Un día como hoy, 22 de agosto, pero en 1760, nacía en algún lugar de la Marca de Ancona, hoy Italia pero entonces bajo dominio eclesiástico, Annibale Francesco Clemente Melchiorre Girolamo Nicola Sermattei della Genga Periberti di Fabriano, mejor conocido (y más fácilmente recordado, obviamente) como León XII, Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
No es habitual encontrar virtudes sin mancha en los líderes político-religiosos, a quienes el poder absoluto tiende a corromper, pero León XII sobrepasó la marca habitual. Conservador moral estricto, tomó medidas tales como prohibir bajo pena de excomunión la venta de vestidos ajustados o traslúcidos, las ovaciones en los teatros, la venta de alcohol en los bares y los juegos de azar durante domingos y fiestas de guardar. Decretó que los judíos no podían efectuar transacciones financieras con cristianos y que no podían ser dueños de inmuebles dentro de los Estados de la Iglesia, además de someterlos, junto al resto de la población de Roma, a escuchar lecciones de catecismo católico. El exilio de muchos judíos hacia regiones fuera del dominio papal agudizó la crisis económica reinante.
La obra de León XII contra el progreso no se limitó a Roma, sin embargo: también condenó la independencia de las colonias españolas, llamando a los obispos americanos a recordar a sus fieles las virtudes del rey Fernando el Católico y repudiando la aparición de juntas de gobierno locales que veía “salir, a la manera de langostas devastadoras, de un tenebroso pozo” (Apocalipsis 9:1-3).
No parece ser cierto, sin embargo, el rumor histórico de que León XII prohibió la vacunación contra la viruela. Este mito parece haber surgido de los reportes de viajeros ingleses protestantes, del feroz oscurantismo del papado y de las múltiples reglas absurdas instauradas por el pontífice, que hicieron que su muerte fuera celebrada, más que lamentada, por el pueblo.
Un candidato a ídolo de Radio Cristiandad y los muchachos de Cristo Rey.
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