La
Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el más grande evento de masas auspiciado por el Vaticano desde la beatificación de Juan Pablo II, terminó el domingo con la despedida de Benedicto XVI de España. Yo quería escribir algo sobre esto, pero varias razones me lo impidieron: los sucesos estaban aún desarrollándose y desde miles de kilómetros de distancia era imposible entenderlos todos; todo el mundo estaba escribiendo, comentando, publicando impresiones, y no podía tener en cuenta todo lo que decían, valorarlo, sopesarlo y resumirlo en tiempo real. Había que dejar que se aquietaran las aguas.
Mi masoquismo me llevó finalmente a escuchar, a modo de resumen, el podcast “
Punto de Vista”, que graba
Alejandro Bermúdez, director de la
agencia de propaganda papista ACI. Su tema era explicar por qué lo más significativo de la JMJ fue, para él, la reacción de los jóvenes peregrinos ante las protestas laicas. Aconsejo escuchar, no porque Bermúdez ofrezca información alguna, sino porque el podcast abandona las pretensiones de tolerancia y mesura con que se disfrazan la mayoría de los discursos escritos por la prensa católica.
Para empezar, nos explica que a la marcha laica del 17 de agosto sólo fueron unas dos mil personas, lo cual fue “patético”. Más aún, el gobierno español fue “estúpido” al autorizarla. No se puede autorizar una marcha del Real Madrid en medio de Barcelona o una de fans del Barça en Madrid, graficó. Madrid era “una ciudad de la JMJ”, no podía permitirse otra cosa. El gobierno debió haber prohibido a un grupo pequeñísimo (¿ya dije que era patético?) de manifestantes salir a la calle a protestar, porque la calle era propiedad de otro grupo, mil veces más numeroso, que podría verse de alguna forma afectado.
¿Por qué el gobierno español permitió a los manifestantes laicos salir a levantar la voz contra los jóvenes católicos y el Papa, a quienes
obviamente todos los demás ciudadanos habían concedido la propiedad exclusiva de las calles madrileñas? Porque, según Bermúdez, es un gobierno que
“tiene un complejo de inferioridad de que tiene que ser demócrata con los que protestan y con los pervertidos, anticlericales y anticatólicos.”
(Fernando Savater dio en el clavo por anticipado. En un artículo de noviembre de 2010, luego de una
visita papal a España, recordaba a Churchill diciendo “Han preferido el deshonor a la guerra y ahora tendrán el deshonor y la guerra”. Al Papa se lo trató como a un rey, sin que eso modificara en nada los constantes mensajes mediáticos de la jerarquía católica contra el PSOE y contra las leyes democráticamente aprobadas por el parlamento español que no complacen a la ideología católica. Ninguna deferencia, ningún privilegio es suficiente para la Iglesia, si no es la rendición y sumisión completas.)
¿Y cuál fue el resultado de esta estupidez de respetar la “democracia” y dar libertad de expresión a las minorías patéticas y pervertidas? Que cuando la marcha laica, “liderada por un
famoso travesti”, llegó a la Puerta del Sol, por donde tenía que pasar, la misma
por casualidad estaba llena de jóvenes de la JMJ, que fueron “tomados por sorpresa”: les cayeron encima “este grupo de pervertidos (alcoholizados, en drogas)”, a provocar, con el susodicho travesti a la cabeza evidentemente “esperando que los jóvenes lo golpearan y crearan un mártir secular” (de ésos que hay como para llenar santorales), pero los jóvenes no hicieron eso: se arrodillaron y se pusieron a rezar. Hubo incidentes luego, pero fueron “entre los pervertidos y la policía” (y algún que otro
periodista, seguramente ateo y pervertido también).
De más estar decir que no sólo era sabido que la marcha laica iba a pasar por la Puerta del Sol (habían tenido que reclamar bastante para que se les concediera permiso para eso), sino que había una intencionalidad clara de los peregrinos de estar allí cuando ocurriera. Hubo una convocatoria explícita y en todo caso el evento oficial ya había terminado. Se produjeron incidentes, con culpa de ambos lados y de una inepta actuación de la policía (en esto ambos lados están de acuerdo), y cuando finalmente quedaban pocas personas la policía cargó para desalojar el lugar, agrediendo a los manifestantes laicos, identificables por no llevar la mochila que los sponsors públicos y privados de la JMJ proveyeron a los peregrinos.
Para completar el proceso de victimización un grupo católico grabó y difundió un video (que se ve más arriba) donde se contrasta la beatitud de los jóvenes papistas con la violencia de los manifestantes. En el mismo, claro está, no figura la represión policial que el estado español descargó sobre los últimos en nombre de los primeros, tanto esa noche como en otras oportunidades. En Madrid, durante cuatro días, se dio por hecho que todo aquél que portara la mochila de la JMJ era inocente: angelitos piadosos venidos de todo el mundo a escuchar el mensaje de paz del vicario de Cristo.
Los medios españoles, en general, también se pusieron guantes de seda. No siendo español ni lector habitual de esos medios, me cuesta navegar la intencionalidad política e ideológica que cada uno tiene, pero en algún caso la distorsión es obvia: por ejemplo,
Público dice:
La policía ha desalojado a la fuerza la Puerta del Sol después de que esta fuera tomada por los manifestantes de la marcha laica, que consiguieron acceder al interior de la plaza a pesar de los intentos de varios peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) por bloquear su entrada.
Lo que ocurrió fue que la plaza fue tomada por los papistas a sabiendas de que la marcha laica debía pasar por allí, y la policía les hizo el trabajo sucio de “liberarla” para ellos. Hubo desinteligencias de parte de los organizadores de la marcha y también
reacciones violentas, pero claramente aisladas. Como
dice el documentarista Stéphane M. Grueso, testigo de lo ocurrido, en su blog, algunos cometieron el error de encauzar su protesta hacia los peregrinos, cuando ésta en realidad era hacia el gobierno, las empresas patrocinadoras y la injerencia de la Iglesia en asuntos políticos. Los peregrinos (y ésta es mi opinión) eran entusiastas pero no fanáticos; mucho cántico, mucha ovación, mucho “
Benedicto, equis-uve-palito”, pero no responsables directos del oscurantismo feroz y del odio que rezumaban las sentencias del Papa que ellos aplaudían.
La JMJ da para más, pero lo iré procesando de a poquito. Entiendo que debe haber sido muy desagradable, salvo para los papistas, pero también un poco emocionante, por la reacción que se produjo. El Papa ya no es bien recibido en países donde antes podía contar con la adulación y las genuflexiones de todos. Y no sólo no es bien recibido sino que las protestas son ruidosas, mediáticas, inolvidables. Es inevitable que haya excesos: se trata de gente harta, protestando contra un trato manifiestamente privilegiado, pagado por sus impuestos, hacia una organización y una persona que representan la intolerancia y el oscurantismo a nivel global. Esto no va a ser fácil. Siempre es más sencillo aplaudir y agachar la cabeza que gritar las propias razones a quienes no quieren oírlas.