
Con referencia a la carta del Sr. Edgardo Glavinich, "Lifschitz, no ofenda a los cristianos", publicada el lunes 19 de octubre, quiero aportar mis ideas.La lectura atenta de la carta de Glavinich revela un fondo más profundo que el simple escándalo del creyente devoto ante una imagen no autorizada de su dios. Aquí hay cuestiones políticas claras (el hombre se dirige directamente al intendente Miguel Lifschitz, no a las autoridades del museo ni a la administración municipal en general) y otras más oscuras (su referencia al "enfrentamiento de los ciudadanos" es un tópico de la derecha actual y además remite a cuestiones más antiguas que nos son familiares a los argentinos; es una contrapartida de los pedidos de "reconciliación nacional" de la Iglesia Católica, que se traducen como indulto a los criminales de la dictadura de 1976–1983 que ellos apoyaron).
Primero, el Sr. Glavinich generaliza diciendo que la imagen de Cristo crucificado sobre un avión de combate, de León Ferrari, es "desagradable y repudiable para todo cristiano". Siendo que las guerras han causado la muerte y llevado la miseria a tantas personas (y lo siguen haciendo), no me cabe duda de que esta versión modernizada de Jesús es muy apropiada para representar el sufrimiento de la humanidad, por el que Cristo vino al mundo, según el mito cristiano.
Segundo, desconozco las creencias del Sr. Glavinich, pero entiendo que es un creyente que cree en la laicidad del estado ("siguiendo con los postulados que dictan mis creencias, le solicito al señor intendente que tenga a bien conservar dichas expresiones artísticas en el espacio privado"). Siendo coherente, debería pedir también la abolición de las procesiones, el retiro de las vírgenes y crucifijos que abundan en plazas, hospitales y otros lugares públicos. Estoy seguro de que el Sr. Glavinich no estaría de acuerdo con esto, como tampoco la mayoría de los creyentes de Rosario.
Tercero, el Sr. Glavinich tiene todo derecho a sentirse ofendido, a protestar y a expresarse públicamente en contra de lo que le desagrada, pero no tiene derecho a pedir que se suprima aquello que lo ofende. Tal derecho, si existiera, vaciaría de contenido el "respeto de las diferencias" que él sugiere al intendente. Obligar a alguien a salir de mi vista para existir no es respeto.
A estos temas no respondí por razones de brevedad, pero cabe aclarar que el gobierno socialista de Rosario nunca ha tenido enfrentamientos graves con las comunidades religiosas, y de hecho el ex-intendente Hermes Binner (actualmente gobernador de Santa Fe) y el actual, Miguel Lifschitz, nunca han roto con la tradición colonial de acompañar las ceremonias católicas y de dar espacio a la jerarquía eclesiástica en las fiestas cívicas, aun siendo ellos (se presume) no creyentes. No obstante, los creyentes conservadores no perdonan el compromiso de la administración con las políticas de género, de derechos humanos, y de derechos sexuales y reproductivos, que ven como una avanzada del progresismo sobre la represión impuesta por el catolicismo.