María José Lubertino |
En el caso de Lubertino, me vi sorprendido cuando la diputada presentó, poco después, un proyecto para declarar inembargables los templos y objetos de culto. Eso me creó una opinión desfavorable sobre ella. Sigo sin estar muy convencido con su proyecto laicista, que ha vuelto a presentar hace poco, porque es bastante restringido; la oposición que ha suscitado me hace temer que por pedir poco termine quedándose, muy probablemente, sin nada.
Oscar Belbey |
El Dr. Ganón, que es profesor de Criminología, comenzó haciendo una observación totalmente fuera de contexto —en respuesta a un chiste del Dr. Grande de una hora antes— sobre Julio Grondona y el trato que recibe de los medios del grupo presidido por Daniel Vila, cosa que no me predispuso bien a su alocución posterior. En la misma se refirió varias veces a la Revolución Francesa como “la revolución burguesa”, lo cual es correcto pero no venía al caso, o si así era, me faltó la ilustración para entenderlo. De hecho no terminé de captar el hilo. Planteó que la justicia, en un estado moderno, no puede seguirse sino de la aplicación de leyes por medio del estado, que tiene el monopolio de la violencia. La justicia como venganza privada no es justicia. El símbolo de la cruz, el Cristo torturado y muerto, remite a un tipo de violencia inadmisible. La lógica de esta argumentación me pareció bastante tenue; en lo que acabo de escribir hay más de una interpolación mía. Sí me quedó más claro que la “justicia divina” a la que remiten los símbolos religiosos en un juzgado (por ejemplo) no se corresponde con los derechos humanos ni con las leyes. Para Ganón, el símbolo religioso remite a la necesidad de la confesión para conseguir el perdón, y de allí a la tortura. En Argentina es imposible olvidar los casos ampliamente documentados de sacerdotes católicos que presenciaban las sesiones de tortura de los detenidos por el régimen militar, alentando antes de y durante las mismas a los torturados a confesar.
No puedo decir que quedé muy impresionado por la vaguedad lógica de la ponencia de Ganón.
El final del panel lo ocupó la diputada Lubertino, que comenzó enumerando fallas de la gestión de Mauricio Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, atribuibles a su conservadurismo, a presiones de la Iglesia Católica, o ambas cosas, además de proyectos pro-religiosos como el de renombrar la Avenida Santa Fe como Avenida Juan Pablo II. Recalcó que “su” proyecto de retiro de símbolos religiosos fue firmado por miembros de casi todos los bloques de la Legislatura, y pidió a los presentes su colaboración para que el debate se extienda, como ya viene ocurriendo, a otras jurisdicciones, alimentándose el mismo de unas a otras. Exceptuando el par de chicanas políticas del principio, fue la mejor ponencia de esta parte del día. Me abstuve de preguntarle sobre su proyecto de inembargabilidad de objetos sagrados porque éste aparenta haberse esfumado y creo que ni ella misma querría volver a hablar del tema.
En la siguiente entrega continúo con la reseña del primer día del Congreso.
El proyecto de inembargabilidad de inmuebles religiosos nunca fue presentado en la Legislatura.
ResponderEliminarY el que sí se presentó, y representó, sobre símbolos fue el que se creía posible vistos los ánimos imperantes en ese entonces en la Legislatura. El primer borrador sacaba los símbolos de los espacios públicos, no sólo de los edificios (o sea, parques, veredas, etc.) pero era claro que no caminaba.
Luber tiene décadas de lucha laicista y anticlerical. Dudar eso es un error.
La trayectoria (como la fama) en sí misma no puede ser excusa para disculpar errores, pero de todas maneras yo en ningún punto dudé de la trayectoria de Lubertino. El proyecto de inembargabilidad no se presentó porque cuando Lubertino expuso su idea le llovieron críticas de gente que no podía creer que estuviera planteando algo tan poco coherente con sus acciones habituales. Fue de buen tino que no lo presentara, pero hasta el día de hoy no entiendo qué estaba pensando.
ResponderEliminarTe lo digo: igualar a todos los credos con la ICAR. La primera en reconocer su error fue ella y por eso no lo presentó. Priorizó el Estado laico a la igualdad religiosa. No lo vio de prima, se lo mostramos, lo aceptó y sepultó el proyecto.
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