Hagamos un pequeño experimento mental sobre ética práctica. Supongamos que Ud. está tomando un trago con alguien que conoce hace poco, y surge el tema del incumplimiento de la ley. “¿Alguna vez has tenido problemas con la autoridad?”
Ud. puede tal vez mencionar su arresto en aquella manifestación, que una vez pasó de contrabando un exceso de mercadería en un aeropuerto, o aquel intento poco atinado de tráfico de información interna. Su interlocutor quizá demuestre una mayor cercanía con el sistema de justicia criminal. Que ha estado preso un tiempito por falsificación, o por un robo apenas violento, o por una disputa doméstica que se le fue un poco de control. Ud. sigue dispuesto, quizá, a almorzar con esta persona el viernes siguiente. Pero supongamos que él dice: “Bueno, una vez conocí a un matrimonio que me confió el cuidado de sus hijos. Tenían dos niños, uno de 12 años y otro de 10. Me divertí bastante con ellos cuando nadie miraba. Les dije que debía ser nuestro secreto. Fue una lástima que se terminara.” Espero no considere Ud. que juzgo demasiado estrictamente a la gente si digo que en este punto el almuerzo queda cancelado o pospuesto indefinidamente.
¿Y sentiría Ud. más o menos repulsión si este hombre continuara diciendo: “Por supuesto, hablando con propiedad, no fue ningún problema con la ley. Soy sacerdote católico, así que no molestamos a la policía o a la justicia con esas cosas. Nos encargamos nosotros mismos del tema, si Ud. me entiende”?
Y sin embargo esto es exactamente lo que estamos obligados a leer todos los días. La felicidad y la salud de incontables niños fue sistemáticamente destruida por hombres que podían contar con sus jefes clericales para ser escudados del castigo legal y, según parece, también de la condenación moral. Un poco de “terapia” o un rápido cambio de domicilio era lo peor que la mayoría de ellos debía temer.
Casi todas las semanas debato con voceros de la fe religiosa. Invariablemente y sin excepción, me informan que sin una creencia en alguna autoridad sobrenatural no tengo fundamento sobre el cual asentar mi moral. Sin embargo he aquí una antigua iglesia cristiana que maneja durísimas certezas en cuanto a la condena de pecados como el divorcio, el aborto, la anticoncepción y la homosexualidad de mutuo consentimiento entre adultos. Para estas ofensas no hay perdón, y se invoca el absolutismo moral. Pero basta con el tema sea la violación y la tortura de niños indefensos para que de pronto todo se vuelva flexible y aparezcan excusas de toda clase. ¿Qué puede uno decir de una iglesia que demuestra tanta amplitud ante un crimen tan horrible que ninguna persona moralmente normal puede siquiera considerar sin estremecerse?
Es interesante, también, que la misma iglesia hizo todo lo que pudo para ocultar la violación y tortura de la mirada de las autoridades seculares, incluso obligando a los niños víctimas (como en el repugnante caso del cardenal Sean Brady, jefe espiritual de los católicos de Irlanda) a firmar juramentos de secreto para que no testificara contra sus violadores y torturadores. ¿Por qué le tenían tanto miedo a la justicia secular? ¿Pensaban que sería menos indiferente y flexible que las investigaciones privadas clericales? En ese caso, ¿qué queda del patético pseudo-argumento de que la gente no puede tener una moral elemental sin un soporte divino?
Uno tampoco puede hablar mucho de la justicia secular, ya que el cardenal Brady y muchos como él no han sido expulsados por la iglesia ni perseguidos por el poder civil. Pero este abandono de funciones de parte de las cortes y la policía ha ocurrido sobre todo en países o provincias —Irlanda, Massachusetts, Bavaria— donde la iglesia tiene una influencia indebida sobre la burocracia. ¿Cuándo vamos a ver lo que los padres y familiares de estos niños devastados quieren y necesitan ver: un cómplice de alto nivel del encubrimiento ante un jurado?
La patética y eufemística carta del papa Benedicto a su “rebaño” en Irlanda ni siquiera propone que estas personas pierdan sus puestos en la iglesia. Y este cobarde cuidado de su parte tiene una razón buena y suficiente: si hubiera una investigación criminal seria, tendría que deponer al papa mismo. No es sólo que él, como el arzobispo Joseph Ratzinger, protegió a un peligroso criminal clerical en su propia diócesis de Munich y Freising en 1980, enviándolo sólo a “terapia” en vez de hacerlo arrestar. (La cuestión de cómo el sacerdote fue luego reasignado y dejado abusar de más niños, cuestión que la iglesia sigue tratando de ocultar, es irrelevante al hecho del involucramieno directo y personal de Ratzinger en el crimen original.) No contento con esto, Ratzinger escribió luego, como cardenal y cabeza de una gran institución en Roma, una carta que efectivamente instruía a todos los obispos a rehusarse a cooperar con cualquier investigación de lo que estaba volviéndose rápidamente un escándalo mundial.
Dieciocho de las 27 diócesis de la Iglesia Católica Romana en Alemania están ahora bajo investigación del gobierno, luego de que se abriera una grieta en lo que el ministro de justicia alemán llamó apropiadamente “un muro de silencio”. Este muro fue construido originalmente por el hombre que ahora lidera la iglesia. El muro debe ser derribado. El pez —el antiguo símbolo cristiano, adoptado por aquéllos que ven a los seres humanos como un cardumen a ser atrapado en la red— realmente se pudre comenzando por la cabeza. No creo que las implicaciones últimas de esto hayan siquiera empezado a captarse. El líder supremo de la Iglesia Católica Romana es ahora un sospechoso de primera categoría en una empresa criminal de la peor clase, y en el intento de obstruir la justicia que ha sido parte integral de esa empresa. También es el líder político de un estado —el Vaticano— que ha otorgado asilo a hombres buscados, como el cardenal de Boston, Bernard Law, caído en desgracia. ¿Cuál es, entonces, la posición a adoptar cuando el papa decide viajar, como por ejemplo intenta hacer en una visita a Gran Bretaña este año? ¿Tiene inmunidad? ¿La reclama? ¿Debería tenerla? Estas preguntas demandan respuestas serias. Entretanto deberíamos remarcar el hecho de que la iglesia concede amplio lugar en sus confesionarios y en sus palacios para aquéllos que cometen la peor de las ofensas. Perseguidos por la ley o no, están condenados. Pero la persecución legal debe seguir, o de lo contrario admitimos que hay hombres e instituciones que están por encima de nuestras leyes.
martes, 23 de marzo de 2010
Derribemos ese muro
Lo que sigue es una traducción de un artículo de Christopher Hitchens titulado “Tear Down That Wall” , es decir “derriba (o derribemos) ese muro”, en referencia al muro de silencio que ha rodeado los abusos sexuales a niños cometidos por sacerdotes de la Iglesia Católica. El artículo fue publicado en Slate, donde Hitchens es columnista habitual, el pasado lunes 22. (Su título alude a su vez a una frase favorita de Hitchens, que forma el título de su sitio web: “Mr. Jefferson — build up that wall!”, que refiere al “muro de separación” que Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos, tuvo como meta construir entre la Iglesia y el Estado. Hitchens es un fan de Jefferson y de su lucha por la laicidad.) Los links son míos.
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Publicado por
Pablo
a las
20:43
Etiquetas:
abuso sexual,
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7 comentarios:
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Excelente post, gracias por la traducción. Justamente estoy leyendo el último libro de Hitchens, "Dios no existe", una buenísima compilación de ensayos sobre el ateísmo.
ResponderEliminarSobre el post en sí: qué curioso cómo se invierten los papeles. Los católicos, acostumbrados de presumir de cierta autoridad moral, tienen al peor de los males en su propia casa, cómo se nota que son ellos, al decirse hijos de una misma madre (su santa madre iglesia... conocida por otra gente como la puta de Babilonia también), son los que no tienen autoridad moral ni de ningún tipo.
Saludos y desde hoy lo sigo ;)
Myriam: Estoy justamente planeando en regalarme "Dios no existe" el mes que viene, porque me suena como una obra de referencia muy útil. Hitchens es genial, tanto que a veces me obligo a echarme hacia atrás, respirar con calma y releer para tratar de encontrarle alguna falla. Con esa capacidad retórica, menos mal que está de nuestro lado. :)
ResponderEliminarhttp://blogs.publico.es/manel/1906/el-enigma/
ResponderEliminarEl tema Crimen Solicitationis de Ska-P habla justamente de esto, ya que en 1962 Ratzinger elaboró un documento en el que se exigía a los obispos guardar en secreto los casos de pederastia entre el clero bajo pena de excomunión
ResponderEliminarLa verdad que es una verguenza lo que está pasando en la iglesia católica, hay que ponerle fin a esto lo antes posible
Que pena leer este tipo de comentarios, ya que que son estimulados por el hablar y pensar rapido creyendose dioses de sus propias vidas y peor aún dioses de otros. Estoy seguro que si le piden perdon a dios y a su hijo este les perdonara aunque sus pecados sean rojos, quedaran mas blancos que la nieve. Su justicia es una simple y triste vida de justiciero que les aseguro si pudieramos ver lo que guardan dentro de sus pensamientos nos espantariamos, la justicia divina es otra, estoy claro que es por ignorancia, porque un día tambien fuí ateo.
ResponderEliminarDios los Bendiga
No tengo idea de qué querrás decir con "creerse dioses de sus propias vidas". No creo en ningún dios ni en hijos de dios. La justicia que vale es la de los seres humanos; si quieres creer en otra, es tu problema. Y no pidas a tu dios que bendiga a quien acabas de insultar, que eso es una hipocresía.
ResponderEliminar"Si te invitan a debatir contra Hitchens, no vayas", dicen. Tengo "Dios no existe", lo leo de a poco porque, precisamente, es para disfrutar cada idea y reflexionar.
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