sábado, 18 de febrero de 2012

La fe que no se calla

La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) prohibió que se realicen oraciones o actos de culto religioso antes o después de los partidos. Como yo no miro realmente fútbol, ni brasileño ni de otros países, no tenía mucha idea de que esto pudiera ser significativo, pero evidentemente, si hubo necesidad de prohibirlo tan tajantemente, debe ser porque se trataba de algo flagrante y molesto.


Esto decía Andrés Sánchez, presidente de la CBF:
“Antiguamente, eran las mujeres. Después, vinieron las cartas y luego la religión. Hoy está internet. Los jugadores se encierran con el iPad. ¡Por el amor de Dios, las cosas que hacen! Pero pueden hacer lo que quieran en la concentración mientras no molesten al prójimo.”
En el sitio web evangélico Protestante Digital se indignan visiblemente de que Sánchez compare jugar a las cartas o la adicción a internet con la fe, como distracciones. En las concentraciones de los equipos brasileños, según parece, no es raro ver pastores evangélicos merodeando. Probablemente esto no afecte verdaderamente al desempeño deportivo. A Sánchez no le molesta este fervor salvo cuando se traslada al campo de juego:
“Conmigo no va a haber cultos. Quien quiera, que vaya a rezar a su habitación.”
Irónicamente (o no, considerando lo ignorantes y selectivos que son los cristianos con sus propias Escrituras, cuando conviene) la orden de Sánchez es bíblicamente aceptable. Más que aceptable.
«Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.»
No lo dice algún impío dirigente futbolístico sino el mismísimo hijo de Dios, al menos según el evangelio de San Mateo (capítulo 6). Quien haya visto las exhibiciones públicas y notorias de fe de los jugadores brasileños, o cualquier otra manifestación típica de los cristianos evangélicos cuando están enfervorizados, sabe bien que este consejo divino es uno de los más olvidados (igual que la orden de Jesús de no llamar “padre” a nadie salvo a Dios Padre).