En otro post comenté la falaz justificación de los abusos sexuales del clero católico como fruto del “clima de corrupción sexual” fomentado por los “promotores del libertinaje”, a la que recurrió Martín Santiváñez Vivanco, miembro de la criptocatólica Fundación Maiestas.
Para no alargar el tema me limité a explicar por qué esta excusa es vergonzosa y ridícula, sin mencionar que la misma no es nueva ni invención de este pobre vocero de la Iglesia. En efecto, hace tres años, en un momento de recrudecimiento del escándalo, los jerarcas se pusieron en fila para ofrecer esta explicación.
- Lo hizo el obispo de Augsburgo, Walter Mixa, hablando de casos de pederastia ocurridos en los colegios confesionales alemanes;
- Lo hizo también el ex Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Cardenal Camillo Ruini, que se remontó a los años 1960 y metió hasta a Nietzsche en una supuesta conspiración para hacer quedar mal a la Iglesia;
- Y lo hizo la Conferencia del Episcopado Mexicano, culpando a la falta de una buena educación sexual (o sea, catecismo) en las familias y escuelas.
No mucho después repetía la misma tontería la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, basándose en un estudio encargado por ellos mismos, que les costó 1,8 millones de dólares y que dio resultados que no les gustaron mucho y prefirieron citar haciéndolos decir exactamente lo opuesto.
El asunto venía de antes, claro está: ya en 2002 lo explicó en estos términos (¡se ve que no hacía faltar encargar un estudio para saberlo!) el cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, cuando la olla ya se había destapado pero aún no habíamos vislumbrado la terrible podredumbre en el fondo:
En el clima de pansexualismo y libertinaje sexual que se ha creado en el mundo, algunos sacerdotes, también hombres de esta cultura, han cometido el delito gravísimo de abuso sexual.Llamativamente, parece que los católicos descubrieron que había una “epidemia global de pederastia” (causada por nuestro libertinaje sexual) más o menos en esa época, la misma en que nosotros descubrimos que había una epidemia de abusos sexuales del clero católico que había sido sistemáticamente ocultada por la jerarquía eclesiástica. Ésa fue también la época (principios del siglo XXI) en que la exposición mediática echó a rodar el proceso global de repudio y protesta que animaría a cientos de víctimas a acusar a la Iglesia, luego de años o décadas de sufrir en silencio.
La Iglesia Católica dice estar en contra del relativismo moral, que nos lleva a juzgar hechos del pasado o de otras culturas con estándares distintos a los actuales de nuestra propia sociedad. ¿No es hipócrita que expliquen, entonces, el comportamiento criminal de sus sacerdotes con la excusa de que sólo eran “hombres de esta cultura”? Mejor sería que alguna vez asuman la responsabilidad de vivir según su moral autoimpuesta e inflexible, que no da lugar a excusas patéticas como ésa, o de dejar de predicarla e imponerla al resto de nosotros y entregar a “sus” criminales a la justicia sin más dilaciones.
La relajación de las costumbres en materia sexual ha producido un número mayor de relaciones sexuales consentidas entre adultos y una mayor información por parte de los menores sobre lo que es aceptable de un adulto. La epidemia de pedofilia se circunscribe a la iglesia, y ni siquiera hay datos que hagan pensar que haya aumentando en las últimas décadas. Probablemente era mayor cuando era mayor el poder de los clérigos para someter a los menores y para ocultar sos delitos.
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