domingo, 28 de noviembre de 2010

Por Radio Orillas, hablando de religión

El pasado 19 de noviembre estuve en el programa que la agrupación Orillas tiene en FM AZ, invitado para hablar sobre temas religiosos de actualidad: el proyecto para quitar los símbolos religiosos de los espacios estatales en Santa Fe, de la diputada provincial Alicia Gutiérrez, y la ley de “libertad religiosa” impulsada por la diputada nacional Cynthia Hotton. Como estos temas inevitablemente llevan a otros y además los chicos (Ezequiel Del Bianco y Federico Fuhrmann) me concedieron amplio margen para la digresión y el comentario al margen (por no decir divagación), temo que finalmente casi todo el programa —una hora, menos cortes musicales— giró en torno a la religión.

Ayer Ezequiel (que es el autor de Proyecto Sandía y Alerta Pseudociencias) me pasó el audio del programa, y yo quiero compartirlo con ustedes. El archivo de audio se puede bajar o escuchar online.


Algunas de las cosas que se mencionaron en el programa fueron:
Que lo disfruten.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

martes, 23 de noviembre de 2010

¿En qué creemos los argentinos?

Vi este programa y quería compartirlo con ustedes (lo anuncié por Facebook y por Twitter pero no todos pudieron verlo). Salió por el canal TN el pasado domingo 21. Se llama “Argentina para armar” y es un ciclo semanal que conduce María Laura Santillán. El tema era “¿En qué creemos los argentinos?”. Los invitados fueron:
El programa no fue (no podía ser) de muy alto vuelo, pero a pesar de su planteamiento simplón surgieron unas cuantas perlas de interés, como la diferencia entre las cuestiones elevadas de la fe y las necesidades de consuelo y contención cotidianas de la gente, el significado del dolor y el descubrimiento de la finitud humana, el rol de la ciencia como reemplazo de la religión, etc. De los invitados el que más me gustó fue Mujica, con quien estoy absolutamente en desacuerdo (¡encima de católico, posmoderno!) pero que supo explicar muy bien lo que quería decir. El que menos me gustó fue Hunzicker, que parecía nunca poder llegar al punto que quería remarcar, y sólo dejó en claro que para él el sufrimiento no puede ni debe ser suprimido porque es parte de la esencia del ser humano. Oesterheld estuvo particularmente repugnante cuando, respondiendo a los cuestionamientos de Mallimaci sobre los escándalos de pederastia que envuelven a la Iglesia (y otros notorios episodios), se regodeó en el hecho de que a pesar de todo la gente común sigue creyendo en los curas, yendo a procesiones y rezándole a sus santos. Frigerio tuvo una participación más bien explicativa, al igual que Sztajnszrajber, al que confundí con un creyente posmoderno por sus disquisiciones sobre lo que Dios es o no es.

María Laura Santillán estaba absolutamente sobrepasada pero lo manejó bien, dejando que los invitados hablaran entre ellos con pocas interrupciones.

Recomiendo verlo con calma y después, si quieren, lo debatimos aquí.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Marjoe

Marjoe es un documental del año 1972 sobre el “niño predicador” Marjoe Gortner y su trayectoria adulta como estafador de crédulos fervorosos. Es alucinante y bastante doloroso, si uno lo piensa bien. Vale la pena verlo.

No los aburriré con detalles biográficos que pueden leer en otra parte. Basta decir que Marjoe (un nombre ensamblado a partir de Mary y Joseph, es decir María y José) fue obligado a “predicar” desde los cuatro años, repitiendo sermones furibundos y gestos histriónicos ante congregaciones pentecostales, por una madre que en ocasiones lo sofocaba con una almohada o le metía la cabeza bajo el agua para motivarlo sin dejarle las marcas que una golpiza sí dejaría. De adolescente Marjoe dejó el negocio, pero volvió más tarde, de adulto, recorriendo los estados sureños de Estados Unidos con un mensaje de condenación y salvación en el cual no creía en lo más mínimo. Y así por dos años, hasta que no pudo más con su conciencia.

Lo que hace distinto este documental es que los realizadores encontraron a Marjoe Gortner en el preciso momento en que se replanteaba por enésima vez abandonar la predicación, y éste decidió mostrarles los secretos más oscuros del arte del pastoreo de almas crédulas, con una franqueza y un cinismo que puede helar la sangre a más de uno. Lo que hizo, sin comunicarle ni siquiera a su padre su decisión, fue darle permiso al grupo de filmación para que filmara toda su última gira de evangelización: no sólo las celebraciones, sino lo de después: Marjoe y su socio contando entre risas el dinero esquilmado a los fieles; Marjoe confesando que no cree en absolutamente nada de lo que predica mientras repite sin esfuerzo visible sus paroxismos escénicos de adoración a Jesús; Marjoe explicando a los documentaristas cómo funciona el engaño de las sanaciones (“el 99% es psicosomático”); Marjoe contando cómo le hubiera gustado ser una estrella de rock y cómo copia los movimientos de Mick Jagger cuando predica…


Marjoe Gortner (o al menos el Marjoe de la película) es una persona sorprendente: un niño prodigio al que sus padres utilizaron de la peor manera y que, increíblemente, no les guarda rencor. Uno espera, en cualquier momento del documental, que la filmación termine abruptamente con una noticia trágica. Pero Marjoe siempre sonríe. Rehace su vida, es feliz con una mujer, y ni siquiera el hecho de que ha pasado los últimos dos años estafando a miles de personas y que no le importe mostrarlo en cámara nos hace odiarlo. Sabe que ha hecho cosas malas pero no se considera un malvado, y va a dejarlo. Quizá no le importe tanto reírse de toda la gente a la que ha estafado porque en el fondo se está riendo de sí mismo, de su infancia perdida y de dos años de doble vida pasados en rutas y hoteles, actuando como un payaso en un circo religioso.


El documental tiene casi 40 años y poco ha cambiado en las congregaciones pentecostales de Estados Unidos, aparte de los Cadillacs, los peinados al spray y las camisas inverosímiles. Eso sí que no es para risa.

Marjoe fue producido y dirigido por Howard Smith y Sarah Kernochan en 1972, y ganó el Oscar a la Mejor Película Documental en 1973. Se puede ver online en Google Video (The Story of Marjoe) y se consigue desde BitTorrent. No hay subtítulos, que yo sepa, en ningún idioma. Para más datos: Marjoe en la Internet Movie Database; Marjoe en Wikipedia (en inglés).

sábado, 20 de noviembre de 2010

Jesús, ese gran hombre

Hay muchas personas que dicen creer en Dios pero no en la Iglesia (o bien dicen que Dios no tiene nada que ver con ninguna religión). Paralelamente hay una especie de fans de Jesús que quieren rescatar las partes buenas de lo que supuestamente dijo, olvidando todo lo demás, y concediéndole un cómodo status de gurú y líder moral multicultural al lado de Buda o algún filósofo. Pero C. S. Lewis lo tenía todo muy claro. Jesús no practicaba la humildad que predicaba; se comportaba como quien es Dios y lo sabe:
… Intento con esto impedir que alguien diga la auténtica estupidez que algunos dicen acerca de Él: “Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de que era Dios.” Eso es precisamente lo que no debemos decir. Un hombre que fue meramente un hombre y que dijo las cosas que dijo Jesús no sería un gran maestro moral. Sería un lunático —en el mismo nivel del hombre que dice ser un huevo escalfado— o si no sería el mismísimo demonio. Tenéis que escoger. O ese hombre era, y es, el Hijo de Dios, o era un loco o alguno mucho peor. Podéis hacerle callar por necio, podéis escupirle y matarle como si fuese un demonio, o podéis caer a sus pies y llamarlo Dios y Señor. Pero no salgamos ahora con insensateces paternalistas acerca de que fue un gran maestro moral.
Christopher Hitchens cita este pasaje de Mero cristianismo en God Is Not Great (me rehúso a la blandengue traducción “Dios no es bueno” con que fue editado en español), como reconocimiento para la honestidad intelectual (sobre este punto particular) de Lewis, que, por si no lo conocían, es considerado el más importante apologista cristiano y católico de los tiempos modernos (además del autor de la alegoría cristiana para niños llamada Las crónicas de Narnia).

Obviamente Hitchens no acepta la opción de considerar a Jesús una manifestación sobrenatural, sea del creador del universo o de su archienemigo. Una versión similar de estas alternativas, también planteada por C. S. Lewis, es la conocida como trilema de Lewis, según el cual Jesús debió ser un lunático (que se creía Dios), un mentiroso (que fingía ser Dios) o bien Dios. Existe también la posibilidad, no admitida por Lewis, de que Jesús nunca haya existido o que no haya dicho ni hecho casi nada de lo que se le atribuye, es decir, que sea una figura mitológica. Esta última me parece a mí la más probable, dados el tiempo y la forma en que sabemos que se escribieron los libros del Nuevo Testamento.

martes, 16 de noviembre de 2010

Laicismo agresivo, ahora en Argentina (A214)

La Iglesia Católica está viviendo un ataque furibundo de las oscuras fuerzas del laicismo radical en Argentina. Miren si no:
Los signos de los tiempos son clarísimos. El laicismo agresivo ha sacado las garras, y mirando a nuestro pobre país uno no puede sino recordar aquel triste día de 1955 en que los grupos de choque laico-progres y zurdo-secularistas, siguiendo la infame bandera del totalitarismo relativista, hicieron lo mismo que estos leguleyos quieren hacerle ahora a nuestra Santa Madre.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Embriones: ¿productos o personas? (A213)

Una pareja peruana va a demandar a una clínica de fertilidad asistida porque la mujer fue madre de una niña con síndrome de Down y una serie de otros desórdenes genéticos que, en teoría, deberían haber sido detectados antes de implantarle el embrión en cuestión. El padre justificó la demanda ante la prensa clamando: “¿Cómo se sentiría si le dieran un producto fallado?”.

La desafortunada frase cayó como anillo al dedo para las agencias de desinformación católica ansiosas por demostrar que la fecundación in vitro es inmoral, no sólo porque involucra seleccionar y desechar embriones, sino porque transforma al ser humano en un producto. Gloria Adaniya, de la organización “pro-vida y familia” CEPROFARENA, dijo:
“Nadie puede diseñar un tipo de bebé porque no se está hablando de objetos sino de vidas humanas. El ser humano, es un regalo de Dios y es un regalo del matrimonio, y no estamos en condiciones de estar eligiendo cómo debe ser.”
(Les dejo un momento para leer y saborear bien el oscurantismo fanático de esta contundente declaración, que tira por la borda siglos de medicina y ética en favor de un fetichismo salvaje como lo es la teología.)

La frase sobre el “producto fallado” se le puede perdonar al padre por tratarse de un momento de ofuscación, pero queda la pregunta. ¿Un ser humano puede ser tratado como un producto? La respuesta no se puede dar si no nos paramos antes a definir términos y marcar límites.

Hay una postura esencialista, generalmente proveniente de dogmas religiosos pero también posible fuera de ellos, que mantiene que hay una esencia abstracta, una humanidad, que se encuentra en cada uno de nosotros y que preexiste a la autoconsciencia y a la formación del cuerpo físico. Para los cristianos, la persona existe desde la concepción —obviando la dificultad de decidir cuándo es eso, ya que se trata de un proceso y no de un instante discreto— y además es querida por Dios desde el principio. Hay una postura contraria, a la que suscribo y que es probablemente la de la mayoría de los no creyentes, que mantiene que no hay tal esencia humana abstracta sino que la persona se va construyendo gradualmente según las leyes conocidas de la física y la química y los procesos habituales, complicados pero más o menos bien descriptos, de la biología. En general los defensores de esta postura creemos que un embrión humano no es una persona y puede ser manipulado y destruido como casi cualquier otro conjunto de células; la personalidad, la humanidad, está en él sólo en potencia y no preexiste a la formación de un cuerpo humano viable y de la autoconsciencia que nos distingue del resto del reino animal.

La postura esencialista es una creencia incomprobada e incomprobable. La otra postura no es su opuesta sino más bien su antecesora prudente. Es sencillo comprobar que un embrión no tiene ninguna de las características que asignamos (y por las que distinguimos) a las personas. No tiene sentidos ni consciencia de sí, no tiene órganos diferenciados, no tiene un cerebro desarrollado y en funciones, no tiene voluntad. Tiene un determinado ADN y una tendencia fisicoquímica a determinados cambios que, con cierta probabilidad, lo llevarán en un futuro a transformarse en una persona. Esta última característica (su orientación hacia un “objetivo” final identificable como una persona humana) es condición necesaria, aunque de ninguna manera suficiente, para que la idea esencialista pueda plantearse. Si un embrión “humano” pudiera transformarse en cualquier cosa, la idea de que un embrión es (esencialmente o metafísicamente) una persona desde la concepción sería ridícula.

Pero lo cierto es que un embrión sí puede transformarse en cualquier cosa, y de hecho lo hace: se transforma en seres humanos completamente distintos uno de otro (o bien, con frecuencia, muere antes). No hay una manera “científica” de determinar si un organismo dado es un ser humano; no hay un molde fijo, no hay un “ADN humano”. Cada uno de nosotros es distinto de los demás a nivel genético. Nos reconocemos unos a otros como personas por aproximación, no por el vislumbre de una esencia —no quiero decir alma— innata a la humanidad. Nuestro ADN es similar, no igual, al de nuestros congéneres, pero también es similar al de los chimpancés, el de los gorilas, el de los orangutanes y el de los lirios del campo y el de las sanguijuelas, si bien en distinto grado; nuestra autoidentificación como especie es difusa, de índole estadística. Sólo el Homo sapiens ha sobrevivido en la Tierra de las muchas razas de homínidos que la han surcado incluso hasta tiempos geológicamente recientes; si hubieran sobrevivido, este fácil esencialismo no las tendría tan fáciles.

Todo lo anterior es, desde luego, una blasfemia del más alto orden contra la doctrina judeocristiana de la Creación, y una de las razones por las cuales se puede argumentar que la teoría de la evolución no es aceptada, no puede ser aceptada plenamente por ningún creyente de esa doctrina. Si el hombre no es especial y distinto esencialmente  —no por la mera contingencia biológica— entonces Dios sólo ha elegido a un animal inteligente para Su Plan.

Esto viene a cuento de que el padre ofuscado porque su bebé nació con síndrome de Down no está equivocado. El “producto fallado” que le dieron no es el bebé, sino el embrión del cual se originó. Y es un producto porque no es esencialmente distinto (ni morfológicamente muy distinto, al microscopio) del embrión creado por fecundación artificial de un caballo o de una rana. Es un producto porque no es una persona, excepto para aquellos que definen persona como cualquier cosa que surja de la unión de un óvulo y un espermatozoide humanos. Deja de ser un producto cuando podemos reconocerlo como uno de nosotros, incluso aunque no esté del todo desarrollado. Un chimpancé adulto tiene muchas más características de persona humana que un embrión humano; recurrir, como hacen los pseudocientíficos católicos, a la semejanza del ADN, los hace culpables del reduccionismo vulgar que ellos mismos suelen denunciar. Una persona no lo es porque su ADN sea parecido al de las otras personas (y pasemos por alto la definición circular inherente aquí) sino por otros rasgos, más variados y más flexibles, que lo hacen similar a nosotros, a los que ya sabemos que somos personas. Con la paradójica postura esencialista-reduccionista de los católicos, llegamos al absurdo de que se considere una persona de pleno derecho a un organismo que no tiene cerebro ni sentidos funcionales, mientras que un organismo con la inteligencia de un niño de tres años, clara voluntad propia y muy posiblemente una autoconsciencia queda en pie de igualdad, a nivel legal y ético, con un mosquito.

Los padres de la niña a los que hace referencia la nota no pretenden que ella sea menos que una persona, o una persona fallada. Lo que dicen es que la clínica de fertilidad les dio un embrión con fallas en sus genes, entendiéndose por fallas a desviaciones de la norma que entran en el terreno de lo patológico, y que podrían haber sido previstas. (La clínica dice que se les ofrecieron los tests de rutina y no los aceptaron; la madre dice que nunca les ofrecieron nada: una disputa legal que no vamos a dilucidar aquí.) En nuestra sociedad consideramos personas de pleno derecho, a priori, a quienes tienen síndrome de Down (si su condición no les permite manejarse solos, tendrán un tutor, igual que cualquier otra persona en esa situación). No consideramos personas a los embriones en ningún sentido excepto —en casi toda América Latina— por la prohibición de destruir un embrión ya implantado en el útero. Equiparar una cosa con otra es un engaño y una apelación emocional de lo más ruin, y usarlo como propaganda para una visión del mundo oscurantista y antihumana es quizá la peor falta de respeto a la verdadera dignidad de la persona.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los cátaros - La herejía perfecta (parte 3)

Termino aquí con la reseña del libro Los cátaros, de Stephen O’Shea.

Gregorio IX
La Inquisición, creada en 1184 antes para perseguir precisamente a cátaros, valdenses y otros herejes, no había sido eficaz bajo el control de los obispos, por desidia o connivencia de los mismos. En 1233 el Papa Gregorio IX tomó la trascendental decisión que hace aún más significativa la triste historia de los cátaros: recreó la Inquisición en la forma de un tribunal eclesiástico independiente, sólo responsable ante el pontífice, con amplios poderes. Los primeros tres inquisidores papales fueron enviados a Tolosa, Albi y Carcasona.

O’Shea narra un grotesco episodio casi inaugural de la institución inquisitorial, en el cual una mujer moribunda pidió recibir la bendición de un perfecto y fue delatada a Raymond du Fauga, dominico y obispo de Tolosa, que acababa de decir misa. Era el 5 de agosto de 1234, precisamente fiesta de Santo Domingo. El obispo fue a la casa de la mujer, haciéndose pasar por hombre santo cátaro, y la incitó a confesar su fe, cosa que ésta, confundida, hizo sin dudar. Du Fauga la juzgó hereje y, como no podía caminar, la hizo atar a la cama; la llevaron frente a la catedral y de ahí fuera de la ciudad, donde la ataron a una estaca y la quemaron viva. Tras esto volvieron y, luego de dar gracias a Santo Domingo, almorzaron con ganas. (El cronista, para quien lo dude, era un monje dominico.)

Los inquisidores exigían que los acusados nombraran a su vez a una cierta cantidad de personas como cómplices. Cuando los herejes comenzaron a nombrar a correligionarios ya muertos, los inquisidores adoptaron la costumbre de desenterrar los cadáveres para quemarlos en público, y en ocasiones quemar la casa que había ocupado el muerto, incluso si estaba ocupada.

La confianza se quebró; no había nada más fácil para arruinar a un enemigo que acusarlo ante la Inquisición, cuyos representantes eran investigadores, jueces, fiscales y jurado a la vez, y que tenían incluso la facultad de confiscar bienes y desheredar a los parientes de los condenados. Había inquisidores más escrupulosos, que se preocupaban por no condenar a inocentes, pero el sistema fomentaba la corrupción y atraía, naturalmente, a psicópatas de toda calaña.

Monolito de Montségur
El Languedoc nunca recobraría su prosperidad; arruinado por la guerra y el pillaje, se arruinó aún más por la destrucción de su trama social, y quedó manchado como nido de herejes. Su fiero independentismo dio paso al sometimiento; incluso la lengua occitana —parienta cercana del catalán y del provenzal— quedó desprestigiada y cedió ante el avance del francés de los cruzados.

La historia de los cátaros comienza su final con el sitio de la ciudadela montañesa de Montségur, donde se habían refugiado históricamente los líderes cátaros. El sitio duró meses, en medio de un invierno crudísimo. Cuando terminó, en marzo de 1244, ninguno de los doscientos perfectos que había allí aceptaron retractarse de sus creencias, y fueron quemados vivos, junto con veintiún conversos que habían pedido recibir el consolamentum a última hora.

A partir de allí todo fue cuesta abajo. Una bula papal de 1252 autorizó el uso de la tortura para obtener confesiones. La Inquisición se amplió y se reforzó en Italia, donde habían huido muchos cátaros y simpatizantes. Algunos perfectos se convirtieron al catolicismo y traicionaron a sus antiguos seguidores. El último perfecto conocido, un pintoresco personaje llamado Guillaume Bélibaste, fue quemado en 1321.

El libro de O’Shea cierra con un recorrido por “el país cátaro”, transformado en atracción turística y (gracias a malos historiadores y a la imaginación descontrolada) fuente de mitos absurdos, que recuerdan a las historias esotéricas sobre masones o caballeros templarios, y de emulaciones ridículas de parte de hippies y neopaganos. La contratapa de mi edición no se queda atrás, pintando a los cátaros como seres espirituales, feministas y partidarios del amor libre. O’Shea mismo es parcial a los cátaros, aunque no es difícil ser parcial hacia personas cuyo único crimen fue pensar distinto y cuyo castigo inmerecido fue la espada o la hoguera.

Pero O’Shea, a pesar de su toma de partido y su visión algo nostálgica, no se engaña ni nos engaña. Las fuentes están todas allí, las controversias están expuestas, los fallos y delitos plenamente humanos de herejes y ortodoxos no se excusan ni se disimulan. La herejía perfecta no cae nunca en las tentaciones de la novela histórica, y sin embargo, en virtud de su veracidad, logra ser apasionante.

martes, 9 de noviembre de 2010

Los cátaros - La herejía perfecta (parte 2)

Continúo la reseña del libro Los cátaros, de Stephen O’Shea.

La historia de los cátaros es, sobre todo, la historia de su destrucción. A partir de las implicaciones de su doctrina uno podría imaginar por qué la Iglesia decidió terminar con ellos, sin tener que achacárselo exclusivamente a la intolerancia dogmática: los cátaros eran subversivos del orden establecido. No obstante, incluso este abogado del diablo tiene que atender razones. Un hilo conductor recorre la narración que hace O’Shea: una progresión casi constante que comienza con un territorio pacífico, próspero, orgulloso de sus raíces locales, diverso y tolerante, y termina con una tierra devastada, sometida a la indignidad, a un poder extranjero y a la intolerancia y el terror.

Este escenario principal es el Languedoc, región situada al suroeste de la actual Francia, limitada por el litoral mediterráneo, los Pirineos y la región de Provenza. Gobernado por una complicada red de señores feudales, el Languedoc tenía más lazos culturales con sus vecinos de Aragón y Cataluña que con el reino francés, gobernado por los Capetos y confinado más o menos a la moderna Île de France.

A fines del siglo XII los señores del Languedoc venían desoyendo desde hacía tiempo las admoniciones papales sobre los herejes (y provocaban escándalo también tolerando que los judíos tuvieran propiedades y emplearan a cristianos). El Papa Inocencio III resolvió hacer valer el poder de la Iglesia ante el avance de la sociedad burguesa y de los incipientes estados nacionales; entre muchas otras operaciones políticas, autorizó la prédica de Domingo de Guzmán (quien luego sería Santo Domingo) y envió legados (representantes plenipotenciarios) a los feudos del Languedoc para luchar dialécticamente contra los herejes y a la vez incentivar su persecución legal por parte de los señores locales. Pero ninguno de ellos, empezando por el más importante, el conde Raimundo VI de Tolosa, mostró interés. En 1208 fue asesinado uno de los legados, Pierre de Castelnau, en circunstancias dudosas. Inocencio III decretó entonces la llamada Cruzada Albigense (por el nombre de Albi, ciudad del Languedoc notoria por su tolerancia a los herejes).

La cruzada apenas merecía ese nombre: se trataba de nobles cristianos (mayormente vasallos de Felipe II de Francia) atacando el territorio de otros nobles cristianos, poblado en su inmensa mayoría por cristianos completamente ortodoxos. El primer gran enfrentamiento fue el infame asalto a la ciudad de Béziers. La tradición cuenta que, al preguntársele —antes de atacar— al legado papal Arnaud Amaury cómo diferenciar a los cristianos ortodoxos de los herejes, el mismo respondió “Mátenlos a todos. Dios reconocerá a los suyos.” La tremebunda frase ha sido puesta en duda por los apologistas católicos que achacan toda revelación de crueldad eclesiástica medieval a una “leyenda negra”, aunque es de notar que quien con toda probabilidad inventó la frase, un monje cisterciense, era un cronista favorable a la cruzada que nada tenía que ganar difamando a Amaury. En todo caso, como dijo O’Shea, el legado del Vicario de Cristo no hizo nada, que sepamos, para evitar la masacre que siguió, en la cual murieron entre quince y veinte mil personas, incluyendo unas mil que se habían refugiado aterrados en la iglesia de Santa María Magdalena. Los cruzados mataron indiscriminadamente (como el legado relató luego con aprobación al Papa en una carta) a jóvenes y ancianos, hombres, mujeres y niños, la mayoría católicos y por supuesto no combatientes, y luego saquearon e incendiaron la ciudad.

Béziers

A continuación de Béziers siguió el sitio de Carcasona, ciudad fortificada bajo el gobierno del conde Raymond Roger de Trencavel. El rey Pedro II de Aragón, de quien Trencavel era vasallo, se hizo presente para negociar y se retiró con las manos vacías. Los habitantes de Carcasona tuvieron mejor suerte que los de Béziers: se los obligó a abandonar la ciudad, a pie y sin llevar nada encima excepto la ropa que tenían puesta. Otras ciudades fueron cayendo. En Bram, los cruzados aceptaron la rendición y luego le arrancaron los ojos y les cortaron las narices a sus cien defensores, a los que expulsaron al campo guiados por uno de ellos (al que sólo habían dejado tuerto). En Minerve, luego de un largo asedio, hicieron salir a los 140 perfectos cátaros que se habían refugiado allí y los quemaron vivos todos juntos. En Lavaur, frente a la ciudad derrotada, quemaron vivos a cuatrocientos cátaros mientras el obispo de Tolosa hacía cantar un Te Deum.

La cruzada continuó con idas y venidas, traiciones y ruindades, que no caben relatar aquí. Los condados del Languedoc fueron sometidos y liberados varias veces. En 1229 Raimundo VII, hijo del anterior conde, se vio obligado a firmar un tratado que ponía todas sus tierras en manos del rey de Francia y a humillarse siendo azotado públicamente en la recién construida catedral de Notre-Dame.

Continuará…

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los cátaros - La herejía perfecta (parte 1)

Los cátaros, de Stephen O’Shea, es un librito fascinante sobre la creencia dualista que floreció en el suroeste de Francia en la segunda mitad del siglo XII y el comienzo del siglo XIII.

El subtítulo (La herejía perfecta) refiere al título con que sus enemigos designaron a los creyentes más comprometidos; no significa aquí inmejorable o infinitamente bueno, sino completo, terminado (en el mismo sentido técnico en que se usa al decir “pretérito perfecto” para designar una acción finalizada). Perfectos eran aquellos cátaros que habían recibido de algún otro el consolamentum, especie de sacramento, y que habían adoptado la forma de vida cátara en su plenitud, comprometiéndose a ayunar con frecuencia y privándose voluntariamente de consumir carne y de tener relaciones sexuales, entre otras formas de ascesis. Para los encargados de juzgar y condenar la herejía, eran “herejes perfectos”, completos, a los que no les cabía la misericordia que se podía conceder a los meros simpatizantes. Estos últimos, los credentes, eran mucho más numerosos.

Ni perfecti ni credentes utilizaban esos nombres para referirse a sí mismos, ni tampoco la denominación de “cátaros”, que según la etimología tradicional proviene del griego καθαρός (katharós), “puro”, aunque es plausible que se relacione con el latín cattus “gato” o alguno de sus derivados romances; a los cátaros, como a las brujas, se los asociaba con el gato como símbolo del demonio o como parte de ceremonias obscenas.

En algún sentido se puede especular que la herejía cátara en realidad no era tal, puesto que se alejaba tanto de la ortodoxia que en realidad podría ser una religión distinta. Los cátaros creían que el mundo material había sido creado por un demiurgo o dios malvado; la Tierra era así el único verdadero infierno. El Dios bueno habitaba en el cielo, al que sólo podían llegar los espíritus de los hombres que lograran desprenderse de los deseos carnales. Los perfectos, si mantenían ese estado, podrían al morir evadirse de la prisión del cuerpo y del mundo material; los demás estaban condenados a reencarnarse una y otra vez. El dualismo o maniqueísmo (creer en dos dioses opuestos) era tan herético como la creencia en la reencarnación, pero además los cátaros consideraban:
  1. Que el consolamentum (que transmitía el estado de perfección) sólo valía en tanto el perfecto que lo administrara fuera moralmente correcto (donatismo);
  2. Que el cuerpo de Jesús crucificado no había sido real, sino una mera apariencia o ilusión (docetismo);
  3.  Que Cristo era un espíritu puro sin cuerpo, de naturaleza exclusivamente divina y no una unión de humana y divina (monofisismo).
La influencia donatista era especialmente alarmante para la Iglesia Católica. La mayoría de los sacerdotes, y más aún los obispos, llevaban una vida obscenamente disoluta a la vista de los fieles; la idea de que la inmoralidad conllevaba la pérdida del poder sacramental era una amenaza al orden social. La amenaza del dualismo era más insidiosa. Aunque la Iglesia se la pasa advirtiendo a los pobres y crédulos sobre el poder del demonio y la necesidad de no aferrarse a las cosas de este mundo, el cristianismo considera que Dios creó el mundo y que todo lo creado era originalmente bueno (y puede servir para un buen fin). Para los cátaros, todo lo creado por el Demiurgo es malo y debe ser rechazado: el dinero, la comida, el lujo de cualquier clase, el sexo, el poder terrenal. Cosas que sus enemigos disfrutaban y a las cuales no estaban dispuestos a renunciar. Más subversivo todavía era que los cátaros respetaban al pie de la letra la advertencia de Jesús sobre los juramentos, y sin estas promesas de lealtad divinamente sancionadas se derrumbaba la estructura de vasallaje que mantenía precariamente unida la sociedad feudal.

Continuará…

viernes, 5 de noviembre de 2010

Jesús María Sylveira y las profecías sobre Kirchner (A212)

Leí con creciente estupor un artículo publicado en La Nación de la autoría del escritor Jesús María Sylveira, titulado La capilla ardiente y las profecías, sobre el supuesto misterio en torno al funeral del ex-presidente Néstor Kirchner (que murió el pasado miércoles 27). Digo que fue con estupor porque si bien el artículo comienza con burdas denuncias antikirchneristas totalmente esperables, su segunda parte se desliza rápidamente hacia un esoterismo tan barato que ni siquiera la acelerada pérdida de seriedad de los medios argentinos permitía esperarlo de un diario de venerable tradición conservadora como La Nación.

Dice Sylveira:
He recibido también en estos días, el recordatorio de una de las profecías del filósofo argentino Benjamín Solari Parravicini, que data de 1939 y en la que dibujó un féretro que tiene en su tapa un rostro de mujer envuelto en un pañuelo, similar al que utilizan las madre de Plaza de Mayo y al que colocaron sobre el féretro del difunto ex presidente (Carlotto y Bonafini fueron las dos primeras personas en saludar a Cristina cuando comenzó el velorio). Al margen del dibujo en sí, que puede ser interpretado de diversas maneras, en él hay escritas tres palabras: Osiris, Isis y Amenphis.
(Los errores tipográficos y gramaticales son todos mérito del autor.) La mención del pañuelo me remitió enseguida a un artículo alocadamente conspirativo publicado (cómo no) en Radio Cristiandad, donde se duda del modo y el tiempo de la muerte del “impío” Kirchner y se reproduce precisamente el dibujo en el que aparece el pañuelo, que la nota de Sylveira describe.

Llamar “filósofo” a Solari Parravicini (un buen artista y pintor al que le daba por emitir profecías bajo el influjo de “ángeles” y que dijo haber sido raptado por extraterrestres en pleno centro de Buenos Aires) es un abuso del lenguaje aún peor que llamar “escritor” a Sylveira. En todo caso llama la atención que un devoto católico de los más bastos (de los que argumentaban contra el matrimonio igualitario usando la etimología) cuyos libros de aventuras y autoayuda espirituales son publicados por la muy pulcra editorial Lumen, se vea atraído por estupideces tan delirantes como las “psicografías” de Solari Parravicini. Sylveira ni siquiera se molestó en corregir Amenphis  por Amenophis, que es lo que S. P. evidentemente quiso escribir, siendo muy probable que usara la palabra porque le sonaba a dios egipcio, aunque de hecho es la forma helenizada del nombre de un faraón.

En el scan del dibujo he conservado la marca de Foro Argemto, de donde provino. Se trata de un foro de discusión esotérico asociado a Argemto.com.ar, portal que reúne una “Recopilación de profecías sobre Argentina y el mundo”. El foro tiene pinta de ser un lugar de encuentro para gente que, ante cualquier suceso más o menos interesante, se dedica a buscar entre su acervo de ambiguas y vagas “predicciones” alguna que se pueda hacer encajar más o menos con el hecho.

En el caso del dibujo de Solari Parravicini, ni siquiera hay de dónde arrancar; queda enteramente a cargo del interpretador encontrar (es decir, inventar) un significado plausible. Cosa que Sylveira logra haciendo asociación libre, y llegando así a una profecía sobre el fin del kirchnerismo y “el alineamiento con el mundo democrático y republicano, donde se respete a la Justicia y a la oposición legislativa”. Porque nadie podría dudar que Amenophis IV, faraón de la XVIII Dinastía, sí era un demócrata que respetaba a la oposición legislativa.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Unidos contra el relativismo


Por si alguien no los conoce, el comic que he traducido arriba es Jesus and Mo.* Estos dos que aparecen juntitos en la cama al final son los protagonistas, a los que en esta ocasión se les une Moisés. Tienen una conocida atea y escéptica a la que nunca vemos, que atiende el bar al que suelen ir a beber y a la que parecen apreciar, a pesar de que siempre les plantea preguntas difíciles. Cuando no están en el bar, suelen estar juntos en la cama.

Realmente la escena no requiere comentario, salvo para situarlo en su contexto: el papa Benedicto XVI y sus siervos, al igual que prácticamente todos los jerarcas musulmanes, creen que el peor mal de nuestro tiempo es el relativismo moral, es decir, la idea de que no existe una verdad moral absoluta, una ley moral preexistente y natural que todos debemos seguir y que no puede cambiar porque proviene de Dios. Lo curioso de esto es que cristianos y musulmanes devotos, que dejados a su libre albedrío no han hecho nunca otra cosa que tratar de imponerle al otro sus creencias, se encuentran ahora con frecuencia aliados entre sí contra todos los demás. Sus líderes se muestran juntos y dialogan amablemente, mientras en privado piensan (están obligados a pensar) que los otros se van a ir al infierno. La corrección política y la conveniencia han hecho que incluso cuando hablan contra el relativismo, los jerarcas de las principales religiones simulen respetar todas las visiones sobre Dios.

Es afortunado que en la práctica esta hipocresía y la desconfianza natural que inspira termine por impedir las verdaderas alianzas de la religión contra el ateísmo y el escepticismo. Si de verdad quisieran, podrían exterminarnos sin problema…, aunque entonces no les quedaría más que hacer que seguir adelante y matarse entre ellos.

* Jesus es Jesús, por supuesto. Mo es Mohammed, o Muhammad, es decir Mahoma. La transcripción del comic, para quienes no puedan leerlo por alguna razón:
Jesús (por teléfono): Hola, ¿Moisés? Habla Jesús. Escuchame. Vos y Mo tienen que unir fuerzas contra el relativismo.
Moisés (del otro lado del teléfono): No sé, Jesús… Tenemos diferencias que son totalmente irreconciliables… Yo y Mo no aceptamos que seas el Hijo de Dios; vos y yo no aceptamos que Mo sea un profeta de verdad… Vos y Mo creen que yo me niego tercamente a aceptar la verdad… Nuestros absolutos son mutuamente contradictorios.
Jesús: Moisés, nunca vamos a derrotar al relativismo si no aprendemos a respetar nuestras diferentes verdades.
Mo (en la cama junto a Jesús, leyendo el Corán): Absolutamente.

martes, 2 de noviembre de 2010

Nuevo look

En tren de renovar el look, además de habilitar el acceso a través de www.alertareligion.com.ar como anuncié más temprano, he cambiado la plantilla del sitio, pasándome a una de las nuevas plantillas configurables de Blogger. Se acabó el ancho variable, que es de mayor flexibilidad y usabilidad, porque lamentablemente es incompatible (por ahora) con la plantilla nueva. La vista principal mide ahora 1000 pixels de ancho, de los que la mayoría de los lectores seguramente dispondrán. La tipografía base de los posts es Verdana, que está optimizada para una lectura fácil en pantalla a tamaño pequeño.

He incorporado además el timeline de Twitter de @alertareligion en la barra lateral izquierda y un botón de “Me gusta” de Facebook al final de cada post (¡que espero mis lectores con Facebook utilicen asiduamente!), y han quedado habilitados los botones estándar de Blogger para compartir los posts en diversas redes sociales (idem).

Ojalá sea del agrado de todos. Luego de esto continuamos con nuestra programación habitual.

AlertaReligion.com.ar

Alerta Religión está disponible, a partir de ahora, desde el dominio alertareligion.com.ar (a quien le guste le puede agregar www. adelante; el resultado es el mismo). Se trata de una simple redirección y es a título experimental, por lo que no recomiendo todavía actualizar los marcadores, aunque de hecho no debería haber problema en reemplazar alertareligion.blogspot.com por lo otro en cualquier caso.

Recuerden además (esto es para los seguidores más nuevos) que pueden recibir actualizaciones a través de Facebook (facebook.com/alertareligion) y de Twitter (twitter.com/alertareligion). Allí posteo no sólo links a los artículos de este blog sino a otros relacionados, además de anuncios cortos o comentarios que no valen la pena un post.