lunes, 29 de marzo de 2010

Sacerdote abusa sexualmente de niños

El hecho de que el título de esta nota, considerado en sentido general, ya no sea realmente noticia, no es mérito de los medios que reportan y siguen incesantemente la cobertura de los casos de pederastia clerical y su encubrimiento como parte integral de la estrategia de la Iglesia Católica para preservar su imagen.

No obstante, es posible que la repetición nos haga olvidar a las víctimas y nos lleve a concentrarnos en los perpetradores y sus cómplices. Uno desearía, pero le es difícil creerlo, que este olvido fuera el origen de la actitud de la prensa católica y de los católicos devotos ante la ola de denuncias.

Un recuento de las noticias sobre el tema aparecidas en ACI y Zenit, dos de las más importantes agencias papistas de propaganda que publican en español, incluye los siguientes artículos:
Indudablemente no hay nadie que esté dando más cobertura al escándalo que las propias agencias católicas. Una usina de refutaciones espurias y fabricación de excusas está funcionando a toda máquina, tratando de deshacer el daño causado por la difusión de noticias a veces exageradas o sensacionales, pero desde luego no falsas; en apenas cuatro días que he examinado, sólo estas dos agencias han producido diez artículos (y he omitido otros tantos) cuyos objetivos se encuadran en un marco pequeño: disculpar a la Iglesia como institución de los abusos, defender al Papa, echarle la culpa a otros, y dar por terminado todo el incómodo asunto.

Lo único que les falta a estos artículos es lástima real, verdadera, por las víctimas. Falta una declaración inequívoca de culpa, un propósito de enmendar —dentro de lo posible— el daño hecho a muchos niños y a sus familias, y el abandono a su merecida suerte de los culpables. A la violación de niños y su encubrimiento sistemático durante décadas se la denomina “crisis”, como si fuera un suceso azaroso que les ha caído a gente que no tenía nada que ver, y se propone dejarla atrás con medidas internas y haciendo oración y penitencia. ¡Se insinúa incluso que el buen manejo de la “crisis” (que ya se da por hecho) purificará a la Iglesia y fortalecerá políticamente al Papa!

Me consta que muchos católicos de a pie reconocen los terribles crímenes cometidos y no los disculpan. Están, como debe estar cualquier persona normal y decente, horrorizados e indignados. Generalmente se lo callan. No es de esperar que salgan a las calles a pedir la renuncia del Papa. Pero a nivel de la cúpula eclesiástica, ¿qué duda nos puede caber de que estos crímenes son conocidos y aceptados por todos? ¿Y quiénes, sino los que están más arriba, son los más capaces de hacer algo? Ni un solo obispo católico en todo el planeta ha dicho una palabra en contra de sus colegas, y mucho menos contra el obispo de Roma que preside sobre ellos. Todos tienen miedo, o quizá les importe más mantener su imagen inmaculada. Una nota en El País los llama sepulcros blanqueados, refiriéndose a la crítica de Jesús a los maestros de la ley en Mateo 23:27-28:
¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.
De hecho, casi todo el capítulo 23 del evangelio de Mateo es singularmente apropiado para la Iglesia Católica. Pero sospecho que ni Joseph Ratzinger ni los demás príncipes eclesiásticos lo leen con frecuencia. De toda la variada enseñanza de Jesús —que a veces es humanista y singularmente moderna y otras veces refleja lo peor del judaísmo antiguo—, esta admonición contra los sacerdotes, que “atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas”, debe ser una de las más brillantes.

Es en este mismo lugar que Jesús advierte que a nadie deben los fieles llamar “padre” salvo a Dios. Ésa sería una buena idea para comenzar a limpiar la Iglesia: que la palabra “padre”, que expresa amor y cuidado, no sea nunca más asociada a personas que cometieron crímenes aberrantes sobre los niños confiados a su cuidado.

    1 comentario:

    1. Sería dañino para la sociedad en general que el escándolo por el atraviesa la Iglesia Católica no tuviera consecuencias penales o por lo menos un abierto rechazo social a la moral corrupta de la Iglesia Católica. Hoy en el periódico el Tiempo de Colombia un Obispo excusaba a los sacerdotes pederastas y mencionaba que la mayoría de abusos son cometidos por los familiares de las víctimas, como si con eso tapara lo que está sucediendo en La ICAR. Es importante mencionar que la mayoría de esos padres de familia o familiares, que en América Latina, abusan de niños son personas que se dicen creyentes. Es decir son gente que ha sido "evangelizada". En este sentido es poca la esperanza que brinda la cristianización. Es mejor perder las esperanzas de que el cristianismo pueda construir un ser humano mejor, evidentemente no lo ha hecho y no lo hará.

      Que estos casos de daño moral no se queden así, sigamos denunciando aquello que es impermisible y que sin embargo el "Dios Todopoderoso" permite

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