
Las personas de un mismo sexo no pueden contraer matrimonio debido a una absoluta imposibilidad de la naturaleza, no porque sean discriminadas por la ley civil. Podrán entablar otro tipo de relación, pero no una unión de carácter matrimonial, ya que el matrimonio -como lo indica el más somero análisis racional y como surge del propio concepto de familia y de la vida misma- es una institución reservada a la heterosexualidad.Esto es el equivalente intelectualizado de cerrar los ojos, taparse los oídos y gritar para negar lo que se ve en la realidad. No hay necesidad ni posibilidad de argumentar contra esto, porque no es un argumento sino una tautología: el matrimonio es heterosexual, por lo tanto los homosexuales no pueden unirse en matrimonio. El “análisis racional” aparece allí sólo de nombre, y para que funcione debe por fuerza ser somero (es decir, superficial), ya que de ser un poco más profundo se haría obvio lo que todos sabemos: que hay parejas homosexuales que se aman, que conviven durante años, que comparten un hogar, y que a veces hasta cuidan a los hijos biológicos o adoptados de uno o de ambos, por lo cual es difícil negarles el título de familia apelando al prescriptivismo sociológico o antropológico.
Y si faltaba evidencia de que el editorialista no tiene idea de lo que está diciendo, tenemos en medio del texto una perla: “La homosexualidad es el fruto de una opción personal y, como tal, debe ser respetada.” Pero no quiero detenerme allí porque entiendo que pudo querer decir que la práctica de la homosexualidad (no la mera orientación homosexual) es una opción. El “razonamiento” completo es
La homosexualidad es el fruto de una opción personal y, como tal, debe ser respetada. Pero el matrimonio, como institución, también debe ser respetado.La sustitución de términos y la analogía suelen ser útiles en estos casos. Veamos una posibilidad:
Ser negro es el fruto de una opción personal y, como tal, el negro debe ser respetado. Pero el derecho a tener esclavos, como institución, también debe ser respetado.O también:
Ser judío es el fruto de una opción personal y, como tal, el judío debe ser respetado. Pero la tradición de los clubes segregados, como institución, también debe ser respetada.Dejo a los lectores razonar sobre la opcionalidad de ser negro, de ser judío y de ser homosexual. A primera vista puede parecer sencillo, pero no lo es; lo que rompe el esquema más básico es la existencia de casos como el de Michael Jackson y de muchísimos “judíos culturales”, judíos no religiosos y personas con antepasados judíos recientes pero sin sentimiento de pertenencia a esa comunidad, así como también la de la homosexuales reprimidos que niegan su propia sexualidad, y de individuos de todos estos grupos que no se identifican con los correspondientes movimientos reivindicativos de sus derechos.
Nótese también que no estoy comparando al matrimonio con la esclavitud o con la práctica de segregar a determinados grupos étnicos. Quien indirecta e implícitamente lo hace es el anónimo autor de la editorial de La Nación que, en base a juicios a priori, crea dos categorías dentro del grupo de los ciudadanos adultos, libres y mentalmente capaces: los que pueden contraer matrimonio con otro cualquiera de ese mismo grupo, y los que no.
Para terminar, una vaga amenaza:
Cuando las leyes se vuelven contra la naturaleza de las cosas, pierden autoridad y fundamento, y se desnaturalizan por completo.Ésta es, inconfundible, la línea oficial de la Iglesia Católica que sirve como advertencia a aquellos estados y gobiernos que no ceden a la presión: si ustedes proclaman una ley que contradice nuestra visión de las cosas, nosotros declararemos inválida, antinatural y sin base su ley y su gobierno, e incitaremos a nuestros fieles contra ustedes. Es una suerte para nosotros que siglos de lucha y de progreso hayan alejado los tiempos en que la Iglesia podía enfrentar a pueblos enteros entre sí de esta manera, pero no es cuestión de olvidarlo: los viejos hábitos siguen ahí.