martes, 28 de junio de 2011

Sexo seguro (parte 2)

Continuando con mi análisis del portal criptocatólico Sexo Seguro, paso ahora al tema de los anticonceptivos. Los invito a leer mi post en el blog del Círculo Escéptico Argentino: Sexo seguro (parte 2). La parte 1, por si no la leyeron, se trata de los preservativos o condones.

lunes, 20 de junio de 2011

Gente normal se busca

Atención: se busca gente normal dispuesta a ser portavoz de la Iglesia ante los medios. Los convoca Catholic Voices España. No es broma.
A la cita del "cásting", se han presentado unas 40 personas dispuestas a someterse a una entrevista personal, un examen de conocimientos religiosos y una prueba de televisión en la que simulan una entrevista con preguntas polémicas.
Me cuesta imaginar qué preguntas polémicas habrán sido capaces de pensar los católicos. Es todo un problema, ése: para entrenar a personas a debatir y defender una posición, tienen que conocer razonablemente bien lo mismo que conoce el oponente y estar atentos a los puntos débiles de su propio bando. Eso puede ser destructivo para una doctrina dogmática y aislada de la realidad material como lo es el cristianismo en general o el catolicismo en particular. O sea, dependiendo del tema, hay que entender de medicina, psicología, biología, cosmología, historia… y después hay que desaprenderlas para poder contradecir puntos claves de todas esas ciencias, para sostener ideas como la patologización de la homosexualidad, la existencia de una esencia personal humana en grupos de células indiferenciadas, la historicidad y veracidad de los evangelios, la creación de un universo y de seres inteligentes con un Plan maestro, etc.

Creo que si yo estuviera a cargo del tema me conformaría con seguir aprovechándose de la desesperación, la ignorancia y los sesgos cognitivos de la gente durante unas cuantas generaciones más. Es la apuesta más segura.

martes, 14 de junio de 2011

Sexo seguro (parte 1)

Hace poco descubrí a través de un anuncio en un sitio católico el portal Sexo Seguro. Detrás de él hay una asociación civil mexicana encargada de difundir el mensaje doctrinario de la Iglesia, pero con especial cuidado en no nombrarla: todo él está lleno de advertencias terroríficas sobre el preservativo (o condón), los anticonceptivos hormonales y el DIU, el aborto, la homosexualidad y en general la práctica del sexo de cualquier forma que no sea dentro del matrimonio y con fines estrictamente reproductivos, pero todo este terrorismo discursivo se ejerce a través de citas académicas de estudios aparentemente contundentes en publicaciones científicas intachables.

Como además de molestarme bastante la intromisión de la moralina religiosa en estos temas delicados también me molesta sobremanera el abuso y la distorsión de la ciencia, me tomé el trabajo de leer los estudios referenciados y acabo de publicar una pequeña desmitificación en el blog del Círculo Escéptico Argentino (al que pertenezco). Me atrevo a decir que esta estrategia solapada es peor que la prédica de doctrina. Cuando el monarca vaticano pontifica, sabemos que se trata de prejuicio y dogma; cuando se habla con datos científicos hasta el más anticlerical debe preguntarse si la Iglesia no tendrá, después de todo, razón. La respuesta corta es no. Pero no se queden con mi palabra: lean, para empezar, la parte 1 de mi análisis de Sexo Seguro, sobre los preservativos.

domingo, 12 de junio de 2011

Ningún verdadero ateo…

Los pastores de la Iglesia no sólo están para conducir su rebaño: también se encargan de poner nombre a los lobos según su preferencia.
El Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura en el Vaticano, Cardenal Gianfranco Ravasi, recordó que los ateos que no facilitan el diálogo real con los creyentes no pueden autodenominarse con seriedad ateos.
La pomposidad de este funcionario de la esperpéntica monarquía vaticana no deja de ser un poco patética. No es que muchos ateos leamos ACI Prensa, de todas formas; lo de Ravasi es una admonición a sus feligreses más obedientes (por no decir tontos): no presten atención, les dice, a todos esos ateos que viven su vida sin Dios tranquilamente, moralmente, decentemente, sin molestar a nadie, y sobre todo, no escuchen jamás (cierren los oídos) a los ateos que además de vivir muy bien sin Dios tienen el descaro de manifestarlo y de reírse de ustedes, que tanto tiempo dedican a sus letanías, genuflexiones, postraciones, besamanos y jaculatorias solemnes. Tápense los ojos y niéguense a escuchar a los ateos que no quieren “dialogar” —o sea, soportar homilías vacuas sin chistar o darle crédito a la pseudociencia y la pseudofilosofía católica. Desprecien con un fruncimiento de nariz desdeñoso a los ateos prácticos, que ni siquiera se sonrojan al blasfemar porque saben que una blasfemia es sólo insultar a una entidad ficticia. No les den espacio a los ateos irónicos o sarcásticos, que bromean sobre Dios sin saberse de memoria todas las sofisterías que nuestros teólogos han creado durante mil años para justificarlo. Sólo son ateos “serios” aquellos que estén inquietos por la muerte de Dios, que sufran y anhelen su ausencia y estén dispuestos a entrar en el “Patio de los Gentiles” para oírnos a nosotros, los que tenemos la Verdad.

miércoles, 8 de junio de 2011

Entretenimiento fácil

Con cierta regularidad ocurre que algún creyente muy tonto arroja al "canal" #ateos en Twitter alguna opinión que nadie pidió o alguna perla de supuesta sabiduría predigerida por su pastor. Con @greatmamut comenzamos a intercambiar mensajes por culpa del insufrible asunto de que “no se puede decir que Dios no existe porque imposible demostrar que no existe”. Yo pensaba que el chico era un bot cristiano más, pero no: resulta que es un gran científico, adelantado a su tiempo (yo estoy en el siglo XVIII comparado con él), y tiene lista una demostración matemática que nos va a sacudir los cimientos… Pero me estoy adelantando. (Click sobre la imagen para verla a tamaño normal.)


Sigo esperando. Algo me dice que voy a tener que tener paciencia. (Inmortalizado gracias a bettween.com.)

sábado, 4 de junio de 2011

Sobre Jérôme Lejeune

En InfoCatólica me crucé con una entrevista a Clara Lejeune-Gaymard, hija del Dr. Jérôme Lejeune (1926–1994), notable por su descubrimiento de la correlación entre ciertas enfermedades y anormalidades cromosómicas, y en especial la trisomía del cromosoma 21 como causante del síndrome de Down. Las palabras de la hija me inspiraron curiosidad por la figura del padre: por un lado un científico distinguido, con aportes importantísimos a la medicina; por otro, un católico recalcitrante, fanático luchador contra a los derechos reproductivos, promocionado por la maquinaria propagandística de la Iglesia casi como un mártir por la causa “pro-vida”.

Si debemos creerle a la hagiografía —y la palabra, por una vez, no es del todo figurativa: Lejeune está en proceso de beatificación— el buen doctor iba con paso firme camino al Premio Nobel hasta que se atrevió a hablar contra la cultura de la muerte y a favor de los “seres humanos tempranos”. Esto es perfectamente posible (el comité del Premio Nobel no es, ni por asomo, política o religiosamente neutro), pero no estaría de más examinar lo que verdaderamente proponía Lejeune y cómo utilizaba su autoridad científica para sustentar opiniones que excedían considerablemente lo que la ciencia puede afirmar sobre la condición humana.

Lejeune estaba, por supuesto, en contra del aborto; su postura se vio en entredicho especialmente cuando en su Francia natal se debatió y se aprobó (en 1975) la ley que permitía el aborto en caso de enfermedad incurable del producto de la concepción o riesgo serio para la madre. También estaba en contra de la fertilización in vitro; en un testimonio judicial como experto en Estados Unidos se refirió al recipiente donde se almacenan embriones congelados como concentration can (“lata de concentración”), haciéndose eco del desagradable paralelo, favorito de los fanáticos cristianos, entre el Holocausto y la práctica del aborto. (No deja de ser irónico que la ministra de salud que logró la aprobación de la ley de aborto, Simone Veil, fuera sobreviviente de Auschwitz, además de una gran luchadora por los derechos reproductivos. Me pregunto qué le hubiera dicho esta mujer a los desgraciados que la comparan con una nazi por el “crimen” de no supeditar la salud y la vida de millones de mujeres a la metafísica cristiana.)

En el mismo juicio Lejeune proclamó: “Tan pronto como ha sido concebido, un hombre es un hombre”, y también, dirigiéndose a quien lo interrogaba: “En cuanto se refiere a su naturaleza, no veo diferencia entre la persona temprana que usted era al momento de la concepción y la persona tardía que es ahora.” Esto es una idea monstruosa: su corolario es que si hay que elegir entre la vida de un cigoto (unas pocas células, sin órganos diferenciados, sin percepciones, sin consciencia) y la mujer que lo aloja en su útero, la elección no es inequívocamente a favor de la mujer. De hecho, los católicos no aceptan siquiera la versión más restringida del aborto terapéutico, que se da si a causa del embarazo corre riesgo la vida de la madre; en su visión del mundo, la madre debería ofrecer su sufrimiento y su muerte a Dios antes que abortar a su “niño no nacido”. (En Argentina es ya rutinario que ONGs o particulares católicos, con apoyo más o menos ostensible de la jerarquía eclesiástica, interpongan recursos judiciales o maniobras dilatorias para impedir esta clase de abortos, casi los únicos no punibles en nuestra ley.)

En la entrevista a su hija, Clara Lejeune-Gaymard se despacha con un argumento tan común como incorrecto, que vuelve a lo mismo que comentábamos arriba:
Cuando eres médico has jurado el Juramento Hipocrático de no hacer daño. Y él siempre decía que el respeto a la vida no tenía nada que ver con la fe, aunque, por supuesto, está en la fe el respetar la vida. Por eso fue tan odiado por los partidarios del aborto. Era difícil luchar contra él porque sus argumentos eran de base científica. […] La vida comienza en el mismo instante de la concepción cuando los genes de la madre y los del padre se unen para formar un nuevo ser humano que es absolutamente único. Todo el patrimonio genético está ya allí. Es como la música de Mozart en la partitura. La vida entera está ya ahí.
El recurso al famoso juramento hipocrático es tan manido que debería existir una ley retórica contra él. Lo cierto es que ningún médico se opone a eliminar tejidos extraños o parásitos del cuerpo de un paciente, y un cigoto no es otra cosa que eso, más allá de que tenga ADN humano y la potencialidad de desarrollarse. Es curioso: los creyentes suelen tildar de “reduccionista” al materialismo, que reduce todo a mera física y química, pero cuando les toca argumentar a favor de su idea de que un amasijo de células indiferenciadas es una persona, caen en el reduccionismo grosero de decir que dicho conjunto de células es un ser humano completo porque su ADN es único (¿y los gemelos idénticos?). La hija de Lejeune ni siquiera se da cuenta de lo torpe de su analogía. La música de Mozart no está en la partitura. De hecho, la música de Mozart no está en ninguna parte; no es un objeto sino un proceso. Como nosotros. Los tres primeros compases de una sinfonía, aunque en ellos ya se pueda adivinar el ritmo, el tema y la melodía, no son la sinfonía; un cigoto, un embrión, no son una persona.

Pero nosotros tampoco somos exactamente como una sinfonía, porque aunque mucho de nosotros está predeterminado por nuestro ADN, otra gran parte de nuestra vida depende de factores absolutamente extraños a nuestros genes o su expresión fenotípica, impredecibles; tenemos un plan maestro de nuestro cuerpo, pero no existe un plan maestro para nuestras vidas como seres inteligentes y autoconscientes. Sospecho que Jérôme Lejeune tampoco estaría de acuerdo con esto último. Para él, como para todos los católicos, no somos dueños de nuestra vida, de nuestro cuerpo ni de nuestro destino: todo es de Dios, para que Él haga con nosotros lo que le plazca.