Una parte del cuestionamiento viene nada menos que de la Vaterland de Joseph Ratzinger, donde el arzobispo Robert Zollitsch, presidente de la Conferencia Episcopal, dijo a un diario al asumir que "el vínculo entre el sacerdocio y el celibato no es un imperativo teológico" y que está en contra de las "prohibiciones de pensar". La otra parte proviene (¡cuando no!) de los sacerdotes brasileños, que decidieron pedir oficialmente que se revise el canon que prohíbe casarse a los que deseen ordenarse.
El tema "celibato sí o no" es un asunto interno de la Iglesia, o así parece a primera vista. Pero hay dos o tres cosas que hacen interesante esta noticia para nosotros.
- Primero, un cura es una persona. Obligar a una persona a elegir entre una sexualidad sana y una vocación de vida es terrible. Según la idea católica, el sacerdocio es un llamado de Dios. O se desoye el llamado (lo cual no puede ser bueno, según la "lógica" cristiana) o bien se sacrifica un aspecto esencial de la vida por una cuestión meramente legal, arbitraria. La supresión del celibato obligatorio sería, a mi entender, un triunfo en el campo de los derechos humanos de los aspirantes al sacerdocio. (Ya bastantes problemas debe tener alguien en su cabeza para hacerse cura, como para además tener que enfrentarse a ellos en abstinencia.)
- Segundo, este reclamo va en contra de la hipócrita justificación de que un cura no puede dedicarle todo su ser a Dios si está casado y tiene familia. Los predicadores evangélicos más exitosos del mundo (esos que llenan estadios de gente coreando el nombre de Jesús) son casados. Los sacerdotes cristianos ortodoxos pueden casarse. Está bastante probado que, más allá de disquisiciones teológicas y escriturales, el verdadero propósito del celibato es que los bienes adquiridos por el sacerdote vayan a parar a la iglesia, y no a los herederos que tendría, a su muerte.
- Tercero, y esto va por mi cuenta, ésta es una buena noticia porque, siendo un asunto interno, sale en los diarios, y los dinosaurios que manejan la jerarquía vaticana no pueden evitarlo. La Iglesia Católica promueve el oscurantismo en todas sus formas, y eso incluye dejar dentro de la institución estos espinosos disensos; pero tanto el arzobispo alemán como los curas brasileños los han hecho vergonzosamente, escandalosamente públicos. Sacar los trapos al sol no le puede hacer mal a la Iglesia, y conste que esto lo digo desde la posición de alguien que preferiría ver a la Basílica de San Pedro seguir los pasos de los ziggurats babilónicos.
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