sábado, 18 de mayo de 2013

En su contexto histórico

Es difícil ser el enviado de Dios en la Tierra y al mismo tiempo un político. Más generalmente, es difícil creer en un dios y al mismo ser una persona normal que busca estar en paz con sus vecinos que creen en un dios distinto (o ninguno). Tal es el dilema que se le plantea al Papa Francisco, pobrecito. Como evidentemente ya ha quedado establecido tácitamente que cada papa debe producir más santos que su antecesor, Francisco comenzó su tarea canonizando de un solo saque a ochocientos mártires. (En realidad hubo un par de monjas latinoamericanas un poco antes, pero a nadie sorprendió, porque también es una regla tácita que Francisco, como primer papa latinoamericano, debe concentrarse en quedar bien con su bloque étnico.)


Los ochocientos nuevos santos eran italianos de la ciudad de Otranto, asesinados (la mayoría de ellos decapitados) por los turcos otomanos en 1480, por negarse a convertirse al islam. El dilema papal, o más correctamente el del Vaticano, era no transmitir un mensaje de reproche a los musulmanes, para lo cual repartieron folletos aclaratorios a los asistentes a la ceremonia, con un argumento que no por trillado deja de ser supremamente hipócrita:
El Vaticano trató de evitar que las primeras canonizaciones en los dos meses de Pontificado de Francisco no fueran interpretadas como antiislámicas, diciendo que las muertes de los "Mártires de Otranto" debe ser entendida en su contexto histórico.
Uno de los caballitos de batalla de la Iglesia Católica ha sido desde hace un tiempo el discurso contra el relativismo moral (al que Benedicto XVI calificó de “dictadura”). La idea es que no podemos andar inventándonos normas morales propias, porque ya existe una única moral verdadera; la Iglesia es la encargada de transmitir esa moral en su forma más perfecta, pero incluso si no pertenecemos a la Iglesia o nunca hemos oído hablar de Dios o la Biblia, hay una moral inherente al ser humano puesta allí por su Creador y a la que todos tenemos acceso. Y esto es así (según la Iglesia) ayer, hoy y siempre.

¿En qué “contexto histórico” podría entenderse el episodio de los mártires como algo diferente al resultado de la intolerancia religiosa asesina que es una de las características más sobresalientes del islam desde su mismísimo comienzo? ¿Hay algún contexto en que sea excusable matar a otra persona porque se niega a convertirse a mi religión? Las palabras del Papa son especialmente hipócritas y cobardes por cuanto a continuación se refirió a “los cristianos que, hoy, en muchas partes del mundo, ahora, siguen sufriendo violencia”. Los cristianos de hoy sufren persecución y violencia como tales sólo en los países de mayoría musulmana (y en las dictaduras comunistas de China y Cuba también, pero allí se trata de una violencia menor y motivada por el activismo político real o percibido de esos cristianos).

Quizá aquello del contexto histórico tenga otra razón de fondo. Si bien matanzas como la de Otranto habían quedado bastante atrás en la Europa cristiana para fines del siglo XV, es imposible olvidar cómo las diferentes iglesias persiguieron, torturaron y mataron sin piedad a sus creyentes rivales y a sus propios disidentes durante siglos, incluso después de que —presumiblemente— los musulmanes les enseñaran los brutales resultados de la intolerancia religiosa. ¿Habrá que entender también la Matanza de San Bartolomé, en la que los católicos de París asesinaron a dos mil de sus conciudadanos sólo por ser protestantes, “en su contexto histórico”? ¿Qué quiere decir esa expresión? La historia puede explicar, pero no puede excusar; no si la moral es una sola y no cambia con las épocas.

1 comentario:

  1. La campeona del Relativismo Moral es la ICAR, no hay quien le gane en hipocresía.

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