá hasta el Iluminismo, quizá hasta la publicación de El origen de las especies, los creyentes podían contar con la seguridad de que los pensadores más sabios de su tiempo creían en lo divino. Una creencia en la verdad de la ciencia y de la magia coexistían incluso en la gran mente de Isaac Newton, que dividía su tiempo entre tratar de entender las leyes del movimiento y desentrañar para cuándo el Libro del Apocalipsis predecía “la gran tribulación y el fin del mundo”.

Hoy en día uno debe ser un creyente muy ignorante para imaginar que la religión de uno, o cualquier religión, puede brindar explicaciones abarcativas. Cuando han estudiado más allá de un cierto nivel, todos los creyentes aprenden que las teorías más confiables sobre los orígenes de la vida no necesitan del Dios de los libros sagrados. Los científicos más brillantes y el pensamiento avanzado han dejado atrás la religión. Es por esta razón que la religión, que alguna vez inspiró las más sublimes creaciones del hombre, ya no produce arte, literatura o filosofía de valor alguno; por eso es imposible imaginar una nueva alta cultura religiosa.
— Nick Cohen, para The Guardian 

martes, 12 de abril de 2011

Envidia de la fatwa

La envidia de la fatwa es el fenómeno, que se encuentra frecuentemente en la web, de creyentes cristianos que reaccionan a las críticas o “insultos” hacia su religión  con expresiones del tipo “esto nos lo hacen a nosotros los cristianos, pero no se animarían a hacérselo a los musulmanes”. Hay una infinidad de variantes:
  • “Qué valientes estos ateos, que atacan al cristianismo. Seguro que se atreverían a burlarse así del islam.”
  • “La prensa le da voz a la cristianofobia y nadie hace nada. Si se lo hicieran a los musulmanes les pondrían una bomba.”
  • “¿Tanto odian a la Iglesia que tienen que atacarla así? ¿Por qué no van a molestar a los fundamentalistas islámicos, a ver cómo les va?”
  • “Váyanse a insultar a los creyentes en Arabia Saudita, si son tan valientes.”
En los lugares del mundo con gran presencia musulmana o donde el influjo del islam se considera un peligro, como Estados Unidos y algunos países de Europa, el fenómeno de la envidia de la fatwa parece estar reemplazando a la comparación, más benigna pero igualmente resentida, con el comportamiento de la sociedad hacia los judíos (“Si esto que dijiste sobre el obispo X lo dijeras de un rabino, te acusarían de antisemitismo”).

Una fatwa o fetua es un edicto o pronunciamiento de una autoridad religiosa islámica. Gracias a la notoria costumbre de algunos clérigos musulmanes de utilizar fatwas para enunciar leyes morales disparatadas u ordenar a los fieles el asesinato de apóstatas o blasfemos (como Salman Rushdie o Ayaan Hirsi Ali), el término se ha transformado en sinónimo de acción violenta.

La expresión fatwa envy (“envidia de la fatwa”) fue acuñada por el biólogo y conocido blogger ateo PZ Myers, en respuesta a las amenazas que recibió luego de profanar una hostia supuestamente consagrada. Es una analogía del concepto freudiano (pseudocientífico) de envidia del pene. Desde Alerta Religión lo hemos comentado en el contexto de una reflexión de Christopher Hitchens sobre la distinción entre creyentes fanáticos y moderados. La envidia de la fatwa deja entrever que algunos creyentes que se autocalifican de moderados, que generalmente son rápidos en desasociarse de los fanáticos violentos, en realidad disfrutan imaginando una situación en la que podrían ejercer esa violencia, o peor, esperan secretamente que alguien la ejerza por ellos.

Algunos ejemplos sueltos.
  • Hablando de la “procesión atea” de Madrid en Semana Santa de 2011, calificada por el gobierno de un acto festivo y no ofensivo: “Y si decidieran hacer otra manifestación festiva contra los musulmanes y su ramadán ¿que diría la insensata de la Delegada del Gobierno?, ¿No es una provocación y un atentado contra el respeto a las creencias religiosas de los ciudadanos?¿Va a ser un acto tan festivo como el de ayer en Madrid por Atocha?”.
  • Sobre lo mismo: “q les dejen sin vacas de Sem Snta y s piren de procesión antireligión a Irán a ver si siguen tan burlones”.
  • Sobre un anuncio “blasfemo” de Hyundai: “Si hubiera sido de burla de la fe musulmana, ya hubieran habido muertos.”
  • Sobre lo mismo: “El caso es que jamás se les pasaría por la cabeza hacer lo mismo pariodando la oración del viernes en una mezquita ni la del sábado en una sinagoga.”
  • De las amenazas contra PZ Myers: “Hey, Sr. Crítico, te desafío a hacer algo para profanar el islam. Ah claro, ellos no son pasivos como los cristianos y a un bocón idiota como tú le caería encima una jihad.”
  • De la rana crucificada que ilustra esta nota: “Si el escarnio se hubiese perpetrado sobre la figura de Mahoma, hoy los periódicos y las televisiones de todo el mundo habrían abierto las noticias con la reacción desaforada de sus seguidores.”
En general hay dos razones por las cuales la envidia de la fatwa es una tontería:
  1. No es cierto que los ateos, agnósticos, laicistas, etc. no critiquen al islam o se la tomen con el cristianismo por alguna razón especial. Ocurre que el islam es una religión minoritaria en la parte del planeta de donde generalmente provienen los comentarios (América o Europa), por lo cual su influencia no es comparable con el inmenso poder con que cuentan las iglesias cristianas allí.
  2. Es cierto que no se critica al islam (globalmente) tanto como debería hacerse, pero eso es porque los críticos públicos y notorios del islam (e incluso muchos que ofenden a los creyentes musulmanes sin intención) corren peligro de muerte. No es racional ni se le puede pedir a nadie que ponga en peligro su vida y la de su familia y allegados por emitir críticas, más allá de que algunos den ese paso por sus propias razones.   
Invito a los lectores a enviar más ejemplos de envidia de la fatwa en los comentarios, proporcionando siempre que sea posible un contexto y un link al lugar donde se encontraron.

(Ésta es la primera de una serie de entradas de tipo diccionario-enciclopédicas sobre términos y temas comunes. Debe entenderse como una página de referencia, para ser usada cuando convenga desde otros posts.)

domingo, 10 de abril de 2011

Juzguemos al ateo (A230)

A través de Ateos y Ateas en Bolivia me entero de un programa televisivo, emitido hace poco por la red PAT, en el cual se aprovecha la increencia de Mauro Peña, parlamentario de Santa Cruz, para hacer una especie de “tiro al ateo”. Comienza con la confesión de Peña, luego viene un punzante cuestionario sobre su patrimonio personal y luego las preguntas para que el pueblo (“el soberano”, según la conductora) responda u opine:
  • ¿Qué cree usted que hace que una persona deje de creer en Dios? ¿La acumulación de dinero, la adquisición de conocimientos, alguna tragedia familiar o alguna otra causa?
  • ¿Qué piensa cuando escucha al nuevo presidente de la Brigada Parlamentaria cruceña, el diputado por el MAS Mauro Peña, decir que “Dios no existe”?
  • ¿A usted le gustaría que sus hijos crean o no crean en Dios? ¿Por qué?
Es imposible resumir las respuestas enviadas al programa, pero entre las indignadas profesiones de fe, presunciones sobre lo que los ateos somos o cómo debemos sentirnos por estar sin amigo imaginario, y “demostraciones” informales de la obvia existencia de Dios por parte de creyentes ignorantes de toda ciencia o de un mínimo de lógica, hay más de uno que cuestiona la idea de que un representante del pueblo pueda ser de una creencia diferente a la de la mayoría (!) y otros que directamente quisieran prohibir que se cuestione a Dios o se hable ligeramente su existencia en público, no vaya a ser que los niños escuchen (!!!). El tono general es de fingida incredulidad, a veces condescendiente, en otros casos violentamente intolerante.


Oscar Garrido (el ateo boliviano exiliado en Suecia que habla primero) escribe en ateismo.ws puntualizando algunas de las fallas y parcialidades del programa (“Censura en PAT”), señalando que en Bolivia hay más de 255 mil ateos y agnósticos y que su derecho a tener una cosmovisión distinta de la de la mayoría está garantizada en la nueva Constitución. (La fuente de esa notable cifra, que representa alrededor del 2,5% de la población, es la categoría “Ninguna religión” del censo nacional de 2001. La cantidad real probablemente sea más alta, según lo reflejan otras encuestas, pero no queda claro cuántos bolivianos son realmente ateos/agnósticos, cuántos practican alguna espiritualidad que no se identifica como religión, y cuántos son religiosos indiferentes.) Garrido también nota las brutas falacias de los invitados creyentes (un pastor protestante y un sacerdote católico), además de la parcialidad manifiesta de la conducción del programa.

Además de Garrido también se le deja un breve espacio a otro ateo, Steve Conde, a quien dejan colgado sin poder contestar a algunos de los cuestionamientos más desagradables ni refutar las mentiras más burdas (el pastor evangélico se da el lujo no sólo de decir que el terrorismo es fruto del ateísmo sino también de propagandizar contra la teoría de la evolución basándose en los argumentos típicos del creacionismo rancio).

Consulté a Garrido por Ateos y Ateas en Bolivia y me dice han deseado por años formar una asociación así, pero antes no tenían suficiente masa crítica para ello. El grupo pronto tendrá una página web, según me cuenta. Le pregunté sobre la parcialidad de la conducción del programa. Resulta que PAT, que transmite desde La Paz y Santa Cruz y se ve en las ciudades más importantes de Bolivia, pertenece a un grupo de Santa Cruz cercano al partido opositor Unidad Nacional, del empresario y economista neoliberal Samuel Doria Medina, por lo cual no es de extrañar que se monte un programa entero para ensuciar a un político oficialista.

Al final lo que queda es una demostración más de que los ministros de las religiones tienen licencia para mentir a sus anchas, y que la única manera de evitar que una visión no teísta demuela sus argumentos es no permitirla en el discurso público: que es, precisamente, lo que muchos quieren que ocurra en Bolivia.

jueves, 7 de abril de 2011

La Iglesia sigue mintiendo contra la homosexualidad

Dudo antes de escribir, porque esta noticia ya no es noticia, pero parece que hay que repetir lo conocido con la esperanza de que alguna vez el mensaje le llegue a algún desinformado. En la católica ACI tenemos un artículo publicitario de Courage Latino, organización en la cual se busca que la presión de los pares y las admoniciones de los curas logren que los homosexuales que se unen a ella repriman su orientación y actúen como lo único que los homosexuales pueden ser en la Iglesia: como eunucos.

Courage Latino (¿no les resulta desagradable ya desde el vamos el nombre made in USA e importado a la fuerza a la parte subdesarrollada de nuestro pobre continente con el expediente de ponerle latino al final?) es una respuesta de la Iglesia a la repercusión social que causan, cada vez más, las expresiones de odio y desprecio por las minorías sexuales de muchos de sus jerarcas. Parece decir, “¿ven que nos queremos ocupar de ustedes?”. Lamentablemente es imposible ocuparse de nadie si se parte de mentiras, como las que dice el coordinador del grupo, un mexicano llamado Guillermo Márquez que decidió “abandonar el estilo de vida homosexual”.

Entre otras cosas Márquez dice que las parejas homosexuales no pueden ser felices, que la vida del gay está llena de “inseguridad, miedo, insatisfacción, vacío profundo, enojo” y que la mayoría de los homosexuales son adictos al sexo, la pornografía, las drogas y el alcohol. No parece cruzársele por la cabeza que quizá ésa fue su experiencia, y la de otros que caen en la trampa de organizaciones como Courage Latino, porque además de homosexuales son creyentes de una religión que los condena y miembros de una cultura que los discrimina, los desprecia y los impulsa a la autonegación; una sociedad tan enferma como ellos creen estar.

El mensaje espiritual de Courage Latino aparece bastante claro en el gráfico que ilustra uno de sus retiros-taller: un hombre joven, con rostro sufriente, derrumbándose de cansancio y dolor en brazos de Jesús, que lo sujeta. En una mano el hombre lleva un martillo o mazo de madera; en la otra, un clavo. ¿Cómo puede no sentirse una basura el homosexual cristiano, cuando se le dice que ejercer su sexualidad es como clavar a Cristo en la cruz una y otra vez?

Pero el supuesto respaldo de la ciencia detrás de esta espiritualidad perversa no es mucho mejor. “La homosexualidad no es genética”, dice Márquez, con autoridad, a pesar de que esto es llanamente falso y además esconde otras incomprensiones. La homosexualidad no es 100% genética, pero sí es (según los estudios hechos hasta hoy) en buena parte de origen biológico, parcialmente genética, parcialmente ambiental, fijada en la niñez e inalterable. La ignorancia popular sobre el tema lleva a pensar que si no hay un “gen de X” entonces X es, o una enfermedad que se puede curar, o una actitud que se puede reeducar. En Courage Latino incluso disfrazan su mentira con la sigla pseudocientífica AMS (Atracción por el Mismo Sexo), comparable a las que designan trastornos médicos o psicológicos.

En otras oportunidades nos hemos ocupado de las mentiras católicas sobre la homosexualidad, como las afirmaciones de que los niños criados por padres homosexuales padecen traumas y tendencias suicidas, que la homosexualidad se relaciona con la pedofilia, o, como en este caso, que la homosexualidad es una enfermedad comparable a la disforia de género y que se puede curar. La mayoría de estas falsedades provienen de un pequeño grupo de usinas de pseudociencia alimentadas por teología católica o evangélica, que se citan entre sí y que no reciben atención alguna de los científicos serios. Aunque quizá deberían: los científicos y las autoridades están dejando, en nombre de la libertad de conciencia, que se trate a personas sanas como enfermas.

viernes, 1 de abril de 2011

La burla, la intolerancia, y lo que va de una a otra

Escribo esto como lamentable continuación a mi artículo anterior en que intenté argumentar que la burla a la religión no equivale a intolerancia religiosa. Digo “intenté” porque realmente no sé si lo logré; aunque para algunos fue uno de los mejores artículos de Alerta Religión, hay quien no quedó convencido (o no entendió nada). Al menos pude charlar un poco con quien motivó el post y matizamos nuestro desacuerdo.

Tengo que escribir ahora esto porque, después de varios días de revuelo levantado por el infame grupo de presión católico HazteOír (rebautizado por los inventivos ateos españoles como HázteloMirar o HazmeReír) a causa de la “procesión atea” planeada en Madrid para la Semana Santa, los integrantes de “Ateos en Lucha”, uno de los grupos organizadores, han salido a reivindicar nada menos que la quema de iglesias. En particular la quema de las Escuelas Pías de la plaza de Agustín Lara (Madrid), en 1936.
“Esa Iglesia la quemó el pueblo de Madrid, en la revuelta que hubo con la República. Para nosotros es una referencia imprescindible.”
Eso, señores abanderados del respeto, es intolerancia. “Para nosotros es una referencia” es una forma elegante de decir “a nosotros nos gustaría imitar eso”. Pero fíjense lo otro que también dijo el representante de Ateos en Lucha, y que no es intolerancia, aunque los escandalizados católicos han aprovechado para meterlo todo en la misma bolsa:
“Somos un frente de ideas que estamos exclusivamente para castigar a la conciencia católica. Nuestro propósito es hacer daño en la ideología de la gente.”
Confío en que se nota la diferencia, aunque (precisamente porque sé que hay quienes no entienden la diferencia), voy a repetir lo que he escrito mil veces ya antes: atacar ideas no es lo mismo que atacar a la gente.

No estoy inventando esto.

Hacer daño a la ideología de alguien, burlarse de sus creencias, ridiculizar sus ideas, obligarle de manera chocante a ver que eso que ama tanto hacer no es lo que todos queremos, eso no es intolerancia. Se puede hacer bien o mal, se puede hacer de manera payasesca y desagradable, se puede incluso hacer de forma tan inepta que termine asustando o disgustando a tus posibles aliados, pero está dentro del derecho. Faltaría más, que un grupo religioso pudiera tomar una calle con gente vestida como el Ku Klux Klan o portando instrumentos de tortura y ejecución estilizados, y que un grupo similar, irreligioso, no pudiera salir a la calle a proclamar su versión. (El carnaval era tradicionalmente ocasión de licencia y abandono, permitido como desahogo antes de las penurias obligatorias de la Cuaresma y de la tristeza obligada del Viernes Santo. ¿Por qué dejamos todavía que la Iglesia, amante del dolor y contraria a la sensualidad, nos dicte los tiempos en que podemos salir de carnaval y los días en que ya no podemos expresar alegría en la calle?)

Sí es intolerancia, y es un discurso de odio y de amenaza, recordar en voz alta y reivindicar la quema de  iglesias (y lo que viene con ello, que no es simplemente el delito de prender fuego a edificios). Se puede entender que en España haya nostálgicos de aquellos tiempos violentos, porque al fin y al cabo, poco y nada se ha hecho por compensar a las víctimas de una guerra civil que la Iglesia Católica instigó como cruzada y por cuatro décadas de dictadura amparada por esa misma Iglesia. Se entiende la rabia de un grupo radicalizado, pero no se puede justificar. Bromeamos entre nosotros, a veces, con aquel famoso “La única iglesia que ilumina…”, pero —creo— la mayoría no lo decimos en serio. Creo que los organizadores de la procesión atea deberían expulsar inmediatamente a este grupo, aunque eso signifique cancelar todo el evento.

El daño está hecho, aunque de todas maneras, los ultracatólicos no necesitaban ni la mitad de eso para repetir su cantinela habitual. Aquí abandono un poco el tono serio, porque la verdad, es muy entretenido leer a los cavernícolas buscando formas de expresar su indignación:
Que rabia infecta deben tener los ateos contra la Iglesia, que obsesión con destruir su presencia en la tierra. El mismo Belcebú padre instigador de la mentira debe azuzar las almas de estos infelices hacia una protesta que atenta al buen gusto.
¡Un ser mitológico maligno les dio a los ateos la idea de atentar contra el buen gusto para destruir a la Iglesia! ¡Es terrible! ¡El Estado debe intervenir!
 Y además lo hace provocando un escándalo en fechas significativas en el acervo religioso del pueblo. La Semana Santa tiene una larga tradición que uno puede libremente ignorar, pero nunca atacar.
¡Una larga tradición no se puede atacar! ¡Es un escándalo! ¡Cualquier día de estos van a venir los ateos a querernos sacar otras tradiciones que emergen de lo más profundo del acervo del pueblo, como el sometimiento de la mujer, golpear a los homosexuales o quemar libros blasfemos en la plaza pública!

Por supuesto, en España hay una ley, contraria al derecho internacional sobre libertad de expresión, que castiga a quien ofenda los sentimientos religiosos de la mayoría nominal católica. A esa ley se acogen quienes denuncian al clown Leo Bassi por burlarse del papa, entre otras cosas. Al menos estos intolerantes van por la vía legal (la vía de una ley intolerante, creada para complacer a los intolerantes). Otros intolerantes, con menos contemplaciones, atacaron ayer en Barcelona una obra de teatro, Gang Bang, al grito de “Viva Cristo Rey, viva Franco, vivan los sacerdotes de Cristo”, amenazando al elenco con un taburete. Contra ellos cabe aplicar la ley penal común, supongo, pero no hay ley en España (que yo sepa) contra la reivindicación del dictador y de sus siniestros aláteres de sotana.