
La familia Jeub, miembro de Quiverfull.
Foto: Rick Wilking. Copyright ©2009 Reuters
En el mejor espíritu del capitalismo protestante, los Jeub aprovechan su sitio web para vender su sabiduría acumulada, en forma de varios libros, la estrella de los cuales es Love in the House, donde explican "los placeres de la vida en una gran familia". Salen a cazar alces con otros fanáticos cristianos, una de las hijas escribe en un blog lleno de referencias a su amor por Jesús, los chicos "son buenos comunicadores" cuando llega la TV para hacer notas, los padres dan charlas sobre cómo educar en casa a los hijos (fuera de esas odiosas escuelas públicas que indoctrinan a los chicos en tolerancia y ateo-liberalismo), aprovechan el sitio web para criticar a Barack Obama por gastar mucho, y por lo visto la familia funciona como una gran empresa..., basada en el trabajo infantil, empleado para promover/justificar el estilo de vida que la propia familia ejemplifica. Una estructura donde nadie puede aventurarse lejos de la presión de la tradición familiar, porque nunca está solo o sin vigilancia, y menos que nadie la madre, perpetuamente con un bebé en brazos o en el útero.
El nombre del movimiento Quiverfull proviene de quiver, que significa carcaj o aljaba (el recipiente que se usa para guardar las flechas), y full, que significa "lleno". Proviene del Salmo 127, que habla de los niños como flechas que llenan un carcaj. Sus miembros dicen que hay que dejar en manos de Dios el tamaño de la familia. Como al hacer esto, previsiblemente, la mayoría de las familias crecen de manera acelerada, suponen que Dios desea esto (si no lo deseara, no sucedería, ¿verdad?) y por lo tanto, cada hijo adicional es como un premio.
Un extenso artículo en The Nation examina los movimientos "natalistas" de la derecha cristiana estadounidense. Un principio básico de las familias Quiverfull, que son algunas decenas de miles según se calcula, es que la mujer es sierva del varón, y que el cuerpo de la mujer no es suyo, sino un vehículo para la reproducción. No se permite ningún tipo de control de la natalidad, ni siquiera los "métodos naturales". La elección del salmo 127, con su paralelo entre hijos y flechas, no es casual; el movimiento ve a las familias, formadas en casa y en congregaciones fundamentalistas, como a un futuro Ejército del Señor, y a la procreación ilimitada como una forma de ganar la batalla demográfica. Aunque no explícitamente, esta estrategia se enlaza con el temor al "suicidio racial" que los conservadores americanos observan, por ejemplo, en Europa, donde la población blanca y de raíz cultural cristiana, con tasas de natalidad cada vez menores debido al uso de anticonceptivos y la postergación de la reproducción, está siendo "invadida" por la cultura de los inmigrantes africanos y árabes, generalmente musulmanes.
El tema del pro-natalismo entre los cristianos conservadores, incluyendo tanto a los protestantes (como en este caso) como a los católicos (más cercanos a nuestra experiencia latinoamericana) es sumamente interesante y espero poder seguir tratándolo aquí pronto. Entretanto, miren ustedes otra vez esa foto de esa gran, sonriente familia, y pregúntense si les parecen tan inocentes como antes...