sábado, 24 de julio de 2010

Jesus Camp

Ayer vi el documental Jesus Camp, que trata sobre un campamento de verano para niños de familias cristianas carismáticas en Dakota del Norte, Estados Unidos, regenteado por la pastora pentecostal Becky Fischer. El objetivo del campamento es reforzar la educación fundamentalista de los niños y prepararlos para ser “soldados de Jesús” en la guerra cultural que se libra en la sociedad americana. Para algunos esto significará transformarse a su vez en predicadores a una corta edad; para la mayoría, estar listos para educar a sus hijos en la misma doctrina y para militar por determinadas ideologías políticas.

Aunque dura menos de una hora y media, Jesus Camp está lleno de detalles que resulta difícil resumir. Comienza con un fragmento de un programa de radio de Mike Papantonio, abogado y escritor, conocido por sus críticas a la derecha cristiana, y alterna con breves escenas de las familias de los niños, los preparativos para el verano, monólogos de Becky Fischer y más partes del programa de Papantonio. La mayor parte de la filmación está dedicada al campamento en sí, donde los niños, además de las actividades recreativas habituales, toman parte en celebraciones religiosas repletas de alusiones y advertencias sobre el pecado, la tentación, Satanás y el poder de Jesús para salvar, que terminan en explosiones de llanto y brazos anhelantes levantados al cielo. Cerca del final vemos también a los chicos en la megaiglesia del repelente Ted Haggard, un predicador de éxito, que se muestra agresivamente confiado (lo cual cambiaría pocos meses después, cuando se supiera que tenía la costumbre de pagar a hombres para tener sexo y de drogarse con metanfetaminas). También hay unas espantosas escenas con un “motivador” antiabortista que lleva a los niños a manifestarse frente al Congreso con las bocas tapadas por rectángulos de cinta adhesiva roja con la palabra LIFE (“vida”).

En partes, Jesus Camp es un sube y baja emocional; pasa de la comedia absurda de gente orando sobre presentaciones PowerPoint para que Dios no permita que Satanás arruine las computadoras, Becky Fischer “hablando en lenguas”, o niños saludando a una figura de cartón de George W. Bush, al drama de niños sobreexcitados, llorando con las manos entrelazadas, pidiendo perdón por pecados que ni siquiera ellos conocen. La doctrina que subyace estas últimas manifestaciones es que el demonio está en todos lados, que todos estamos irremediablemente sucios, y que quienes no aceptan a Jesús como única autoridad son enemigos a vencer. Las realizadoras tuvieron sumo cuidado de no presentar su propio punto de vista; no hay voces en off, ni placas aclaratorias, ni preguntas difíciles a los participantes, que hablan y actúan con total comodidad. Ése es el punto más fuerte del documental: no puede ser acusado de tener segundas intenciones.

Jesus Camp puede ser considerado un test de empatía. En opinión de quien escribe, sólo un desgraciado, con su decencia y su humanidad comida por esta forma de religión degradante y destructiva, puede verlo sin sentir asco, indignación y un poco de miedo. En cambio, para Becky Fischer y para los padres de los niños sometidos al abuso psíquico de las ceremonias que vemos en el documental, Jesus Camp no muestra nada malo, sino que por el contrario es un testimonio de la vitalidad de la más joven generación de luchadores cristianos, que sanarán a un mundo “enfermo” (palabra que se repite bastante), pondrán en el poder a presidentes más conservadores que Bush, lograrán que se prohíba el aborto y que se enseñe creacionismo en las escuelas, y harán que Estados Unidos expulse de su ser nacional a los no cristianos y a los cristianos “tibios”.

Para todos los demás, evidentemente, lo que se ve es distinto. Fischer tuvo que cerrar por tiempo indefinido su campamento luego de recibir críticas y acusaciones de abuso al conocerse el documental. Es trágico adivinar que, casi con seguridad, no entendió por qué se la acusaba.


Jesus Camp, dirigido y producido por Heidi Ewing y Rachel Grady, fue filmado en el verano boreal de 2005 y lanzado en septiembre de 2006. En 2007 fue nominado al Oscar por Mejor Documental y perdió contra Una verdad incómoda, de Al Gore. En el sitio oficial se puede ver un trailer y material adicional. Se pueden bajar torrents y subtítulos con calidad aceptable desde varios sitios.

jueves, 22 de julio de 2010

Aborto y desinformación (A198)

El aborto es ilegal en Argentina, con unas pocas excepciones que figuran en el Código Penal desde hace 90 años. En la práctica, siempre ha sido difícil abortar bajo estas cláusulas porque los médicos —mal informados— tienen miedo de ser acusados de cometer un delito o porque sus convicciones religiosas hacen que consideren al aborto un homicidio.

Ayer temprano tuvimos la noticia de que el ministerio de Salud acababa de hacer oficial una resolución que clarifica y protocoliza los abortos, utilizando como modelo una Guía para la Atención de los Casos de Abortos No Punibles que existe desde 2007 pero nunca tuvo fuerza legal suficiente. Lo que ocurre hasta ahora es que las autoridades sanitarias suelen “consultar” con un juez solicitando una autorización —claramente innecesaria— para realizar la interrupción del embarazo, generalmente con el objetivo no declarado de prolongar la espera y amedrentar a la parturienta o a su familia. En ocasiones incluso personas no involucradas denuncian lo que está ocurriendo y aparecen abogados católicos o evangélicos interponiendo medidas cautelares. Algunos jueces autorizan los abortos, como debe ser y a tiempo, mientras que muchos otros, cómplices, niegan la autorización o evitan darla hasta que es demasiado tarde.

La nueva versión de la Guía de Atención explicita la ley (que por otra parte está clarísima) y amplía la interpretación de los supuestos de no punibilidad, de manera que no existan ambigüedades, autorizando la interrupción del embarazo para todos los casos de violación, incluso sin una denuncia policial de por medio.

Como era de esperarse, el torrente de desinformación comenzó enseguida. El diario conservador La Nación tituló “Polémica ampliación del aborto legal”, con un copete que dice “Otra controversia / No hará falta una decisión judicial” y una bajada que rezaba “El Ministerio de Salud emitió un protocolo de interrupción de embarazos; incluye todos los casos de violaciones y no exige pruebas”. Cada frase contiene al menos una media verdad o una advertencia de mala fe. Lo de “otra controversia” alude al matrimonio homosexual, atribuido por ciertas mentes afiebradas a la voluntad del kirchnerismo de crear confrontaciones divisivas y poner a la sociedad progresista contra la Iglesia. La “polémica ampliación” es apenas una clarificación vigente desde hace tres años de algo que no es “aborto legal” sino apenas “aborto no punible”, es decir, algo que la ley considera ilegal pero, por ciertas razones, no castiga penalmente. La citada decisión judicial nunca fue necesaria. En cuanto a lo de no exigir pruebas, uno debe suponer que un profesional médico deberá constatar fehacientemente el hecho de la violación antes de proceder al aborto, ya que eso es precisamente lo que lo exime de cometer un delito; la denuncia policial que implícitamente se requería antes no es una prueba.

Extrañamente (quizá por falta de cronistas preparados) el popular diario Clarín, enemigo mediático de los Kirchner, tituló “Buscan evitar demoras en la práctica de abortos contemplados por la ley”, lo cual es sorprendente porque es correcto, aunque en la bajada diga luego “La decisión oficial apunta a que los médicos no deban recurrir a la Justicia”, lo cual implica que esa obligación existía. (Recurrir a la Justicia pidiendo autorización para hacer algo que no es ilegal es un sinsentido.)

En el diario mendocino mdzonline la nota de cobertura sorprende por su frontal deshonestidad: el título es “Sin tiempo para la polémica: ya se puede abortar legalmente”, y comienza diciendo: “El Gobierno no le dio respiro a los credos”.

La reacción de los creyentes antiabortistas no se hizo esperar: “Esto es legalizar el aborto de hecho y por una vía administrativa”, según Christian Hooft, abogado y vicepresidente de ACIERA (la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina). “La normativa parece más tendiente a facilitar los abortos en circunstancias que el Código no los hubiera permitido”, y es criticable que “en la normativa no se recuerde que lo que se está haciendo es eliminar, matar a una vida inocente en estado de embrión o feto”, según Alberto Bochatey, sacerdote y director del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina (UCA).

La cosa empieza a ponerse ridícula cuando, horas después de ser difundida la noticia de la supuesta resolución ministerial que causó este revuelo, la agencia oficial Télam publicó:
El ministerio de Salud desmintió que se haya firmado una resolución vinculada a los abortos no punibles. A través de un comunicado que lleva el título "Aclaración a los medios de comunicación", señala que "el ministerio de Salud de la Nación aclara que su titular, el Dr. Juan Luis Manzur, no ha firmado resolución alguna respecto de la Guía Técnica para la Atención Integral de los Abortos No Punibles"
Infobae amplió la noticia. Según esto, lo único que hizo el ministerio de Salud fue modificar levemente (aunque en puntos clave) la Guía y publicar una versión nueva en su sitio web.

El único detalle problemático de esta historia es que la Guía decía en su texto: “Los procedimientos previstos por esta Guía son de aplicación establecida por Resolución Ministerial Nro. 1184 del 12 de julio del 2010. Ministerio de Salud de la Nación”. Esta aclaración desapareció, entre ayer y hoy, de la Guía publicada en el sitio web del ministerio, pero la noticia de la firma de la resolución fue anunciada por una delegación de altas autoridades del Gobierno ante la ONU, en New York, el día 13 (y está en los archivos de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos).


En las próximas horas veremos qué se hace de esto. Lo que quedó claro es que la cuestión del aborto está instalada y que el más mínimo avance es capaz de detonar represalias de los representantes autonombrados de Dios en la Tierra, ya furiosos por la derrota cultural y legislativa que representó el reconocimiento del derecho al matrimonio para las parejas del mismo sexo. Recordemos que no se trata de aborto libre y legal, ni siquiera de una ampliación del aborto no punible, sino de una reinterpretación de una ley ambigua que, en virtud del riesgo para la salud psíquica de la madre, autoriza a interrumpir el embarazo cuando la mujer fue violada, aunque esto no fue entendido así unánimamente hasta ahora. Es apenas una pequeñísima ventana de libertad y de solidaridad con las mujeres que sufren de un embarazo no deseado que les fue impuesto de la peor manera.

martes, 20 de julio de 2010

Apostasía Colectiva 2010

La gente de Apostasía Colectiva está planeando una nueva campaña de apostasía masiva para diciembre de 2010. Alerta Religión se enrola a partir de ahora en la difusión de la iniciativa. (En realidad la cosa ya comenzó. Hace unos días los chicos del grupo Orillas, con quienes colaboré un par de días repartiendo folletos, me hicieron una nota radial sobre el tema.)

Como se indica en la página web del colectivo, y coincidiendo con lo que pudimos experimentar los que nos involucramos siquiera mínimamente en el tema, el asunto del matrimonio homosexual debatido en Argentina en los últimos meses levantó una ola de repudio hacia la Iglesia Católica, lo cual motivó que muchas personas buscaran medios para retirarse, y que los enterados sugirieran adelantar la fecha de la campaña de apostasía. Se decidió no hacerlo por aquello de “vísteme despacio que estoy apurado”, y que creo que fue lo correcto.

Se ha comparado la feroz campaña eclesiástica contra los derechos homosexuales con la que se organizó en 1987 contra la ley de divorcio vincular. La gran diferencia, más allá de la secularización mayor de la sociedad argentina en el presente, es que traer a la memoria aquella campaña requiere bucear en hemerotecas y archivos de viejas cintas de video, mientras que la que terminó con la derrota del conservadurismo en la madrugada del 15 de julio pasado está ampliamente documentada e inmediatamente accesible a través de miles de páginas web, blogs, posts en Facebook, estados de Twitter y videos en YouTube. Ciertas cosas serán olvidadas pronto, pero todo esto no se olvidará en cinco meses.

Por supuesto que hay muchas otras razones para apostatar. Si me preguntan, creo que la simple bronca es la peor de las razones. Pero no me cabe duda de que muchos que apostatarán pronto, movidos por el enojo, son personas que sólo necesitaban ese enojo como empujón final para formalizar algo que ya pensaban.

sábado, 17 de julio de 2010

Ellos y nosotros

Entre la cantidad de artículos sobre la aprobación del matrimonio homosexual que salieron en estos días, me quiero detener en uno publicado por Página/12 con el título Los que eligieron perder. Su autor es Eduardo de la Serna, coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres. Representa a lo que en otra época hubiera sido un grupo de “sacerdotes del Tercer Mundo” y que aquí y ahora se denominan más bien “curas villeros”. Comienza así:
El matrimonio igualitario es ley en Argentina. Obvio que un grupo ganó, y tocará a ellos y ellas festejar y analizar ese triunfo. Y la historia y la vida mostrará cuánto afecta a nuestra sociedad la nueva ley.
Conozco poco de los detalles de este movimiento, pero su nombre y la historia de movimientos similares, junto con el contenido de lo que sigue, me dice que este sacerdote no está de acuerdo con las groseras tácticas de miedo y desinformación en tono apocalíptico que la Iglesia empleó para intentar que la ley no saliera. Lamentablemente, su discurso termina yendo hacia el lado opuesto. ¿“Un grupo ganó”? ¿Les tocará “a ellos” festejar?

La ley de matrimonio igualitario se puede leer en muchos planos. El más obvio es el de la letra y el procedimiento. El siguiente es el que casi todos han analizado, el que tiene que ver con el fin simbólico de una discriminación y el reconocimiento de la diversidad no sólo por la ley, sino por la sociedad que presenció y participó del debate. Uno más elevado, que no he visto tratado con claridad, es que se trata de un golpe más (y uno especialmente fuerte) a la idea de que la familia debe incluir personas de sexos opuestos como núcleo; y por encima de esto llegamos a la idea de que la sexualidad de cada uno debería dejar de ser significativa en nuestras relaciones sociales. Esto no quiere decir, claro está, que buscaremos pareja sin mirar de qué sexo es o cuál es su identidad sexual, sino que podríamos —en una sociedad más avanzada, menos sujeta a estructuras como las que esta ley ha comenzado a romper— prescindir de dividirnos según estos criterios, como prescindimos de dividirnos según nuestra comida favorita o nuestro estilo de vestir.

En una sociedad ideal como ésa, el colectivo LGBT que luchó por la ley desaparecería como tal, y resultaría ridículo hablar de aquel grupo que “ganó” contra otros. Claro que hoy no es ridículo, pero la verdad, sí es un poco chocante ver esta división entre nosotros y ellos viniendo de un grupo de sacerdotes progresistas, con los pies en la tierra y en contacto con lo más sufrido de nuestra sociedad. Es chocante porque de la Serna, al mismo tiempo que analiza la fallida táctica corporativa de la Iglesia, se identifica corporativamente con esa iglesia, se pone sutilmente del lado de los que perdieron. Los nombra en tercera persona, pero no oculta su decepción al no poder estar festejando con otros “ganadores”. Le duele haber perdido, lo cual indica que cree que habría podido ganar.
[N]o me parece que fuera la misma (aunque todos compartieran el rechazo a la ley) la opinión de Casaretto que la de Marino, la de Arancedo que la de Aguer. Creo que en el interno de la Iglesia jerárquica […] ganó la línea más dura, la que habló de “guerra”, de “kulturkampf” (lucha de culturas), la que lo planteó como una suerte de cruzada.
Veamos. Jorge Casaretto es el obispo de San Isidro y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, y dijo que el matrimonio gay “no es un matrimonio” y tratarlo “no es el principal problema de la Argentina”, aunque “eso no quiere decir que no se encuentren formas legales para proteger los derechos” de los homosexuales. Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata, dijo que los homosexuales son más promiscuos y violentos que los heterosexuales y que tienden más al suicidio, a la ansiedad y a consumir drogas. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe, dijo que “el matrimonio […] no es algo que provenga de la Iglesia, es la unidad del hombre y la mujer ordenado a la vida” y siendo esto así por definición no es discriminatorio negarse a llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo. Héctor Aguer, obispo de La Plata, dijo que el matrimonio para todos “es una ley inicua que altera el ordenamiento jurídico de la sociedad argentina” y que “sólo el 5 por ciento de las personas del mismo sexo que conviven quieren casarse y además esas uniones son sumamente inestables”.

De todo esto sacamos en limpio lo que dijo cada uno: Casaretto, una opinión tonta con ínfulas de verdad y un argumento falaz y trillado; Marino, una sarta de mentiras con base en estadísticas fraguadas; Arancedo, una burda mentira histórica y antropológica; y Aguer, una descalificación y algo que, de ser verdad (cosa dudosa) sería un non sequitur. Para mí la única diferencia es que Casaretto y Arancedo buscaron desviar la atención con subterfugios deshonestos, dejando a los homosexuales de lado, mientras que Marino y Aguer trataron de llamar la atención sobre lo malo y perverso de la homosexualidad, cosa que sólo lograron mintiendo.

Lo que no escuchamos en ningún caso fue a un jerarca eclesiástico corrigiendo o llamando al diálogo a otro. Y no lo escuchamos tampoco en este buen curita tercermundista, que a todas luces se lamenta por la falla de la estrategia discursiva de la Iglesia contra los derechos de los homosexuales y no por el contenido de las descalificaciones, distorsiones y mentiras a las que se recurrió.
Si la jerarquía pretendía que su posición tuviera un eco, que fuera recibida, ¿por qué no puso a sus mejores “cabezas” a expresar argumentos y razones, en lugar de repartir condenas y amenazas?
La pregunta tiene fácil respuesta: las mejores cabezas de la Iglesia expresaron argumentos y razones, y ni uno resistió el peso de la realidad. Las razones que no eran teológicas o de apelación a la tradición no sirvieron, porque no había argumentos válidos. Los homosexuales no son enfermos ni perversos; las parejas homosexuales pueden criar, y crían, hijos de uno u otro miembro o hijos adoptados, sin más ni menos inconvenientes que las parejas heterosexuales; las leyes de familia y otras que puedan entrar en conflicto con la nueva ley de matrimonio pueden adecuarse a tiempo, sin que el sistema legal se desmorone; el debate de la ley, que algunos denunciaron como demasiado rápido, fue precedido por un debate de años en otros foros. Por otra parte, el diálogo no sirve cuando una de las partes es, según su pretensión nunca ocultada, poseedora de la verdad única.
En lo personal no escuché argumentos fuera de lo estrictamente “eclesiástico” en contra de la ley, no hubo elementos jurídicos, sociológicos, psicológicos, culturales, antropológicos, etc. Creo que la Iglesia jerárquica sólo gritó más fuerte, ¡y perdió!
El sacerdote se equivoca. Hubo mucho de estudio jurídico, de sociología, de psicología y de antropología, de especulación sobre lo que significaría una ley así para nuestra cultura. Pero todo lo que vino del lado de la Iglesia estuvo teñido de mala intención y de distorsión, o fue un cúmulo de peticiones de principio y apelaciones a la tradición, a seguir con el statu quo idealizado de “familia = papá + mamá + hijos”. El debate se dio y perdieron, no por falta de argumentos académicos, sino porque al final de todo, no hay argumentos de prudencia que se sostengan ante la necesidad de reconocer un derecho civil a una minoría que lo busca.

Sí, Eduardo de la Serna representa lo mejor que la Iglesia puede mostrar. Sí, Eduardo de la Serna es uno de los pocos que se acercan a vivir el ideal evangélico, que no es el mejor pero es mejor que la vida hipócrita, de riqueza e influencia política de los líderes de su Iglesia. Pero si sigue creyendo en su corporación y prefiriendo su triunfo por sobre la alegría y la libertad de los individuos reales, de carne y hueso, que lo rodean, entonces se coloca él mismo del otro lado de la división que sus jerarcas trazaron.

viernes, 16 de julio de 2010

¡Matrimonio para todos!

La modificación del Código Civil para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo fue aprobada por el Senado argentino en la madrugada del día 15 de julio, con 33 votos a favor, 27 en contra y 3 abstenciones. Algunos senadores cambiaron su voto o se ausentaron de la sesión a último momento, por lo cual el resultado era incierto. El debate duró unas quince horas y se pudo ver íntegramente por televisión y en la web.

Afuera del Congreso, miles de manifestantes de agrupaciones políticas y LGBT esperaron durante toda la tarde y la noche, con ánimo de fiesta (amenizada por la música de Kevin Johansen y dibujos en vivo de Liniers), salvo por unos momentos de tensión cuando un grupúsculo de católicos se pusieron a rezar el rosario de espaldas a la multitud. Buscaban victimizarse y lamentablemente lo lograron, cuando algunos manifestantes perdieron la paciencia y empezaron a arrojarles naranjas; otros arrancaron una bandera que condenaba toda unión que no fuera la de hombre y mujer, y entonaban cánticos contra la Iglesia. La cosa no pasó a mayores.

Dentro del Congreso hubo un comienzo confuso y a los gritos por un conflicto reglamentario relativo al proyecto de unión civil, propuesto por un sector que se oponía al matrimonio de pleno derecho para los homosexuales pero no quería mostrarse como discriminador, y que había sido impugnado por el bloque kirchnerista. Después comenzó a hablar la presidenta de la comisión que emitió el dictamen en discusión, Liliana Negre de Alonso, una militante católica del Opus Dei. Negre presentó un ridículo video de diez minutos de duración, con música de fondo y clips de las audiencias públicas organizadas por ella en las provincias conservadoras del interior del país, y después de autocongratularse y agradecer a su equipo de producción procedió a hablar durante una hora más, a pesar de que sólo se le habían asignado 40 minutos. El video fue descalificado como “propaganda” por varios legisladores.

El debate continuó con altas y bajas hasta llegar al último de los 48 oradores. Yo vi apenas un par de horas al inicio y otros pedazos por la tarde y la noche, mientras seguía en Twitter el tema #matrimoniogay, que se volvió (para sorpresa de todo el mundo) trending topic cuando Ricky Martin lo recogió. Inútil sería tratar de resumirlo; otros han recogido las partes más interesantes de los discursos. Mi impresión (y admito completamente que es parcial y subjetiva) es que del lado de quienes querían aprobar la ley había, o bien una reflexión reciente y honesta sobre este tema específico que los había convencido de votar a favor, o bien un compromiso ideológico general previo, mientras que del otro lado no había mucho más que prejuicios e ignorancia, generalmente recubiertos por una estructura discursiva de tono legalista, apropiada pero en último término endeble, y a veces ni siquiera eso. Militantes fundamentalistas como Negre de Alonso fueron la excepción. Asistimos al penoso espectáculo de legisladores que basaban todo su discurso en preceptos bíblicos o en la engañosamente llamada “ley natural” defendida por la Iglesia, pero también al refrescante testimonio de que muchos de nuestros políticos, de todos los partidos, son capaces de pensar y de liberarse de los prejuicios con que indudablemente crecieron.

Cuando empecé a escribir sobre el matrimonio homosexual me disculpé, casi, por hacer de este tema político parte tan importante de un blog sobre religión. La verdad es que esa disculpa no tuvo sentido. A la hora de la acción, más allá de que existe homofobia y patriarcalismo entre ateos, agnósticos e indiferentes religiosos, fueron las grandes fuerzas religiosas de Argentina quienes convocaron a miles de personas y gastaron inmensas cantidades de dinero y tiempo para luchar contra los derechos de las parejas homosexuales. Sin el acicate de la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas fundamentalistas no hubiera habido esta convulsión nacional, ni hubiera surgido tanta basura ideológica y tanto odio de lo profundo de la sociedad argentina. Sin los “naranjitos” en la calle y en la web no nos hubiéramos enterado de las dimensiones que puede tomar la discriminación asumida como valor moral. Creo que eso les costó la batalla cultural y finalmente la ley; como dice Bruno Bimbi, la Iglesia fue la que declaró la guerra, y perdió.

lunes, 12 de julio de 2010

Apostasía: carta de lectores en La Capital

El diario La Capital publica hoy una carta de lectores que envié hace unos días con motivos de mi apostasía. Aquí está escaneada de la edición de papel. La titularon “Basta con una carta”.

sábado, 10 de julio de 2010

Y dale con el matrimonio gay

Matrimonio igualitario
Al acercarse el día del debate en el Senado por el matrimonio homosexual, hay tantas noticias sobre el tema que me ha resultado imposible seguirlas, comentarlas y al mismo tiempo sentarme a escribir sobre ellas. (Es mi opinión que poco sirve usar un blog para republicar noticias, sin comentarios ni análisis.) Como además me dediqué a incursionar en Twitter, mi tiempo online para dedicarlo a Alerta Religión se ha reducido aún más. Y si encima voy a un acto a favor del matrimonio gay y en vez de reseñarlo me dedico a pensar por escrito…

En fin. Trataré, aunque más no sea, de citar y resumir en pocas palabras lo que está ocurriendo.
  • Escuelas y universidades confesionales alientan a sus alumnos, incluidos los menores de edad, a discriminar. Véase por ejemplo el texto desinformativo y groseramente discriminatorio enviado a los alumnos del Colegio FASTA Ángel M. Boisdron, la incitación a faltar a clases para ir a una marcha contra el matrimonio gay de la Universidad Católica de La Plata, la chocante solicitud de firmas contra el proyecto a los padres a través de sus hijos en varias escuelas, y la oración contra los homosexuales que les han enseñado a los niños.
  • Los políticos que no participan directamente del debate legislativo no han expresado muchas opiniones, con elocuentes excepciones, como la toma de posición del gobernador Luis Gioja (San Juan), que decretó asueto administrativo en la provincia para aquellos que asistieran a una manifestación contra el matrimonio igualitario, y las declaraciones del gobernador Celso Jaque (Mendoza) donde se deja entrever que en la “gran familia” argentina no caben las parejas homosexuales.
  • La Iglesia Católica parece decidida a sobrepasarse a sí misma. El Cardenal Bergoglio, por ejemplo, dice que el proyecto de ley de matrimonio para todos y todas es una movida del demonio “para confundir y engañar a los hijos de Dios”. Y el arzobispo de La Rioja, Roberto Rodríguez, dijo que el país está “en medio de una guerra”.
  • A los naranjitos no les está yendo bien mediáticamente aquí en Rosario. Verónica Baró Graf, líder local del movimiento y asesora del arzobispado, hizo comentarios discriminatorios en un conocido programa de TV y luego habló de que los periodistas “están alimentando la hoguera y alguno va a morir en esto”, lo que le ganó un repudio del Sindicato de Prensa. El diario La Capital, que no se caracteriza por su progresismo, habló llanamente de Red Familia como de cruzados antimatrimonio gay.
  • A pesar de que la iniciativa de matrimonio igualitario fue impulsada por varios partidos minoritarios y sólo después logró apoyo del oficialismo, los diarios conservadores insisten en hablar de todo el asunto como un enfrentamiento entre el kirchnerismo y la Iglesia. La realidad es que el kirchnerismo dio “libertad de conciencia” a sus legisladores y ahora está teniendo que salir a tapar ese agujero, por donde varios se han ido escapando. La presidenta hizo su parte, elíptica pero claramente, en el acto por el Día de la Independencia; su esposo el ex-presidente fue más explícito. Ya se verá si estas tardías tomas de posición fueron útiles. Al menos los senadores K ya impugnaron los proyectos de unión civil, que todas las organizaciones GLBT ya calificaron como “de apartheid”.
Y hay más, mucho más, pero en resumen, tenemos un panorama acelerado. Es fácil y quizá pobre, argumentativamente, remarcar que la Iglesia Católica (y muchas iglesias evangélicas) nunca se habían movilizado de esta manera para pedir el fin del hambre o la pobreza, o para reclamar por un derecho de cualquier parte de la sociedad. Objetivamente sí es cierto que la Iglesia no había movilizado gente y dinero desde que se debatió la ley de divorcio vincular en 1987.

Sea cual sea el resultado, la Iglesia posee un capital intangible que esta reacción virulenta y llena de odio apenas disfrazado está erosionando. Este discurso radical obliga a tomar posición, y la gente la está tomando, al parecer, a favor de la diversidad. Ojalá que los legisladores escuchen.

    viernes, 9 de julio de 2010

    Monocromos vs. multicolores

    Matrimonio igualitario

    Matrimonio igualitario

    Matrimonio igualitario

    Matrimonio igualitario

    Matrimonio igualitario

    Ayer estuve en un acto a favor del matrimonio homosexual, o mejor dicho (porque aquí nos gusta hablar con propiedad), a favor del proyecto de ley de modificación del Código Civil que permitiría el matrimonio de parejas del mismo sexo en las mismas condiciones que las parejas heterosexuales. También visité, brevemente, el acampe del grupo Red Familia Rosario, que se ha colocado como referente de la oposición al proyecto.

    Si hay alguna diferencia notable a primera vista, y que a la vez resulte relevante en un análisis más profundo, es la del colorido. Red Familia Rosario, y todo el movimiento nacional contra los derechos civiles de los homosexuales, se ha hecho más o menos familiar a los rosarinos por su emblema color anaranjado, color que se reproduce en sus pecheras, en la tela de la carpa que montaron en nuestra céntrica Plaza Pringles, y hasta en los fondos de sus ridículos videítos de campaña en YouTube. El movimiento a favor de la diversidad y del matrimonio para todos, en cambio, lleva muchas banderas de distintos colores. Entre los “naranjitos”, al menos hacia afuera, hay total coincidencia: prácticamente todos son católicos tradicionales o evangélicos fundamentalistas, y todos consideran la diversidad sexual como una depravación o una enfermedad moral. Entre los que estamos del otro lado, hay posturas políticas ampliamente separadas, hay banderías y militancias que apuntan a diferentes aspectos del asunto, hay disensos sin duda; lo que los une (nos une) es precisamente la diversidad y la necesidad de protegernos de quienes quisieran hacer de todo este país un modelo idealizado de su pequeño, cuadrado, exclusivo paraíso.

    Es mucho más fácil unirse contra algo que unirse por algo. Esto lo sabe cualquier político, cualquier militar, cualquiera que haya tenido que organizar un movimiento y aunar voluntades: un enemigo común (incluso si es inventado) es una estrategia ganadora. Es mucho más fácil ir en la misma dirección que la tradición y que los prejuicios dominantes que ir en contra. Por eso no es difícil entender la cantidad de firmas reunidas por los “naranjitos” contra el derecho al matrimonio igualitario, firmas (en gran parte) de personas que no tienen idea de lo que implica firmar excepto que se trata de algo contra los gays; y por eso es casi increíble que tantas personas distintas se hayan podido unir, bajo distintas banderas, a favor de un derecho que hasta ahora a casi nadie se le había ocurrido discutir. Y digo distintas porque no todos son homosexuales ni militantes, y porque los homosexuales no son todos iguales, como los heterosexuales no somos todos iguales, ni los ateos, ni tan siquiera los católicos, los pentecostales, los luteranos, los judíos o los musulmanes. Ninguna persona se define por un solo rasgo de su personalidad, ni siquiera su orientación sexual o (en una sociedad tan religiosa como la nuestra) su religión o falta de ella.

    Los multicolores defensores del derecho al matrimonio para todas las parejas tenemos distintas identidades de género, orientaciones sexuales, religiones e ideologías, y no nos molesta; no las dejamos de lado, simplemente reconocemos que no son relevantes ahora. Los monocromos opositores al matrimonio igualitario, que también tienen esas diferencias, prefieren suprimirlas (¡y cuánto dolor habrá allí!) para presentarse con un discurso único, el discurso de la tradición y el orden establecido, el discurso de una visión de sociedad que nunca existió realmente, donde el hombre es a la vez padre, macho dominante, proveedor del hogar y cabeza de familia; donde la mujer es madre, hembra sumisa, cuidadora de los hijos y abnegada ama de casa; y donde los hijos crecen con las mismas expectativas que sus progenitores, felizmente apartados de la ambigüedad y la complejidad que nos dan nuestros cuerpos y nuestras mentes. (Esta sociedad nunca existió porque algo siempre se ha quebrado y  nada es tan sencillo.)

    Y bien, comencé pensando en reseñar una manifestación y terminé escribiendo un manifiesto. Así sopla el viento. Les he dejado algunas fotos. Mañana o más tarde pondré algunas de los naranjitos y quizá me despacharé un poco sobre ellos; ahora mismo, de buen humor, no voy a dedicarles más espacio a los ignorantes o a los fanáticos.

    martes, 6 de julio de 2010

    Oficina de Derechos Humanos de Rosario



    La Oficina de Derechos Humanos de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario ha tenido la gentileza de enlazar a Alerta Religión como sitio de interés en su blog. Rosario fue, hasta donde sé, la primera ciudad del país en tener una repartición administrativa municipal dedicada a los derechos humanos. Me siento muy honrado.

    domingo, 4 de julio de 2010

    Yo, apóstata

    Arzobispado de Rosario
    El 1º de julio pasado, un jueves húmedo, nublado y fresco, nos encontramos mi novia y yo frente a la sede del Arzobispado de Rosario, citados allí —documentos en mano— por el pro-notario de la arquidiócesis para ratificar nuestra apostasía. Una monja de mediana edad, regordeta, de hábito negro, nos abrió la puerta y nos hizo pasar a un hall pulcro y sobrio, de techo alto, con cuatro estatuas y un mural religioso.

    Evidentemente el asunto de la apostasía no es novedad pero tampoco una curiosidad; la religiosa entendió perfectamente de qué se trataba y sin titubear fue a avisar al notario. Unos diez minutos después salió un cura pelado, rosadito, de anteojos y escrupulosa sotana, que nos pidió que le diéramos nuestros DNI para ir confeccionando las actas. Se los llevó y volvió al rato; nos hizo pasar a otra gran sala y de ahí a una oficina, donde nos sentamos frente a él y escuchamos la lectura de un “acta de defección formal de la Iglesia Católica”, que detallaba las implicaciones de nuestro acto y dejaba en claro que lo habíamos hecho por voluntad propia, etc. Firma, aclaración, tipo y número de documento al pie, y listo: he tardado más pagando con tarjeta en el supermercado que condenándome (salvo inescrutable intervención divina) al infierno. De regalo nos llevamos una excomunión latæ sententiæ, vale decir, quedamos excomulgados sin necesidad de que ningún obispo lo declare, por el solo hecho de haber renunciado a la fe católica.

    Al día siguiente llegó a casa una cartita confirmando que “se ha mandado consignar en su partida de bautismo su abandono formal de la fe católica”. ¿Quién dice que los tiempos de la Iglesia son lentos?


    La fluida formalidad, esa límpida burocracia, la administratividad del proceso se me hizo graciosa, insatisfactoria. Fue un gran anticlímax. El acta de defección estaba correcta hasta en los puntos y las comas; no hubo en lo escrito ni en lo hablado una palabra fuera de lugar, un cuestionamiento, una sospecha, un anhelo. En broma puedo decir que esperaba monjitas agitadas y desmayadas, exhortaciones del cura en tono paternal, miradas de duro reproche, una entrada dramática del mismísimo arzobispo. No, la verdad que no. El pro-notario coronó esta plana tragicomedia diciéndonos, él a nosotros, “muchísimas gracias” (no sólo gracias sino muchísimas), lo cual tiene sentido sólo como un agradecimiento por disociar nuestras impías personas del seno de la Madre Iglesia, pero dudo que fuera ésa la idea.

    Hasta ahí la decepción, que no fue para tanto. Lo bueno es que el trámite fue eso, un trámite: se envía una carta al arzobispado, una semana después a más tardar el arzobispado lo cita a uno (en un horario complicado para muchos, eso sí); uno va el día que puede y se va media hora o 45 minutos después con la seguridad de que la Iglesia ya está avisada de su rechazo.

    Ahora falta el broche, que es la anotación en el libro de bautismos de mi parroquia y el correspondiente aviso al interesado, acompañado de una fotocopia del susodicho registro. Esto puede tomar una semana o un mes, pero es cuestión de tiempo.

    Así pues, el proceso es sencillo y, con la única excepción de que puede ser inconveniente ir un día laborable por la mañana a esperar por un tiempo indefinido a un funcionario, cualquiera puede comenzarlo y terminarlo rápidamente, sin gastos significativos, y sin escándalo.

    Lo que sigue es cuestión personal. El valor de la apostasía formal, además del activismo ejemplificado por la campaña de Apostasía Colectiva, es el de dar una oportunidad de charlar con familia, amigos y conocidos sobre un tema a la vez serio y trivial. Es trivial constatar que la mayor parte de nuestros contactos sociales son católicos sólo de nombre y que incluso los practicantes pasan por alto las doctrinas eclesiásticas más conflictivas. Es serio darse cuenta de que casi ninguno de ellos se considera responsable, en una mínima parte, de mantener a la Iglesia en el lugar privilegiado como grupo de presión donde se encuentra. Es trivial mostrar desacuerdo en una mesa con amigos; es serio no expresar ese desacuerdo donde importa.

    Para mí el proceso de apostasía ha estado cruzado por la ambigüedad. Por un lado uno quiere que todo vaya rápido y sin sobresaltos; por el otro, no quiere que pase desapercibido. “Me desbauticé” no es un comienzo muy potable para una conversación casual en el trabajo o con los amigos. Quienes tenemos un blog o un grupo grande de seguidores en una red social podemos compartir algo, pero no es lo mismo. Queremos que se sepa pero no podemos gritarlo a los cuatro vientos. Queremos que se lo tome como una pequeña pero importante contribución a una causa en la que creemos; no queremos que se tome como una agresión ni como un acto de rebeldía patético. Queremos, en resumen, que alguien nos pregunte con genuino interés por qué lo hicimos. Esto, que tan sencillo parece, está fuera del alcance intelectual y emocional de la mayoría de la gente (incluidos nosotros mismos, frente a otras circunstancias).

    Eso fue lo que le faltó a mi acto de apostasía formal. El amable funcionario de sotana no tenía interés alguno en saber qué movía a esas personas que tenía en frente a renunciar a la fe que (para él) es la única garantía de la salvación eterna. Aceptó nuestra defección, nuestra excomunión autoinfligida, sin ninguna pregunta. ¿Tendría alguna acaso, junto con instrucciones superiores de no indagar, de cerrar el tema con rapidez y delicadeza para no atraer un posible escándalo? ¿O estaba pensando en papeles, en llamados de teléfono por hacer y en la hora de salida? A la vez que tantos hábitos y sotanas, tantas vírgenes y cristos pintados remarcaban el carácter de la institución, el arzobispado me pareció un sitio de trabajo de escritorio, lento y aburrido; no un lugar desde donde se organiza la salvación de las almas sino el asiento de una estructura de meros signos y ritos. Una razón más para irme —pienso ahora— sin mirar atrás.

    sábado, 3 de julio de 2010

    ¿Ya cocinaste a Cristo hoy?

    ¡Hoy es el Día de Cocinar un Cristo! ¿Ya guisaste, horneaste, asaste o herviste al Hijo de Dios en este día?

    El Día de Cocinar un Cristo (o Día de Todos-Cocinemos-a-Cristo, Everybody Bake Jesus Day) surgió hace poco como una iniciativa contra las leyes que penalizan la blasfemia, la crítica mordaz a la religión o la burla a los sentimientos religiosos. Me plagio a mí mismo para explicar:
    Resulta que el cantautor español Javier Krahe grabó, en 1978, un corto video satírico donde mostraba “cómo cocinar un Cristo para dos personas”. En 2005 algunos fotogramas del video fueron utilizado como fondo para una entrevista a Krahe emitida por el programa Lo+Plus, de Canal+. Eso bastó para que una organización integrista católica demandara a Krahe por “atentar contra los sentimientos religiosos”, un delito según la ley española, solicitando una multa de €192.000.
    Mi compañera y yo decidimos lanzarnos a la tarea haciendo un “Cristo de jengibre”. Como yo no tengo mucha mano para la repostería, colaboré apenas en el trazado de la figura (y la aureola también fue idea mía). Mi compañera amasó, extendió la masa y la vigiló para que no se pasara. Hicimos al Hijo de Dios y su cruz; lo que sobró fue destinado a unas hostias profanas.


    Jesús quedó un poco mantecoso para nuestro gusto, pero se dejaba comer (con mermelada de frutilla). El cabello, los ojos y la barba, al igual que los clavos, fueron de chocolate.


    Ahora a lo serio. Blasfemar puede ser la forma en que uno expresa su enojo; burlarse groseramente de la religión del prójimo puede ser el pasatiempo de cualquier idiota o de personas genuina y justificadamente molestas. El propósito de este ejercicio de blasfemia no es reivindicarla ni tampoco divertirse (aunque algo de eso hubo en nuestro caso). Mi léxico habitual no incluye blasfemias, y no tengo por costumbre tomarme el trabajo de escandalizar a los creyentes profanando imágenes. Pero si así fuera, está claro que no merecería ser multado con miles de euros. Que hablen de mí, que me califiquen como un maleducado o un tonto: a eso está expuesto cualquiera que se exprese, y así debe ser.

    Y hay que tener en cuenta que la blasfemia y la burla a la religión están en el ojo de quien las ve. A Javier Krahe le ha caído una multa por un videíto de menos de un minuto filmado en 1978, sólo porque a unos beatos con abogados se les ocurrió rebuscar y desenterrar el video burlón y la vetusta ley que lo castiga. Cualquier cosa puede ser considerada ofensiva para los sentimientos religiosos de alguien, si ese alguien se lo propone y si el juez encargado de decidir es suficientemente puritano o influenciable. Por eso las ofensas a los sentimientos, la burla a las ideas y los ataques a las creencias y doctrinas de cualquier tipo no pueden ser sujetos de ley. Las leyes contra la blasfemia y la ofensa son una herramienta peligrosísima y una amenaza a la libertad de expresión de todos.

    jueves, 1 de julio de 2010

    Marcha cristiana anti-homosexual en Pergamino (A197)

    La ciudad de Pergamino fue recientemente escenario de una de las tantas marchas contra el matrimonio homosexual que se vienen sucediendo en distintos lugares a medida que se acerca el 14 de julio, fecha en la que el Senado aprobará, si todo sigue como hasta ahora, el proyecto que corrige la discriminación del Código Civil. Y tuvimos la suerte de que alguien estuviera allí e hiciera (o más bien dejara) hablar a algunos de los cavernícolas que participaron.



    El video es del programa Contratapa, producido y conducido por el psicólogo Ismael Rossi, quien lo hizo llegar a la página de Alerta Religión en Facebook. Contratapa se emite por Canal 4 de Pergamino y fue galardonado con el CADUCEO 2009 como mejor programa de interés general de la provincia de Buenos Aires.

    Es difícil sintetizar en pocas palabras lo que surge de los manifestantes anti-gays. Decir que se trata de fundamentalistas sería darles demasiado crédito. Los entrevistados dan la impresión, más que de fanáticos furiosos, de simplones, ignorantes y provincianos, en el sentido figurativo de la palabra: gente que nunca ha mirado más allá de sus narices y que no tiene idea de la diversidad del mundo exterior salvo como una vaga neblina amenazante.

    Si no se tratara de gente con cierto poder de convocatoria y que vota, creo que darían lástima. Es probable, es seguro que entre los hijos, sobrinos, nietos, hermanos de estas patéticas personas haya homosexuales y bisexuales, ateos y agnósticos, feministas, gente de religiones distintas a ese cristianismo pedestre y medieval, gente que haya meditado y se haya diferenciado, siquiera en su pensamiento, de las apolilladas abstracciones tradicionales que forman la estructura mental de sus parientes. Lo lamentable es que, en el ambiente en que viven, esas personas están destinadas a sufrir en silencio o a verse señaladas y juzgadas si se revelan y rebelan.