Escribo esto como lamentable continuación a mi artículo anterior en que intenté argumentar que
la burla a la religión no equivale a intolerancia religiosa. Digo “intenté” porque realmente no sé si lo logré; aunque para algunos fue uno de los mejores artículos de
Alerta Religión, hay
quien no quedó convencido (o no entendió nada). Al menos pude charlar un poco con quien motivó el post y
matizamos nuestro desacuerdo.
Tengo que escribir ahora esto porque, después de varios días de revuelo levantado por el
infame grupo de presión católico
HazteOír (rebautizado por los inventivos ateos españoles como
HázteloMirar o
HazmeReír) a causa de la “procesión atea” planeada en Madrid para la Semana Santa, los integrantes de “Ateos en Lucha”, uno de los grupos organizadores, han salido a
reivindicar nada menos que la quema de iglesias. En particular la quema de las Escuelas Pías de la plaza de Agustín Lara (Madrid), en 1936.
“Esa Iglesia la quemó el pueblo de Madrid, en la revuelta que hubo con la República. Para nosotros es una referencia imprescindible.”
Eso, señores abanderados del respeto, es intolerancia. “Para nosotros es una referencia” es una forma elegante de decir “a nosotros nos gustaría imitar eso”. Pero fíjense lo otro que también dijo el representante de Ateos en Lucha, y que
no es intolerancia, aunque los escandalizados católicos han aprovechado para meterlo todo en la misma bolsa:
“Somos un frente de ideas que estamos exclusivamente para castigar a la conciencia católica. Nuestro propósito es hacer daño en la ideología de la gente.”
Confío en que se nota la diferencia, aunque (precisamente porque sé que hay quienes no entienden la diferencia), voy a repetir lo que he escrito mil veces ya antes:
atacar ideas no es lo mismo que atacar a la gente.
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No estoy inventando esto. |
Hacer daño a la ideología de alguien, burlarse de sus creencias, ridiculizar sus ideas, obligarle de manera chocante a ver que eso que ama tanto hacer no es lo que todos queremos, eso no es intolerancia. Se puede hacer bien o mal, se puede hacer de manera payasesca y desagradable, se puede incluso hacer de forma tan inepta que termine asustando o disgustando a tus posibles aliados, pero está dentro del derecho. Faltaría más, que un grupo religioso pudiera tomar una calle con gente vestida como el Ku Klux Klan o portando instrumentos de tortura y ejecución estilizados, y que un grupo similar, irreligioso, no pudiera salir a la calle a proclamar su versión. (El carnaval era tradicionalmente ocasión de licencia y abandono, permitido como desahogo antes de las penurias obligatorias de la Cuaresma y de la tristeza obligada del Viernes Santo. ¿Por qué dejamos todavía que la Iglesia, amante del dolor y contraria a la sensualidad, nos dicte los tiempos en que podemos salir de carnaval y los días en que ya no podemos expresar alegría en la calle?)
Sí es intolerancia, y es un discurso de odio y de amenaza, recordar en voz alta y reivindicar la quema de iglesias (y lo que viene con ello, que no es simplemente el delito de prender fuego a edificios). Se puede entender que en España haya nostálgicos de aquellos tiempos violentos, porque al fin y al cabo, poco y nada se ha hecho por compensar a las víctimas de una guerra civil que la Iglesia Católica instigó como cruzada y por cuatro décadas de dictadura amparada por esa misma Iglesia. Se entiende la rabia de un grupo radicalizado, pero no se puede justificar. Bromeamos entre nosotros, a veces, con aquel famoso “La única iglesia que ilumina…”, pero —creo— la mayoría no lo decimos en serio. Creo que los organizadores de la procesión atea deberían expulsar inmediatamente a este grupo, aunque eso signifique cancelar todo el evento.
El daño está hecho, aunque de todas maneras, los ultracatólicos no necesitaban ni la mitad de eso para repetir
su cantinela habitual. Aquí abandono un poco el tono serio, porque la verdad, es muy entretenido leer a los cavernícolas buscando formas de expresar su indignación:
Que rabia infecta deben tener los ateos contra la Iglesia, que obsesión con destruir su presencia en la tierra. El mismo Belcebú padre instigador de la mentira debe azuzar las almas de estos infelices hacia una protesta que atenta al buen gusto.
¡Un ser mitológico maligno les dio a los ateos la idea de atentar contra el buen gusto para destruir a la Iglesia! ¡Es terrible! ¡El Estado debe intervenir!
Y además lo hace provocando un escándalo en fechas significativas en el acervo religioso del pueblo. La Semana Santa tiene una larga tradición que uno puede libremente ignorar, pero nunca atacar.
¡Una larga tradición no se puede atacar! ¡Es un escándalo! ¡Cualquier día de estos van a venir los ateos a querernos sacar otras tradiciones que emergen de lo más profundo del acervo del pueblo, como el sometimiento de la mujer, golpear a los homosexuales o quemar libros blasfemos en la plaza pública!
Por supuesto, en España hay una ley, contraria al derecho internacional sobre libertad de expresión, que castiga a quien ofenda los sentimientos religiosos de la mayoría nominal católica. A esa ley se acogen quienes
denuncian al clown Leo Bassi por burlarse del papa, entre otras cosas. Al menos estos intolerantes van por la vía legal (la vía de una ley intolerante, creada para complacer a los intolerantes). Otros intolerantes, con menos contemplaciones,
atacaron ayer en Barcelona una obra de teatro,
Gang Bang, al grito de “Viva Cristo Rey, viva Franco, vivan los sacerdotes de Cristo”, amenazando al elenco con un taburete. Contra ellos cabe aplicar la ley penal común, supongo, pero no hay ley en España (que yo sepa) contra la reivindicación del dictador y de sus siniestros aláteres de sotana.