Que hay curas abusadores sexuales ya es cosa sabida, y que la Iglesia los protege, también. Que los sacerdotes también abusan de su autoridad en las parroquias y escuelas confesionales que regentean es archisabido. Que esto ocurra cerca de uno, sin embargo, sigue siendo impactante. Tal es el caso de Reynaldo Narvais, ex párroco de Nuestra Señora de Pompeya, en el barrio Belgrano de la ciudad de Rosario, Argentina.
Narvais, hasta no hace mucho párroco y representante legal de la escuela adjunta a su iglesia, acosó sexualmente a varios miembros de su comunidad, incluyendo una joven menor de edad con discapacidad mental y una maestra. Algunas de las víctimas no hablaron antes porque tenían miedo de perder sus empleos. De todas formas, parece que estos sucesos eran un secreto a voces. Los rumores provocaron una investigación de parte de su congregación, los Canónigos Regulares de Letrán. El resultado: a Narvais se le impuso un año sabático, realizar un tratamiento psicológico y no ejercer funciones de sacerdote. La orden pagó 200.000 pesos (que por entonces equivaldrían a unos 65.000 dólares) a una de las víctimas, en un arreglo extrajudicial. A Narvais lo pasearon por distintos destinos de la Iglesia, de donde una y otra vez tuvo que retirarse cuando las respectivas comunidades se enteraban de su catadura moral.
Esto ocurrió a finales de 2008. A las otras víctimas no se les dio nada, ni se les reconoció nada. El sacerdote, aunque aceptó los “castigos”, negó todo. Así fue hasta que el sábado pasado, el diario local La Capital publicó una nota donde se narraba el caso. Los diarios nacionales tomaron la noticia. El lunes La Capital publicó Reconocen casos de acoso sexual de un sacerdote en un colegio religioso como nota de tapa, reportando que otro sacerdote de la parroquia había dado un breve discurso de contrición y perdón antes de la misa del domingo. Un nuevo cura párroco ya llegó y asumirá pronto, mientras que de Reynaldo Narvais sólo se sabe que quizá sea enviado a Europa, a alguna casa de la orden, para que medite sobre sus pecados. Business as usual, diríamos, o quizá the show must go on. El show del abuso, la vista gorda, el silenciamiento y finalmente el perdón inútil y tardío por lo que nunca debió suceder.
El mismo lunes, no obstante, una fiscal tomó el caso y lo presentó a la justicia. La denuncia mediática y judicial, de todas formas, no se sostendrá a menos que alguna de las víctimas presente cargos efectivamente. Aunque La Capital no pudo obtener una sola palabra del arzobispo José Luis Mollaghan, éste terminó por reconocer que las acusaciones son “verosímiles” en un programa de radio, según publicó Rosario3. Mollaghan dejó en claro que la única preocupación de la Iglesia es zafar: sabiendo lo que ocurría por denuncias de más de veinte personas que se acercaron a charlar con él, no lo denunciaron “porque la denuncia la deben hacer las víctimas”, y porque además la Iglesia “tiene un derecho propio” que le permite juzgar con sus propias reglas a los sacerdotes.
El tema del abuso sexual clerical no es uno que toque con frecuencia en este blog. Me parece que el que un sacerdote o cien sean abusadores no es evidencia de que su religión sea mala. Abusadores hay en todas las profesiones y órdenes de la vida. Decir que soy ateo o que estoy contra la religión por esto es irracional, un non sequitur. ¿Por qué entonces ahora escribo? Porque el problema aquí no es el abuso sexual. Es el abuso de la confianza y de la autoridad que sólo pueden permitirse los que, por una razón que no entiendo, son respetados sin condicionamientos por quienes los rodean, como seres superiores o inmunes a crítica. Y es la criminalidad implícita en una organización que promueve el secreto, el silencio ante los crímenes, la preservación a toda costa de la imagen santa de una iglesia que dista mucho de serlo.
Si la Iglesia Católica tuviera como política, desde las altas esferas vaticanas hasta las comunidades parroquiales del Tercer Mundo, la tolerancia cero hacia quienes manchen la investidura sacerdotal con un crimen como el abuso sexual, estos casos no ocurrirían con tanta frecuencia. En cambio, la Iglesia se defiende corporativamente de forma explícita. Y en las comunidades parroquiales y los colegios confesionales rige un pacto de silencio y de complacencia. Quienes hemos sido católicos practicantes alguna vez sabemos que los curas en las parroquias de ciudad son amos y señores. Que pueden tener mujeres e hijos sin que nadie se atreva a reprochárselos en la cara, por miedo a ser desacreditados y expulsados de la comunidad. Que pueden casi literalmente robar de la canasta de la colecta para darse lujos, que pueden desfalcar, que pueden darse la gran vida, recibir y guardarse regalos suntuosos, si su comunidad es más o menos rica. Que pueden dar misa tarde, o no dar misa cuando no les viene en gana. Que pueden hacer de todo siempre que sean discretos, e incluso sin ser discretos; que el obispo o arzobispo harán la vista gorda o acallarán las quejas que puedan llegarles, salvo que por sus propias razones quieran perjudicar al cura. No es que todos los curas hagan estas cosas; pero la mayoría pueden hacerlas.
Y todo esto es posible porque la religión católica, como casi ninguna otra, marca una división clara entre laicos y clérigos, y los coloca en una jerarquía. En otras sectas cristianas se espera que el pastor sea al menos carismático, o que tenga un rudimentario grado de erudición bíblica, y si bien existe el servilismo y la obsecuencia, no hay una pirámide autoritaria ni una tradición de obediencia pesando sobre el creyente. El catolicismo, en cambio, es verticalista y jerárquico, con los laicos al fondo. No necesariamente por leyes escritas pero sí por tradición, el feligrés no debe dudar del sacerdote, y debe recordar siempre que aquel que ve ante sí no es sólo un hombre sino también un elegido de Dios; no un santo, pero sí alguien místicamente más cerca de la santidad que un laico. La natural tendencia humana a buscar líderes y a relajar la voluntad hacen el resto.
Esa crítica que mencionas ya la he leído de la blogger Greta Christina, cuando hacía una crítica a la película "Deliver us from evil", en donde se relataba uno de los casos de abuso sexual y encubrimiento por parte de la iglesia católica. En sus palabras:
ResponderEliminar"The movie makes it clear that the child molestation scandal in the Catholic Church is not simply a few bad apples. It's not even just a case of a few bad apples and an organization's misguided attempts to circle the wagons. It is the predictable result of a religious organization that vests all of its spiritual connection with God, and all of the possibility for salvation and eternal life, in the hands of a relatively few authority figures. It is the predictable result of a religious organization that makes the organization itself, and its authority figures, a necessary conduit between people and God."
Ahora bien, por mi personalidad yo casi siempre trato de evitar conflictos y en cierta forma estoy en desacuerdo con la críticas de los nuevos ateos que dice que toda religión es mala. Pero cuando veo que ocurre lo que tú relatas, que los líderes religiosos tienen carta blanca de hacer lo que quieran sin que nadie les cuestione, ahí es donde me hace convertirme en un ateo duro y criticar sin contemplaciones a la religión.