La segunda parte de esto es la mala noticia que viene desde Chile, también relacionada con la educación y con el derecho de los niños a tener, no necesariamente una creencia distinta, sino simple información —útil, vital— que sus padres preferirían que no tuvieran. El Ministerio de Educación, presidido por Joaquín Lavín, acaba de aprobar siete planes de educación sexual, a elegir discrecionalmente por las escuelas según el sesgo ideológico/religioso que prefieran, entre los cuales se cuentan uno llamado “Aprendiendo a querer”, de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, y el “TeenSTAR”, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Nos faltan detalles concretos sobre los contenidos: todo lo que se nos dice sobre ellos es que son buenos, buenísimos, integrales (esa palabra es mágica). De “Aprendiendo a querer” hay un video promocional donde entre otras cosas un sacerdote lo alaba porque considera la “naturaleza biológica y espiritual” y la “unidad sustancial de cuerpo y espíritu” de la persona. Lo cual significa ni más ni menos que los hombres son hombres, las mujeres son mujeres, cada cual tiene su lugar y nada de eso de mezclarlos que ahora está tan de moda, ¿estamos? Otra útil enseñanza del libro es que “no todo amanerado es homosexual, y no todo homosexual es amanerado”. Según la directora del programa, Claudia Pedreros, éste “tiene una antropología cristiana como base”. Lo cual no extraña, puesto que fue creado por la Alianza Latinoamericana para la Familia (ALAFA), una organización católica que entre otras cosas trabaja para adaptar y exportar el mismo plan a África para prevenir el SIDA basándose en “los valores de la fidelidad y la abstinencia”. El sitio de ALAFA habla poco de la familia y mucho contra el aborto; promociona a Proyecto Esperanza, una organización católica chilena que fomenta la culpa entre las mujeres que han abortado y las ayuda, supuestamente, a tratar el inexistente “síndrome post aborto”.
El programa TeenSTAR está mucho mejor documentado y por tanto es más preocupante. Se proclama “un programa internacional de educación holística en sexualidad humana”, y entre sus objetivos están “desarrollar el respeto por el don de la vida” y “ayudar a los jóvenes a comprender que la vocación del hombre consiste en el don sincero de sí mismo y que la sexualidad manifiesta su significado íntimo al llevar a la persona hacia el don de sí mismo en el amor”. Traduciendo del cristiano al castellano, el primer punto significa enseñar que las relaciones sexuales deben ser para producir hijos, que no se deben usar anticonceptivos ni preservativos (o sea, deben estar “abiertas a la vida”, como también se dice), y por supuesto no hay ni que pensar en el aborto, porque la vida humana comienza en la concepción y una masa microscópica de células indiferenciadas es un niño, que no se puede eliminar aunque la madre corra peligro de muerte por continuar el embarazo. El segundo punto es antropológico: el hombre (“el hombre” incluye a la mujer; a fin de cuentas ella existe como complemento de él y salió de una de sus costillas, ¿no?), el hombre, como decía, para amar debe entregarse, y el sexo sólo es bueno si incluye amor, o sea, rendición de uno mismo al otro. Nada de sexo por placer o por distracción, y desde luego, nada de sexo fuera del matrimonio.
Por si parece que estoy leyendo demasiado entre líneas, hay en el mismo sitio web un elogioso análisis de TeenSTAR [PDF] por parte de Enrique Aranda y Concepción Valera, coordinadores del programa en España, donde se nos explica por qué hay que “educar para el amor” (mis notas entre paréntesis):
La experiencia de amar da sentido a la persona como ser único en la creación. Está hecho para amar. Sin embargo, siendo una vocación natural, no está preparado naturalmente para amar. Porque el amor implica una entrega en totalidad que requiere la integración, orden que no posee. (Como no lo posee, Alguien debe dárselo.)
Por el pecado original se ensombrece, se vuelve opaco, turbio lo que antes era diáfano y ocurría de forma natural. (¿Antes cuándo? En el Edén, claro está. Antes del pecado original, doctrina por la cual incluso un niño recién nacido está manchado de maldad y necesita ser salvado.)Y si aún parece que estoy leyendo demasiado entre líneas, pregúntenle a un cura, o a cualquier católico instruido en estos temas, o lean un par de encíclicas. Todo esta ahí.
Nobleza obliga: toda esta basura metafísica no impidió que el programa lograra, en un estudio [PDF] realizado en Chile, elevar la edad de iniciación sexual de los adolescentes y bajar la tasa de embarazos de las jóvenes. Si ése fuera el único objetivo deseable de un programa de educación sexual, podríamos decir que TeenSTAR es tan bueno como cualquier otro, en principio.
Sin embargo, hay una ausencia conspicua (entre los materiales disponibles públicamente) de cualquier mención sobre la diversidad de la sexualidad humana o de la educación, no para el “amor” (categoría difícil o imposible de definir y por tanto susceptible de abusos), sino para la libertad informada y responsable. Por lo que dije más arriba, la antropología cristiana no tolera esa clase de libertad: por definición, si algo contradice la enseñanza de la Iglesia, es inmoral, y la libertad de hacerlo es una perversión de la libertad real, que consiste en la sumisión al plan de Dios, o sea, a la doctrina de la Iglesia. Si la Iglesia dice que los anticonceptivos o los condones son inmorales, un joven no puede elegir libremente utilizarlos: sólo puede —según esta visión— ser llevado de la nariz por sus pares, por la cultura dominante, por el demonio, etc. hacia el uso de esos medios inmorales para lograr una relación sexual “cerrada a la vida”.
En cuanto a la homosexualidad (y la bisexualidad, y todo lo que haya en medio), la frase “brilla por su ausencia” parece hecha a medida para TeenSTAR. Quizá en los materiales reservados a los monitores del programa haya algo, pero sospecho que no serán las respuestas con las que la ciencia moderna puede reconfortar a un adolescente con dudas, o decididamente homosexual, que necesite entender por qué es distinto de la mayoría y por qué eso no es signo de una enfermedad ni motivo de vergüenza.
En fin, parece que Chile ha decidido que los dogmas de los padres son más importantes que el derecho de los hijos a recibir una educación con base científica. Hay que aclarar que estos programas ya estaban en uso en algunas instituciones, por lo cual esta disposición del Ministerio de Educación es en primer lugar una legitimación del sectarismo educativo, y en segundo lugar una promoción de esta psicología pseudocientífica y de la metafísica cristiana.