Moshé ben Maimón (Maimónides) |
“Para esto hay tres sabias razones. La primera es que si se dejara en paz al niño hasta que creciera, algunas veces no se la haría. La segunda es que un niño no sufre tanto dolor como un adulto porque su membrana es todavía suave y su imaginación débil (…). La tercera es que los padres de un niño que acaba de nacer toman más a la ligera los asuntos que le conciernen, porque hasta ese momento la forma imaginativa que compele a los padres a amarlo todavía no está consolidada.”Así pues, la primera razón para circuncidar al niño, en vez de esperar que lo haga de adulto, es que el niño no puede resistirse; la segunda, que el niño no puede ni imaginar el dolor de lo que le van a hacer; la tercera, que sus padres no lo ven todavía como una persona completa. Digan lo que digan de Maimónides, no se le puede reprochar falta de sinceridad.
Debe notarse que Maimónides había “demostrado”, previamente, que la circuncisión era necesaria o al menos muy recomendable. Dejaré al lector el ejercicio de adivinar cuál es el motivo real y práctico, según Maimónides, por el cual Dios prescribió la circuncisión a su pueblo (¿creían que era por simple capricho?). Hoy en día quienes creemos en las libertades individuales básicas retrocedemos azorados ante una opinión que admite que la única razón para hacerle algo desagradable sin consentimiento a alguien es que luego quizá ese alguien pueda negarse. Tampoco aceptamos la idea de que infligir dolor a un bebé o un niño pequeño está bien porque luego no lo recordará. Finalmente, hemos de suponer que en la época de Maimónides los padres no se encariñaban demasiado con sus hijos recién nacidos porque era de lo más común que éstos murieran por cualquier afección menor; hoy, salvo en las partes más aisladas y miserables del planeta, ya no es así… y el argumento tampoco es muy convincente para empezar.
En la próxima entrega de esta serie, la opinión de un defensor moderno de la circuncisión como valor de la comunidad.