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miércoles, 23 de octubre de 2013

La Biblia es ficción, pero mucho cuidado al decirlo

Estudiante sufre bullying por un profesor a quien le dijo que la Biblia no es ficción”, leo en el habitualmente patético sitio evangélico NoticiaCristiana.com, y como el tema parece serio, continúo leyendo.

Resulta que un profesor pidió a sus alumnos, como tarea, leer durante media hora cada día un libro de no ficción y luego traer el libro a clase. Y este alumno, sea por ignorancia o por mala leche, leyó la Biblia. Ahora bien, hay partes de la Biblia que son históricas (aunque sean muy pocas), pero las más significativas y las que más probablemente haya leído el alumno, que son el Génesis, el Éxodo y los Evangelios, son casi totalmente ficticias (para empezar, de los Evangelios ni siquiera se puede asegurar que el protagonista haya existido). El profesor, naturalmente, le hizo saber al alumno que la Biblia no califica como libro de no ficción.

La forma en que se lo hizo saber, sin embargo, fue bastante desagradable, si hemos de creer lo que reportan las noticias cristianas: en vez de explicarle amablemente que sus creencias no pueden trocar lo mitológico en real, el profesor vio la Biblia, constató que el alumno creía que era un libro de no ficción y luego se lo comunicó airadamente al resto de la clase. Una persona en situación de autoridad que expone al ridículo a otra que no puede defenderse a su misma altura está haciendo bullying. Desde luego tenemos que tomar el reporte con pinzas dado que la autovictimización es una especialidad de los cristianos y este incidente menor sirvió rápidamente para engrosar las listas de sitios como Persecution.org, además de llamar la atención de un grupo de buitres… eh, perdón, de abogados cristianos.

Dice otro aspirante a mártir:
Para Robert Tyler, presidente y consejero general de los Defensores de la Fe y la Libertad, el comportamiento del profesor es inaceptable porque viola las leyes del Estado, y es necesario tomar medidas para reducir la agresión en relación con la fe cristiana.

“Éste fue un ejemplo de la creciente hostilidad hacia el cristianismo, que se ve en las aulas de las escuelas públicas, por lo que creemos que tenemos que tomar una posición. Creemos que las acciones de este maestro violan la Cláusula de Establecimiento, que obliga al Estado a permanecer neutral en materia de religión”, dice Tyler.
La neutralidad del estado consiste, precisamente, en no adoptar ni rechazar explícitamente ninguna creencia religiosa. Parece claro que admitir la proposición “la Biblia es un libro de no ficción” es de todo menos neutral. El alumno tiene derecho a creerlo y a expresarlo; el profesor no puede admitirlo, porque le daría al alumno un privilegio en base a su religión. Por lo demás, basta imaginar lo que habría ocurrido si, siendo todo lo demás igual, el alumno hubiese traído a clase un ejemplar del Corán.

El profesor en cuestión debería aprender a lidiar con alumnos mal educados de una manera más correcta. El alumno no tiene la culpa de ser víctima del lavado de cerebro de algún pastor o hijo de padres ignorantes que le enseñaron que la Biblia contiene hechos históricos. Lamentablemente, la mejor manera de tratar con esta falta de educación sería explicar en detalle por qué la Biblia es una fantasía de clase B, cosa que está vedada a los profesores de las escuelas públicas, y con buenas razones. La neutralidad es difícil.

viernes, 20 de septiembre de 2013

La Iglesia de Mendoza, sorprendida porque se aplica la ley

La semana pasada escribí bastante sobre la laicidad educativa y sobre la decisión de una jueza de Mendoza de prohibir las celebraciones católicas en las escuelas públicas de esa provincia. Sobre este último tema, como imaginará el lector, se discutió bastante, dado que muchos creyentes no están acostumbrados a que se desafíe el privilegio cultural del que han disfrutado desde siempre. De hecho, ni siquiera lo registran como un privilegio.

Claramente esta ceguera no es exclusiva de los devotos ignorantes que comentan airadamente en los diarios con el Bloq Mayús activado. Sus líderes oficiales parecen creer que el estado debe consultarlos antes de tomar decisiones y quedan –o se fingen— perplejos cuando esto no ocurre.
Como una “medida sorpresiva” y “contraria a los valores más trascendentes del hombre, de la cultura y de la historia” calificó la Iglesia en San Rafael la medida de la jueza María Eugenia Ibaceta…

El hermano marista Eugenio Magdaleno, recientemente designado Delegado Episcopal de Educación Católica de la diócesis de San Rafael, fue el vocero que eligió monseñor Eduardo María Taussig, Obispo de San Rafael, para fijar la posición de la Iglesia local en relación con la medida judicial.

“Esta medida nos sorprendió, porque se anunció de un día para otro. Es un tema que no puede resolverse entre gallos y medianoche; merece, realmente, un estudio de nivel y jerarquía…”

Consultado respecto de la posibilidad de que el obispado sanrafaelino apele la orden de la jueza, Magdaleno respondió: “Esa es una instancia superior que debe resolver monseñor Taussig con el arzobispo de Mendoza y otras organizaciones que se hayan sentido afectadas. Esto debe resolverse tras un análisis y un diálogo profundo en el que se discuta qué modelo de país queremos, sin sorprender a nadie”.
Dado que es inconstitucional incluir fiestas católicas en el calendario escolar oficial de una provincia cuya constitución es explícitamente laica, difícilmente se puede justificar la sorpresa de la Iglesia. Uno adivina, más bien, que lo sorpresivo fue el hecho de que una jueza se atreviera a hacer cumplir la ley, a contramano del poder eclesiástico local y de las presiones y críticas que sufriría.

La prohibición de adoctrinar religiosamente a los alumnos de las escuelas públicas, de obligarlos a rezar a la Virgen María o a los santos (o a excusarse de hacerlo), de participar en rituales religiosos de consagración u homenaje a figuras de la mitología católica, ¿realmente puede decirse que se decidió “entre gallos y medianoche”? La constitución provincial de Mendoza fue reformada por última vez en 1916; su artículo n° 212, inciso 1, dice:
La educación será laica, gratuita y obligatoria, en las condiciones y bajo las penas que la ley establezca.
Quizá los constituyentes de 1916 no realizaron un “estudio de nivel y jerarquía”, pero sin duda deben haber debatido bastante antes de incluir una declaración de laicidad educativa en la ley fundamental de la provincia hace casi un siglo. ¿Cuál es la sorpresa aquí?

Y en todo caso, ¿por qué no puede resolverse con una simple decisión judicial algo que es sencillísimo de entender e implementar? No es como si se estuviera rediseñando toda la educación estatal. La medida tomada es administrativa, objetivamente insignificante. ¿Insinúa el vocero del arzobispado que las decisiones del poder judicial deben someterse a debate previo con la Iglesia Católica?

Ni qué decir tiene que el estado no es un poder sin límites y que las decisiones complejas y controvertidas deben ser tomadas con precaución y previa información al público. Pero aquí se trató de una acción de amparo, es decir, una medida judicial de excepción: la jueza Ibaceta, a pedido de un grupo de ciudadanos afectados, hizo cumplir un derecho cuyo garante natural se rehusaba distraídamente a cumplir.

Desde luego que debería haber un “diálogo profundo”, pero el mismo debe darse una vez que la ley se esté cumpliendo, no como condición para que la ley se cumpla.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El debate de la educación laica (parte 4)

Continúo aquí con el tema de mi post anterior, y termino con mi comentario acerca del debate sobre la educación laica que se dio en la provincia de Mendoza y que fuera reproducido por el diario MDZ, poco antes de que se declarara la inconstitucionalidad de la inclusión de dos celebraciones católicas en el calendario escolar.

Ya mencioné cómo el obispo auxiliar de Mendoza, Sergio Buenanueva, intentó cambiar el eje de la discusión redefiniendo laicidad como libertad religiosa, a la manera sofística típica de su gremio.

El otro argumento que utilizó Buenanueva para introducir la religión en la escuela pública es el también típico recurso a la importancia del “hecho religioso”. Es cierto que los niños viven en una cultura predominantemente religiosa y que suelen tener preguntas o inquietudes con respecto a temas religiosos (o temas de los que la religión pretende ocuparse, como el fin de la enfermedad o la muerte o la supervivencia del alma), preguntas que una escuela laica de laicidad “negativa” no responde. Pero ¿es necesario? ¿Hasta qué punto puede o debe la escuela responder esas preguntas, siendo que debe evitar por todos los medios responder de manera distinta a la de la religión de los padres, para no violar sus derechos?

Es posible pensar en una escuela que incorpore el “hecho religioso” de manera estrictamente antropológica, objetiva, neutral, pero en la práctica esto es inviable en Argentina. Cualquier cosa más allá, por otro lado, implicaría una intromisión del estado que ningún padre debería tolerar, aunque aquí llegamos a un punto donde simplemente tratamos con diferentes visiones. La Iglesia Católica considera que la educación religiosa es patrimonio de los padres y que el estado tiene la obligación de aceptar que éstos la deleguen en él. Los laicistas estamos en desacuerdo. Que el estado acepte esta imposición abre la puerta al adoctrinamiento encubierto y a otros abusos, y en el caso particular del catolicismo argentino, es de una desfachatez absoluta dado el inmenso poder económico de la Iglesia, que cuenta con instituciones de sobra para instruir a los hijos de los fieles, las cuales reciben además generosísimos subsidios de los estados nacional y provinciales.



lunes, 16 de septiembre de 2013

El debate de la educación laica (parte 3)

Continúo con el tema de mi post anterior, donde hablaba del debate entre dos laicistas y el obispo auxiliar de Mendoza, Sergio Buenanueva. Éste último intentó transformar la definición de laicidad en una promoción estatal igualitaria del pluralismo religioso.

¿Tiene valor lo que apunta Buenanueva cuando habla de reconocer y fomentar la diversidad religiosa como forma de laicidad positiva? La pluralidad ¿es buena en sí? Pienso que no. El respeto mutuo entre personas de diferentes creencias es deseable, pero la pluralidad en un ámbito como la escuela no es deseable a nivel de la gestión, de los programas educativos, de los calendarios oficiales, porque una institución escolar debe educar a todos por igual y con un plan consistente, que sea amplio pero no disperso. No se puede respetar la pluralidad hasta el punto de dictar diferentes programas para alumnos de diferentes religiones, como de hecho debería hacerse si lleváramos la (supuesta) idea del obispo hasta sus últimas consecuencias.

El pluralismo es deseable a nivel sociocultural por la misma razón que es deseable viajar o aprender otro idioma: abre la cabeza de las personas a la diferencia, evita la insularidad, inmuniza contra la intolerancia. Pero el estado sólo tiene el deber de respetar la pluralidad existente, es decir, la coexistencia pacífica de distintas ideas y creencias. Obligar a personas de una religión o ideología a participar en actividades propias de otra no es pluralismo sino todo lo contrario.

La libertad religiosa consiste en poder creer y profesar libremente una religión o no creer en ninguna. No se viola esta libertad por prohibir una celebración religiosa en una escuela pública, de la misma manera que no se viola la libertad de expresión de una persona cuando se le prohíbe ponerse a cantar a los gritos en los pasillos de un hospital. Todas las libertades tienen límites, dados por criterios de razonabilidad y oportunidad. Los laicistas creemos que no es razonable que se le permita a una religión particular invadir el salón de clases.

Continuará…

viernes, 13 de septiembre de 2013

El debate de la educación laica (parte 2)

Hablaba hace un par de días del debate sobre la laicidad de la educación que se desarrolló en Mendoza y en las páginas del diario MDZ entre dos militantes laicistas y el obispo auxiliar de la capital provincial, Sergio Buenanueva. El mismo fue previo a la noticia, que publiqué, sobre la prohibición (por causa de inconstitucionalidad) de la introducción de fiestas católicas en el calendario educativo mendocino.

El planteo del obispo es desgraciadamente típico: proclama que apoya la laicidad, pero redefine el concepto a su conveniencia, básicamente como todo lo contrario de lo que quiere decir realmente. Laicidad “a la católica” es que el estado se ponga a la misma altura que la Iglesia, y que mutua y graciosamente se reconozcan como partícipes de la sociedad civil (mientras la Iglesia discretamente sigue predicando que sus leyes son superiores a las del estado).

Esta clase de “laicidad” es libertad religiosa, entendida como apertura a toda expresión religiosa en el espacio público, pero ignora (y esto se lo dicen los laicistas) que en la práctica, cuando hay una sola religión mayoritaria y culturalmente dominante que además tiene privilegios legales, esa expresión religiosa “abierta” es única, se transforma en coercitiva y estigmatiza a las minorías que se ven obligadas a desmarcarse de ella. El obispo intenta que esto no se note hablando de “laicidad positiva”, de diálogo, pluralismo, la riqueza de la diversidad, etc. Para respetar las creencias distintas propone lo que en último término devendría una escuela pluriconfesional, donde todo tenga cabida y los chicos tengan que ser separados según las actividades religiosas que sus padres aprueben.

La laicidad de verdad (y esto es mi opinión) es “negativa”, en el sentido no emocional de la palabra: es quitar las manos y rehusarse, desde el estado, a intervenir a favor o en contra de una religión. Ocurre que este aspecto negativo-pasivo debe ir acompañado, en la práctica, de un aspecto negativo-activo: retirar privilegios, bloquear la intromisión religiosa oficial (sin afectar las libertades individuales), vigilar y castigar los intentos de violar la neutralidad religiosa. Esto es así porque ninguna religión organizada funciona a su gusto sin algún grado de coerción estatal o de los privados sobre el estado, y la quita de privilegios no le cae bien a quien se ha acostumbrado a ellos.

El debate sobre la definición de laicidad no se daba cuando la religión católica tenía fuerzas para imponerse; si se da ahora, si tenemos a un obispo proclamando su supuesta defensa de la separación entre Iglesia y estado, es porque las cosas han cambiado y la Iglesia no tiene más ese poder omnímodo.

Continuará…

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El debate de la educación laica (parte 1)

La decisión judicial de prohibir las celebraciones católicas en las escuelas públicas de la provincia de Mendoza, que se conoció el 5 de septiembre pasado, no brotó de la nada. Como ya mencioné, el debate sobre el rol de la religión en el estado se venía dando desde antes, a partir de la presentación de un proyecto de ley de educación provincial. Un diario de la capital (MDZ Online) dio lugar en sus páginas a dos militantes laicistas: Marcelo Puertas, presidente de la Agrupación Civil 20 de Septiembre, y Federico Mare, del colectivo La Hidra del Mil Cabezas, que ha publicado cuadernillos con opiniones de pensadores en favor de la laicidad educativa; y a un representante de la Iglesia Católica: el obispo auxiliar de Mendoza, Sergio Buenanueva.

El debate oral fue transcripto en tres entregas (123), que me propongo resumir, agregando mis opiniones.

El planteo de F. Mare fue que la laicidad es una forma del respeto a las minorías. Implícitamente, es respetar el derecho de los padres a que sus hijos no sean adoctrinados o forzados a participar en actividades de una religión que no es la que ellos eligieron. El hecho de que estas actividades sean (oficialmente) optativas no es excusa, ya que optar implica declarar las creencias privadas y eso es una violación a la privacidad; nadie debería ser obligado a declarar sus creencias religiosas en un ámbito neutral como la escuela. Esta opción marca a los niños como diferentes del resto, como anómalos o extraños (y ya sabemos con qué facilidad estas extrañezas reales o supuestas llevan al bullying). De todas formas creo que Mare no explicó satisfactoriamente con qué argumento sostendría su apoyo a la laicidad si el catolicismo fuera una minoría.

Implícitamente, también, laicidad es llevar la religión al espacio privado, o más bien, al espacio no estatal. Se puede pensar en una laicidad muy restrictiva donde se prohíbe usar el espacio público para cualquier manifestación religiosa, pero eso no es de lo que se habla en Argentina actualmente cuando se habla de laicidad, sino de algo tan mínimo y de sentido común como no meter santos y vírgenes en un calendario educativo oficial.

Continuará…

lunes, 9 de septiembre de 2013

Mendoza: celebraciones católicas inconstitucionales en las escuelas

Hace pocos días, en Mendoza, Argentina, una jueza prohibió la celebración de dos festividades religiosas católicas en las escuelas públicas (estatales) de la provincia, por contradecir el principio constitucional de laicidad.

Para más detalles: la jueza María Eugenia Ibaceta declaró inconstitucional una resolución de la Dirección General de Escuelas (DGE) por la cual se incluían en el calendario escolar las conmemoraciones del Día de Santiago Apóstol, santo patrono de Mendoza (25 de julio), y de la Virgen del Carmen de Cuyo (8 de septiembre), que vienen celebrándose tradicionalmente desde hace tiempo aun cuando la constitución provincial declara que las escuelas públicas deben ser laicas. El fallo judicial fue en respuesta a una acción de amparo presentada por la Asociación Civil Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) filial San Rafael.

De forma bastante interesante, la jueza no se limitó a prohibir la celebración en abstracto (dejando así huecos legales) sino que detalló qué cosas violarían el principio de laicidad:
… clases alusivas, (…) carteleras, entrevistas, proyección de videos, actividades diversas en las que participen alumnos, docentes y miembros de la comunidad o personalidades relevantes del medio.
El debate por la laicidad educativa lleva un cierto tiempo desarrollándose en Mendoza, pero como suele suceder con este tipo de noticias, más aún si ocurren en “el interior” (es decir, cualquier lugar que no sea el área metropolitana de Buenos Aires), ningún diario nacional lo registró. De hecho, yo sólo me enteré porque sigo el diario mendocino MDZ en Facebook. La medida contra las conmemoraciones católicas salió luego publicada en varios otros diarios de la provincia, como es natural, pero antes de eso MDZ había dedicado ya tres artículos (1, 2, 3) a transcribir una extensa charla entre dos ateos laicistas y un sacerdote católico, donde cada uno expresó su visión sobre el tema, atrayendo variados comentarios de los lectores.

Ni qué decir tiene que la noticia de la prohibición de las fiestas católicas en las escuelas públicas provocó también una reacción importante. Los tópicos ignorantes y las hipérboles abundaron; no encontré ni un solo argumento sensato o atendible en favor de mantener las celebraciones. Muchos antilaicistas parecen dar por sentado que la Constitución Nacional obliga al estado a inyectar la religión católica en todos los ámbitos y que ni la jueza ni quienes defendemos el laicismo la hemos leído con atención. (La Constitución argentina obliga al “sostenimiento” de la Iglesia, lo cual se interpreta como sostén económico y se cumple gracias a un par de decretos y leyes sancionados en la última dictadura.)

Otros se indignan por la ruptura con la tradición, como si haber hecho siempre algo fuera argumento suficiente para seguir haciéndolo sin importar ninguna razón. (Tradicionalmente en Argentina tampoco era posible casarse si no era por iglesia y con un miembro de la misma religión, pero afortunadamente esa tradición fue abolida por la ley de matrimonio civil.) Otros aún recurren al remanido y nunca satisfactorio argumento de las prioridades: que los laicistas y la jueza pierden tiempo en estupideces mientras los niños pobres no comen, las escuelas se caen a pedazos o cualquier otra cosa más importante; o bien, su variante: que los laicistas podrían dedicarse a algo útil (darle de comer a los niños pobres, arreglar las paredes de las escuelas, terminar con la corrupción de los políticos o detener la guerra en Siria) en vez de empeñarse en quitarle a los católicos sus preciosas celebraciones.

La medida de la jueza vale sólo para este año. Habrá que ver si el gobierno mendocino hace lo que debe y endereza su camino el año que viene, evitando directamente la inclusión de conmemoraciones sectarias en el cronograma educativo, donde no corresponden, y dejando que los fieles celebren lo que deseen, cuando lo deseen, en el ámbito privado o en espacios públicos donde cuenten con la debida autorización.

sábado, 3 de agosto de 2013

Aborto y riesgo de suicidio según la católica mentirosa Alejandra Diener

El viernes pasado nuestra fachada católica pseudocientífica favorita, Sexo Seguro, emitió uno de esos raros tuits relativos a una cuestión específica y actual (@sexoseguro es básicamente un bot que hace un loop infinito sobre una serie de tuits ya programados, sin responder jamás a nadie ni citar tampoco a otros).


Muy bien argumentada la respuesta de @AleDiener a un inconforme sobre el aborto http://www.animalpolitico.com/blogueros-blog… … …
@AleDiener es Alejandra Diener, Maestra en Ciencia de la Familia por la Universidad Anáhuac y licenciada en Economía por la Universidad Iberoamericana. (La Anáhuac es parte de la maquinaria formateadora de cerebros y recaudadora de fondos de la Legión de Cristo, la orden del pederasta y abusador sexual serial e incestuoso Marcial Maciel. La Iberoamericana es propiedad de la Compañía de Jesús. Este paso exclusivo por el sistema educativo católico explica bastante lo que sigue.) Diener le contesta a alguien que la cuestionó por su postura contra el derecho al aborto, aunque sin citar sus objeciones.

La respuesta es una breve recorrida por algunos lugares comunes, fundamentalmente la idea de que la mujer embarazada en crisis no necesita abortar sino asistencia de otra clase. Esto puede ser cierto pero requiere de una evaluación caso por caso y, como fuere, no hay mucho que evaluar si —como han logrado los jerarcas a los que Diener responde­— la ley ya ha clausurado todos los caminos alternativos. Una mujer embarazada en Latinoamérica, salvo en casos muy puntuales y en lugares muy específicos y teniendo suerte de no toparse con “pro vidas” metiches, no tiene más remedio que gestar y parir, aunque eso le signifique la ruina económica, psicológica, física o todas ellas juntas.

Después (y aquí quería llegar) Diener dictamina:
El aborto está generando un verdadero problema de salud pública, ya que la mujer que aborta padece trastornos mentales que las lleva incluso hasta el suicidio (Association between parity and risk of suicide among parous women. Chun-Yuh Yang PhD MPH www.cmaj.ca), mujeres que no puedan hacerse cargo de sus familias o que ni siquiera puedan continuar con sus vidas a causa del trastorno ocasionado por este drama de la eliminación de un ser humano en su vientre.
Generalmente los antimujeres hablan del síndrome post-aborto, entidad inexistente inventada por ellos y que no reconoce ninguna organización médica o psicológica importante en el mundo. Diener pasa de largo y directamente cita un estudio realizado en Taiwán; el título en castellano sería “Asociación entre la paridad y el riesgo de suicidio en mujeres que han tenido hijos” (paridad es la cantidad de hijos que ha tenido una mujer).

El estudio es amplísimo; ése es su único mérito indiscutible. Documenta la vida de 1,3 millones de mujeres a lo largo de casi tres décadas y correlaciona la cantidad de hijos que tuvieron con su riesgo de suicidio. Los autores hallaron que el riesgo de suicidio de una mujer disminuye al aumentar su número de hijos. Reconocen, sin embargo, que ciertas variables son imposibles de controlar, y que la correlación puede esconder muchas causalidades. Por ejemplo: la depresión se asocia a una mayor tendencia al suicidio, pero padecer de depresión también puede afectar la decisión de tener hijos; una tendencia suicida puede verse afectada por la presencia de una red de soporte familiar provista por los hijos, si la mujer siente que tener una familia le aporta valor a su vida.

En ninguna parte del estudio se menciona siquiera la palabra “aborto” ni se habla de anticoncepción o planificación familiar explícita. Alejandra Diener, por lo tanto, miente descaradamente (considerar la posibilidad de que no haya entendido el estudio es un insulto a su inteligencia tanto como la nuestra), y miente a sabiendas de que la inmensa mayoría de sus lectores jamás buscará el estudio por internet (no se provee un link) ni lo leerá ni lo entenderá (aunque las conclusiones son claras, está en inglés y el texto es bastante técnico). ¿Éste es el modelo de profesional que forman las carreras universitarias católicas?

miércoles, 10 de julio de 2013

Adoctrinación católica en Corrientes (parte 2)

Me confieso atrasado en noticias. Cuando publiqué que en Corrientes la Iglesia y el ministerio de Educación están “colaborando” para producir materiales de lo que ellos llaman “educación sexual” para adoctrinar niños en las escuelas públicas, ignoraba que la excusa para ello se venía preparando desde hace más de un año.

Del portal corrientes.in, 9 de mayo de 2012:
Fernández sobre la Educación sexual en escuelas: Corrientes es una provincia católica donde el programa nacional no tendría amplia recepción

Así lo indicó el diputado provincial y referente gremial de AMET, Rufino Fernández. En Radio Continental recordó que los padres tienen una patria potestad sobre los hijos, lo cual constituye un límite para el docente. (…)

“Nadie puede desconocer que Corrientes es una provincia católica, con fuerte presencia en la educación. Es normal por su gran devoción a la Iglesia católica y por eso, el debate debería darse en cada jurisdicción. No creo que la Capital Federal tenga la misma idiosincrasia de otros puntos del país”, opinó el legislador.
En mi último post ya vimos cómo la idiosincrasia local era usada como justificativo para borrar los contenidos enviados por el Ministerio de Educación nacional y reemplazarlos por materiales que sólo en un abuso del idioma podrían llamarse educativos. En la mesa de reuniones se veían con claridad copias de un cuaderno producido por el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).


El CONSUDEC depende de la Conferencia Episcopal Argentina, que no obstante estar formada por obispos de todo el país, tiene su sede en Buenos Aires. Es dudoso que el CONSUDEC haya consultado a los laicos católicos de a pie en las provincias; hemos de suponer que los fieles de todo el país, en virtud de ser católicos, tienen todos la misma idiosincrasia…

Es también bastante dudoso que exista una verdadera colaboración entre el Ministerio de Educación correntino y la Junta Arquidiocesana de Educación Católica (JAEC). Por un lado, es poco probable que el ministerio tenga algo propio que agregar a los abundantes materiales ya elaborados por su par nacional, y por el otro, poco de ese material puede sobrevivir al contacto con los puntos de vista de la “educación” sexual católica. Simplemente no puede elaborarse un texto que incluya a la vez educación sexual compatible con un estado laico moderno y la clase de basura que produce la Iglesia. Sería como armar un manual de etiqueta y ceremonial con la “colaboración” de un grupo de hombres de Neanderthal.

“Eduquemos atendiendo a las diferencias reales y buenas entre varones y mujeres.”

La justificación de Fernández es algo preocupante. Las provincias no son católicas. Ni los países ni las ciudades son cristianas, judías, budistas, musulmanas o ateas. Se puede hablar de mayorías y minorías, a lo sumo, pero esas mayorías y minorías son contingentes e irrelevantes para este caso. Corrientes es una provincia donde, como en toda Argentina, la mayor parte de la gente ha sido bautizada y se dice católica. Eso no implica una forma de pensar idéntica en todos. Esa idiosincrasia, en tanto existe como tendencia general, no es innata ni sagrada ni inmodificable. Hace cincuenta años el argentino típico creía que las mujeres eran inferiores a los hombres, que convivir con una pareja sexual sin casarse o tener hijos fuera del matrimonio era una vergüenza, y desde luego, que los homosexuales eran anormales a los que había que apartar de la gente normal, si no exterminar. Hace treinta años el divorcio era un pecado tan grande que se juntaban decenas de miles de manifestantes a pedir que la ley no lo permitiera. Hoy esas actitudes existen pero en mucha menor medida, y ya no son toleradas en el debate público de manera abierta ni en los círculos más respetables de la sociedad (de estos círculos excluyo, naturalmente, a la Iglesia Católica).

Los pueblos no son prisioneros de su tradición y la tarea de la educación frecuentemente es atacar y demoler esa tradición, incluso aunque por motivos pragmáticos tenga que trabajar sobre ella por un tiempo. Si Corrientes es una provincia católica hasta el punto de no poder aceptar que sus niños aprendan que las familias homoparentales son familias de verdad o que las mujeres y los hombres no tienen roles fijos por naturaleza, esa catolicidad es un problema a resolver, no una idiosincrasia que haya que respetar.

La cuestión de la potestad de los padres también es una excusa habitual. Cierto es que los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos la educación que prefieran, pero como todo derecho, éste tiene límites. Los niños tienen derechos también: a una educación de calidad, a una educación sexual basada en evidencias y en el respeto de los derechos humanos; derecho a un bienestar que incluye ser parte de una comunidad educativa que los recibirá y aceptará aunque muestren una orientación sexual distinta a la mayoría o (en el caso de las chicas) aunque queden embarazadas sin desearlo o quieran vestirse “provocativamente” sin que eso les sirva de excusa a otros para violarlas.

Fundamentalmente, los niños tienen derecho a la libertad de conciencia, vale decir, en este contexto, a recibir información suficiente para tener elementos de juicio que les permitan formarse una moral propia, incluso aunque sus padres insistan en que sólo debe obedecer y copiar la moral de ellos. Ninguna educación es neutral, pero una educación laica es una base más amplia que cualquier adoctrinamiento religioso, que es divisivo por naturaleza.

martes, 9 de julio de 2013

Adoctrinamiento católico en las escuelas públicas de Corrientes, pronto en la clase de educación sexual

Sorpresa, sorpresa: la Iglesia Católica intenta nuevamente bloquear la educación sexual en las escuelas públicas argentinas. Esta vez es en la provincia de Corrientes, donde la Dirección de Servicios Educativos de Prevención y Apoyo (Disepa) vergonzosamente “colabora” con la Junta Arquidiocesana de Educación en la redacción de una revista de educación sexual integral como material de clase, según publica el diario El Litoral.

Los materiales necesarios ya existen: el Ministerio de Educación de la Nación los elaboró hace años, pero la mayoría de las provincias los ignoraron o los rechazaron.
En Corrientes las publicaciones aparejaron polémica al abordar en sus páginas nuevos derechos como el matrimonio igualitario. Este año la cartera presidida por [el ministro de Educación] Alberto Sileoni añadió la violencia de género y trata de personas.
La Iglesia Católica (vía el Consejo Superior de Educación Católica) confeccionó materiales propios para las escuelas de adoctrinación que regentea; en su momento me ocupé de los mismos, mostrando cómo sus contenidos buscaban apuntalar los roles sexistas de género, promover la abstinencia y los groseramente ineficaces “métodos naturales” como única forma de control de la natalidad, sembrar terror a los anticonceptivos, tratar la masturbación como un problema, la homosexualidad como un trastorno y el sexo fuera del matrimonio como una forma de abuso sexual (!).

El susodicho material era, sin embargo, para consumo interno. El que la Junta Arquidiocesana de Educación de Corrientes está elaborando junto con la Disepa es para todas las escuelas: las católicas y las públicas, supuestamente laicas. ¿Por qué no usar el material enviado por el ministerio nacional? La respuesta es tan poco comprometida como hipócrita:
Los ejemplares del programa nacional no hicieron eco en varias instituciones escolares correntinas. “En muchas escuelas no implementaron el cuadernillo de Nación. Estamos viendo por qué”, indicó a El Litoral la titular de Disepa, Julia Sáez.
¿“Estamos viendo por qué”? Uno puede imaginarse el entusiasmo y la firmeza con que el gobierno correntino intentó implementar el uso de los materiales.
Por este motivo, la cartera está trabajando en la elaboración de un cuadernillo propio que tenga en cuenta “nuestra idiosincrasia”, según detalló la referente del programa. Luego explicó que “otra es la realidad de Corrientes” y que se debe abordar un “tema tan importante para el Ministerio de manera responsable”.
Pero entonces ese “estamos viendo” ya tiene respuesta, ¿no? No se implementó el material, implica Julia Sáez, porque no tenía en cuenta la idiosincrasia local. Ésta es una excusa remanida, que apela al recelo del provinciano (estereotípico, aclaro) hacia lo que viene bajado desde Buenos Aires. ¿Qué “otra” es la realidad de Corrientes? ¿Las adolescentes no tienen sexo y se quedan embarazadas en edad escolar, en Corrientes? ¿Los chicos no se masturban? ¿No existe el sexismo ni el abuso sexual ni la trata de personas en Corrientes? ¿No hay homosexuales ni transexuales discriminados? ¿Ninguno de los problemas que en todo el resto del país piden a gritos una solución en la forma de un programa de educación sexual existe en Corrientes? Ah, no, perdón:
Los contenidos de la revista serán consensuados con los técnicos de la Junta Arquidiocesana de Educación Católica y según adelantó Sáez, abordarán temas como valores, autoestima, intimidad, hábitos, violencia, métodos anticonceptivos, entre otros.
¿Y las fuentes académicas para estos temas? ¿Trae la Iglesia nuevos hallazgos, cosas que superen los datos de los cuadernillos confeccionados a nivel nacional? ¿O no serán más que un refrito de materiales de adoctrinamiento ya publicados?


Ahí está, sobre la mesa, lo que la Iglesia aporta. ¡Nada menos que la misma revista de la que hablaba yo al comenzar, repleta de material sexista, homofóbico, pro-natalista y de pseudociencia contra los anticonceptivos!
… estará orientada a los estudiantes de todos los niveles y a los tutores. También podría ser utilizada entre los alumnos de catequesis.
¿Alguien quiere apostar algo sobre la veracidad de los contenidos sobre métodos anticonceptivos que podrá encontrarse en una revista que se va a usar para dar catequesis?

Y para terminar:
El financiamiento y la edición correría por cuenta de la Provincia.
Naturalmente. Es que la Iglesia no maneja dinero.

viernes, 24 de mayo de 2013

Razones para adoctrinar en la escuela

En un blog de la cavernosa InfoCatólica escribe el cura Guillermo Juan Morado sobre Algunas razones para la enseñanza de la Religión (católica) en la escuela (interesantes, esos paréntesis). Morado dice ser Doctor en Teología y Licenciado en Filosofía; esos estudios le han servido, por lo visto, para poder montar con rapidez una estructura sofística de aspecto adecuado en un sitio donde no se espera que la misma sea sacudida por nadie en busca de debilidades. He aquí el panfleto en cuestión, extractado, y mis respuestas.
1. La misión específica de la educación es la formación “integral” de la persona humana. (…) Uno puede ser un genio en las matemáticas, o en la física, o en la biología. Pero solo eso no basta. No somos solamente agentes de cálculo, seres dotados de peso y medida o, simplemente, seres vivos. Somos algo más. Somos personas. Y, en la calidad de tales, tenemos dotes físicas, morales, intelectuales y espirituales.
Como es costumbre desde tiempos inmemoriales, lo primero que hace el chamán es asustar a los nativos con demonios. Aquí el demonio es la frialdad de la ciencia y el materialismo. ¿Quién niega que somos personas y que necesitamos algo más que ciencia para ser personas plenamente? La palabra “espiritual” debería ser erradicada del lenguaje filosófico: significa tanto que no significa nada (como “Dios” y “amor”). La idea de que la educación debe formar integralmente a la persona no es tan indiscutible como parece; en todo caso depende de qué abarca esa “educación”: ¿la escuela primaria, la primaria y la secundaria, sólo la universidad? ¿En qué proporción deben estar las ciencias, las humanidades y las “espiritualidades”? Los contenidos de formación “espiritual” ¿deben darse en una asignatura específica, incluirse de manera transversal, o simplemente transmitirse a través del ejemplo de los educadores?
3. Los principales educadores son los padres. Y la sociedad, el Estado, y hasta la escuela, han de ayudar a los padres a educar a sus hijos.
4. Los padres tienen derecho a elegir para sus hijos una educación conforme con su fe religiosa.
No y no. Para que los padres sean educadores primero deberían estar educados ellos, o lo suficientemente educados para poder elegir luego a educadores formados para sus hijos. Ni la sociedad ni el estado ni la escuela deberían facilitarle a los padres la propagación de sus prejuicios o creencias irracionales dañinas. En nuestra sociedad los padres tienen de facto un poder casi ilimitado (lamentablemente) para elegir para sus hijos una educación conforme a sus creencias religiosas, pero tal poder pisotea el derecho de los hijos a la libertad de conciencia y de elección. Expresado como está, el derecho de los padres es un despropósito: el derecho a recibir una educación es de los niños. En general consideramos, por razones de tradición y de conveniencia que generalmente nos dan la razón, que los padres saben lo que es mejor para sus hijos menores de edad, quienes no pueden elegir; pero no podemos olvidar que esa regla es una convención y que las mismas leyes contienen excepciones a ella.
5. No puede haber, en la educación, ningún monopolio, que elimine el principio de subsidiaridad; es decir, que el Estado no debe sustituir las instancias intermedias, entre ellas, la familia.
¡Valientes palabras! Ningún monopolio. Ni el Estado ni la Iglesia. Esta idea es genuinamente revolucionaria; si al P. Morado se le hubiera ocurrido expresarlas hace un siglo lo habrían tildado de libertino, promotor de la libertad irrestricta de pensamiento, fomentador de la herejía. En cada ocasión en que la Iglesia Católica ha podido utilizar el poder secular en su beneficio, desde la conquista de América hasta la dictadura franquista, la catequesis católica forzada o cuasi-obligatoria ha pasado por encima del derecho de los padres no católicos a darle a sus hijos una educación conforme a sus creencias.
6. Si no se pudiese enseñar Religión en la escuela los alumnos quedarían privados, en ese ámbito, de la apertura a la dimensión trascendente de la vida.
Tonterías. Conceptos vacíos. Si “la dimensión trascendente de la vida” es lo que se enseña en la clase de Religión (católica), entonces llamémosle “creencias católicas oficiales sobre la vida después de la muerte” y punto. Hay muchas formas de trascendencia además de las inventadas por la Iglesia o por las otras religiones.
7. Si no se pudiese enseñar Religión en la escuela el derecho a la libertad religiosa se vería mermada.
Sólo en el mismo sentido en que no enseñar la doctrina marxista-leninista implica mermar la libertad de pensamiento político. Menos todavía. En (casi) ningún lugar del mundo hay establecimientos exentos de impuestos con personal dedicado full time a propagar el marxismo-leninismo. En buena parte del mundo hay como mínimo una iglesia por barrio en cada ciudad. Excepto en los países afligidos por el totalitarismo comunista o por el islamismo de estado, la libertad de enseñar y aprender religión (católica) está asegurada.
8. Si en la escuela pública se dijese que todas las religiones valen lo mismo o que ninguna vale nada significaría que el Estado, pasando por encima de las convicciones de sus ciudadanos, se atribuye el derecho a decidir que lo mejor es una supuesta “neutralidad” que llevaría al indiferentismo.
La escuela pública no hace tal cosa. La escuela pública, cuando es laica, educa en el valor del respeto a la diversidad y en la no discriminación por razones religiosas, que es lo más que se le puede pedir. Si los ciudadanos (adultos) están convencidos de que la tierra es plana o que las mujeres son intelectualmente inferiores o que los homosexuales padecen una enfermedad curable, el Estado debe pasar por encima de esas convicciones y enseñar a los niños que sus padres están equivocados; de lo contrario la escuela no es escuela sino una mera repetidora de prejuicios, y al Estado más le valdría desaparecer.
9. El poder civil no debe impedir, sino favorecer, la vida religiosa de los ciudadanos.
El poder civil no debe impedir la vida religiosa de los ciudadanos, en tanto esa “vida religiosa” no implique joderle la vida a los demás ciudadanos. (Hay ciudadanos, quizá le sorprenda saber al P. Morado, que no tienen ni desean una “vida religiosa”, como así tampoco pagar para que a otros se les favorezca.)
10. Si se trata de enseñanza de la Religión católica, solo la Iglesia Católica puede establecer qué contenidos son conformes o no con su creencia.
Obviamente. Pero sólo si además paga por ella.
11. La enseñanza de la Religión en la escuela no es catequesis. La catequesis busca la adhesión. La enseñanza de la Religión en la escuela busca el conocimiento sobre la identidad del cristianismo y de la vida cristiana.
La identidad cristiana, como toda otra identidad, se aprende en los espacios propios de la comunidad cristiana: la familia creyente, la iglesia o templo, las reuniones de grupos de oración, etc. La escuela no es un espacio para reforzar identidades. Es ingenuo pensar que la enseñanza de una doctrina religiosa puede separarse de la catequesis, cuando los alumnos son niños y muy especialmente cuando la enseñanza la da un cura, una monja o un catequista designado por la Iglesia.
12. Si una enseñanza que se imparte en la escuela es privada de su condición de “enseñanza”, si no cuenta para nada, si es lo mismo cursarla o no, esa enseñanza queda completamente desvirtuada.
Las asignaturas optativas existen desde siempre en las currículas escolares. En el caso de la “enseñanza” religiosa (que es catequesis), debe ser forzosamente optativa porque no vivimos en una sociedad homogénea. Por lo mismo, no puede ser puntuada como las otras asignaturas.
13. La libertad de los padres, o de los alumnos, ha de ser respetada. Pero también en el sentido positivo. También hay que respetar la libertad de los padres, y de los alumnos, que desean recibir enseñanza de la Religión en la escuela.
Pura confusión. ¿Hará falta repetir aquello de que “tus derechos terminan donde empiezan los míos”? Esto es esencialmente una repetición del punto 4. Es una vuelta de tuerca deshonesta hablar de “libertad para hacer X” cuando en realidad se está hablando de “libertad para obligar a todos a que hagan X conmigo” o su variante, “libertad para obligar a los demás a que paguen para que yo pueda hacer X”. Todo estado moderno obliga a sus ciudadanos a pagar con sus impuestos por cosas que no usan ni necesitan, cosa que casi todos (excluyendo a libertarios, anarcocapitalistas y similares) aceptamos, en tanto el balance entre lo pagado y lo recibido no sea muy desfavorable ni esté muy inclinado hacia el beneficio de cierto sector.

El caso de la religión católica en Hispanoamérica muestra un ejemplo de sesgo extremo: una religión organizada que tiene centros de enseñanza privada propios, medios de difusión, contactos en la prensa y el gobierno, miembros en puestos clave de la política y el sistema de justicia, privilegios socioculturales de todo tipo, y además solicita, reclama, exige del Estado que obligue a los niños a ser sometidos a la indoctrinación en las escuelas públicas. Está claro que en las carreras de filosofía católica se enseña, como asignatura excluyente, la desfachatez.

martes, 19 de marzo de 2013

Contra los subsidios a las escuelas confesionales

El pasado martes 12 un grupo de manifestantes de un grupo de izquierda llamado “Movimiento Popular La Dignidad” (MPLD) entró a la Catedral Metropolitana de Buenos Aires y se instaló allí durante unas cinco horas, reclamando al Ministro de Educación de la Ciudad que el estado porteño deje de subsidiar a las escuelas privadas (de las cuales 50% son católicas) e invierta en cambio en las escuelas públicas, desde hace largo tiempo en declive.

Foto: LA NACION / Ezequiel Muñoz

Poca simpatía me inspira la ideología del MPLD y considero que la metodología empleada para el reclamo no fue demasiado útil a la causa, pero hay que reconocerles que lograron instalar (siquiera por unos días) una discusión que ningún otro movimiento o partido político importante se ha animado a plantear con fuerza. Como ya escribí en otras ocasiones, en Argentina existió una vez un consenso estatal, producto de pensadores liberales, en el sentido de que la educación debía ser laica; dicha educación no era exactamente liberal sino que debía tender a la uniformidad de contenidos al servicio del estado, y en particular, a la asimilación de los inmigrantes que en ese entonces (fines del siglo XIX y principios del siglo XX) arribaban al país en inmensas cantidades. A medida que pasó el tiempo, el sueño se fue apagando. Llegamos al siglo XXI con una educación pública en estado catastrófico: con pocos fondos y mal empleados, edificios escolares en malas condiciones, materiales de estudio obsoletos, maestros mal pagos (razonablemente enojados, pero también acostumbrados a los vicios que aquejan al resto de los empleados públicos), y una matrícula consistente cada vez más en hijos de familias pobres, para los que la escuela es más un lugar de contención que de aprendizaje.

Según sus matices ideológicos, distintos gobiernos locales y nacionales han apoyado más o menos la educación pública, pero ni uno solo se ha planteado como objetivo la reducción progresiva y eventualmente total de los cuantiosos subsidios que el estado le otorga a las escuelas privadas (de las cuales, como bien señala el MPLD, gran parte son confesionales y de ellas la mayoría católicas). No es necesario ser ateo o antirreligioso para notar que ciertas políticas de estado comúnmente adoptadas van en contra de ciertas doctrinas religiosas. No tiene mucho sentido, me parece, que el estado financie la adoctrinación de los niños en una religión que enseña que es inmoral usar preservativos o anticonceptivos, mientras por otro lado gasta dinero en promover el uso de condones y anticoncepción hormonal y en proveerlos en sus centros de salud. Tampoco es razonable que el estado pague los sueldos de los maestros en una escuela donde se enseña que la homosexualidad es una enfermedad o una perversión, mientras que dicta leyes u organiza campañas contra la discriminación por orientación sexual.

El origen legal de estas absurdas contradicciones está en leyes educativas que obligan al estado a garantizar a los padres el derecho a que sus hijos sean educados según sus convicciones. Las de los padres, claro está; los hijos —y aquí está el problema— difícilmente tengan convicciones firmes. He escuchado objeciones liberales a la estatización de la enseñanza, pero pocas argumentaciones consideran suficientemente el hecho de que los hijos no son propiedad de los padres y de que el supuesto derecho a moldear las mentes infantiles se contrapone a la libertad de conciencia de los niños. Está claro que una educación neutral o libre de ideología es imposible; está más que claro que el monopolio ideológico del estado en la educación no es deseable. Pero dada la calidad paupérrima de la educación pública y la cantidad de contenidos mínimos, básicos, que hoy no son impartidos o no son asimilados por los alumnos, quizá sería una buena idea tener como objetivo un sistema educativo laico, estatal y gratuito que garantizara esa base mínima, y un sistema complementario (¡no alternativo!) de educación privada.

¿Se animará algún político argentino a incorporar a su plataforma electoral la eliminación progresiva de los subsidios a las escuelas confesionales, en pos de alcanzar el objetivo de un estado laico? ¿O seguirán todos ellos mirando para otro lado, dejando el tema en manos de un puñado de manifestantes de movimientos minoritarios sin significación electoral, que sólo pueden atraer la atención mediante el escándalo?

viernes, 2 de noviembre de 2012

Trascendencia

Leo por enésima vez una justificación perentoria de la necesidad imperiosa de dejar que curas, monjas y catequistas formateen el cerebro de los educandos con un sistema dogmático específico al tiempo que se embolsan sueldos del Estado, es decir, pagados del bolsillo de los contribuyentes de cualquier religión o de ninguna. Como tantas otras veces el argumento es el de la “trascendencia”, palabra que implica un ir más allá de las circunstancias coyunturales, de las modas y costumbres, del beneficio inmediato, de lo egoísta y cortoplacista, de lo no duradero, etc.

Esta justificación la explicita en este caso Francisco Pérez González, uno de los vasallos de la monarquía vaticana en España, que desde luego equipara trascendencia con religiosidad, o más bien con la forma específica de religiosidad organizada que le da de comer y le permite ir por la vida con vestido negro largo, gorrito púrpura en la cabeza, faja púrpura en el abdomen y una cruz colgando del cuello.

Y todo esto de la trascendencia está muy bien, aunque obviamente sea una mera excusa para —como dije— demandar que una mayoría de indiferentes, católicos de nombre, agnósticos, judíos practicantes, ateos, budistas, musulmanes o testigos de Jehová (entre otros) subsidie la educación sectaria de una minoría de católicos devotos que no pueden sufrir la idea de enviar a sus hijos a escuelas públicas donde les enseñen que los homosexuales no son pervertidos enfermos violaniños o les den a entender a las niñas y jóvenes que tener hijos sin parar no es lo mejor de lo mejor que puede pasarles.

Es discutible que la trascendencia (sin comillas) sea algo imprescindible en la educación escolar. Mi opinión es que es imprescindible en la educación, aunque no necesariamente en la escuela. Los padres deberían educar a sus hijos en una visión de la vida que vaya más allá de sus miras inmediatas y de sus inquietudes materiales más urgentes, porque de lo contrario estarían educando pequeños psicópatas. Los niños deberían preguntarse, y tener con quién consultar y debatir, cosas como “¿Qué pasará en el mundo después de que yo muera?” o “¿Qué puedo hacer yo para que el mundo mejore?”. Eso es trascendencia, y no idioteces como “¿Hay un Dios que nos libera de nuestra propia culpa, necesitamos Salvación?”, que no es una pregunta sino una gigantesca y poco disfrazada petición de principio.

El Estado puede reconocer las inquietudes trascendentes en sus ciudadanos pero no tiene por qué plantear las preguntas directamente: sólo debe garantizar que puedan hacerse y que puedan responderse con libertad. Enseñar  respuestas prefijadas a los niños sobre sus grandes interrogantes trascendentes es exactamente lo opuesto a la libertad.

jueves, 19 de julio de 2012

Mercedes Rovira no es anómala

La Universidad de Montevideo (UM) es una institución de altos estudios a la que el estado uruguayo le ha concedido el derecho de emitir títulos profesionales habilitantes, es decir, de llamarse propiamente universidad. La UM es una institución católica que responde a los mandos del Opus Dei y cuyos profesores y directivos —en principio— deben vivir y enseñar lo que el Opus Dei y la Iglesia Católica mandan. Supongo que algunos lectores podrán entender por qué las dos situaciones antedichas son incompatibles entre sí.

Mercedes Rovira fue designada como rectora de la UM y ya antes de asumir cometió un error: habló como devota católica en vez de como una catedrática y dirigente de una institución abierta al público en un país laico.
En una entrevista concedida al semanario Búsqueda (…) el periodista le preguntó sobre cuál sería la decisión de la UM si un docente declara públicamente su homosexualidad como hizo Anderson Cooper, periodista de la CNN.

"Que haya anomalías, las hay. También hay tréboles de cuatro hojas", respondió. Y admitió que la condición de homosexual se tiene en cuenta a la hora de contratar a un profesor.
La agencia católica ACI Prensa se extiende más, como para demostrar su absoluto alineamiento editorial con la visión oficial acerca de las susodichas “anomalías”:
La catedrática señaló que en la universidad "somos bien claros en lo que buscamos. El respeto a la persona no va reñido a que consideramos que la verdad es lo que propone la naturaleza humana. La naturaleza humana somos hombres y mujeres, y la diferenciación de sexos es de la naturaleza, biológica y determinante. (…) Asimismo, ante la pregunta de si la homosexualidad "juega a la hora de designar docentes", Rovira afirmó que "obvio que juega. Porque si estamos diciendo que el docente no solamente tiene que enseñar en el aula, sino que es un referente. (…)".
Los medios católicos suelen aplaudir estas exhibiciones de discriminación y de ignorancia grosera en sus fieles, pero en esta ocasión no pudieron hacerlo demasiado. Rovira se retractó, aunque renunció de todas formas, probablemente al darse cuenta de que ni ella misma se creía sus disculpas. Dijo estar “muy triste con la lamentable interpretación de mis palabras”, entendió que “no fue adecuado hablar de anomalía”, aseguró que en 17 años de entrevistar profesores nunca había insinuado preguntas sobre orientación sexual, y por supuesto, recordó que tiene amigos homosexuales (que vienen a ser la versión católica del amigo judío que cada antisemita tiene a mano para demostrar que no lo es).

Rovira está ahora bajo investigación por sus dichos discriminatorios. El colectivo Ovejas Negras había presentado una denuncia pero la retiró al enterarse de que renunciaba; sin embargo, un fiscal solicitó que se abriera un expediente. Claramente la Dra. Rovira debe tener derecho a decir lo que quiera sobre los homosexuales; pero no puede ser autoridad de selección de personal de una universidad (ni de un almacén, si vamos al caso) si específicamente afirma que discrimina y va a seguir discriminando a los postulantes.

La Asociación Civil 20 de Setiembre solicitó al estado “controlar mejor la aplicación de la laicidad en los centros de estudios confesionales”, lo cual parece algo realmente complicado: más fácil conceptualmente, aunque mucho menos práctico y político, sería dejar de permitir que cualquier culto o secta religiosa con dinero e influencia pueda abrir una casa de estudios con aval estatal. Rovira sí que no es una anomalía: su actitud es la que debe tener cualquier católico que respete la doctrina a la que dice suscribir, y es lógico suponer a priori que todo el personal jerárquico de una universidad católica piensa igual, aunque tenga la precaución de no mencionarlo.

viernes, 13 de julio de 2012

“Católicos piden fin del adoctrinamiento…”

El medidor de ironía de Alerta Religión acaba de explotar por sobrecarga. Atención, españoles, que el gobierno los está adoctrinando no católicamente y eso no puede ser.


Del artículo en InfoCatólica:
La Asociación para la Defensa de los Valores Católicos en la Enseñanza (ADVCE) ha enviado a D. José Wert, Ministro de Educación, Cultura y Deporte, una carta en la que le hacen partícipe de una serie de propuestas encaminadas a evitar el adoctrinamiento en las aulas. La carta de la ADVCE no solo hace referencia a la asignatura Educación para la Ciudadanía sino también al uso de una metodología de enseñanza contraria a los valores católicos en otras asignaturas.

La ADVCE pide al ministro que se revise la objetividad de los currículos escolares, que se retire los libros de texto adoctrinadores, que se controle que el profesorado no aproveche la palestra para adoctrinar y que las actividades escolares y extraexcolares complementarias no tengan dicho fin.
Ya lo escuchó, don José: que no quede ni un catecismo ni una Biblia en todas esas escuelas.

sábado, 23 de junio de 2012

Demagogos ultramontanos

«Desde anteayer se corría un papel que suscribían los señores Goyena, Estrada, Lamarca, Navarro, Viola, canónigo Pinero, padre Magendie, etc., para que el soberano Congreso aquél declare que “La educación común es esencialmente católica”.

»La declaración propuesta por los demagogos ultramontanos es una violación flagrante de la Constitución y de las leyes, un retroceso a los tiempos anteriores a la Constitución, un robo en provecho propio de las rentas pagadas por todos para el beneficio y provecho de todos, y un acto de tiranía disimulado con las formas de la religión. El que no quiera aceptar la enseñanza católica, ¿es libre de retirar sus hijos de las escuelas públicas? ¿O vamos a introducir las dragonadas de Luis XIV, para extirpar en los hijos la herejía de los padres, con la aprobación de Bossuet
Domingo Faustino Sarmiento, 13 de abril de 1882, durante las sesiones del Primer Congreso Pedagógico Internacionalcelebrado en Buenos Aires, Argentina, en el que se discutió acaloradamente por primera vez sobre la laicidad o la confesionalidad de la “educación común” (educación primaria o elemental). El banco laico triunfó… más o menos.

lunes, 4 de junio de 2012

Educación sexual católica

Para mayor comodidad del lector, he reunido en un solo archivo el contenido de los diez artículos de la serie “Educación sexual católica”, que analizan el cuadernillo para padres elaborado por el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC). Aquí abajo lo pueden leer directamente; registrándose en Scribd lo podrán bajar como PDF. También lo pueden leer en Google Docs.

Educación sexual católica

lunes, 28 de mayo de 2012

Educación sexual católica (parte 10)

En este artículo termino mi análisis de la revista Educación Integral de la Sexualidad. Orientaciones para padres, que el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC) de la República Argentina distribuye entre los padres de alumnos de las escuelas confesionales.

Que no se enteren de cómo es el sexo

En la p. 40 se habla de embarazo adolescente. Se saca a relucir la ridícula hipótesis de que los adolescentes tienen más sexo hoy que antes porque hoy saben que pueden hacerlo. “La alta incidencia de comportamientos sexuales no saludables puede tener causas muy variadas. No parece que el problema sea la escasez de información… Más bien parece que el exceso de información indiscriminada y la ausencia de valores han favorecido los problemas de salud que pretendían evitarse.” El remedio sugerido sería fomentar una ignorancia selectiva, es decir, volver al pasado no tan lejano en que los adolescentes no recibían información sobre lo que su cuerpo podía hacer o desear hacer, sino apenas advertencias sobre lo que no debían jamás hacer.

Hay aquí una idea de una Edad de Oro implícita, en que los jóvenes sexualmente activos eran una anormalidad. Por supuesto esta Edad de Oro nunca existió, y en tanto hubo una situación social aproximable a ella, se debió a una represión psicológica individual y social, y frecuentemente física, de los jóvenes y especialmente las mujeres, que hoy todavía podemos ver en los países musulmanes, donde es ilegal para una mujer estar en público acompañada de cualquier hombre que no sea un pariente cercano o su esposo.

El tren de las falacias llega a la estación Anticonceptivos

Se habla luego de los “métodos naturales de planificación familiar”. No comentaré mucho el tema. Baste decir que la comparación desfavorable con los anticonceptivos y preservativos que suele verse en las publicaciones católicas se debe a un tratamiento sesgado de las estadísticas disponibles, que a su vez tienen márgenes de error considerables.

Entre una de las ventajas de usar los “métodos naturales” (que requieren que la pareja consulte un calendario y/o que la mujer compruebe la consistencia de su flujo vaginal para saber si debe tener sexo o no, en vez de hacerlo cuando lo desea) se dice que “afianzan el matrimonio porque requieren de diálogo, paciencia, respeto y ayuda mutua”. Esto, que es muy bueno, es casi lo mismo que puede decirse de un matrimonio en el que ambos cónyuges padecen una enfermedad invalidante. Poner a prueba obviamente no es lo mismo que afianzar.

Pasamos a la falacia naturalista: “Los métodos anticonceptivos alteran, obstruyen o suprimen un proceso natural.” Se dice esto como si fuera malo en sí mismo (los medicamentos hacen lo mismo, a menos que se considere que las enfermedades son antinaturales… o sobrenaturales). “No existe el sexo seguro”, se recalca, mencionando la cantidad de efectos secundarios adversos, pero ignorando las alternativas (abstinencia, métodos “naturales” con tasas de fallo altísimas).


La advertencia sobre el sexo seguro es irrelevante de todas formas, porque el objetivo de esta parte de la cartilla es básicamente mostrar que el sexo es malo, salvo cuando es bueno según la definición dada por la misma cartilla, que es la de la Iglesia Católica: entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio y con fines reproductivos. (Es necesario repetirlo porque la Iglesia, muy políticamente, no lo hace: las parejas no casadas, por más que sean las mejores personas, son inmorales en pecado mortal.)

Hay una lista de métodos anticonceptivos que se clasifican entre abortivos y no abortivos. La totalidad de los “abortivos” lo son sólo según la definición de la Iglesia Católica, que considera que la vida comienza en la fecundación. Para la medicina, es abortivo lo que interrumpe un embarazo, y el embarazo comienza con la implantación del óvulo, generalmente en el endometrio. Es de notar que según esta definición es abortivo (y por lo tanto no permisible) un método que evite la implantación de un óvulo en una trompa de Falopio, condición conocida como embarazo ectópico y que es letal para la mujer.

En la página siguiente se habla de enfermedades de transmisión sexual y se continúa denigrando a los preservativos, utilizando evidencia científica no citada pero identificable. En mi tratamiento del sitio web criptocatólico “Sexo seguro” hice un análisis extenso de cómo la Iglesia distorsiona, cuando le conviene, estudios científicos independientes, típicamente confundiendo la interpretación de los resultados o citando datos extremos y raros como si fuesen habituales.

Con respecto a las campañas de prevención del SIDA (p. 44), se menciona una advertencia de la OMS de que “el preservativo no elimina el riesgo de contagio” y cómo la fidelidad es la única alternativa segura. Esto es un eco de otras mentiras y distorsiones sobre el sistema ABC, implementado en Uganda, que de hecho funcionó porque se ofreció el preservativo como alternativa, pero no fue un éxito tan grande como se lo promocionó y tiene muchos críticos.


Aquí termina mi análisis. Espero que haya servido, especialmente a aquellos lectores que por cualquier razón estén pensando en enviar a sus hijos a una escuela católica, o con familiares o amigos en dicha situación. Lo que allí les enseñan no es simplemente un poco de moral estricta que luego ellos olvidarán, sino todo un sistema de roles de género, de discriminación, de odio al placer y de pseudociencia médica y psicológica.

lunes, 21 de mayo de 2012

Educación sexual católica (parte 9)

Continúo mi análisis de la revista Educación Integral de la Sexualidad. Orientaciones para padres, que el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC) de la República Argentina distribuye entre los padres de alumnos de las escuelas confesionales.

Amor para siempre

La sección sobre el amor (p. 36) continúa con el tópico de un amor idealizado e irreal “fiel, permanente, exclusivo”. Explica que el amor es la etapa final de un proceso que comienza como atracción y luego enamoramiento. En este punto vuelve a recomendar “ser prudentes en las manifestaciones físicas de afecto”, mostrando una fobia al sexo y al placer a la que ya nos vamos acostumbrando.

A continuación (p. 38) se nos explica qué cosas son “el verdadero amor”. El primer objetivo de las relaciones sexuales es “expresar amor (fin unitivo)”. La relación sexual “natural” es “la unión genital entre un varón y una mujer” y todo lo que generalmente, pero no siempre, sigue. No es natural, según este párrafo, una relación sexual que no comience con la penetración del pene en la vagina y la eyaculación de semen dentro de la misma (sin incursiones en otras partes ni variantes extrañas en el interín). La simple unión de los cuerpos, sin amor verdadero, es “uso” y a veces “abuso” de la otra persona; explícitamente esto es así en el caso de todas las relaciones adolescentes y de parejas no casadas.

Si el joven no está enamorado de verdad, entonces el sexo es usar a la pareja; si está verdaderamente enamorado, deseará casarse. Las alternativas del ser humano sexuado, entonces, son abstinencia o matrimonio. A un lado de esta reflexión hay un recuadro que compara la sexualidad (en realidad la virginidad, y ya sabemos que se trata mucho más de la virginidad femenina que la masculina) con una “rosa perfecta”, de manera tan cursi e infantil como irreal.

El amor no se hace

La abstinencia sexual en los adolescentes “capacita para expresar el amor, en un futuro” (es de suponer que la actividad sexual, por el contrario, los transforma en discapacitados, incapaces de amar). Esta sección también afirma que “ayuda a prevenir disfunciones sexuales (eyaculación precoz, frigidez)”.

De hecho la abstinencia prolongada es una de las causales de eyaculación precoz. No he encontrado estudios que vinculen positiva o negativamente la abstinencia con la frigidez, pero quizá se hayan hecho, en algún instituto de pseudo-investigación adherido a la Iglesia.

En cuanto a los beneficios de no abstenerse, específicamente entre los hombres jóvenes, se sabe desde hace unos años que eyacular con frecuencia (cinco veces a la semana o más) se correlaciona con una baja del riesgo de cáncer de próstata. Existen una multitud de estudios científicos que demuestran otros beneficios del sexo regular.

Continuará…

lunes, 14 de mayo de 2012

Educación sexual católica (parte 8)

Educación Integral de la Sexualidad. Orientaciones para padres es una revista que el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC) de la República Argentina distribuye entre los padres de alumnos de las escuelas confesionales. Continúo con su análisis, que ya lleva ocho artículos.

Esas tentadoras…

En la p. 34 hay una tabla donde se continúa ahondando en las grandes diferencias entre varones y mujeres. En la columna de los varones hay una serie de recomendaciones que giran en torno al autocontrol y la sinceridad al conquistar a las chicas (los hombres deben saber reprimir sus impulsos); en la de las mujeres las recomendaciones se centran en la vestimenta y el comportamiento en tanto causa posible de la excitación del varón (las mujeres no deben tentar a los hombres). El mensaje es que los hombres son como animalitos que no pueden controlarse y que es responsabilidad de la mujer no provocarlos, so pena de sufrir las consecuencias. Este mensaje es típico de la moral de las religiones abrahámicas y hoy en día sigue siendo utilizado como justificativo de violaciones y abusos sexuales a mujeres consideradas “provocadoras”.

Amor fraternal

Al hablar del enamoramiento (p. 35) se dan una serie de recomendaciones que asegurarían, si se cumpliesen, que una relación sentimental se pareciese más a la de dos hermanos. Las parejas no deben permanecer solas, deben evitar besarse apasionadamente, etc., para no provocar excitación que podría llevar al acto sexual.


Toda la sección trata la etapa del enamoramiento adolescente como una práctica de alto riesgo.

La culpa es de la sociedad

La sociedad —proclama la revista— ha confundido a los adolescentes diciéndoles que “no pueden controlarse, por eso necesitan el preservativo” (falso: el mensaje de las campañas de uso del preservativo es de responsabilidad y autocontrol). También que “la fidelidad y la abstinencia están pasadas de moda”. Aquí hay un juego interesante porque los dos conceptos no están en el mismo plano. La fidelidad es un pacto —tácito o explícito— entre las dos personas que forman la pareja, que debería ser respetado, pero la abstinencia es una resolución individual, que no provoca un daño a otro si no se cumple (el otro invisible en este caso es Dios, pero se evita nombrarlo). Por supuesto, un pacto de abstinencia en una pareja también debería cumplirse, pero deberían exponerse las razones por las que lo han hecho. La abstinencia tiene beneficios sanitarios pero también causa estrés, como todo el mundo sabe, dado que no somos asexuados.

La sociedad también ha dicho a los jóvenes que “hacer el amor es una simple práctica que descarga tensiones”. Es cierto que ese mensaje existe, pero sólo es un error si se lo toma como exclusivo. El sexo (en general) descarga tensiones, y sólo por eso ya es recomendable, no mediando otros problemas. Esto es visible no sólo entre humanos sino entre muchas especies animales.

La sociedad “no los cuida” a los adolescentes cuando “permite sin protestar que se hagan propagandas masivas de anticoncepción”. Ésta es una hipocresía. Está probado que la información sobre anticoncepción tiene efectos beneficiosos. Por el contrario, las campañas que se centran en la abstinencia como estrategia exclusiva son dañinas (puesto que privan a los adolescentes de información y alternativas). Y la Iglesia Católica actúa más contra el acceso a la anticoncepción de todos que promoviendo la abstinencia entre los suyos.

La sociedad tampoco cuida a los adolescentes cuando “promueve la actividad sexual placentera y sin riesgos como un derecho de los adolescentes”. Esto es falso, puesto que lo que se promueve es el derecho a conocer los medios de protección y la obligación moral de usarlos para no dañar al otro. El argumento en realidad ataca al sexo placentero y sin riesgos. (En Estados Unidos, grupos religiosos plantearon objeciones a la aplicación de la vacuna contra el virus del papiloma humano [HPV] a las niñas, no por razones de seguridad, sino porque la vacuna, al transmitir la seguridad de no contraer una enfermedad de transmisión sexual, promovería la actividad sexual precoz.)

Continuará…