enmarca la conducta que deberían observar en adelante quienes, profesando la fe en Jesús, fueran, al mismo tiempo, habitantes y/o ciudadanos de un determinado país. Frase que, desde los orígenes del cristianismo, y hasta el siglo IV, fue invariable y perseverantemente cumplida por quienes creían en la vida y en la palabra del Nazareno. […] [D]igo “hasta el siglo IV”, porque fue entonces cuando responsabilidad cívica y convicción religiosa, en el mundo dominado por Roma, comenzaron a mezclarse -sin solución de continuidad- a propósito de la conversión de Constantino, el emperador, al cristianismo; “conversión” teñida más de conveniencia política que de verdadera fe.La referencia es Constantino I el Grande, emperador romano que encontró en el cristianismo una herramienta insuperable para conjugar lealtad política con fervor religioso. Aunque se bautizó recién en su lecho de muerte y no fue realmente él quien instauró al cristianismo como religión oficial del imperio (eso lo hizo Teodosio I), sí fue el que dio el paso que llevó a los seguidores de Cristo de ser perseguidos a ser perseguidores, y de mártires a jueces morales y verdugos de todo el resto de la humanidad.
Reale escribe en apoyo de la iniciativa de la Asociación 20 de Septiembre de solicitar que se retiren los símbolos religiosos de los espacios públicos. Lo hace con argumentos comprensibles tanto para el no creyente, o para el creyente indiferente, como para el cristiano comprometido, y no se detiene en la mera cuestión de los crucifijos que cuelgan en tribunales o aulas. ¿Por qué los católicos, al asumir un cargo público, juran por Dios y los evangelios, si Jesús dijo específicamente, con claridad, sin posibilidad de malinterpretaciones, que eso no debía hacerse? ¿Y por qué se permite y se espera este juramento, cuando es obvio que excluye a los no creyentes?
Es de admirar que este hombre tenga el coraje de poner por escrito lo que piensa, y una verdadera lástima que la posición oficial de la Iglesia Católica no sea la suya. En efecto, la idea de la Iglesia sobre la relación entre moral y ley es que las leyes son inválidas si no cumplen con la “ley natural”, término solapado que se define como “lo que la Iglesia ha decidido que es moral en este momento de la historia”. En la visión católica, las instituciones humanas son necesariamente inferiores a las leyes divinas (¿cómo va a ser de otra manera?), por lo cual —mal que le pese a Jesús y sus seguidores sinceros— al César no se le debe dar nada, ni un centavo, si la autoridad eclesiástica no lo ha autorizado antes; y más aún, si dicha autoridad considera ilegítimo (por inmoral o herético) el poder secular, es derecho y deber del creyente rebelarse contra ella.
Al fin un curita cuerdo. Esta será la única forma de diálogo posible entre la Iglesia y la sociedad, sin embargo, me temo que este sacerdote se quedará solo.
ResponderEliminarNo me gusta que use argumentos teológicos, pero es encomendable de todas maneras. Hay mucha gente que piensa así. Me acuerdo de la Iglesia de Base de Galicia que habla a favor del aborto, el matrimonio homosexual y la separación de la iglesia y el estado (http://www.legosalogos.com.ar/2010/01/catolicos-contra-el-crucifijo.html) y una Iglesia en Suiza que puso un pesebre con minaretes al rededor (http://www.legosalogos.com.ar/2010/01/mas-cristianos-razonables.html). Los secularistas tenemos que darnos cuenta que no estamos solos y mostrar que la separación Iglesia/Estado es tanto para que la Iglesia no se meta en el Estado, como para proteger a la Iglesia de la intromisión del Estado.
ResponderEliminartambien la pidió el Papa en la enciclica "Deus Caritas Est" y en otras muchas publicaciones
ResponderEliminarEs verdad, Miguel, aunque otras publicaciones de la Iglesia y manifestaciones de sus miembros desmienten su compromiso con la laicidad. Y en DCE el pasaje que habla de esto dice: "… la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corresponde contribuir a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas morales, sin lo cual no se instauran estructuras justas, ni éstas pueden ser operativas a largo plazo." Por lo que hemos visto, "contribuir a la purificación de la razón" ha significado denunciar como contrarias al orden natural ciertas políticas que otros, pero no la Iglesia, consideran justas y tendientes a un orden social mejor, como la posibilidad de que las mujeres aborten sin ser criminalizadas o los homosexuales se casen. Del párrafo surge claramente que la razón no es "pura" si no la ha sancionado como tal la Iglesia. La Iglesia no se acepta como una alternativa dentro del orden político/ideológico, sino que se considera por encima de él.
ResponderEliminarPero eso no significa una intervención de la Iglesia en temas estatales sino como guia moral...
ResponderEliminarMiguel, justamente de eso hablo. La Iglesia se erige a sí misma como guía moral (exclusiva, además) y adopta un papel de "contralor espiritual del estado" para el que nadie la eligió, aunque una cierta parte de la población lo acepta pasivamente.
ResponderEliminar¿Dónde estaba el papa cuando aparecían todos los obispos a mostrarse "apenados" y manifestarse en contra de la eliminación del crucifijo en las escuelas?
ResponderEliminarAunque ya desde el punto de vista puramente teórico no es admisible que un grupo asuma un liderazgo moral que no le corresponde, es que además la iglesia católica ha hecho siempre lo contrario, fomentando el fanatismo, el oscurantismo, la ignorancia, el orden social injusto, el nacionalismo excluyente, etc. Son 2000 años de historia con muy pocos ejemplos que les avalen para el liderazgo que se atribuyen.
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