En abril de 2005, cuando el Vaticano comenzó a buscar un sucesor para Juan Pablo II, el escritor sobre tecnología Rogers Cadenhead registró los nombres de dominio ClementXV.com, InnocentXIV.com, LeoXIV.com, BenedictXVI.com, PaulVII.com y PiusXIII.com, con la esperanza de que el nuevo papa asumiera uno de esos nombres.
“Alguien más ya tiene JohnPaulIII.com y JohnXXIV.com”, escribió en su blog, “pero fuera de eso tengo puesta una ficha en cada nombre de los últimos tres siglos.”
Cuando Joseph Ratzinger eligió el nombre Benedicto XVI, “sentí como si mi caballo hubiera llegado primero en las carreras de Kentucky”, le dijo a CNN. Como dueño del dominio del nuevo papa hizo algunos pedidos, incluyendo:
“Cualquier decisión que tome será guiada por el deseo de no hacer enojar a 1500 millones de personas… incluyendo a mi abuela”, le dijo al Washington Post. Al momento de escribir esto, el dominio parece estar sin uso; quizá todavía están negociando.
- Tres días y dos noches en el hotel del Vaticano.
- “Uno de esos gorros.”
- Absolución completa sin preguntas de los pecados de la tercera semana de marzo de 1987.
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lunes, 14 de octubre de 2013
El dominio del cielo
Una anécdota sobre nombres de dominio, traducida del post Heaven’s Domain, de Futility Closet:
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miércoles, 12 de junio de 2013
El grito impotente contra la razón y la lógica
De World of Weird Things: The impotent cry against reason and logic.
El grito impotente contra la razón y la lógica
Desde que los Nuevos Ateos salieron a escena, un sonido de sirena ululante ha brotado de los expertos en religión y humanidades, condenando la idea de que podríamos utilizar la ciencia para explicar el universo que ocupamos. En general, su argumento de por qué no podemos usar la razón y los experimentos para aclarar muchos misterios y averiguar qué nos hace funcionar se reduce a “¿cómo te atreves a decir que puedes explicar toda esta complejidad y maravilla con matemáticas y descripciones mecanistas?”. Y hasta ahí llega, en realidad, porque su objeción al uso de la ciencia para explicar sus temas favoritos en el lenguaje de las fórmulas, las estadísticas y los conjuntos de datos es que les arrebata un misterio que deseaban desesperadamente preservar para otro sermón u otro volumen de meditaciones nebulosas sobre la condición humana. Mientras que los investigadores y los ingenieros ven la belleza en el conocimiento de cómo funcionan las cosas, los pontificadores cienciofóbicos corren a caer desvanecidos en sus divanes, atribulados ante la idea de que alguien se atreva a explicar sus mentes como redes de neuronas y experiencia acumulada junto con mecanismos evolutivos.
Si eres una de esas personas que necesita ser un misterioso y delicado copo de nieve que es demasiado complicado y lleno de matices como para ser objeto de estudio, lo siento, pero no podemos ayudarte. Saber cómo el mundo funciona en un lenguaje científico, mecanista, es la manera en que construimos sociedades modernas, llegamos a otros planetas, enviamos robots al espacio profundo y encontramos curas a nuestras dolencias. Si te niegas a ver que entender cómo funciona el universo le da a tu existencia incluso más significado y una envidiable capacidad para modificar el mundo y lograr cosas, aunque sea en muy pequeño grado, ése es tu problema personal. Ahora bien, lejos de mí estaría afirmar que la literatura o las religiones nunca dieron profundas contribuciones a la humanidad, porque lo han hecho. Pero lo que no pudieron hacer es encontrar y confirmar respuestas sólidas, experimentalmente probadas, confiables, a las grandes preguntas sobre quiénes somos y dónde podemos estar yendo. La ciencia nos ha dado un universo vasto, complejo y misterioso, ¿y algunos están molestos porque podemos encontrar un álgebra que intente explicar cómo unas pocas partes de él se combinan para funcionar?
Considera esto. Si te rebelas pública y ruidosamente contra el flagelo del “cientificismo arrogante” pero alguna vez has intentado algo para averiguar qué va a suceder y luego has repetido tu experimento para confirmarlo, eres un hipócrita. Confiaste en el método científico para responder tu pregunta, no en esas vagas “otras formas de conocimiento”. Pensándolo bien, ¿qué son todas esas “otras formas de conocimiento” de las que oímos tanto de los fundamentalistas con la mente totalmente cerradas como de parte de los nuevaerianos con el mismo nivel de fanatismo? ¿Las voces de una deidad omnipotente? ¿El universo diciéndote que todos estamos conectados en una fantasía creacionista para anti-intelectuales de izquierda? Eso, para decirlo frontalmente, no es más que tu cerebro inventando cosas. Puedes ir a seminarios filosóficos y convenciones de barbagrises con sacos de tweed que resoplan y tratan de verse serios, y preguntarte “¿no es la vida muy misteriosa?”, como decía Tim Minchin, y protestar contra el hecho de que la ciencia puede explicar cosas que alguna vez se decía que estaban más allá de los límites de los mortales. Eso no cambiará el hecho de que es nuestra capacidad de explorar, analizar, catalogar, explicar y predecir a través de la ciencia la que nos hace lo que somos.
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lunes, 3 de junio de 2013
La teleología machista
Algo para pensar sobre el origen y la justificación del sexismo.
«La creencia de que las mujeres existen para servir a los hombres es una creencia teleológica, y eso implica un “quién”, y eso implica un dios, ¿se ve?
Esto es algo sobre lo que pensé mucho naturalmente mientras escribía Does God Hate Women?. Es una creencia poderosa, creo, que en gran medida queda implícita y por debajo del radar (…). Uno observa el mundo, observa a mujeres y hombres, ve que en promedio los hombres son más fuertes. Si uno piensa que todo esto fue hecho así Por Una Razón, hecho Por Una Persona Que Tiene Un Propósito, entonces piensa que los hombres son más fuertes por una razón y que por lo tanto se supone que sean dominantes y se supone que las mujeres sean sumisas. Si uno no cree que todo esto fue hecho Por Una Razón, por un agente, alias el Diseñador Inteligente, entonces uno no va a pensar así. Uno es libre de concluir que una mayor masa muscular no se traduce en un derecho permanente a la autoridad y al dominio. Es libre de concluir que una mayor masa muscular no tiene que ver con nada en lo que se refiere a relaciones entre humanos y si deben ser jerárquicas o no. Uno es libre de concluir que la jerarquía no debería extenderse a todas las áreas de la vida y que los seres humanos tenemos una mejor oportunidad en la vida, sin resentimientos y hostilidades, si no lo hace. (…)
En este sentido hay cierta afinidad entre el ateísmo y el igualitarismo. Hay conexiones entre ellos. Es de todas formas cierto, por supuesto, que uno puede fácilmente ser ateo y ferozmente opuesto al feminismo. Ambas posturas, y otras posturas intermedias o extremas a ambos lados, son consistentes con el ateísmo. La única postura que es realmente inconsistente con el ateísmo es, obviamente, el teísmo. Pero el ateísmo sí elimina un enorme obstáculo al igualitarismo, que es la creencia de que la desigualdad es parte del plan de Dios.»
Ophelia Benson, “No god to hate women”
(en Butterflies & Wheels, 1 de junio de 2013)
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lunes, 27 de mayo de 2013
Una Nueva Era de espiritualidad reaccionaria
«Hay, creo, una tendencia de parte de los ateos a asumir que las formas más liberales de religión —la Nueva Era, el paganismo, la espiritual-pero-no-religiosa— son todas pasos adelante en el camino hacia el humanismo universal. Les preocupa menos Dios, les preocupa más el Bien. Comparten nuestro respeto por el medio ambiente, por los derechos humanos, por la ciencia y la razón. Su foco está en el mundo natural y en cómo vivir en él.
Lo cual no siempre es cierto. A veces, seguro. Frecuentemente, quizá. Pero cuando uno mira bajo la superficie de al menos algunas de estas supuestas “religiones liberales”, puede ocasionalmente divisar una postura regresiva, represiva, anticientífica, antihumanista, bajo las sonrisas benevolentes y las expresiones de preocupación por la paz y la tolerancia; una postura que es tan reaccionaria como el fundamentalismo tradicional que pretenden haber superado. Hay una veta jerárquica y mística de rebelión trascendentalista irracional que está mucho, mucho más cerca del pensamiento sectario que del racionalismo empiricista y el progreso que éste ha logrado en el mundo.
Con seguridad, se trata en general de gente muy amable, pero no están “de nuestro lado”: es decir, no están siguiendo un camino hacia el humanismo. O mejor dicho: suelen vivir como humanistas pero tienen la estructura mental de fundamentalistas que no pueden y no quieren lidiar con el disenso, que están dispuestos a abandonar gloriosamente la ciencia por principio a la primera señal de conflicto.»
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lunes, 25 de marzo de 2013
“¿Puede un ateo ser un fundamentalista?”, por AC Grayling
Hace unos días algo me apuntó a este texto, que escribió el filósofo británico A. C. Grayling. Algunas partes son más bien específicas de Gran Bretaña o de Europa, pero todo es pertinente. El original se llama “Can an atheist be a fundamentalist?” (“¿Puede un ateo ser un fundamentalista?”) y fue publicado por el diario The Guardian el 3 de mayo de 2006. Traduzco:
Es hora de terminar con los errores y presunciones que descansan detrás de cierta frase, usada por ciertas personas religiosas cuando se refieren a aquéllos que hablan con llaneza sobre su no-creencia en afirmaciones religiosas: la expresión “ateo fundamentalista”. ¿Cómo sería un ateo no fundamentalista? ¿Sería alguien que cree sólo a medias que no hay entidades sobrenaturales en el universo; que sólo existe quizás parte de un dios (un pie divino, digamos, o una nalga)? ¿O que los dioses existen sólo parte del tiempo, digamos los miércoles y los sábados? (Esto último no sería tan extraño: para muchos cuasi-teístas poco pensantes, hay un dios sólo los domingos.) ¿O podría ser que un ateo no fundamentalista es uno al que no le importa que otras personas tengan creencias profundamente falsas y primitivas sobre el universo, basándose en las cuales se han pasado siglos asesinando en masa a otras personas porque no tienen exactamente las mismas creencias falsas y primitivas que ellos… y que todavía lo siguen haciendo?
Para los cristianos, “ateos fundamentalistas” son, entre otras cosas, aquéllos que preferirían dejar a otras personas sin el consuelo de la fe (especialmente a los viejos y los que están solos) y sin la compañía de un protector benigno e invisible en la noche oscura del alma, mientras que (según afirman) ignoran la apabullante belleza del arte inspirado por la fe. Sin embargo, el cristianismo en su forma moderna y sensiblera es una versión reciente y altamente modificada de lo que, durante la mayor parte de su historia, ha sido una ideología frecuentemente violenta y siempre opresiva; pensemos en las Cruzadas, la tortura, las hogueras, la sujeción de las mujeres a los embarazos y partos repetidos y a maridos de los que no podían divorciarse, la distorsión de la sexualidad humana, el uso del miedo (a los tormentos del infierno) como instrumento de control, los espantosos resultados de la calumnia contra el judaísmo. Hoy en día, por contraste, el cristianismo se especializa en música suave para crear ambiente; sus amenazas de infierno, sus exigencias de pobreza y castidad, su doctrina de que sólo unos pocos se salvarán y muchos se condenarán, han sido descartadas, reemplazadas por rasgueos de guitarra y dulces sonrisas. Se ha reinventado a sí mismo tantas veces y con tan asombrosa hipocresía, buscando mantener su control sobre los crédulos, que un monje medieval que despertara hoy, como El Dormilón de Woody Allen, sería incapaz de reconocer la fe que lleva el mismo nombre que la suya.
Por ejemplo: en Nigeria, se les dice a grandes feligresías que creer les asegurará altos ingresos; de hecho el Reverendo X les dice que serán más afortunados y ricos si se unen a su congregación que si se unen a la del Reverendo Y. ¿Qué le pasó al ojo de la aguja? Ah, concedámoslo: esa pequeña salida se cerró hace mucho. ¿Qué le pasó entonces a aquello de “mi reino no es de este mundo”? ¿Qué quedó de las bendiciones de la pobreza y la humildad? La Iglesia Anglicana abolió oficialmente el Infierno por una resolución sinodal en los años 1920, y los estrictos dictámenes de San Pablo sobre el lugar de las mujeres en la iglesia (que son que éstas deben sentarse en la parte de atrás y quedarse en silencio, con la cabeza cubierta) son ignoradas hasta tal punto que hasta hay mujeres vicarias, y pronto habrá mujeres obispas.
No hace falta aventurarse hasta Nigeria para ver en funcionamiento las hipocresías de la reinvención. Bastará con ir a Roma, donde la última verdad eterna en ser abandonada es la doctrina del limbo: el lugar donde van las almas de los bebés no bautizados. Entretanto, algunos cardenales están dejando asomar la idea de que los preservativos son aceptables, sólo dentro de las relaciones matrimoniales por supuesto, en países con alta incidencia de infecciones por HIV. Esto último, que para cualquiera salvo un católico practicante es no sólo de sentido común sino un imperativo humanitario, es un cambio asombroso dentro de su contexto. Los católicos sensatos han pasado por alto durante generaciones las doctrinas sobre la anticoncepción mantenidas por los hombres viejos y reaccionarios del Vaticano, pero ¡ay!, dado que es la tarea de todas las doctrinas religiosas el mantener a sus devotos en un estado de infancia intelectual (¿cómo, si no, lograr que cosas absurdas sigan pareciendo creíbles?), un número insuficiente de católicos han podido ser sensatos. Obsérvese Irlanda, hasta hace muy poco tiempo, como ejemplo de la miseria que el catolicismo inflige cuando es capaz.
“Infancia intelectual”: la expresión nos recuerda que las religiones sobreviven principalmente porque le lavan el cerebro a los jóvenes. Tres de cada cuatro escuelas anglicanas son escuelas primarias; todos los credos que compiten actualmente por el dinero de nuestros impuestos para hacer funcionar sus escuelas “basadas en la fe” saben que si no hacen proselitismo entre niños intelectualmente indefensos de tres o cuatro años, su dominio eventualmente se aflojará. Inculcar a niños pequeños las variadas falsedades (diferentes entre sí, nótese) de las grandes religiones es abuso infantil y un escándalo. Desafiemos a la religión a dejar en paz a los niños hasta que sean adultos, momento en el cual se les podrán presentar los elementos básicos de la religión para que los mediten con madurez. Por ejemplo: dígasele a un adulto de inteligencia promedio y hasta ese momento libre de lavado cerebral religioso que en alguna parte, invisible, hay un ser en cierta manera como nosotros, con deseos, intereses, propósitos, recuerdos y emociones de ira, amor, venganza y celos, pero sin ninguna de nuestras fallas como la mortalidad, la debilidad, la corporeidad, la visibilidad, la limitación del conocimiento; y dígasele que este dios mágicamente embaraza a una mujer mortal, que luego da a luz a un ser especial que realiza variados prodigios, antes de partir hacia el cielo. Elijamos qué versión de la historia contar: que un Rey del Cielo embarace —veamos— a Danae o Ío o Leda o a la Virgen María (etc. etc.), y que de allí resulte una progenie destinada al paraíso (Hércules, Cástor y Pólux, Jesús, etc. etc.), o cualquiera de las otras formas de esas mismas exactas historias en las mitologías de Babilonia, Egipto u otras… y luego preguntémosle cuál de ellas desea creer. Se puede garantizar que tal persona dirá: ninguna de ellas.
Así pues, para no ser un ateo “fundamentalista”, ¿cuál de las absurdeces sugeridas en el párrafo precedente debería un ateo pasar discretamente por alto? ¿Sería un “ateo moderado” uno al que no le importe cuántos cientos de millones de personas han sido dañadas profundamente por la religión a lo largo de la historia? ¿Debería ser uno que sonría con indulgencia ante la antipatía de los sunnitas hacia los chiítas, los cristianos por los judíos, los musulmanes por los hindúes, y todos ellos por cualquiera que no crea que el universo es controlado por poderes invisibles? ¿Es un ateo aceptable (para los creyentes) aquél que considera razonable que la gente crea que los dioses suspenden las leyes de la naturaleza ocasionalmente para responder a plegarias personales, o que para salvar el alma de alguien de cometer más pecados (especialmente el de herejía) es conveniente para sus intereses asesinarlo?
Tal como están las cosas, ningún ateo debería darse ese nombre. El término ya es un pase libre para los teístas, porque invita a un debate en su propio terreno. Un término más apropiado es “naturalista”, el cual denota a alguien que considera que el universo es un reino natural, gobernado por leyes naturales. Esto apropiadamente implica que no hay nada sobrenatural en el universo: ni hadas ni duendes, ni ángeles ni demonios, ni dioses o diosas. Bien podríamos llamar a estas personas “anhadistas” o “aduendistas” tanto como “ateos”; tendría el mismo significado o falta de él. (La mayor parte de la gente, sin embargo, olvida que la creencia en hadas era común hasta comienzos del siglo XX; la Iglesia luchó una larga y dura batalla contra esta superstición competidora, y ganó en gran medida gracias a —ya lo adivinó el lector— las escuelas y jardines de infantes fundados en la segunda mitad del siglo XIX.)
Según el mismo criterio, por lo tanto, la gente con creencias teístas deberían llamarse sobrenaturalistas, y se les puede dejar a ellos la tarea de intentar refutar los hallazgos de la física, la química y las ciencias biológicas en un esfuerzo para justificar su afirmación de que el universo fue creado y está a cargo de seres sobrenaturales. Los sobrenaturalistas adoran afirmar que algunas personas irreligiosas se vuelven a la oración cuando están en peligro mortal, pero los naturalistas pueden responder que los sobrenaturalistas típicamente depositan una gran fe en la ciencia cuando se encuentran (digamos) en un hospital o un avión, y con mucha mayor frecuencia. Pero por supuesto, como devotos de la idea de que todo es consistente con sus creencias —incluso las refutaciones aparentes de las mismas—, los sobrenaturalistas pueden afirmar que la ciencia misma es un don de dios y justificarse así por hacerlo. Entonces deberían, sin embargo, recordar a Popper: “Una teoría que lo explica todo no explica nada.”
Para terminar, vale la pena señalar una táctica retórica relacionada y característica de las personas con fe. Se trata de su intento de describir el naturalismo (ateísmo) como una “religión”. Pero por definición una religión es algo centrado en la creencia en la existencia de agentes o entidades sobrenaturales en el universo; y no meramente su existencia, sino su interés en los seres humanos de este planeta; y no meramente su interés sino su interés particularmente detallado en lo que los humanos vestimos, lo que comemos, cuándo lo comemos, lo que leemos o vemos, qué cosas tratamos como limpias o impuras, con quién tenemos sexo y cómo y cuándo; y así para una multitud de otras cosas, como la invisibilización de las mujeres bajo una vestimenta envolvente, o pegarse cajitas a la frente o repetir ciertas fórmulas de memoria cinco veces al día, etc. etc., sin fin a la vista, y con amenazas de castigo si uno hace cualquiera de esas cosas mal.
Pero el naturalismo (el ateísmo) por definición no supone tales creencias. Cualquier cosmovisión que no presuponga la existencia de algo sobrenatural es una filosofía, o una teoría, o como mucho una ideología. Si es cualquiera de las dos primeras, en su mejor expresión aceptará como ciertas las cosas en proporción a la evidencia que existe para aceptarlas, conocerá que cosas podrían refutarla y estará lista para revisarse a sí misma a la luz de nuevas evidencias. Ésta es la esencia de la ciencia. No es sorprendente que no se haya combatido ninguna guerra, ni instigado ningún pogrom, ni nadie haya sido quemado en la hoguera, a causa de teorías rivales en la biología o la astrofísica.
Y uno puede conceder que la palabra “fundamental” sí se aplica, a fin de cuentas: en la expresión “fundamentalmente sensato”.
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miércoles, 9 de enero de 2013
El privilegio de no tener que decir la verdad
Vía Jerry Coyne (de Why Evolution Is True), una cita del libro The Faith of a Heretic de Walter Kaufmann sobre la hipocresía y el privilegio de teólogos y predicadores:
“La religión es un campo tan privilegiado como la política o la publicidad. Se considera ampliamente que requiere tacto y no verdad. Se considera perfectamente correcto que los hombres de hábito o sotana se dediquen a simular que creen lo que realmente no creen; que den la impresión, hablando desde el púlpito, de que están convencidos de cosas que cuando hablan con filósofos son rápidos para negar que dijeron; que finjan completa seguridad sobre asuntos que en privado los perturban y les causan dudas incesantes. Uno ni siquiera reclama que un predicador sea al menos honesto consigo mismo y sepa precisamente qué cree y qué no, qué quiere decir y qué no quiere decir, qué cosas sabe con certidumbre y cuáles considera probables o meramente posibles. Uno no le exige nada tan estricto… ni se lo exige a uno mismo.”
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lunes, 10 de diciembre de 2012
“Religioso no, pero sí espiritual”
Lo que sigue es una reflexión de Greta Christina, una escritora y blogger a quien leo con gusto desde hace cierto tiempo, sobre la remanida cuestión de quienes dicen no pertenecer a ninguna religión pero a pesar de todo se consideran “espirituales”. No es todo lo que yo diría, pero yo diría todo lo que Greta dijo, y ya es bastante largo así. Lo traduzco tomando las menores libertades posibles. El original (Not Religious, But Spiritual) está en el blog de Greta para quienes sepan inglés.
Favor de tomar nota: en este artículo voy a ser un poco dura. Considérense advertidos.
Casi con seguridad has oído esta expresión: “No soy religioso, pero soy espiritual.”
Esta expresión no significa necesariamente que la persona sea pro-magufa* (aunque frecuentemente es así). La usan personas que sostienen creencias teístas más o menos tradicionales pero que han abandonado su religión organizada o nunca pertenecieron a una. (Para esa gente la expresión suele ser: “No soy de una religión, adoro a Dios a mi manera.”) La gente la usa para significar que creen en algo aparte del mundo físico: no saben muy bien qué, pero están bastante seguros de que es algo. La usan incluso para decir que encuentran alguna clase de significado y trascendencia en la vida y que no conocen otra palabra o contexto para el significado y la trascendencia aparte de espiritualidad.
* N. del T.: “Magufo” es un practicante de una pseudociencia o disciplina basada en el pensamiento mágico. El divulgador escéptico Luis Alfonso Gámez dijo en su momento que él prefiere “el castizo engañabobos”. No hay un nombre específico para los seguidores de los magufos; crédulo es demasiado general e imprecisa. En inglés se usa la muy sonora palabra woo para nombrar a todo este campo del no-saber.
Pero no creo que la espiritualidad desorganizada tenga mayor fundamento que las creencias religiosas convencionales. Y aunque no tenga el mismo poder de maltratar y oprimir que la religión organizada tradicional, sí tiene mucho del mismo poder para hacer tropezar al pensamiento crítico, para anteponar los sesgos personales a la evidencia y para hacer que edifiquemos decisiones importantes sobre cimientos de arena.
Dicho esto, cuando estoy generosa de ánimo, considero esta expresión como proveniente de un deseo totalmente válido de no verse relacionado con los horrores de la religión organizada… pero sintiendo al mismo tiempo cierto tipo de experiencia personal y emocional que quien profiere la susodicha frase cree que es una conexión con Dios. (O con la Diosa, o el mundo espiritual, o lo que sea.) La gente que emplea esta frase está tratando de separar la paja del trigo, de tomar lo que necesitan y dejar el resto. Y si bien pienso que su interpretación de su experiencia es errada (yo pienso que es todo paja y nada de trigo), ciertamente puedo entender ese impulso.
Y a veces, al igual que el deísmo, el tema “espiritual pero no religioso” es una vía de salida, un pasito de bebé hacia el abandono de la creencia religiosa. Para las personas que se están cuestionando su creencia religiosa pero que han sido educadas creyendo que la religión es la fuente de toda moral y significado, “espiritual pero no religioso” puede ser una manera de comenzar a dejar de lado sus creencias sin sentir que están dando un paso hacia el abismo. Y definitivamente puedo ser generosa con eso.
Cuando estoy de ánimo menos generoso, sin embargo, veo esta frase hecha como totalmente condescendiente, con aires de superioridad que no tienen sustento alguno. La veo como una forma de decir: “Soy tan especial e independiente que por supuesto que no tengo nada que ver con esa religión organizada inflexible; soy un espíritu demasiado libre para eso… pero también soy especial y sensible y estoy en contacto con las cosas sagradas y poderosas que hay detrás de este mundo vulgar.”
¿Y cuál es mi problema con eso? Aparte de lo condescendiente, quiero decir.
El problema obvio, por supuesto, es que no hay ni una brizna de evidencia que lo sostenga. No hay más evidencia en favor de la religión desorganizada que la que hay en favor de la religión organizada.
Y en mi experiencia, “espiritual pero no religioso” tiende a ser una forma muy descuidada de espiritualidad. Le falta el rigor tortuoso de la teología cuidadosamente meditada; la disciplina, aunque sea sin propósito, de la práctica religiosa ferviente. Con gran frecuencia, “espiritual pero no religioso” parece querer decir: “creo en alguna forma de mundo sobrenatural pero no estoy dispuesto a meditar mucho sobre eso ni a considerar seriamente si el mundo espiritual en que creo es coherente o tiene sentido.”
Una razón bastante más importante es que creo que “espiritual pero no religioso” juega completamente a favor de la idea de que la creencia religiosa —perdón, creencia espiritual— lo hace a uno una mejor persona. Lleva consigo un cierto estar a la defensiva, como si la persona estuviera en realidad diciendo: “No voy a ningún servicio religioso ni practico ningún ritual religioso… pero no soy una mala persona. Por supuesto todavía siento una conexión con Dios/mi alma. No he caído hasta el fondo de la zanja. ¿Por quién me tomaste?” Contribuye a la idea de que el gozo y el valor de las cosas, la trascendencia y el significado, tienen que venir de lo espipritual, es decir, del mundo del espíritu, de lo sobrenatural.
Pero creo que mi mayor problema con la frase “espiritual pero no religioso” es el tema de la supuesta vulgaridad del mundo.
Si ser “espiritual pero no religioso” realmente quiere decir que uno se considera en contacto con las cosas sagradas y especiales más allá de este mundo físico ordinario… entonces pienso que eso refleja una muy pobre actitud hacia el mundo ordinario.
El mundo físico es cualquier cosa menos ordinario. El mundo físico es agujeros negros en el centro de cada galaxia espiral. Es billones de galaxias alejándose unas de otras a velocidades vertiginosas. Es materia sólida que no es sólida: partículas que no pueden ser vistas ni con el más poderoso microscopio, separadas por abismos de nada. Es seres vivos que están todos relacionados a través de una tatara-tatara-tatara…-tatara-abuela. Es un espacio que se curva y continentes que se mueven. Es células de tejido orgánico que de alguna manera generan una consciencia y un sentido de sí.
Cuando uno se toma el tiempo de aprender sobre el mundo físico ordinario, encuentra que es de todo menos ordinario.
Y creo que eso de “No sigo ninguna religión organizada pero sé que debe haber algo más en la vida que lo que vemos” es un serio insulto a la asombrosa y compleja vastedad de lo que vemos.
Como un blogger o comentarista cuyo nombre no recuerdo ahora escribió una vez: el tema de “espiritual pero no religioso” es tratar de quedarse con lo mejor de ambos mundos, pero en realidad recibir lo peor. Es mantener la parte de la religión que es indefendible, la creencia en seres invisibles que no tiene ni una pizca de evidencia a favor; de hecho, la parte de la religión que considera a esos seres invisibles como más reales y más importantes que el mundo físico real en que vivimos. Es quedarse con la parte de la religión que devalúa la razón, la evidencia y el pensamiento cuidadoso, para poder aferrarse a cualquier idea loca que te resulte atractiva. Es quedarse con la parte de la religión que dice que la moral y los valores equivalen a creen en amigos invisibles. Es quedarse con la parte de la religión que involucra revestirse a uno mismo de un sentimiento de superioridad motivado únicamente por una supuesta conexión con un mundo invisible.
Es quedarse con todo eso… y abandonar la parte de la religión que es comunidad, ritual compartido, obras de caridad y un sentido de pertenencia. Es tirar la única manzana buena del barril, quedarse con las podridas, y después darse uno mismo una palmadita en la espalda y decir: “¡Cuántas manzanas que tengo!”.
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sábado, 13 de octubre de 2012
La Iglesia italiana pagará impuestos desde 2013
Al fin, como tantas otras parejas de conveniencia, el Estado y la Iglesia de Italia se pelearán al menos un poquito a causa del vil metal. Traduzco del breve artículo publicado en el británico diario The Telegraph:
Le quitarán exención impositiva a la Iglesia en Italia desde 2013
La Iglesia Católica italiana será privada de una histórica exención de impuestos desde 2013, luego de que el gobierno decidiera mantener la vigencia de un conflictivo decreto bajo la estrecha supervisión de la Unión Europea.
La Iglesia actualmente paga impuestos sobre varias propiedades que posee y que son empresas comerciales, pero queda exenta de pagar si al menos algunas de las actividades de la propiedad son “no comerciales”, como por ejemplo una capilla en un hotel.
“El marco regulatorio será definitivo a partir del 1° de enero de 2013 —el inicio del año fiscal— y respetará totalmente la ley Comunitaria”, dijo el gobierno del primer ministro Mario Monti el pasado martes.
En febrero el gobierno había modificado la ley italiana de impuestos a las propiedades para terminar con los privilegios de la Iglesia, en medio de crecientes pedidos al Vaticano para que compartiese los sacrificios necesarios por la crisis de deuda y ante la mirada vigilante de la Comisión Europea.
El lunes, el Consejo de Estado, la corte italiana de mayor rango para los litigios administrativos, rechazó el decreto. Pero el gobierno insistió en que todos deben pagar el impuesto a la propiedad, incluida la Iglesia.
En 2010 la Unión Europea abrió una investigación para determinar si las exenciones de impuestos que benefician a algunas propiedades de la Iglesia en Italia podían considerarse como un subsidio estatal ilegal.
La recaudación extra de estas propiedades exentas de impuestos —incluyendo hoteles, restaurantes y centros deportivos— podría llegar a 25,5 millones de euros sólo en Roma, según reportó el diario La Repubblica, citando cifras oficiales.
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jueves, 30 de agosto de 2012
Deísmo moralista terapéutico
Una encuesta realizada en 54 países por WIN-Gallup [PDF] reveló ciertos datos muy interesantes sobre las cantidades de personas que dicen pertenecer a distintas religiones, las que no pertenecen a ninguna, y dentro de éstas últimas, las que se llaman a sí mismas ateas. Estados Unidos es un caso muy particular: es el único país rico y desarrollado de Occidente donde hay tantos religiosos devotos, pero también es uno de aquellos donde la religión institucional se encuentra en un declive pronunciado.
En el servicio de noticias de la BBC encontré un punto de vista sobre este fenómeno. Se trata de la opinión de Rod Dreher, un cristiano conservador, que achaca toda la culpa al hecho de que el cristianismo se está haciendo más progresista y liberal, alienando así a los que buscan dogmas duros y arbitrarios, obediencia ciega y sacrificio (la evidente conexión religiosa de los atentados del 11-S, la explosión mediática de los Nuevos Ateos, los abusos sexuales en la Iglesia Católica y todo lo demás no parece tener importancia para él). Aunque equivocado, quizá, en su énfasis, no me parece desacertada su caracterización de cierta religiosidad moderna que se aplica no sólo a Estados Unidos sino —en mi experiencia— a una buena parte de la juventud urbana latinoamericana.
En posteriores artículos seguiré comentando esta encuesta y las repercusiones que pueda tener.
En el servicio de noticias de la BBC encontré un punto de vista sobre este fenómeno. Se trata de la opinión de Rod Dreher, un cristiano conservador, que achaca toda la culpa al hecho de que el cristianismo se está haciendo más progresista y liberal, alienando así a los que buscan dogmas duros y arbitrarios, obediencia ciega y sacrificio (la evidente conexión religiosa de los atentados del 11-S, la explosión mediática de los Nuevos Ateos, los abusos sexuales en la Iglesia Católica y todo lo demás no parece tener importancia para él). Aunque equivocado, quizá, en su énfasis, no me parece desacertada su caracterización de cierta religiosidad moderna que se aplica no sólo a Estados Unidos sino —en mi experiencia— a una buena parte de la juventud urbana latinoamericana.
Este abandono rápido y extendido del cristianismo institucional por parte de los jóvenes es el primer fruto de lo que los sociólogos Christian Smith y Melinda Lundquist Denton denominan “deísmo moralista terapéutico” (DMT). Según el estudio de Smith, el DMT es la religión por defecto de casi todos los jóvenes estadounidenses (…).Como creyente, claro está, no podía dejarlo así, y a continuación estropea su razonamiento regodeándose de manera apenas disimulada en el futuro sombrío que nos espera, a ateos y tibios por igual, cuando nos demos cuenta de que vamos a sufrir y morir y que no tenemos la “esperanza ultraterrena” que sólo Dios™ puede darnos.
El DMT enseña que Dios existe y quiere que seamos buenos, y que la felicidad es el objetivo de la vida. En el DMT, Dios, que es “algo así como una cruza entre Mayordomo Divino y Terapeuta Cósmico”, no tiene por qué estar involucrado en la vida de uno, a menos que uno necesite algo.
Es la pseudo-religión perfecta para una cultura individualista, consumista y próspera. Así se entiende cómo es que una generación criada con el DMT no tenga interés en la religión tradicional, con sus proclamas de verdad y sus exigencias. (…)
El futuro religioso posmoderno de Estados Unidos, entonces, parece pertenecerle a perezosos teológicos que creen en una deidad mal definida que no exige nada y que sólo brinda comodidad psicológica. ¿Quién necesita algo tan pobre? Al menos los ateos tienen el coraje de su falta de convicciones religiosas.
En posteriores artículos seguiré comentando esta encuesta y las repercusiones que pueda tener.
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lunes, 27 de agosto de 2012
Religión y grupos étnicos como divisores de la sociedad
Observando muchos conflictos violentos de la historia, no nos queda más remedio que concluir que la religión juega un papel importante en dividir a la gente en bandos y ponerlos unos contra los otros; bandos que poco tienen que ver con decisiones personales racionales o con los intereses y deseos del individuo. Los creyentes suelen defenderse de esta acusación contra la religión diciendo que esos conflictos fueron/son en realidad políticos, fruto de la manipulación de los sentimientos religiosos por parte de las autoridades. La verdadera religión, según ellos, no divide sino que une. Son los prejuicios raciales y étnicos los que separan a la gente, dejando preparado el terreno para las ideologías violentas.
Dos investigadores noruegos publicaron recientemente un paper (Trust and Ethnic Fractionalization: The Importance of Religion as a Cross-Cutting Dimension) en el cual intentaron determinar si es realmente la religión la que divide a los pueblos. Thomas Rees, del excelente blog Epiphenom (que comenta hallazgos de estudios científicos relacionados con la religión), hizo un resumen del paper, que traduzco a continuación.
Dos investigadores noruegos publicaron recientemente un paper (Trust and Ethnic Fractionalization: The Importance of Religion as a Cross-Cutting Dimension) en el cual intentaron determinar si es realmente la religión la que divide a los pueblos. Thomas Rees, del excelente blog Epiphenom (que comenta hallazgos de estudios científicos relacionados con la religión), hizo un resumen del paper, que traduzco a continuación.
Religión y etnicidad se refuerzan una a la otra para crear desconfianzaLa religión, en otras palabras, no divide por sí misma a la sociedad: más bien se monta sobre otras divisiones, a las que refuerza (y es reforzada por ellas). La sociedad más saludable posible, y la más robusta para resistir a ideologías racistas y etnofóbicas, es una sociedad étnicamente diversa y en la que ninguna persona se vea obligada a profesar una religión (o adherir a una cierta cosmovisión) por el solo hecho de pertenecer a un grupo étnico determinado: una sociedad en la que ni el color de la piel ni la forma de los ojos ni el acento ni la vestimenta ni ninguna otra marca de identidad étnica le puede dar al observador una pista sobre las creencias del observado.
Los no creyentes frecuentemente argumentan que la religión contribuye a las tensiones en la comunidad al crear división. La gente creyente en general lo ve de otra manera, afirmando que la religión ayuda a disolver tensiones raciales al promover la buena voluntad y los pensamientos caritativos. (…)Henning Finseraas y Niklas Jakobsson, del Instituto Noruego de Investigación Social (NOVA), usaron la World Values Survey (Encuesta Mundial sobre Valores), que incluía la siguiente pregunta: “En general, ¿cree Ud. que la mayor parte de la gente merece su confianza, o bien que uno no puede ser demasiado cuidadoso al tratar con la gente?”Querían observar cómo la confianza se relaciona con las religiones étnicas y religiosas. Midieron esto de dos maneras, pero ambos métodos básicamente tratan de capturar cuántos grupos étnicos o religiosos hay, y si son grandes o pequeños. En una sociedad muy fraccionada, es improbable que dos extraños que se encuentran sean miembros del mismo grupo étnico o religioso.Lo que encontraron fue que las divisiones étnicas por sí mismas no parecían vincularse con un mayor nivel de desconfianza. Sin embargo, cuando se alineaban las diferencias religiosas y las étnicas (es decir, cuando personas de diferentes etnias también eran habitualmente de diferentes religiones), entonces había altos niveles de desconfianza.(…) [A] medida que el cruce étnico-religioso aumenta (es decir, a medida que la etnicidad y la religión se alinean menos entre sí), el efecto negativo de las divisiones étnicas sobre la confianza disminuye.De hecho, en sociedades totalmente mezcladas, donde hay poca o ninguna conexión entre etnicidad y religión, puede haber incluso un efecto positivo sobre la confianza (aunque no estadísticamente significativo).En conjunto, lo que esto sugiere es que observar las divisiones sociales a través de un único cristal —sea la etnicidad, la religión o algo más— no nos da una imagen útil. Más bien es necesario observar cómo estas divisiones se refuerzan o se contraponen unas a otras.
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viernes, 24 de agosto de 2012
El ateísmo no basta
«Y lo que me preocupa es (…) que lo que el ateísmo está ofreciendo a tantos hombres de clase media, blancos, cisgénero, heterosexuales y sin discapacidades sea la capacidad de verse a sí mismos como rebeldes, astutos, inteligentes, osados y controvertidos que se plantan contra un dogma opresor para liberar a las ovejas víctimas del engaño. Que están, tipo, como, totalmente en contra de tragar la píldora azul. Y que así logran ser los héroes de sus propias narrativas, en vez de pasajeros pasivos, a merced de fuerzas sociales más o menos fuera de su control… fuerzas sociales que casualmente los llevaron a ellos a una posición relativamente segura y cómoda.»
—Natalie Reed, activista escéptica, feminista y transexual, expresando su hartazgo ante la falta de compromiso del movimiento ateo/escéptico con un pensamiento crítico que abarque asuntos sociales más amplios que el mero ataque a la religión o la denuncia de las pseudociencias.
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sábado, 18 de agosto de 2012
La religión no responde nuestras preguntas
“La razón de la popularidad del nuevo ateísmo es que la religión está mostrándose cada vez más como incapaz de lidiar con el mundo moderno. Prácticamente en cualquier lugar donde uno mire la religión está retrocediendo a las trincheras rápidamente, tratando de detener los efectos corrosivos de la ciencia. (…) De la misma manera en que la idea de creación otorgó a los pueblos antiguos un atisbo de su lugar en el mundo, la ciencia nos brinda una nueva apreciación de nuestro lugar en el orden de las cosas. Carl Sagan solía dar cuenta de esta nueva visión del mundo enfatizando dos cosas: (1) el rol microscópico que juega la vida humana en la vasta inmensidad del universo, y (2) el hecho de que, aun siendo insignificante a escala cósmica, la inteligencia humana ha llegado por fin al punto en que puede apreciar algo de la verdadera naturaleza de las cosas. Y lo que aprendemos cuando juntamos esos dos puntos es el hecho de que somos, como si dijésemos, huérfanos en una tormenta cósmica, pero huérfanos inteligentes, y que debemos poner nuestra inteligencia a trabajar para producir una cosmovisión que sea consistente con lo que hemos llegado a saber sobre nosotros mismos y nuestro lugar en el universo.”
— Eric MacDonald, Science and Religion Again!
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jueves, 2 de agosto de 2012
Circuncisión a debate (parte 3)
Siguiendo con el tema de la circuncisión infantil, prohibida recientemente por un tribunal en Colonia, Alemania, me gustaría traducirles algo que escribió Giles Fraser, un sacerdote anglicano de ascendencia judía, para su columna habitual en el diario británico The Guardian. Creo que es una obra maestra de la argumentación falaz y el golpe bajo. Su ataque apunta a la idea liberal clásica de la libertad de elección.
Hasta donde yo sé y entiendo, afirmar una identidad es algo que sólo puede hacer un agente responsable y autoconsciente. La identidad afirmada fue la del padre de Giles Fraser, la de su abuela y la del mohel, no la del pequeño Giles, que no estaba en condiciones de afirmar nada, mucho menos algo tan complejo como una identidad judía. Fraser se lamenta de que su esposa lo haya convencido de no circuncidar a su propio hijo:
“Yo” siempre debe venir antes que “nosotros”. Si no hay un “yo” que decida pertenecer, el “nosotros” al que pertenece se vuelve una masa amorfa, voluble, lista para abusar de sus miembros o para ser llevada de la nariz por políticos y chamanes de variado pelaje. Si el “nosotros” es más importante que el “yo”, el individuo se vuelve un número intercambiable, un ente etiquetado —marcado, como dice Fraser— por su etnia y su religión. Eso, y no renunciar a una marca corporal, es darle una victoria a una ideología aborrecible.
(…) La circuncisión de los bebés va en contra de una de las presunciones básicas de la mente liberal. El consentimiento informado está en la base de la capacidad de elección, y la capacidad de elección es la base de la sociedad liberal. Sin consentimiento informado, la circuncisión se considera una forma de violencia y una violación de los derechos fundamentales del niño. Por eso es que yo veo la mentalidad liberal como una forma disminuida de la imaginación moral. Hay más que simple elección en el campo de lo bueno y lo malo.No sé ustedes, pero a mí acusar a otros de seguir “una forma disminuida de la imaginación moral” me suena bastante a un permiso autoconcedido para justificar cualquier cosa como “moral”. Lo del capitalismo me deja perplejo (hasta donde yo sé, ni Fraser ni la iglesia a la que sirven son anticapitalistas, ni mucho menos).
Más aún: hacer de la elección la regla de oro en toda circunstancia es ceder al lenguaje moral del capitalismo.
Fui circuncidado por un mohel a los ocho días de edad sobre la mesa de la cocina de mi abuela (…). No fue por razones sanitarias. Fue una afirmación de identidad. Sea lo que sea que se entienda por la resbaladiza identificación de “ser judío” —mi padre lo es, mi madre no—, tenía algo que ver con esto. La circuncisión me marcó como perteneciente a esto. (…)
![]() |
Circuncisión de Cristo, de Friedrich Herlin (1466) |
Todavía encuentro difícil aceptar que mi hijo no esté circuncidado. El filósofo Emil Fackenheim, sobreviviente del campo de concentración de Sachsenhausen, añadió famosamente a los 613 mandamientos de las escrituras hebreas un mandamiento número 614: “no le concederás a Hitler victorias póstumas”. Esta nueva mitzvá insistía en que abandonar la propia identidad judía era hacer uno mismo el trabajo de Hitler. A los judíos les ordenan sobrevivir como judíos los mártires del Holocausto.Como yo no soy judío, quizá esté errando groseramente al decir esto, pero como ser humano me resulta inadmisible y despreciable esta clase de justificación. El mandamiento de Fackenheim puede entenderse de muchas maneras, con algunas de las cuales yo podría estar de acuerdo: la necesidad de memoria histórica, por ejemplo; la obligación de alertar contra las ideologías destructivas a la comunidad propia y a la sociedad toda; un mandamiento de no desesperar y de seguir adelante, construyendo y reconstruyendo. Pero yo no creo en mandamientos de ninguna clase. Y dudo que Fackenheim se planteara que dejar de circuncidar a un niño equivalía a traicionar la memoria de los muertos.
Uno de los más comunes errores modernos acerca de la fe es que es algo que ocurre dentro de la cabeza de uno. Eso es una tontería. La fe se trata de ser parte de algo más grande que uno mismo. No nacemos como pequeños agentes racionales en potencia, sin formar como seres morales hasta tener la capacidad de pensar y elegir por nosotros mismos. Nacemos a una red de relaciones que nos otorgan un trasfondo cultural contra el cual las cosas adquieren sentido. “Nosotros” viene antes que “yo”. El “nosotros” constituye nuestro horizonte de significación. Por eso es que muchos judíos que se consideran ateos aún se consideran judíos. Y la circuncisión es la manera en que los hombres judíos y musulmanes son marcados como partes involucradas en una realidad más grande que ellos mismos.Ésta es la parte más blanda, más cristiana progre, más pseudo-sociológica de la argumentación. “La fe se trata de ser parte de algo más grande que uno mismo.” ¿Qué quiere decir eso? Absolutamente nada. Es una redefinición de la palabra fe que la pone en el lugar de la identidad étnica. Es verdad, aunque una verdad obvia, que no nacemos en un vacío sino dentro de una comunidad, que impone automáticamente ciertos valores, o costumbres que devienen valores. Pero si la presión de la comunidad cruza ciertos límites, ¿no tiene el individuo derecho a reaccionar? ¿No debe la ley protegerlo cuando él no puede hacerlo? ¿Justificará Fraser la mutilación genital femenina, que es una marca de identidad de muchos musulmanes y no pocos cristianos en África y Asia? ¿Le parecen correctos los ritos de pubertad de las tribus africanas, que cortan la piel de los jóvenes con piedras afiladas y untan las heridas con ceniza para producir cicatrices permanentes? A fin de cuentas, quienes no tienen esas marcas son considerados indignos de la comunidad. ¿Opinan los judíos que un incircunciso no es judío, que es indigno, que es un traidor a la memoria de los muertos del Holocausto?
“Yo” siempre debe venir antes que “nosotros”. Si no hay un “yo” que decida pertenecer, el “nosotros” al que pertenece se vuelve una masa amorfa, voluble, lista para abusar de sus miembros o para ser llevada de la nariz por políticos y chamanes de variado pelaje. Si el “nosotros” es más importante que el “yo”, el individuo se vuelve un número intercambiable, un ente etiquetado —marcado, como dice Fraser— por su etnia y su religión. Eso, y no renunciar a una marca corporal, es darle una victoria a una ideología aborrecible.
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lunes, 23 de julio de 2012
Teología sofisticada
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jueves, 14 de junio de 2012
Teología sofisticada, según Jerry Coyne
El biólogo Jerry Coyne es el autor del libro sobre la evolución Why Evolution Is True (que recomiendo) y mantiene un blog medio personal, medio académico sobre el mismo tema (confieso que lo sigo tanto por sus artículos científicos como por los videos de gatitos que postea con regularidad). Coyne es un “nuevo ateo” en la misma línea, aunque menos famoso, que su colega Richard Dawkins, y hace cierto tiempo se viene tomando el trabajo de leer libros de teólogos modernos, supuestamente sofisticados, para contrarrestar la muy común acusación de que los “nuevos” ateos son cientificistas reduccionistas que rechazan los argumentos filosóficos más finos sin conocerlos.
Para tener idea de qué estoy diciendo sólo puedo recomendar a los lectores dirigirse al blog de Coyne y buscar sus posts sobre teología. Como ejemplo Coyne ofrece párrafos seleccionados del libro que está leyendo en estos días: Questions of Truth: Fifty-one Responses to Questions about God, Science, and Belief, de John Polkinghorne y Nicholas Beale.
Primero la apropiación de la ciencia por medio de un sofisma pseudo-epistemológico:
Coyne termina diciendo:
Para tener idea de qué estoy diciendo sólo puedo recomendar a los lectores dirigirse al blog de Coyne y buscar sus posts sobre teología. Como ejemplo Coyne ofrece párrafos seleccionados del libro que está leyendo en estos días: Questions of Truth: Fifty-one Responses to Questions about God, Science, and Belief, de John Polkinghorne y Nicholas Beale.
Primero la apropiación de la ciencia por medio de un sofisma pseudo-epistemológico:
Es fácil “probar” que nada puede ser a la vez una onda y una partícula, o que Jesús no podría haberse levantado de entre los muertos. Sin embargo, una reflexión profunda sobre la física muestra que todos los objetos suficientemente pequeños pueden manifestar propiedades tanto de onda como de partícula, e incluso una reflexión superficial muestra que si Jesús es el Hijo de Dios en el sentido en que lo afirman los cristianos, entonces la resurrección no es sólo posible sino en cierto sentido necesaria.
Y luego una excusa estándar para la total invisibilidad de Dios:
El Creador no ha llenado la creación con elementos marcados “hecho por Dios”. [Nota de Coyne: Antes de 1859 sí pensaban que lo había hecho.] La existencia de Dios no es evidente por sí misma de alguna manera totalmente no-ambigua e innegable. La presencia de Dios está velada porque, si uno lo piensa, la presencia desnuda de la divinidad sobrepasaría la capacidad de las criaturas finitas, privándolas de ser verdaderamente ellas mismas y de aceptar libremente a Dios.
La buena noticia para mí es que el libro es corto. Sé que muchos de ustedes creen que estoy perdiendo el tiempo leyendo cosas como éstas, pero me gusta pensar que estoy haciendo un servicio al mostrar repetidamente que la Teología Sofisticada —de la clase que promueve Terry Eagleton y que supuestamente Richard Dawkins y los otros Nuevos Ateos ignoran— es sólo pensamiento voluntarista vacío enmarcado por palabras bonitas.
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jueves, 19 de abril de 2012
Malos sin dios (por PZ Myers)
(Traducido de Bad without god, un artículo de PZ Myers en Pharyngula sobre la campaña atea Good Without Good.)
Cerré mi reciente discurso en el Reason Rally con la sugerencia, algo críptica, de que yo desearía que todos fuéramos malos sin dios. No pude explayarme sobre eso allá (estaba justo al final de mis 15 minutos asignados) pero puedo explicarme aquí. Me he sentido un poco molesto por la habitual campaña “buenos sin dios” y he estado pensando en lo que significa.
A un nivel superficial me resulta correcta su intención. Los ateos tenemos una mala reputación y el público en general cree que somos todos monstruos corruptos y amorales que rechazamos a dios para no tener que rendir cuentas por nuestras salvajes orgías de sexo gay en las que aspiramos droga mientras comemos bebés. Es un estereotipo falso; la mayoría de los ateos son indistinguibles de sus vecinos cristianos y toman muchas de las mismas decisiones éticas que ellos. De manera que una campaña que enfatice que los ateos también somos buenos ciudadanos y seres humanos bien socializados es una buena cosa.
Pero a veces el péndulo oscila demasiado hacia el otro lado. Anunciar que los ateos somos “buenos” es repudiar nuestros objetivos reales, que son subversivos. Apuntamos a cambiar la cultura. Según las definiciones planteadas por la gente a la que queremos llegar con ese slogan, de hecho somos muy pero muy malos. Así que aquí están algunas de mis objeciones y el porqué no puedo decir más que soy “bueno sin dios”.
“Bueno” es una palabra trillada y genérica; lo único peor que esto habría sido declarar que somos amables sin dios. Es una palabra tan vaga y dependiente del contexto que no tiene significado: si le decimos a Rick Santorum que sea bueno, dará un discurso declarando a las mujeres ovarios ambulantes y esclavas de sus maridos; si me dicen a mí que sea bueno, estaré pensando en un fin de semana de cerveza, sexo y herejía. Y sospecho que cada uno de mis lectores tendrá una visión completamente diferente de lo que involucra lo bueno.
“Bueno” implica conformidad total. ¿Alguna vez ha encajado con la definición de ser bueno el desafiar a una figura de autoridad? Cuando los abolicionistas quebrantaban la ley pasando esclavos de contrabando a Canadá, cuando las sufragistas montaban piquetes para demandar el derecho al voto, cuando Stonewall hizo explosión y Martin Luther King marchaba, cuando los estudiantes protestaban contra la guerra en Vietnam, ¿estaban siendo “buenos” según como lo entendía el gran público? No lo creo. Estaban siendo muy, muy malos. Lo cual era bueno. ¿Ven lo que quiero decir? Es una palabra vacía que no ofrece sino una débil seguridad.
Peor aún: apuntamos a las ideas erradas de los cristianos sobre los ateos diciéndoles que somos buenos, pero muchos cristianos entienden por eso algo muy específico: está definido por su religión. Ser bueno implica obedecer las leyes de su fe o prestar oídos a las reglas que su dios utiliza para determinar si uno entra o no al cielo. ¿Obedecemos los diez mandamientos? ¿Creemos en Jesús? Abierta y explícitamente rechazamos las reglas; según su definición, no somos buenos en absoluto. Ven nuestra afirmación de que somos “buenos sin dios” como una contradicción de términos que prueba que somos malos.
Y sin embargo yo aún me veo a mí mismo como “bueno”, porque mi definición de la palabra no implica obediencia ni lealtad ciega ni aceptación; tiene todo que ver con integridad, honestidad, principios, cuestionamiento e independencia. Reemplacemos la palabra “bueno” con cualquiera de ésas: se vuelve más precisa, pero también pierde la cualidad de suave reaseguro que se buscaba.
Y ése es en realidad mi gran problema con la frase: yo no quiero darle un reaseguro a personas con cuyas obscenas falsedades estoy en desacuerdo. Quiero provocar y desafiar, quiero cambiar el statu quo, quiero destruir la pegajosa convencionalidad de la moral y los estándares estrechos de la conducta pública. Quiero que todos nos burlemos y nos riamos de las profesiones públicas de piedad. Quiero cambiar la forma en que piensa la gente, y quiero que la gente rechace la absurda proclama de que nuestra moral se basa en un odioso libro sagrado. Si quieres pasar un fin de semana salvaje de sexo y drogas y rock and roll, en tanto no lastimes a nadie, yo te diré “qué bueno”. Si pasas tu fin de semana escoltando a las mujeres para que puedan entrar sin problemas a una clínica de abortos, si lo pasas haciendo lobby por la separación de la iglesia y el estado en tu legislatura local, si lo pasas molestando a homófobos, eso es bueno.
Nadie nunca cambió el mundo siendo complaciente, obediente, agradable o “bueno”. Los ateos pretendemos cambiar el mundo. Por lo tanto, los ateos deberían ser tan malos como puedan… productiva, agresiva, felizmente malos.
A un nivel superficial me resulta correcta su intención. Los ateos tenemos una mala reputación y el público en general cree que somos todos monstruos corruptos y amorales que rechazamos a dios para no tener que rendir cuentas por nuestras salvajes orgías de sexo gay en las que aspiramos droga mientras comemos bebés. Es un estereotipo falso; la mayoría de los ateos son indistinguibles de sus vecinos cristianos y toman muchas de las mismas decisiones éticas que ellos. De manera que una campaña que enfatice que los ateos también somos buenos ciudadanos y seres humanos bien socializados es una buena cosa.
Pero a veces el péndulo oscila demasiado hacia el otro lado. Anunciar que los ateos somos “buenos” es repudiar nuestros objetivos reales, que son subversivos. Apuntamos a cambiar la cultura. Según las definiciones planteadas por la gente a la que queremos llegar con ese slogan, de hecho somos muy pero muy malos. Así que aquí están algunas de mis objeciones y el porqué no puedo decir más que soy “bueno sin dios”.
“Bueno” es una palabra trillada y genérica; lo único peor que esto habría sido declarar que somos amables sin dios. Es una palabra tan vaga y dependiente del contexto que no tiene significado: si le decimos a Rick Santorum que sea bueno, dará un discurso declarando a las mujeres ovarios ambulantes y esclavas de sus maridos; si me dicen a mí que sea bueno, estaré pensando en un fin de semana de cerveza, sexo y herejía. Y sospecho que cada uno de mis lectores tendrá una visión completamente diferente de lo que involucra lo bueno.
“Bueno” implica conformidad total. ¿Alguna vez ha encajado con la definición de ser bueno el desafiar a una figura de autoridad? Cuando los abolicionistas quebrantaban la ley pasando esclavos de contrabando a Canadá, cuando las sufragistas montaban piquetes para demandar el derecho al voto, cuando Stonewall hizo explosión y Martin Luther King marchaba, cuando los estudiantes protestaban contra la guerra en Vietnam, ¿estaban siendo “buenos” según como lo entendía el gran público? No lo creo. Estaban siendo muy, muy malos. Lo cual era bueno. ¿Ven lo que quiero decir? Es una palabra vacía que no ofrece sino una débil seguridad.
Peor aún: apuntamos a las ideas erradas de los cristianos sobre los ateos diciéndoles que somos buenos, pero muchos cristianos entienden por eso algo muy específico: está definido por su religión. Ser bueno implica obedecer las leyes de su fe o prestar oídos a las reglas que su dios utiliza para determinar si uno entra o no al cielo. ¿Obedecemos los diez mandamientos? ¿Creemos en Jesús? Abierta y explícitamente rechazamos las reglas; según su definición, no somos buenos en absoluto. Ven nuestra afirmación de que somos “buenos sin dios” como una contradicción de términos que prueba que somos malos.
Y sin embargo yo aún me veo a mí mismo como “bueno”, porque mi definición de la palabra no implica obediencia ni lealtad ciega ni aceptación; tiene todo que ver con integridad, honestidad, principios, cuestionamiento e independencia. Reemplacemos la palabra “bueno” con cualquiera de ésas: se vuelve más precisa, pero también pierde la cualidad de suave reaseguro que se buscaba.
Y ése es en realidad mi gran problema con la frase: yo no quiero darle un reaseguro a personas con cuyas obscenas falsedades estoy en desacuerdo. Quiero provocar y desafiar, quiero cambiar el statu quo, quiero destruir la pegajosa convencionalidad de la moral y los estándares estrechos de la conducta pública. Quiero que todos nos burlemos y nos riamos de las profesiones públicas de piedad. Quiero cambiar la forma en que piensa la gente, y quiero que la gente rechace la absurda proclama de que nuestra moral se basa en un odioso libro sagrado. Si quieres pasar un fin de semana salvaje de sexo y drogas y rock and roll, en tanto no lastimes a nadie, yo te diré “qué bueno”. Si pasas tu fin de semana escoltando a las mujeres para que puedan entrar sin problemas a una clínica de abortos, si lo pasas haciendo lobby por la separación de la iglesia y el estado en tu legislatura local, si lo pasas molestando a homófobos, eso es bueno.
Nadie nunca cambió el mundo siendo complaciente, obediente, agradable o “bueno”. Los ateos pretendemos cambiar el mundo. Por lo tanto, los ateos deberían ser tan malos como puedan… productiva, agresiva, felizmente malos.
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viernes, 13 de abril de 2012
Dejada fuera
Teresa MacBain era pastora de una iglesia metodista en Florida, Estados Unidos. El 26 de marzo pasado “salió del closet” declarándose atea en una conferencia organizada por American Atheists. Fue la conclusión de un largo proceso de ocultamiento, como el que padecen muchos otros pastores y sacerdotes, algunos de ellos congregados para brindarse ayuda mutua en el Clergy Project, una comunidad de clérigos no creyentes que no pueden o no han logrado todavía “salir del closet” y asumir su pérdida de fe ante sus congregaciones (lo cual les puede significar mucho daño personal, social y económico). Lo que sigue es traducción de lo que MacBain escribió después, sobre las repercusiones de su “salida”, y que fue publicado en el sitio de la Fundación Richard Dawkins.
He servido como ministra de la iglesia durante muchos años. En esos años he buscado proclamar el mensaje de la Biblia con integridad y servir a las necesidades de mi congregación con amor y compasión. Incluso cuando mi fe empezó a tambalearse, seguí ministrando y predicando las doctrinas de la congregación a la que servía. Sentía que debía proclamar la teología con integridad, lo que significaba ser fiel a las enseñanzas de la Biblia en mis sermones. Y sin embargo, cuando las noticias de mi apartamiento de la fe llegaron a mi congregación, inmediatamente me cerraron la puerta de la iglesia. Creo que de todos los comentarios negativos y los mensajes de odio que recibí, ésta fue la acción que más me lastimó. ¿Qué pensaron que ocurriría ahora que yo había declarado que no creo más? Presumo, dadas las puertas cerradas con llave, que sintieron que todos los ateos debemos ser ladrones. La idea de que podría escabullirme por la noche, llegar a las puertas de la iglesia y salir corriendo con todos los objetos de valor que hay dentro es absolutamente reprobable. Si quisiera robarles todo, tuve más oportunidades mientras servía en la iglesia como su pastora. Podría fácilmente haber tomado algo por aquí y algo por allá cada día mientras trabajaba entre la gente.Éste es el video de MacBain admitiendo su ateísmo:
Recuerden: éstas son las mismas personas con las que pasé horas en un hospital, en casas de retiro, o aconsejándoles en mi oficina en momentos de gran angustia… y ahora me dejan encerrada fuera como una criminal común. Quizá sintieron que sus hijos no estarían más seguros con esta infiel sin dios. Ahora entiendo cómo es que muchos que ya no creen pueden estar tan enojados con la religión. Hasta que salí del closet, entendía el enojo hasta un cierto punto, pero ahora yo siento el mismo enojo ante las acciones de aquéllos que afirman vivir una vida de “amor y gracia”. Las palabras de 1 Corintios 13 resuenan en mis oídos: “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.” Parada frente a las puertas cerradas de la iglesia, me doy cuenta de que son simples palabras desprovistas de significado. No me malentiendan: no odio a la gente, odio las acciones basadas en el prejuicio y la intolerancia. (…)
Dejada fuera por aquéllos que me llamaban amiga. Dejada fuera por aquéllos a quienes gentilmente ofrecí el mensaje del amor de Cristo en forma de perdón y misericordia. Dejada fuera, demonizada, odiada y vilipendiada por las mismas personas que se llaman a sí mismas creyentes en “el camino, la verdad y la vida”. Con todo lo que me preparé para las consecuencias de salir del closet, nunca esperé ver las cadenas del odio colgando de las puertas de la compasión.
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domingo, 26 de febrero de 2012
Tu religión es toda tuya
Christopher Hitchens responde a una pregunta típica de ciertos “ateos pero”. Véanlo antes de pensar en las preguntas de abajo.
¿Será posible que alguien sea tan obtuso para creer que un creyente sólo va a transformarse en ateo si le “quitamos” su religión? ¿Puede ser ese alguien además tan condescendiente como para creer que un creyente necesita religión y que intentar que la pierda es malo? Finalmente, ¿cuánta mala leche hace falta para asumir que el objetivo de los ateos es robarles a los creyentes lo que les da significado a sus vidas?
¿Será posible que alguien sea tan obtuso para creer que un creyente sólo va a transformarse en ateo si le “quitamos” su religión? ¿Puede ser ese alguien además tan condescendiente como para creer que un creyente necesita religión y que intentar que la pierda es malo? Finalmente, ¿cuánta mala leche hace falta para asumir que el objetivo de los ateos es robarles a los creyentes lo que les da significado a sus vidas?
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miércoles, 1 de febrero de 2012
Ideas peligrosas
Russell Blackford, filósofo, sobre la libertad de criticar y desafiar las religiones y cosmovisiones de la gente:
«Una parte importante del rol de las universidades es la creación de un espacio donde lo que parecen ser ideas de sentido común —que nos son legadas a través de la socialización y la tradición— puedan ser expuestas a la luz y desafiadas. Una de las cosas que queremos de los académicos, especialmente en campos como la filosofía, es la capacidad y el coraje para atacar ideas populares, incluyendo las ideas populares sobre la moral. Esta clase de crítica intelectual, que puede involucrar el desarrollo de críticas impopulares de cómo piensa la gente común, es una forma en que progresamos como sociedad.(Citado por Ophelia Benson.)
»Los pensadores acomodacionistas del estilo de Ecklund o, digamos, de Chris Mooney, quieren volver esto del revés. Su idea es vender un producto —por ejemplo, la ciencia— mostrando cómo es seguro para el público consumirlo sin desafiar sus cosmovisiones existentes (que pueden estar basadas en la religión o en la moral tradicional). Se toman como grupos demográficos personas con diferentes cosmovisiones, y la idea es venderles la ciencia.
»Pero la ciencia y el estudio académico son peligrosos: no necesariamente en el sentido de que crean riesgos físicos, sino en que pueden llevar a ideas que socaven la sabiduría convencional. Las universidades son lugares donde ideas (en este sentido) peligrosas son creadas, refinadas y probadas en debate. Sugerir otra cosa y adoptar la estrategia de marketing que promueven los acomodacionistas es profundamente ignorante y antiintelectual.»
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Publicado por
Pablo
a las
20:08
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Etiquetas:
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miércoles, 20 de julio de 2011
Información vs. cristianismo
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Josh McDowell |
“Internet le ha dado a los ateos, agnósticos, escépticos, a la gente que desea destruir todo en lo que ustedes y yo creemos, casi el mismo acceso a los hijos de ustedes que el que tienen su pastor o ustedes…”Vale decir, ahora cualquier niño puede sentarse frente a una computadora y, con un poco de criterio y la ayuda de Google o Wikipedia, desengañarse de todas las mentiras con las que los padres y los pastores les han lavado el cerebro en nombre de Jesús. ¡Amén!
“Éste es el problema: desde el principio, cuando Al Gore inventó la Internet” (esto dicho en tono de broma) “yo estuve diciendo durante diez, once años que la abundancia de conocimiento, la abundancia de información, no llevaría a la certidumbre: llevaría a un escepticismo masivo. Y eso, amigos, es exactamente lo que ha ocurrido.”No exactamente (¡qué buena noticia sería!), pero sí se ven algunas señales prometedoras. Ahora los jóvenes tienen la oportunidad de salir de la prisión del dogma mucho antes, apenas aprenden a usar Internet para relacionarse con personas fuera del patéticamente diminuto mundo del cristianismo fundamentalista.
Hace unos 15 años, añadió el apologista, cuando los ministerios juveniles cristianos recaudaban dinero para proyectos juveniles, la gran frase era: “Si no llegas a tu hijo cuando cumpla 18 años, probablemente no llegarás a él.” ¿Y cómo es ahora? “Si no llegas a tu hijo cuando cumpla 12 años, probablemente no llegarás a él.”Esto me hace modestamente feliz. Si llegando a un solo niño puedo arruinarle la fiesta a vendedores de ignorancia y superstición como Josh McDowell, me considero satisfecho.
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