jueves, 26 de diciembre de 2013

Francisco el Salvador

Hace un tiempo decidí dejar de prestar atención a las incesantes alabanzas dirigidas a Francisco por sus fans. Hago una excepción hoy precisamente para mostrarles hasta qué punto hay que hundirse en el barro de la complacencia y el voluntarismo bobo para refutarlas. El siguiente es un ejemplo al azar de la tendencia a ver en Francisco a un líder que sintetiza lo político y lo religioso. Se trata de un artículo de Luis Rosales en Infobae, titulado (prepárense para esto) El papa Francisco puede salvar a Latinoamérica y reconstruir Occidente.

Comienza hablando de lo que Francisco está haciendo en la Iglesia:
En estos pocos meses de papado, ha planteado uno a uno los grandes desafíos y problemas que afectaban a la institución espiritual más poderosa y extendida de la tierra. Las finanzas, la pedofilia, los abusos de todo tipo, entre otras incongruencias e incoherencias, enfrascado en un afán imparable de ir enfrentando las amenazas que la habían hecho tambalear en los últimos años y que hasta provocaron la renuncia de Benedicto XVI.
No tengo mucho que decir aquí porque la suerte de la Iglesia Católica y sus manejos internos no podría importarme menos. Lo único que puede destacarse es cómo el periodista coincide con buena parte de sus colegas en hablar de “desafíos”, “problemas” o “amenazas” para la Iglesia al referirse a delitos financieros y a crímenes de alto vuelo que son parte integral (y no fallas ni anomalías) del mecanismo de la institución eclesiástica: la Iglesia Católica nunca habría sobrevivido como foco de poder mundial sin apoyo de políticos inescrupulosos, sin lavado de dinero de mafias actuales y pasadas, sin secretismo y pactos de silencio, sin una autoridad verticalista e implacable, sin una eficaz estructura de ocultamiento de sus propias maldades. En un sistema como el de la Iglesia, al igual que ocurre en los ejércitos y en otras sociedades cerradas, no es una “incongruencia” que existan todo tipo de personalidades patológicas protegidas por el mismo sistema.

El artículo continúa con lo que quiere ser un análisis sociopolítico cuya tesis es que existe una amenaza al occidente cristiano por parte del Peligro Amarillo. Caída la Unión Soviética comunista, la hegemonía liberal/capitalista de Estados Unidos y Europa se encuentra frente a potencias emergentes, la principal de las cuales es China.
Por eso, todo hace suponer que en un proceso lento y gradual, la preponderancia de nuestra civilización y sus valores, la libertad individual, los derechos humanos, la trascendencia de destino, el progreso constante, pueden quedar subsumidos por un nuevo orden que poco a poco vaya imponiendo otros, más propios de otras civilizaciones. (…) Orden absoluto en lugar de libertad individual, Estado y autoridad omnipresente, muy poco lugar a la religión y a la trascendencia espiritual.
El autor de la nota pertenece a esa derecha conservadora que en Argentina gusta de autonombrarse “liberal”, por lo cual quizá prefiera ignorar que los valores de la libertad individual y los derechos humanos fueron anatema para la Iglesia Católica hasta hace muy poco en términos históricos. La Iglesia y el Papa que según su tesis podría liderar la defensa de nuestra civilización se oponen a la libertad más básica del ser humano, que es la de disponer de su propio cuerpo: nos prohíben el placer del sexo por sí mismo, tanto en pareja como en solitario; consideran a las mujeres embarazadas como meros contenedores de una persona humana con más derechos que ellas mismas; nos vedan incluso decidir cuándo queremos dejar de vivir. La Iglesia aboga incesantemente por limitaciones a la libertad de expresión y de prensa; se opone a la despenalización del consumo de ciertas drogas por parte de adultos libres y responsables; en Argentina, además, su jerarquía (con escasísimas excepciones) ha estado siempre del lado de quienes violaban los derechos humanos, antes del de quienes los defendían.

Con respecto a la religión, está claro que los valores del Occidente cristiano son mucho más tolerantes que los de la dictadura comunista China. Incluso lo son ante religiones distintas del cristianismo mayoritario, aunque esto es reciente y no precisamente debido al cristianismo sino más bien a sus detractores. En lo que se refiere a la “trascendencia espiritual”, el término es tan ambiguo como para resultar inútil; su uso habitual, en la práctica, refiere a la imposición de bendiciones y juramentos en reparticiones del estado, a catecismos forzados en las escuelas públicas y una veda de facto, para influyentes políticos o mediáticos, de toda crítica radical contra la superstición y las creencias irracionales que pueda ofender las sensibilidades “espirituales” de los ciudadanos.

Un Estado omnipresente y autoritario no es antitético a la existencia de la Iglesia Católica o del ejercicio de la religión (de la única religión verdadera, ¡obviamente!); en tanto Estado e Iglesia coordinen esfuerzos para someter a la población, su sociedad puede prosperar. El caso particular de China ejemplifica la memorable sentencia de Bertrand Russell en el sentido de que el comunismo y el cristianismo no son incompatibles por sus diferencias sino por sus similitudes. Por lo demás, la economía cuasi-capitalista intervenida y corporativista que está dando un impulso a las regiones más prósperas de China es un modelo mucho más cercano a la doctrina de la Iglesia que una economía capitalista liberal. La doctrina social católica sólo requiere que se respete hasta cierto punto la propiedad privada. En otros puntos, las diferencias no son esenciales. Por ejemplo, si China estuviese subpoblada en vez de superpoblada, y el estado chino prohibiera la anticoncepción y el aborto de la misma manera que ahora prohíbe tener más de uno o dos hijos, la Iglesia Católica con seguridad apoyaría esta restricción gravísima a la libertad con todas sus fuerzas y quizá hasta estaría dispuesta a dejar pasar otras intromisiones del estado.

El resto del artículo de Rosales es más de lo mismo. Hay que notar que el hombre no es un novato: escribió un libro sobre “Argentina en un mundo bipolar” y es co-autor de una biografía de Francisco. A juzgar por su manifiesta incomprensión de la ideología económica de Francisco (que es un populismo voluntarista de libro de texto), su investigación ha sido floja en este punto. O quizá sea que, simplemente, haya encontrado como tantos otros a un personaje que es, como anhelaba San Pablo, “todo para todos los hombres”: un papa carismático que sirve de espejo a las expectativas de católicos de nombre y de fanáticos, de cristianos de base y de alcurnia, de liberales, conservadores, socialdemócratas e izquierdistas, de empresarios piadosos y venales y de millones de pobres. Hasta ahora el espejo no ha sido más que eso, y a juzgar por quienes lo admiran desde sus posiciones de poder, más allá de todas las vagas expresiones de deseo, nadie espera que Francisco sirva más que para gestionar el statu quo.

3 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo y te felicito por otra estupenda nota. Sin embargo, no coincido con lo de la restricción a tener más hijos, que no sólo es racional y alejada de cualquier superstición religiosa sino absolutamente necesaria en un mundo demográficamente sobrepasado. Saludos

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  2. Carlos, nota que yo no dije que la política china del hijo único es irracional. Sólo dije que es una restricción muy grave de la libertad individual por parte del estado, cosa que por principio no me gusta. En China se denuncia que ocurren muchos abortos forzados. Eso quizá sea racional para el funcionario encargado de controlar la natalidad, pero para mí es tan malo como la postura contraria de obligar a una mujer a parir un hijo que no quiere. De ahí la situación hipotética que planteé. Quise decir que la Iglesia no está a favor de la libertad o la vida, sino de aquello que se alinee con su doctrina, sea racional o irracional, bueno o malo, impuesto o libre.

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  3. Solo las niñas son abortadas. Un saludo, Pablo ☆♡

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