El "ofensivo" mensaje era simplemente el siguiente:
La mala noticia es que Dios no existe.(En realidad, por supuesto, era «La cattiva notizia è che Dio non esiste. Quella buona, è che non ne hai bisogno».) Iba a ser colocada en buses urbanos de la ciudad de Génova.
La buena es que no lo necesitas.
Por supuesto, la censura ha hecho que se hablara más aun del tema y ha mostrado cómo las presiones de la Iglesia y de los creyentes intolerantes hacen mella en los organismos estatales, y cómo el miedo a ofender sensibilidades religiosas está estrangulando la libertad de expresión.
Cada discurso del Papa Benedicto XVI contiene descalificaciones gravísimas contra uno u otro sector de la humanidad o contra la cultura o las vivencias cotidianas de la gente que no piensa como el Vaticano manda. Desde mezquitas, proclamas de YouTube y canales de televisión islámicos se emiten al mundo continuos mensajes de odio y desprecio contra la cultura y los valores de Occidente. Durante la campaña electoral del país más poderoso del mundo, cristianos evangélicos fundamentalistas bombardearon a la opinión pública con mensajes discriminatorios y llenos de desprecio por los valores representados por el ahora presidente de ese país. Facciones extremas del judaísmo han impedido por décadas que Israel avance hacia la paz con los palestinos.
Las más grandes religiones del mundo emiten mensajes realmente ofensivos (a veces condescendientes, otras muy violentos) todo el tiempo, con impunidad, contra las mujeres, los homosexuales, los ateos, los que practican el sexo o el pensamiento libremente, los que "blasfeman", los comunistas, los socialistas, los miembros de toda religión que no sea la suya... El único control sobre estas cosas es la censura que una religión dominante invoca sobre una minoritaria (lo único que evita que el cristianismo fundamentalista prospere en Arabia Saudita es el islam fundamentalista).
Censurar un anuncio porque hiere sensibilidades es una excusa. Se censura para mostrar poder (o para mostrar sometimiento a un poder superior), no para proteger a nadie. Ningún creyente es tan "sensible" que pueda perturbarlo seriamente, o hacerlo sentir amenazado, un cartel publicitario que dice "Dios no existe", a menos que quieran hacernos creer que los creyentes tienen una mentalidad completamente infantil. El cartel no decía "Muerte a los que creen en Dios" ni tampoco "Los creyentes son idiotas" ni nada parecido. Como todo lo que aparece en una publicidad, "Dios no existe" es un mensaje que alguien quiere proclamar, y si a uno le molesta, sólo tiene que considerarlo como una opinión equivocada y proceder a ignorarlo.
Nuevamente, la iglesia católica ha echado a anadr los engranajes de su inmensa maquinaria para acallar voces disidentes. "Ciertas personas podrían encontrar el mensaje ofensivo a su cultura, moralidad o su religión". Bueno, yo me siento ofendido porque se ha impedido hacer uso de un medio de transporte público para expresar una opinión. ¿Qué pasaría si la autoridad prohibiese a los evangélicos usar las plazas para predicar su fe, porque "ciertas personas podrían encontrar el mensaje ofensivo a su cultura, moralidad o su religión"?. Saludos desde Chile, este es el primer posteo que hago en este blog.
ResponderEliminarBienvenido, César Milton. Yo siempre repito que no existe un "derecho a no sentirse ofendido" en ninguna constitución ni declaración de la ONU. Otra cosa sería un mensaje discriminatorio, e incluso ahí es difícil saber cuándo algo es discriminatorio y cuándo hay simplemente una "víctima" tratando de llamar la atención. Los católicos, sobre todo, tienen tal tendencia a la autovictimización que parece que todavía hubiera gente echándolos a los leones.
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