Pocas horas después había más de treinta mil respuestas; aunque Kashgari borró todo rápidamente, la indignación se extendió como fuego a otras redes sociales. Líderes religiosos pidieron su ejecución acusándolo de apostasía; grupos de Facebook reclamando su muerte alcanzaron rápidamente los miles de usuarios.
El martes, según parece, Kashgari huyó de Arabia Saudita. El jueves fue detenido en el aeropuerto de Kuala Lumpur, Malasia, donde su vuelo a Nueva Zelanda hacía escala. El domingo, las autoridades de Malasia (país que no tiene ningún tratado de extradición formal con Arabia Saudita) lo deportaron a su país de origen, donde le espera un juicio y muy posiblemente la muerte por su “crimen”.
Como señala una editorial en Index of Censorship (una de tantos que están cubriendo este tema), si bien la indignación es genuina, es posible ver en ella también una maniobra política de las autoridades:
La farsa de la ofensa religiosa es un artificio muy mal construido para continuar limitando los derechos humanos básicos de los saudíes, incluyendo la libertad de expresión y la igualdad de género. Promover un clima de miedo y opresión es la mejor garantía de cumplimiento de las normas, y el islam es un llamado de guerra tradicional para las masas, que asegura el apoyo público en épocas de conmoción social. La monarquía está particularmente preocupada por el disenso en un momento en que la región se ve sacudida por protestas que han terminado con el derrocamiento de déspotas de larga data mientras otros debieron acceder a concesiones políticas para evitar la inestabilidad.
Es poco lo que podemos hacer por este joven periodista, aparte de difundir la noticia para que exista al menos cobertura mediática y presión política internacional. Recomiendo al grupo Free Hamza Kashgari en Facebook y publicitar lo ocurrido en todos los foros disponibles. No debemos esperar que la siniestra monarquía saudí o sus clérigos sedientos de sangre demuestren la menor misericordia. Tampoco hay muchas chances de que los países occidentales, socios de Arabia Saudita por su petróleo y con líderes políticos temerosos de ser vistos como “islamofóbicos”, emitan protesta alguna, ni que el Vaticano, aliado táctico del integrismo musulmán y que sólo recuerda la libertad religiosa cuando el islam molesta a la expansión del catolicismo, condene la casi segura pena capital que le tocará a Kashgari si llega a ser juzgado por la “justicia” saudí.
Pobre chico...
ResponderEliminarEs increíble que hoy en día, por criticar la religión, uno pueda llegar a perder la vida.
Sé que soy afortunado de haber nacido en un país (Argentina) donde predomina una religión más pacífica, porque de lo contrario me hubieran asesinado hace tiempo.
No dejemos de repudiar actitudes como la que está sufriendo este joven (y ojala que no le quiten la vida).
Ni siquiera por criticar la religión. El tipo dijo básicamente que hay cosas de mahoma que admiraba, otras que odiaba y que no iba a alabarlo sino a tratarlo como un ser humano.
ResponderEliminarNo hay nada que indigne más que un grupo de criminales políticos con claros intereses de perpetuarse en el poder azuce a las turbas de fanáticos ignorantes para acabar con la vida de un ser humano inocente.
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