EL RELATO DEL GÉNESIS PRESENTA UNA SECUENCIA LÓGICA COMPATIBLE CON LA EVOLUCIÓN
Werner Arber |
Arber ha sido miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias desde 1981 y la preside desde 2011 (a pesar de ser protestante). Ha tenido más de veinte años para amoldarse a la doctrina que ahora proclama y es suficientemente confiable para hablar frente a los obispos en la Octava Congregación del Sínodo. Los obispos presentes, gente por necesidad ignorante de ciencia, quizá hayan apreciado su intervención porque les dijo lo que deseaban oír, por ejemplo, que la ciencia y la fe religiosa van a la par dentro de lo que él llama el “saber orientativo” que construimos a lo largo de nuestra vida.
El titular de Zenit es apenas un poco más definitivo que las palabras reales de Arber.
Sobre el libro del Génesis, dijo, "propone una secuencia lógica de acontecimientos en la cual la creación de nuestro planeta Tierra podría ser seguida por la creación de las condiciones para la vida. Las plantas fueron introducidas y éstas fueron, en un momento dado, el alimento de los animales antes de la introducción final del ser humano. Dejando de lado la cuestión de la Revelación, esto es claramente una narración lógica del posible origen evolutivo de las cosas según unos acontecimientos imaginados orientando la naturaleza, que observaban las antiguas poblaciones. Por la genealogía descrita en el Antiguo Testamento, puedo también concluir que sus autores eran conscientes de las variantes fenotípicas (o sea, genéticas). Las personas descritas tienen sus propias características personales y, por tanto, no son clones genéticamente idénticos de Adán y Eva. En estas narraciones podemos identificar una gran coherencia entre la fe religiosa disponible entonces y el conocimiento científico sobre el desarrollo evolutivo. (…)"La primera frase no es más que una justificación a posteriori del Génesis, que como todo el mundo sabe excepto los creacionistas, es en términos cosmológicos, paleontológicos y arqueológicos un total galimatías, escrito por personas sin el más mínimo conocimiento de nada fuera de una pequeñísima región de su espaciotiempo circundante. (Y cuando digo creacionistas, me refiero tanto a los más burdos, que todavía creen que la Tierra tiene 6000 años de antigüedad y que los animalitos entraron en el Arca de a dos en dos como en las biblias ilustradas para niños, como a los partidarios del diseño inteligente y a los “evolucionistas” teístas como el propio Arber.)
Primero las plantas, luego los animales, luego los humanos, es por supuesto una secuencia lógica, visible para cualquier persona que tenga contacto habitual con la naturaleza, y no hay nada de extraño en que tal secuencia aparezca en un mito de la creación. “Dejando de la lado la cuestión de la Revelación”, como dice Arber, se trata de una coincidencia esperable, y de hecho equivocada en los detalles (la vida no comenzó con plantas), así que ¿por qué la menciona como si fuese importante? A menos que no estemos, después de todo, dejando de lado la Revelación, sino insinuando que los que narraron el Génesis sabían, por fe o porque Dios se los susurró directo al cerebro, que las cosas habían ocurrido en ese orden.
La frase sobre las variantes fenotípicas es tan ridícula que parece una broma. ¿Hace falta fe religiosa para notar que la gente no es idéntica a sus padres? Todo el párrafo está vacío de contenido; lo único que Arber fue a hacer frente al Sínodo, aparentemente, es a proclamar con tono solemne trivialidades que sólo serían importantes si sus detalles fueran correctos, pero que de hecho no lo son; deepities, como bautizó a esta clase de afirmaciones Daniel Dennett.
Si esto es lo que pasa por ciencia dentro de la Iglesia, los ateos no debemos temer que los creyentes logren pruebas objetivas de su dios o de sus escrituras. Sólo nos queda lamentarnos por el destino de una mente brillante como la de Werner Arber, capaz de ganar un Premio Nobel para caer luego hasta las profundidades del oscurantismo vaticano.
Probablementr, Arber sí sabe de qué habla. Lo que ocurre es que, tal vez, necesite expresarse así por alguna razón. Pero en el fondo, digo yo que sabe perfectamente de la incoherencia de la creación bíblica.
ResponderEliminaren la biblia primero se hizo la luz y después el sol... Burros, burros everywhere...
ResponderEliminar"Sólo nos queda lamentarnos por el destino de una mente brillante como la
ResponderEliminarde Werner Arber, capaz de ganar un Premio Nobel para caer luego hasta
las profundidades del oscurantismo vaticano." No lo lamentes, sólo lo hace por dinero.