Que el gobierno argentino ha decidido quitar la clase de religión de los liceos militares ya no es noticia (lo recordé cuando vi una nota en De Legos a Logos) pero lo menciono porque se ha hablado poco y nada de ello en los medios, excepto en un par de lugares como Mendoza, donde algunos padres protestaron por los cambios.
Curiosamente (o no: el periodismo no es imparcial y siempre recorta los hechos) hay dos reportes contradictorios sobre lo que molesta a los padres de los inscriptos en los liceos: en un lugar se dice que los molestó que se quite la instrucción militar y con armas de casi todo el programa, pero que en general están de acuerdo con que la clase de religión católica no corresponde en una institución pública en un estado laico; en otro se dice que los padres están especialmente enojados por la imposición de la laicidad y “además” por algunas otras cosas. Quizá haya dos grupos de padres con distintos planteos, y quizá haya una mayoría silenciosa que está de acuerdo con ambas cosas (pero de ellos no oiremos hablar).
De quienes sí oímos es del usual colectivo militarista pro-dictadura nacionalcatólico conspiranoico antiizquierdista antikirchnerista (las proporciones de cada rasgo varían), que ve lo ocurrido como un paso más del gobierno hacia la destrucción de las Fuerzas Armadas y la imposición de un totalitarismo marxista judeoperonista, o algo así.
El anuncio de la ministra de Defensa, Nilda Garré, es una buena noticia, aunque algo hay que decir en favor de la opinión de algunos padres. El Estado argentino nunca fue verdaderamente laico, menos aún desde la restauración conservadora de los años 1930, ni mostró signos inequívocos de cambiar en este siglo. Era seguro que anunciar de pronto un cambio sustancial en la filosofía de una institución como el liceo militar iba a causar molestias a los padres que anotaron allí a sus hijos para que les dieran instrucción religiosa, y que nunca escucharon hablar de laicidad hasta ahora, especialmente en boca de este gobierno.
Como suele ocurrir en los últimos tiempos, la teoría es buena pero la práctica es difícil. Un cambio como ése debería anunciarse con dos o tres años de anticipación, e implementarse en etapas. Eso es imposible en Argentina porque ninguna política pública, y mucho menos una controvertida como la laicidad educativa —en una institución ranciamente católica—, se planea más allá del siguiente período electoral, si acaso. No se trata de pedir la opinión de los padres o de los educadores, sino de informarlos para que puedan decidir si desean enviar a sus hijos a escuelas privadas confesionales.
Otro asunto es el de la instrucción militar. Tantos los liceístas como sus padres parecen creer en muchos casos que la disciplina militar equivale a disciplina moral y a un orden mental, y que hace de quien la adopta una mejor persona y un mejor ciudadano. En vista de que las actividades más reconocidas de las Fuerzas Armadas argentinas desde el último tramo del siglo XIX han sido la masacre de indígenas, la represión de huelguistas, los golpes de estado y el secuestro, tortura y desaparición de personas, me permito dudar de esas supuestas virtudes. Si además de entrenar a los jóvenes para una lealtad verticalista y para la obediencia ciega, se les da instrucción religiosa, no sólo se viola el principio de laicidad del estado, sino que se asocia el patriotismo a una religión particular. La combinación de fe religiosa y lealtad ideológica es un arma terrible, que casi todos los dictadores del mundo han sabido utilizar, para sufrimiento y opresión de los demás.
El último párrafo es sencillamente glorioso.
ResponderEliminar"La combinación de fe religiosa y lealtad ideológica es un arma terrible, que casi todos los dictadores del mundo han sabido utilizar, para sufrimiento y opresión de los demás."
ResponderEliminarMe encanto la frase... la voy a poner en FaceBook
Gracias. Es toda mía, pero no creo que sea un gran hallazgo. ;)
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