martes, 19 de octubre de 2010

Todos están contra nosotros (A209)

Hace unos días que no escribo por falta de tiempo y sólo quería mencionarlo para que nadie crea que Alerta Religión se ha quedado mudo. Por fortuna para la continuidad de este blog, aunque por desgracia para todo lo demás, la locura religiosa sigue dando material. Y lo de hoy es una más de las ya habituales advertencias catastróficas del antimodernista y conspiranoico Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, Argentina. ¿A qué no saben…?
“Hay una conspiración tendiente a homogeneizar el pensamiento y la conducta en el mundo entero y esto procede de los centros de poder mundial. Especialmente de los centros de poder político, sostenidos por los centros de poder financiero.”
(Apostaría lo que fuera, aunque sería imposible comprobarlo, a que Aguer se detuvo justo, justito antes de que se le escapase añadir “y los judíos”.) La conspiración a la que se refiere buscaría “la intromisión de ideas totalmente ajenas a la tradición cultural de la Nación”, ideas que no son nuestras sino un “proyecto global de las Naciones Unidas” y detrás de las cuales hay “mucho dinero”.

Ya lo he dicho antes pero lo voy a repetir un poco más fuerte: la tradición cultural argentina es una mierda. Nuestros valores más tradicionales y características sociales más persistentes incluyen el nacionalismo burdo, el machismo y el sexismo, el desprecio a las minorías sexuales, el chauvinismo étnico y el racismo, la justificación fácil de la corrupción política y de la violencia ideológica, una preocupante tendencia a apoyar gobiernos dictatoriales, y un oscurantismo general del cual el patético sometimiento a la jerarquía eclesiástica católica —enquistada en nuestras instituciones desde la época colonial— es sólo una pequeña parte. Si hay una conspiración global para que los argentinos seamos un poco menos de todas esas cosas que nos han caracterizado desde siempre, ¡bienvenida sea!

Estamos capacitados para progresar en todos estos temas sin ayuda del exterior. El juego que juega Aguer es peligroso, ya que coloca de un lado a los pretendidos argentinos de bien, conservadores y tradicionalistas, y del otro a argentinos que se han vendido o que están controlados por personas e ideas extranjeras. Este discurso ya lo hemos oído y sabemos que sus resultados, con un clima sociopolítico distinto, podrían ser violentos. Los individuos son más importantes que la cultura; cuando se prefiere mantener inmóvil la cultura a costa de desoír los pedidos de cambio de las personas —valorar la abstracción y al grupo más que a lo concreto y al individuo— se ha dado un paso hacia el totalitarismo.