lunes, 25 de febrero de 2013

Los obispos alemanes y la píldora del día después

Estoy seguro de que al lector le ocurrirá muchas veces leer a algún representante de Dios en la Tierra y no saber si reír o llorar o maravillarse ante su inagotable perversidad argumentativa o su incomparable presunción. Para mí es algo habitual, aunque tengo que salir a buscarlo. Los obispos católicos nunca defraudan.

El jueves 21 de febrero la Conferencia Episcopal Alemana publicó un documento donde autoriza la administración de anticonceptivos de emergencia a mujeres violadas.
El cardenal Karl Lehmann (Maguncia), en su calidad de presidente de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Alemana ha presentado, una vez constatada la disponibilidad de nuevos preparados con principios activos alterados, la evaluación teológico-moral del empleo de la llamada «píldora del día después». El cardenal Joachim Meisner (Colonia) explicó su declaración del pasado 31 de enero de 2013 -de acuerdo con la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Academia Pontificia- así como el trasfondo de la cuestión, que tiene como punto de partida el rechazo de asistencia a una víctima de violación por parte de dos hospitales de Colonia.

La Asamblea reitera que las mujeres que son víctimas de una violación han de recibir, por supuesto, asistencia humana, médica, psicológica y espiritual en los hospitales católicos. Esto puede incluir la administración de la «píldora del día después» partiendo de la base de que sus principios sean no abortivos, sino anticonceptivos.
Como bien se aclara, el detonante de esta decisión fue una instancia de un problema que muy probablemente sea habitual: el hecho de que en los hospitales católicos las doctrinas de la Iglesia tienen mayor peso que las buenas prácticas médicas, con lo cual la vida de una mujer es considerada como menos valiosa que la de cualquier embrión o feto, incluso si no está implantado o es inviable. (Recordemos el caso de Savita Halappanavar en Irlanda.)

El paso dado por los obispos alemanes es minúsculo: en ningún caso se habla de la posibilidad de abortar (ni siquiera para salvar la vida de la madre) ni de autorizar el uso de anticonceptivos en forma general. Sin embargo algunos devotos lo tomaron como si los obispos hubieran subido a Facebook una foto suya disfrutando de los restos sangrientos de un bebé recién nacido mientras cubrían su desnudez con calzones con la bandera del arcoiris. De pronto toda la autoridad de los pastores de la Iglesia voló por la ventana, al dejar de coincidir con los prejuicios y con el odio concentrado de los católicos a las mujeres.

La noticia publicada en InfoCatólica recibió una serie de comentarios a cual más extremo (algunos de los cuales ya han desaparecido prudentemente). Uno (de pseudónimo “Pero Grullo”) opinó que “Las píldoras anticonceptivas son las del día antes, las del día después siempre son abortivas”; otro (una mujer), que “todos los anticonceptivos normales de nueva generación son también abortivos”; otro, que la fecundación ocurre a los 50 minutos del acto sexual si hay un óvulo disponible. Un argentino aseguró que esto es una “ofensiva” de los “criptoprotestantes alemanes” aprovechando el momento de debilidad del papado. Uno notó con singular falta de relevancia que hace años una niña de 13 violada en Ecuador se negó a abortar y parió el que luego sería un sacerdote. Alguien citó la frase de los obispos de que “ha de respetarse la decisión de la mujer afectada” como sospechosamente similar al lema feminista-abortista “nosotras parimos, nosotras decidimos”.

El sábado 23 salió publicada una “aclaración” sobre el tema del obispo español Juan Antonio Reig Pla, quien dijo, seguramente sin notar lo ridículo que suena, que “hasta la fecha ni la Santa Sede, ni la Conferencia Episcopal Española han publicado documento alguno en el que se haga referencia a una «píldora del día siguiente» de tales características” (que no sea abortiva). Los comentaristas no se hicieron esperar, algunos apoyando la bravura de Reig Pla al denunciar la ingenuidad o segundas intenciones de los alemanes, otros repitiendo que ambos tenían razón y no hay contradicción. Uno queda con la impresión de que debe ser cansador ser católico laico: no sólo hay que escuchar a todos y cada uno de esos viejos con ínfulas divinas que se hacen llamar obispos, leer encíclicas largas y aburridas y decidir cómo esas reglas arcaicas y esos pronunciamientos arbitrarios se aplican a la vida real, sino —encima de todo— tratar de entender qué pasa cuando Dios dice “blanco” por una boca autorizada y “negro” por otra. Un trabajo agotador.

Y pasando a los hechos reales: ni la Conferencia Episcopal Alemana ni la Española ni el Papa mismo tienen la más mínima autoridad para informarnos (y digo “nos” porque la Iglesia Católica insiste en querer hacernos cumplir a todos sus reglas, no sólo a los suyos) de si tal o cual píldora funciona como debe. Los medios “informativos” de la Iglesia Católica vienen publicando desde hace tiempo datos falsos sobre los anticonceptivos, los preservativos, el aborto y otros temas similares, a veces a través de fachadas (como el portal Sexo Seguro), otras a través de “institutos” u ONGs afiliadas, que suelen contar con “expertos” para reafirmar las mentiras que ellos mismos han contribuido a propalar. Los anticonceptivos de emergencia que se utilizan hoy no sólo no son abortivos, en el sentido médicamente aceptado (es decir, no interrumpen el embarazo, definido como el proceso que comienza con la implantación del embrión en el útero), sino que tampoco son “abortivos” en el sentido que utiliza la Iglesia (no impiden la implantación o anidación del embrión): sólo pueden prevenir la ovulación o bloquear la fecundación. Estudios de hace décadas sugerían que algunos productos utilizados podían alterar el endometrio y bloquear la implantación, pero han quedado desacreditados. Naturalmente, los católicos devotos niegan o ignoran esa realidad, de la misma manera que niegan otros hechos, sea porque sus pastores los han alimentado con mentiras o porque simplemente no quieren aceptarlos.

Los obispos alemanes, me parece, han hecho un guiño a quienes conocen la falsedad de la propia Iglesia, que no puede sostenerse ante la ciencia. Es, como dije, un gesto mínimo de caridad y decencia. Si no fuesen ellos los responsables de dictar cómo los médicos deben trabajar en sus hospitales, la noticia no ameritaría aparecer aquí ni en un ningún otro medio. Y si no fuesen obispos, nadie les daría crédito por esta minúscula concesión. Pero no seamos mezquinos. Bienvenidos, obispos alemanes; ya apenas les falta un siglo o dos para ponerse a la par de la buena gente.

8 comentarios:

  1. El obispo ha estado muy acertado hablando de la "píldora del día siguiente", hablar de la "píldora del día después" es una abominación, que por extendida no es más aceptable.

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  2. Los católicos devotos y, para ser franco, los devotos de cualquiera de esos amasijos de supersticiones a los que se ha dado en llamar religión, suelen estar entre las personas más ignorantes de los avances de la ciencia y los nuevos criterios de la filosofía. Es una verdadera tortura tratar de razonar con esta gente, pues lo único que tiene valor para ellos son las sandeces que sueltan los pastores que los arrean.

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  3. CAROLINA VALDERRAMA26 de febrero de 2013, 13:21

    QUIEN ODIA DEMASIADO NO PUEDE RAZONAR NI MENOS HACER FUNCIONAR SU CEREBRO, POR ESO ESPERO QUE LA GENTE QUE NO COMULGA O NO COINCIDE CON LOS CATÓLICOS DEBE DAR UNA RESPUESTA MÁS SENSATA PARA QUE QUIENES NO TIENE CREDO PUEDAN ACEPTAR O DISCUTIRLA SINO ESTAREMOS OYENDO QUEJAS Y LAMENTOS SIN TON NI SON.

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  4. Acusáis a los católicos de ignorantes, pero deberiais informaros mejor antes de opinar. La píldora de día después denominada "Norlevo" (ppo. activo "levonorgestrel") es considerada anticonceptiva, y lo es; pero dependiendo de si se ha producido o no la fecundación puede ser abortiva, ya que impide la implatación del blastocito (es decir, el embrión en sus primeras fases de vida).
    Copio y pego de una enciclopedia, demostrando ese doble efecto:

    El levonorgestrel:
    1. Previene la ovulación, la maduración y la salida del óvulo del ovario (efecto anovulatorio), evitando la unión del óvulo con el espermatozoide.

    2. Dificulta el transporte de los espermatozoides, impidiendo que estos se unan al óvulo (efecto anticonceptivo).

    3. Altera las paredes internas del útero (estrecha el endometrio)
    impidiendo la implantación del blastocito en el útero. Esto dificulta
    que el blastocito pueda alcanzar el útero.

    De ahí que esas afirmaciones tan tajantes que he leído de que los obispos deberían enterarse de que las píldoras del día después no son abortivas deberían ser revisadas por honestidad intelectual.

    Podemos no estar de acuerdo con las normas morales de la Iglesia católica e incluso decir que es perfectamente ético tomar esas píldoras, pero no mintamos.

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  5. Tony, de hecho estoy bastante informado del tema. Los estudios que citas son viejos y han sido superados por otros mejores y más recientes. No hay evidencia de que el levonorgestrel produzca alteraciones del endometrio que puedan impedir la implantación. Puedes chequear las fuentes citadas en el artículo de Wikipedia "Emergency contraception". Si observas lo que se dijo en la prensa sobre este asunto, verás que se ha citado a algunos médicos diciendo que la PDD es abortiva y otros que no, y oh casualidad, todos los del primer grupo son católicos vinculados a organizaciones contrarias a los derechos reproductivos.

    No tengo necesidad de mentir, de todas maneras, porque lo que diga la Iglesia me tiene sin cuidado. Lamentablemente hay que denunciar las mentiras de los obispos porque son los que dictaminan cómo funcionan los hospitales católicos.

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  6. Y no se porque la gente que menos sabe insiste en hablar; me deja totalmente alarmada leer que alguien se atrevió a poner que la fecundación ocurre 50 mins despúes del coito... cada vez que leo entradas de esta naturaleza me dá una tristeza y frustración enorme...

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  7. Dependiendo de la situacion ( si hubo o no fecundacion) la pildora es 50% abortiva y 50% no abortiva...

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  8. Los ateos razonantes, por lo general, no odiamos a los creyentes y tampoco buscamos prosélitos para convencerlos de nuestras ideas. Despreciamos, sí, aquellas fantasías ridículas y las conclusiones emocionales pero no probadas en las que creen aquellos que no tienen una educación científica y prefieren las supersticiones pues éstas no exigen ningún esfuerzo a sus mentes simples. Pero hay que aclarar que ese desprecio es por las ideas absurdas, no por las personas que las sostienen. Lo que nos preocupa a los ateos es la injerencia política de las instituciones religiosas en la vida pública secular; las presiones, las exigencias, las amenazas que sus jerarcas ejercen sobre autoridades civiles con el propósito de imponer a todo el mundo, creyentes y personas racionales, lo que les interesa y así beneficiarse económica y socialmente.

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