Siempre he defendido las redes sociales como ámbito de difusión y discusión de ideas, contra aquéllos que afirman que no se puede esperar un debate serio u opiniones de valor en Facebook o Twitter. Dicho esto, es indudable que la llamada Revelación de Sturgeon sigue siendo válida: el 90% de los estados de Facebook y los tuits de Twitter son basura… y eso siendo muy, muy generoso. Sirva esto a modo de disculpas por escribir, en la peor tradición de los nuevos medios, sobre polémicas que sólo ocurren en un rincón infinitesimal de Twitter: específicamente, en la columna donde sigo las apariciones de las palabras ateo o ateos.
Una de las estupideces más frecuentes que se encuentra uno al seguir esos términos es una u otra variante de la idea de que los ateos siempre estamos metiéndonos con los creyentes y queriendo obligarlos a cambiar sus creencias. (De la misma familia que esta falacia son la que nos acusa de no respetar las creencias ajenas y la que compara el ateísmo con una religión fundamentalista y molestamente evangelizadora.) Aunque sé de antemano que es inútil, puesto que quien emite esta opinión es invariablemente una persona que no piensa antes de opinar, suelo aprovechar la ocasión para solicitar un ejemplo concreto de esa tendencia atea a imponer el ateísmo a los creyentes. La respuesta es casi siempre una evasiva, y a veces una indignación fingida ante el “malentendido”, que en la mente del creyente no prueba otra cosa que la disposición beligerante de los ateos, siempre dispuestos a ofenderse y buscar pelea.
¿Cuál es el motivo de tanta confusión? Mi impresión es que se trata del choque entre la realidad de la diversidad y la ilusión de uniformidad común a las mayorías. Salvo en algunos enclaves cosmopolitas, en Latinoamérica es bastante habitual que una persona promedio crea que los demás profesan su misma religión o una de la misma familia (el cristianismo). Las normas sociales dominantes se basan en esta uniformidad. (De la misma manera, la mayoría de los latinoamericanos suponen, a priori y no mediando indicios obvios, que la otra persona es omnívora y heterosexual, que tiene 23 pares de cromosomas, que ve y oye, que no está enferma de cáncer terminal, y un sinnúmero de otras cosas.) El quiebre de esta ilusión puede ser una sorpresa menor o resultar chocante.
Casi nadie, supongo, se sentirá enojado por descubrir que la persona con quien está hablando y que creía “normal” es ciega o tiene una trisomía cromosómica o sólo le queda un mes de vida. Pero así como no faltan personas que se ofenden ante una declaración abierta de homosexualidad (tomándola por un avance sexual indebido) o de vegetarianismo (tomándola por un reproche a quien disfruta de comer carne), hay una sorprendente cantidad de personas que parecen considerar la mera mención del ateísmo como un intento de socavar agresivamente la fe religiosa del interlocutor. Considérese cómo en Estados Unidos han sido criticados ciertos grupos ateos por pagar anuncios callejeros que simplemente decían cosas como “Si no crees en Dios, no eres el único”.
La reacción puede ser sólo eso —un especie de reflejo psicológico— o ir más lejos, hasta llegar a la susodicha acusación de “imposición del ateísmo”. Lo primero es tolerable, quizá; no así lo segundo, para mí al menos. Yo pienso que se trata de mera proyección, como la acusación de que el ateísmo es similar a una religión, pero también creo entender que hay algo más en juego. Una cultura religiosa uniforme es una protección para la fe del individuo poco inquisitivo. La mera presencia de un elemento discordante es una amenaza. Si todas las personas a nuestro alrededor piensan parecido a nosotros en ciertos asuntos clave, será tentador confiar en que no estamos muy errados en nuestro pensamiento. Es el argumentum ad numerum, aquella falacia que dice, por ejemplo, que miles de millones de personas creen en Dios y que tanta gente no puede estar equivocada. También es un argumento que parte de la premisa teísta de que el bien y la moral provienen de Dios. Un ateo que vive, trabaja, se relaciona, etc., es decir, un ateo que no sea un psicópata amoral o un pobre infeliz perpetuamente deprimido, es un desafío a esa creencia, que no mucha gente reconoce pero que está implícita en muchísimas conductas habituales.
El ateísmo es una conclusión a la que uno puede arribar de infinitas maneras y con la que puede hacer infinitas cosas. El indiferentismo en un extremo, el activismo militante en el otro, conforman una dimensión de comportamientos que puede adoptar un ateo dentro de la sociedad en la que vive, y nadie tiene derecho a imponerle a otro una forma de vivir el ateísmo. Yo he elegido la forma más sencilla, menos comprometida, de activismo, que es el de escribir este ínfimo blog y participar en un par de redes sociales. Desde este modesto lugar me permito recomendar a los lectores ateos que hagan lo que yo hago, que la mayor parte del tiempo no es otra cosa que levantar la mano y amablemente romper la ilusión, compartida por demasiada gente, de que todos pensamos más o menos igual y de que los disidentes somos pocos y anormales. Y si eso enoja a alguien, no es nuestro problema.
Considérese cómo en Estados Unidos han sido criticados ciertos grupos ateos por pagar anuncios callejeros que simplemente decían cosas como “Si no crees en Dios, no eres el único”.
ResponderEliminarMás grave aún: fue criticado como ataque un cartel que sólo contenía la palabra "Ateísmo".
Pedazo de articulo.
ResponderEliminarTiempo llegará en que las creencias en zarzas ardientes,
ResponderEliminarvírgenes fecundadas por palomas extraterrestres, judíos que multiplican panes y
peces o paraísos cubiertos de ríos de leche y miel poblados de huríes serán
considerados simples síntomas de una enfermedad mental. http://diario-de-un-ateo.blogspot.com.es/2012/03/espiritualidad-y-efecto-placebo-las-dos.html
Un cartel...no es una publicidad?
ResponderEliminarUna publicidad ¿es una imposición?
ResponderEliminarBuen artículo... continuamente me pasa que todo mundo menciona a dios como si todo mundo creyera en seres imaginarios, mientras la platica es informal me tiene sin cuidado que crean que "creo", pero cuando me preguntan directamente y directamente respondo que soy "ateo", no falta la sorpresa y los ojos abiertos preguntando... ¿porqué?
ResponderEliminarPublicidad y Propaganda no es lo mismo.
ResponderEliminarAmabas no son imposiciones, la diferencia esta en el fin (lucro)
Ademas por cada propaganda ateista hay cientos de religiosas (Radio, TV, prensa, revistas, internet, etcs...) No veo porque causa molestia que se promueva el libre-pensamiento.