Guillermo Marcó, ex vocero del cardenal Jorge Bergoglio, escribió una nota en el suplemento de propaganda religiosa de Clarín a propósito del tema de la educación sexual en las escuelas estatales y las anatemas lanzadas sobre ella por el arzobispo Héctor Aguer (quien sería sin duda Ministro de Educación de la Nación, si Argentina fuera una dictadura teocrática como el Vaticano).
Como el sitio web de Valores Religiosos funciona horriblemente, es inútil dirigirlos a ustedes a leer Educación, sexo y naturaleza allí; aparentemente sus creadores no han concebido que alguien pueda guardar un vínculo. Tampoco voy a copiar el texto de Marcó íntegramente aquí. He capturado la pantalla [a la derecha] y la he guardado para que puedan leer desde allí, si lo desean. [PD: ¡Acabo de encontrar el texto en el blog de Marcó!]
Marcó no es tan obviamente un fanático integrista como Aguer, y no tiene su sutileza sofística ni su calidad para escribir. El texto hace referencia a dos ejemplos de naciones que han adoptado la enseñanza de religión en las escuelas públicas: Brasil y Rusia, en “un esfuerzo por introducir enseñanzas de orden ético moral y un sentido de la vida a los niños menores de diez años” (aparentemente estas cosas no pueden ser provistas por otra cosa que la religión, y deben ser además impuestas a la fuerza).
Después habla de la cosmovisión cristiana, a la que defiende, y de la ideología de género, a la que simplifica groseramente y denosta. Esto era de esperar. Lo que uno quizá también esperaba pero el texto de Marcó no se molesta en explicar es por qué el cristianismo es una cosmovisión y no también una ideología. Debe ser porque ideología es una palabra desagradable en estos tiempos, implicando una división de la sociedad en campos contrapuestos, y evocando imposiciones y fanatismos, mientras que cosmovisión suena vagamente mística, amplia, inclusiva. En realidad, como todos sabemos, las diversas cosmovisiones que cohabitan la Tierra están frecuentemente en guerra, literal o figurativamente, y separan tanto como unen.
Argentina no es un país muy diverso, pero lo es lo suficiente como para que la imposición de un modelo católico tradicional estricto en la educación divida a la sociedad. A la Iglesia nunca le ha preocupado esto porque generalmente el régimen de educación religiosa estatal ha estado asociado a dictaduras, que la Santa Sede y la jerarquía local han apoyado.