martes, 15 de mayo de 2012

Vanidad de vanidades

Nadie como un monarca absoluto que se cree elegido por Dios para hablar de vanidad, ¿eh?


A ver, vamos a ver, Joseph, o Sr. Ratzinger si le gusta más, ya que es Ud. un hombre bastante mayor y tampoco voy a pretender faltarle el respeto, menos a Ud. que está tan acostumbrado a la pleitesía… La ciencia no aparta a Dios. Dios está apartado de la ciencia. Dios no existe, para empezar, pero pongamos que Dios es el dios de usted, Sr. Ratzinger, y como Ud. cree que existe (¡Ud. habla por Él!) lo dejaremos así. Cuando no había ciencia todos vivían feliz o infelizmente sometidos a los dictados de su dios y no discutían las atroces barbaridades que salían de la boca o escribía la pluma de sus antecesores, los papas: cosas como que era un crimen decir que la Tierra gira alrededor del Sol, o diseccionar cadáveres para ver cómo funciona el cuerpo humano y así poder curarlo mejor, o que el hombre y los animales son parientes. Cuando comenzó a haber ciencia, los científicos (los buenos, al menos) tuvieron el buen tino de separar la ciencia de sus creencias personales. Así nos ha ido. Cierto, tenemos la bomba atómica y los anticonceptivos (cosas que para Ud. y sus empleados los obispos y curas son aproximadamente iguales de graves) pero también tenemos vacunas, antibióticos, y hasta podemos curar enfermedades en fetos dentro del útero materno. Todo eso lo hicimos gracias a la ciencia y jamás tuvimos que pedirle ayuda a Dios (que no la iba a dar, porque no existe, ¿recuerda?) ni mucho menos a sus predecesores y sus empleados los obispos y curas, que han estado más bien en contra que a favor de todos estos progresos (ya sé que no fueron ustedes solamente sino también los herejes británicos, pero me imagino que conocerá la historia de cómo las iglesias cristianas se opusieron al uso de anestesia durante el parto, por aquello del castigo a Eva…). Cada vez que les preguntamos a ustedes por algo, cualquier cosa, que nos interese hacer científicamente, su respuesta es: 1) está mal, 2) en vez de eso vengan más a la iglesia y dejen aquí sus donativos. Por eso es que casi nadie, en el campo de la ciencia, les pregunta nada a ustedes hoy en día (¡aunque bien sabemos cómo les gusta a ustedes dar respuestas a preguntas que nadie les hizo!). ¿No es hora de que se dedique a planear su retiro? Mucha gente todavía lo quiere a usted y a sus empleados y está dispuesta a mantenerlos indefinidamente a cambio de palabras dulces y alguna que otra actividad grupal buena onda, estilo Jornada Mundial de la Juventud. ¿No le parece bien eso? Además, no suena bien que un jefe de estado vestido de oro y que dice ser elegido y representante del mismísimo creador del Universo ande pidiendo humildad a los demás. Quizá Ud. no lo vea así, pero créame que es un poquito chocante. Mire, hasta un ateo le puede dar un buen consejo. Consúltelo con la almohada. No con la Curia, ¿eh? Porque esos tipos todos de púrpura que lo rodean a Ud. no son de fiar: con tal de quedar bien son capaces de alentarlo a decir cualquier barbaridad.

2 comentarios:

  1. Alejandro Paiz Meschler16 de mayo de 2012, 13:11

     Muy buen artículo Pablo (recuerdo cuando leí sobre la prohibición de la anestesia en los partos).

    Y no solo deberían evitar hablar de vanidad y humildad. También deberían hacer mutis en lo que a educación sexual se refiere. ¿Por qué deberíamos tener en cuenta lo que un conjunto de hombres adultos asexuados opina sobre, por ejemplo, los métodos anticonceptivos que pueden usar las mujeres para evitar embarazos no deseados?

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  2. Carlos Alejandro Ortiz Becerra14 de julio de 2012, 14:12

    sos un groso...

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