domingo, 19 de septiembre de 2010

Ratzinger y el ateísmo nazi (parte 1)

El revisionismo histórico católico suele vincular el ateísmo con los regímenes dictatoriales y totalitarios del siglo XX. El vínculo es discutible en el caso de Stalin, Mao y Pol Pot (asunto que no viene al caso dilucidar aquí), pero no se sostiene con Franco, con los Duvalier ni con las dictaduras latinoamericanas. La herramienta favorita de los mentirosos, sin embargo, es Adolf Hitler y el nazismo.

Joseph Ratzinger (alias Benedicto XVI) está de visita en el Reino Unido. En su discurso en Edimburgo, apenas llegar, habló de la “tiranía nazi que deseaba erradicar a Dios de la sociedad” y dijo:
“Al reflexionar sobre las lecciones sobrias del ateísmo extremista del siglo XX, no olvidemos nunca cómo la exclusión de Dios, de la religión y de la virtud de la vida pública lleva últimamente a una visión truncada del hombre y la sociedad.”
Hace diez años, el papa Juan Pablo II quiso manchar al ateísmo con la acusación de ser responsable del Holocausto. En el mausoleo de Yad Vashem, en Jerusalén, dijo una vez: “Sólo una ideología sin Dios puede planificar y ejecutar el exterminio de todo un pueblo.” A los judíos que saben algo de historia les debe constar que esto es patentemente falso; donde más sufrieron, antes del siglo XX, debe haber sido en la España de los Reyes Católicos y en sus muy devotas colonias americanas, donde el antisemitismo de raíz cristiana perdura, como así también en la Europa protestante, forjada por aquel Lutero que escribió todo un tratado “Sobre los judíos y sus mentiras”, y en la ortodoxa, piadosisíma Rusia zarista, que legó a la historia la palabra pogrom. El antisemitismo brota fértil de aquella pretendida admisión de culpa del pueblo judío por la muerte de Jesús (“Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”) en el Evangelio de San Mateo, y de las culpas implícitamente cargadas a “los judíos” por San Juan.

El mito del ateísmo de Hitler y del nazismo está tan arraigado que es inútil repetirles a los propagandistas católicos y sus víctimas ignorantes lo que es archisabido y comprobable con una simple búsqueda en Internet o en cualquier libro de historia: que Hitler fue bautizado y criado como católico, que el nazismo daba lugar a un conglomerado difuso de cristianismo y religiosidad pseudopagana, que la Iglesia Católica pactó con un Concordato con Hitler, que Hitler proclamó públicamente su deseo de exterminar a los movimientos ateos, que la educación religiosa fue obligatoria en Alemania por su orden, que los soldados alemanas llevaban la divisa Gott mit uns (“Dios con nosotros”), y finalmente —pero no menos importante— que la inmensa mayoría de los votantes que llevaron al nazismo al poder, la mayoría de los soldados que lo sostuvieron y la mayoría de los que ejecutaron el Holocausto eran protestantes o católicos. Conviene, sin embargo, tener claros estos hechos, para no dejar pasar ni una vez esta clase de calumnias.


Entre diez y veinte mil personas protestaron contra la visita del Papa en Londres este sábado. Richard Dawkins dio un discurso fervoroso contra sus manifestaciones anti-ateas y distorsivas de la historia. La prensa católica y el mismo Ratzinger están haciendo un papel lastimoso, comparando la crítica y el ridículo a los católicos con un “martirio” y llamando al papa “valiente” (como si viajar a todo lujo, con operativo de seguridad y gastos pagos por un país donde no se permite a ningún opositor a él acercarse a menos de un kilómetro requiriera algún coraje).

Gran Bretaña es un país poscristiano, secularizado, donde prima el indiferentismo o la espiritualidad liviana y el ejercicio público y fervoroso de la religión es considerado una rareza. A los británicos no les gusta que un fanático religioso con chapa de jefe de estado les venga a enseñar una versión revisada de la terrible historia que vivieron en carne propia. Creo que Benedicto XVI se ha encontrado al fin, para variar (y bienvenido sea) con gente que no va a tolerar sus mentiras.