jueves, 30 de agosto de 2012

Deísmo moralista terapéutico

Una encuesta realizada en 54 países por WIN-Gallup [PDF] reveló ciertos datos muy interesantes sobre las cantidades de personas que dicen pertenecer a distintas religiones, las que no pertenecen a ninguna, y dentro de éstas últimas, las que se llaman a sí mismas ateas. Estados Unidos es un caso muy particular: es el único país rico y desarrollado de Occidente donde hay tantos religiosos devotos, pero también es uno de aquellos donde la religión institucional se encuentra en un declive pronunciado.


En el servicio de noticias de la BBC encontré un punto de vista sobre este fenómeno. Se trata de la opinión de Rod Dreher, un cristiano conservador, que achaca toda la culpa al hecho de que el cristianismo se está haciendo más progresista y liberal, alienando así a los que buscan dogmas duros y arbitrarios, obediencia ciega y sacrificio (la evidente conexión religiosa de los atentados del 11-S, la explosión mediática de los Nuevos Ateos, los abusos sexuales en la Iglesia Católica y todo lo demás no parece tener importancia para él). Aunque equivocado, quizá, en su énfasis, no me parece desacertada su caracterización de cierta religiosidad moderna que se aplica no sólo a Estados Unidos sino —en mi experiencia— a una buena parte de la juventud urbana latinoamericana.
Este abandono rápido y extendido del cristianismo institucional por parte de los jóvenes es el primer fruto de lo que los sociólogos Christian Smith y Melinda Lundquist Denton denominan “deísmo moralista terapéutico” (DMT). Según el estudio de Smith, el DMT es la religión por defecto de casi todos los jóvenes estadounidenses (…).

El DMT enseña que Dios existe y quiere que seamos buenos, y que la felicidad es el objetivo de la vida. En el DMT, Dios, que es “algo así como una cruza entre Mayordomo Divino y Terapeuta Cósmico”, no tiene por qué estar involucrado en la vida de uno, a menos que uno necesite algo.

Es la pseudo-religión perfecta para una cultura individualista, consumista y próspera. Así se entiende cómo es que una generación criada con el DMT no tenga interés en la religión tradicional, con sus proclamas de verdad y sus exigencias. (…)

El futuro religioso posmoderno de Estados Unidos, entonces, parece pertenecerle a perezosos teológicos que creen en una deidad mal definida que no exige nada y que sólo brinda comodidad psicológica. ¿Quién necesita algo tan pobre? Al menos los ateos tienen el coraje de su falta de convicciones religiosas.
Como creyente, claro está, no podía dejarlo así, y a continuación estropea su razonamiento regodeándose de manera apenas disimulada en el futuro sombrío que nos espera, a ateos y tibios por igual, cuando nos demos cuenta de que vamos a sufrir y morir y que no tenemos la “esperanza ultraterrena” que sólo Dios™ puede darnos.

En posteriores artículos seguiré comentando esta encuesta y las repercusiones que pueda tener.

lunes, 27 de agosto de 2012

Religión y grupos étnicos como divisores de la sociedad

Observando muchos conflictos violentos de la historia, no nos queda más remedio que concluir que la religión juega un papel importante en dividir a la gente en bandos y ponerlos unos contra los otros; bandos que poco tienen que ver con decisiones personales racionales o con los intereses y deseos del individuo. Los creyentes suelen defenderse de esta acusación contra la religión diciendo que esos conflictos fueron/son en realidad políticos, fruto de la manipulación de los sentimientos religiosos por parte de las autoridades. La verdadera religión, según ellos, no divide sino que une. Son los prejuicios raciales y étnicos los que separan a la gente, dejando preparado el terreno para las ideologías violentas.

Dos investigadores noruegos publicaron recientemente un paper (Trust and Ethnic Fractionalization: The Importance of Religion as a Cross-Cutting Dimension) en el cual intentaron determinar si es realmente la religión la que divide a los pueblos. Thomas Rees, del excelente blog Epiphenom (que comenta hallazgos de estudios científicos relacionados con la religión), hizo un resumen del paper, que traduzco a continuación.

Religión y etnicidad se refuerzan una a la otra para crear desconfianza

Los no creyentes frecuentemente argumentan que la religión contribuye a las tensiones en la comunidad al crear división. La gente creyente en general lo ve de otra manera, afirmando que la religión ayuda a disolver tensiones raciales al promover la buena voluntad y los pensamientos caritativos. (…)

Henning Finseraas y Niklas Jakobsson, del Instituto Noruego de Investigación Social (NOVA), usaron la World Values Survey (Encuesta Mundial sobre Valores), que incluía la siguiente pregunta: “En general, ¿cree Ud. que la mayor parte de la gente merece su confianza, o bien que uno no puede ser demasiado cuidadoso al tratar con la gente?”

Querían observar cómo la confianza se relaciona con las religiones étnicas y religiosas. Midieron esto de dos maneras, pero ambos métodos básicamente tratan de capturar cuántos grupos étnicos o religiosos hay, y si son grandes o pequeños. En una sociedad muy fraccionada, es improbable que dos extraños que se encuentran sean miembros del mismo grupo étnico o religioso.

Lo que encontraron fue que las divisiones étnicas por sí mismas no parecían vincularse con un mayor nivel de desconfianza. Sin embargo, cuando se alineaban las diferencias religiosas y las étnicas (es decir, cuando personas de diferentes etnias también eran habitualmente de diferentes religiones), entonces había altos niveles de desconfianza.

(…) [A] medida que el cruce étnico-religioso aumenta (es decir, a medida que la etnicidad y la religión se alinean menos entre sí), el efecto negativo de las divisiones étnicas sobre la confianza disminuye.

De hecho, en sociedades totalmente mezcladas, donde hay poca o ninguna conexión entre etnicidad y religión, puede haber incluso un efecto positivo sobre la confianza (aunque no estadísticamente significativo).

En conjunto, lo que esto sugiere es que observar las divisiones sociales a través de un único cristal —sea la etnicidad, la religión o algo más— no nos da una imagen útil. Más bien es necesario observar cómo estas divisiones se refuerzan o se contraponen unas a otras.
La religión, en otras palabras, no divide por sí misma a la sociedad: más bien se monta sobre otras divisiones, a las que refuerza (y es reforzada por ellas). La sociedad más saludable posible, y la más robusta para resistir a ideologías racistas y etnofóbicas, es una sociedad étnicamente diversa y en la que ninguna persona se vea obligada a profesar una religión (o adherir a una cierta cosmovisión) por el solo hecho de pertenecer a un grupo étnico determinado: una sociedad en la que ni el color de la piel ni la forma de los ojos ni el acento ni la vestimenta ni ninguna otra marca de identidad étnica le puede dar al observador una pista sobre las creencias del observado.

viernes, 24 de agosto de 2012

El ateísmo no basta

«Y lo que me preocupa es (…) que lo que el ateísmo está ofreciendo a tantos hombres de clase media, blancos, cisgénero, heterosexuales y sin discapacidades sea la capacidad de verse a sí mismos como rebeldes, astutos, inteligentes, osados y controvertidos que se plantan contra un dogma opresor para liberar a las ovejas víctimas del engaño. Que están, tipo, como, totalmente en contra de tragar la píldora azul. Y que así logran ser los héroes de sus propias narrativas, en vez de pasajeros pasivos, a merced de fuerzas sociales más o menos fuera de su control… fuerzas sociales que casualmente los llevaron a ellos a una posición relativamente segura y cómoda.»
Natalie Reed, activista escéptica, feminista y transexual, expresando su hartazgo ante la falta de compromiso del movimiento ateo/escéptico con un pensamiento crítico que abarque asuntos sociales más amplios que el mero ataque a la religión o la denuncia de las pseudociencias.

miércoles, 22 de agosto de 2012

¿Qué clase de persona querría entrar a un seminario?

Como todos sabemos, uno de los mayores problemas que la Iglesia Católica ve en el mundo —mucho, mucho peor que la pobreza, las guerras y las catástrofes naturales— es que existen los homosexuales. El asunto es más peliagudo todavía cuando se constata que muchos de ellos son sacerdotes o están en el seminario. La postura tradicional de la Iglesia ha sido la misma que se empleó siempre con los sacerdotes que tienen mujeres e hijos, es decir, ocultarlo aunque todo el mundo lo sepa. Oficialmente, los homosexuales están “llamados a vivir en la castidad”, es decir, reprimirse; en el caso de los sacerdotes esta obligación queda subsumida en el voto de castidad que todos deben hacer.

De un tiempo a esta parte, sin embargo, a la Iglesia le viene preocupando marcar una posición más fuerte contra la homosexualidad, y han surgido voces sugiriendo que ningún homosexual, por muy reprimido que sea, debe entrar al seminario u ordenarse sacerdote. Pseudocientíficos y pseudoexpertos a sueldo de la Iglesia se han ocupado de vincular la homosexualidad con la pedofilia, para excusar a la jerarquía eclesiástica de los abusos sexuales a niños sistemáticamente ocultados. Dos pájaros de un tiro.

Leía hace un tiempo una entrevista hecha a un sacerdote gay que tocaba estos temas, y me llamó la atención la claridad con que explicaba ciertos mitos y a la vez la absoluta confusión de quien pertenece y sirve felizmente a una institución que lo considera perverso y abominable.
“Si les niegan a los hombres homosexuales la entrada al seminario, yo me cuestionaría qué clase de hombres heterosexuales estamos recibiendo. ¿Qué clase de persona querría entrar a una organización que tiene semejante prejuicio en contra de algunos de sus hermanos cristianos?
La Iglesia Católica ya no puede causar demasiado daño directo a los homosexuales. No puede obligar ya a la sociedad y a las leyes a tratar a los homosexuales como parias o perversos o criminales sexuales en potencia. Las leyes civiles —por las que hubo que batallar contra la religión y la tradición— los protegen, aun cuando esa protección sea burlada con frecuencia. El único lugar donde la Iglesia puede discriminar grosera y abiertamente es el seminario. Bien se lo pregunta este sacerdote, que da la entrevista bajo un pseudónimo: ¿quién podría desear entrar a una institución así? Es una lástima que la respuesta, que es obvia, todavía no se le haya ocurrido.

lunes, 20 de agosto de 2012

Otro muerto para el tanteador de la Iglesia

Rosalba Almonte, una joven dominicana de 16 años de edad, murió el pasado viernes de complicaciones producidas por la leucemia que padecía. Estaba internada en un hospital, con diagnóstico, desde hacía varias semanas, y debía haber comenzado a recibir quimioterapia casi de inmediato. Pero como estaba embarazada de 13 semanas y cierta parte de la Constitución de la República Dominicana fue prácticamente dictada por la Iglesia, su vida no era tan importante: antes estaba la del “niño por nacer”.

El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez sugirió, o más bien ordenó, “que se haga todo lo posible para salvar a la muchacha, sin la necesidad de practicar un aborto directo”. El catolicismo permite esta hipocresía a través del principio del doble efecto, por el cual simular que se hace algo con un objetivo lícito permite al creyente mantener limpia su consciencia aun sabiendo que va a producirse un efecto secundario no deseado. (Aplicar quimioterapia iba a causar, muy probablemente, la pérdida del embarazo.)

Cuando finalmente los médicos y la dirección del hospital dejaron de meditar sobre este asunto, que no debió haber requerido más que cinco minutos, era demasiado tarde. Con semanas de atraso, aplicaron quimioterapia y el feto fue, como era de esperarse en cualquier caso, abortado espontáneamente. Rosaura sufrió un paro cardíaco y murió. Inmune a toda decencia, un sacerdote estuvo junto a los médicos en la rueda de prensa ofrecida posteriormente, explicó que “los médicos no tenían por qué atacar el embarazo si la enfermedad era leucemia” y defendió el artículo 37 de la Constitución, que “defiende la vida”.

En momentos como éste creo que no hay prueba más contundente de que Dios no existe que el hecho de que los sacerdotes no puedan quedarse embarazados.

sábado, 18 de agosto de 2012

La religión no responde nuestras preguntas

“La razón de la popularidad del nuevo ateísmo es que la religión está mostrándose cada vez más como incapaz de lidiar con el mundo moderno. Prácticamente en cualquier lugar donde uno mire la religión está retrocediendo a las trincheras rápidamente, tratando de detener los efectos corrosivos de la ciencia. (…) De la misma manera en que la idea de creación otorgó a los pueblos antiguos un atisbo de su lugar en el mundo, la ciencia nos brinda una nueva apreciación de nuestro lugar en el orden de las cosas. Carl Sagan solía dar cuenta de esta nueva visión del mundo enfatizando dos cosas: (1) el rol microscópico que juega la vida humana en la vasta inmensidad del universo, y (2) el hecho de que, aun siendo insignificante a escala cósmica, la inteligencia humana ha llegado por fin al punto en que puede apreciar algo de la verdadera naturaleza de las cosas. Y lo que aprendemos cuando juntamos esos dos puntos es el hecho de que somos, como si dijésemos, huérfanos en una tormenta cósmica, pero huérfanos inteligentes, y que debemos poner nuestra inteligencia a trabajar para producir una cosmovisión que sea consistente con lo que hemos llegado a saber sobre nosotros mismos y nuestro lugar en el universo.”
— Eric MacDonald, Science and Religion Again!

jueves, 16 de agosto de 2012

Creyentes loro

En mi post del viernes pasado sobre los que son “ateos hasta que el avión se empieza a caer” (según palabras de una cantidad importante de creyentes de mente estrecha) dejé un regalito en forma de link que creo que muchos lectores pasaron por alto. Se trata de un video casero de un par de loros, que como todos sabemos son animales muy inteligentes. Su dueño escribe:
Estos loros verdes son muy chistosos y te hacen reir. Cantan, Hablan, Silban, Se Rien y Alaban a Dios.


Es evidente que la similitud del comportamiento de estos simpáticos pericos con ciertos creyentes (no todos) se le escapa a quien hizo este video. La inmensa mayoría de los creyentes aprenden a rezar y a cantar sus cánticos religiosos cuando son demasiado pequeños para entender lo que quieren decir, y ya mayores sólo siguen el hábito adquirido, sin pensar en las palabras. Los loros son muy inteligentes, pero con pocas excepciones, tampoco entienden qué es lo que están diciendo. Sólo lo hacen porque otra voz, a la que reconocen, les da pie para comenzar a parlotear. Con seguridad hay creyentes que sí meditan sobre el significado de sus oraciones y de las frases hechas que sus pastores, sacerdotes y correligionarios les meten en el cerebro a fuerza de repetición (sea desde el púlpito o desde su cuenta de Twitter), pero aquello de “ateos hasta que se empieza a caer el avión”, como lo de “no hay ateos en las trincheras” y tantísimas cosas de ese estilo no es más, ni muestra más discernimiento, que lo que puedan remedar un par de loros bien entrenados.

lunes, 13 de agosto de 2012

Madalyn Murray O’Hair y la religión impostada de los astronautas

Madalyn Murray O’Hair quizá no resulte conocida para muchos ateos hispanoamericanos, especialmente los más jóvenes. Activista incansable, fundadora de American Atheists, fue quien logró —en 1963— que la Corte Suprema de Estados Unidos prohibiera la realización de plegarias e invocaciones religiosas en las escuelas públicas.

En la víspera de Navidad de 1968 los tres astronautas de la misión Apolo VIII, en órbita lunar, tomaron la famosa fotografía de la Tierra conocida como Earthrise, y luego, en una transmisión pública, leyeron por turnos el comienzo del libro del Génesis, terminando con un “Feliz Navidad y que Dios los bendiga a todos”. Murray demandó al gobierno de Estados Unidos por violación de la Primera Enmienda de la Constitución (que entre otras cosas prohíbe la adopción oficial de creencias religiosas). La Corte Suprema rechazó el caso.

Earthrise

Con ese contexto podemos pasar al siguiente video, un extracto del documental de 1970 Madalyn. (El lector quizá tenga que activar los subtítulos.)


Si esta ridícula historia de impostura religiosa (o de “misioneros en el espacio exterior”, como Murray calificó a los astronautas) suena un poco inverosímil, tenemos al menos otra confirmación de que Murray no lo había inventado todo (acusación fácil de hacer y de creer cuando era, como la llamó la revista Time, “la mujer más odiada de Estados Unidos”). Hace unos días, hablando del aterrizaje del Curiosity en Marte, un comentarista del sitio de Richard Dawkins escribió:
“Tiemblo de pensar en el día en que un astronauta americano pise la superficie de Marte por primera vez y suelte la frase hecha obligatoria en alabanza a dios por la belleza del universo que creó y por llevar a la tripulación segura a destino.”
Dawkins mismo contestó (cosa que no suele hacer), explicando que el año pasado, en la conferencia STARMUS en Tenerife, conoció y conversó con Bill Anders, uno de los astronautas del Apolo VIII. Y Anders le dijo que no le importaba mucho la religión: leyó la Biblia “sólo porque la NASA se lo ordenó”. Quizá podamos poner pie en Marte sin rebajarnos a la superstición, después de todo.

(Me llega esta noticia a través de un post invitado de Sigmund en Why Evolution Is True, el blog de Jerry Coyne.)

jueves, 9 de agosto de 2012

Ateos hasta que el avión se empieza a caer

Estoy sumamente ocupado para escribir últimamente, y podría decirse que uno nunca está tan desocupado como para ponerse a discutir con creyentes-loro en Twitter, pero es lo que hay. Esto es lo que hay que leer:


Y no basta con soltar una frase despectiva, generalizante e insultante para varios grupos de personas a las cuales el emisor del mensaje no conoce ni de lejos. También hay que autofelicitarse, como si decir una idiotez tan grande en Twitter mereciera una mención especial: 

Esta frasecita parece ser un meme, una tontería viral: en las dos últimas semanas no falta día en que no aparezca cuatro o cinco veces por lo menos, si uno sigue la palabra “ateos”. Es una versión más boba de la archiconocida “no hay ateos en las trincheras”. Me pregunto qué querrá transmitir el que repite esta sentencia. ¿Que todos somos hipócritas (menos él mismo)? ¿Que el estado natural de la mujer es la sumisión al hombre y el estado natural de la especie humana es el capitalismo? ¿Que Dios permite que se caigan aviones para que los ateos se conviertan por miedo? (Eso suena bastante ineficiente, dado que en cualquier vuelo seguramente son muchos más los creyentes que los ateos.)

No todos los ateos son ateos convencidos y racionalmente firmes en su postura. Claro que es natural que ante una catástrofe o la proximidad de la muerte un ateo tenga dudas. Dios nació del temor a la naturaleza, a la enfermedad, a la noche poblada de fieras, a la imprevisibilidad, a la seguridad de la muerte y la corrupción del cuerpo. La fe es taparse los ojos y los oídos a la realidad, en favor de una fantasía reconfortante. ¿Quién puede culpar a un ateo que, un momento antes de estrellarse, olvida todo lo que sabe y se imagina que va a ir a un lugar mejor? Seguro que yo no.

jueves, 2 de agosto de 2012

Circuncisión a debate (parte 3)

Siguiendo con el tema de la circuncisión infantil, prohibida recientemente por un tribunal en Colonia, Alemania, me gustaría traducirles algo que escribió Giles Fraser, un sacerdote anglicano de ascendencia judía, para su columna habitual en el diario británico The Guardian. Creo que es una obra maestra de la argumentación falaz y el golpe bajo. Su ataque apunta a la idea liberal clásica de la libertad de elección.
(…) La circuncisión de los bebés va en contra de una de las presunciones básicas de la mente liberal. El consentimiento informado está en la base de la capacidad de elección, y la capacidad de elección es la base de la sociedad liberal. Sin consentimiento informado, la circuncisión se considera una forma de violencia y una violación de los derechos fundamentales del niño. Por eso es que yo veo la mentalidad liberal como una forma disminuida de la imaginación moral. Hay más que simple elección en el campo de lo bueno y lo malo.

Más aún: hacer de la elección la regla de oro en toda circunstancia es ceder al lenguaje moral del capitalismo.
No sé ustedes, pero a mí acusar a otros de seguir “una forma disminuida de la imaginación moral” me suena bastante a un permiso autoconcedido para justificar cualquier cosa como “moral”. Lo del capitalismo me deja perplejo (hasta donde yo sé, ni Fraser ni la iglesia a la que sirven son anticapitalistas, ni mucho menos).
Fui circuncidado por un mohel a los ocho días de edad sobre la mesa de la cocina de mi abuela (…). No fue por razones sanitarias. Fue una afirmación de identidad. Sea lo que sea que se entienda por la resbaladiza identificación de “ser judío” —mi padre lo es, mi madre no—, tenía algo que ver con esto. La circuncisión me marcó como perteneciente a esto. (…)
Circuncisión de Cristo,
de Friedrich Herlin (1466)
Hasta donde yo sé y entiendo, afirmar una identidad es algo que sólo puede hacer un agente responsable y autoconsciente. La identidad afirmada fue la del padre de Giles Fraser, la de su abuela y la del mohel, no la del pequeño Giles, que no estaba en condiciones de afirmar nada, mucho menos algo tan complejo como una identidad judía. Fraser se lamenta de que su esposa lo haya convencido de no circuncidar a su propio hijo:
Todavía encuentro difícil aceptar que mi hijo no esté circuncidado. El filósofo Emil Fackenheim, sobreviviente del campo de concentración de Sachsenhausen, añadió famosamente a los 613 mandamientos de las escrituras hebreas un mandamiento número 614: “no le concederás a Hitler victorias póstumas”. Esta nueva mitzvá insistía en que abandonar la propia identidad judía era hacer uno mismo el trabajo de Hitler. A los judíos les ordenan sobrevivir como judíos los mártires del Holocausto.
Como yo no soy judío, quizá esté errando groseramente al decir esto, pero como ser humano me resulta inadmisible y despreciable esta clase de justificación. El mandamiento de Fackenheim puede entenderse de muchas maneras, con algunas de las cuales yo podría estar de acuerdo: la necesidad de memoria histórica, por ejemplo; la obligación de alertar contra las ideologías destructivas a la comunidad propia y a la sociedad toda; un mandamiento de no desesperar y de seguir adelante, construyendo y reconstruyendo. Pero yo no creo en mandamientos de ninguna clase. Y dudo que Fackenheim se planteara que dejar de circuncidar a un niño equivalía a traicionar la memoria de los muertos.
Uno de los más comunes errores modernos acerca de la fe es que es algo que ocurre dentro de la cabeza de uno. Eso es una tontería. La fe se trata de ser parte de algo más grande que uno mismo. No nacemos como pequeños agentes racionales en potencia, sin formar como seres morales hasta tener la capacidad de pensar y elegir por nosotros mismos. Nacemos a una red de relaciones que nos otorgan un trasfondo cultural contra el cual las cosas adquieren sentido. “Nosotros” viene antes que “yo”. El “nosotros” constituye nuestro horizonte de significación. Por eso es que muchos judíos que se consideran ateos aún se consideran judíos. Y la circuncisión es la manera en que los hombres judíos y musulmanes son marcados como partes involucradas en una realidad más grande que ellos mismos.
Ésta es la parte más blanda, más cristiana progre, más pseudo-sociológica de la argumentación. “La fe se trata de ser parte de algo más grande que uno mismo.” ¿Qué quiere decir eso? Absolutamente nada. Es una redefinición de la palabra fe que la pone en el lugar de la identidad étnica. Es verdad, aunque una verdad obvia, que no nacemos en un vacío sino dentro de una comunidad, que impone automáticamente ciertos  valores, o costumbres que devienen valores. Pero si la presión de la comunidad cruza ciertos límites, ¿no tiene el individuo derecho a reaccionar? ¿No debe la ley protegerlo cuando él no puede hacerlo? ¿Justificará Fraser la mutilación genital femenina, que es una marca de identidad de muchos musulmanes y no pocos cristianos en África y Asia? ¿Le parecen correctos los ritos de pubertad de las tribus africanas, que cortan la piel de los jóvenes con piedras afiladas y untan las heridas con ceniza para producir cicatrices permanentes? A fin de cuentas, quienes no tienen esas marcas son considerados indignos de la comunidad. ¿Opinan los judíos que un incircunciso no es judío, que es indigno, que es un traidor a la memoria de los muertos del Holocausto?

“Yo” siempre debe venir antes que “nosotros”. Si no hay un “yo” que decida pertenecer, el “nosotros” al que pertenece se vuelve una masa amorfa, voluble, lista para abusar de sus miembros o para ser llevada de la nariz por políticos y chamanes de variado pelaje. Si el “nosotros” es más importante que el “yo”, el individuo se vuelve un número intercambiable, un ente etiquetado —marcado, como dice Fraser— por su etnia y su religión. Eso, y no renunciar a una marca corporal, es darle una victoria a una ideología aborrecible.