El 1° de noviembre pasado, al cumplirse un año de la primera —luego malograda— discusión parlamentaria sobre el derecho al aborto en Argentina,
organizaciones varias marcharon al Congreso y de allí a Plaza de Mayo. Allí cerca, en la puerta de la Catedral Metropolitana, los esperaba un grupo rival, compuesto por católicos, puestos allí para manifestarse “pro-vidas” y defender el templo ante previsibles graffitis o huevazos. Los separaba un cordón policial. A través de él volaron algunas botellas de plástico, hubo algunos forcejeos, insultos, etc. Hasta aquí todo bastante habitual. Incidentes similares ocurren durante cada Encuentro Nacional de Mujeres, en cada ciudad elegida, y ocurrieron en 2010 en La Plata durante una manifestación de la campaña Apostasía Colectiva. A veces los grupos anticlericales están exaltados, otros no, pero del otro lado es invariable la presencia de elementos verdaderamente siniestros, más que simples católicos devotos.
Este último caso no fue la excepción, pero en las fotos y videos difundidos aparecieron un par de elementos que yo no había visto antes y que me sorprendieron un poco, elementos que mucha gente desconoce y que la cobertura mediática no se molestó en dilucidar.
La bandera “Religión o Muerte” no es una invención de los “pro-vida” sino un recordatorio de una vieja lucha.
Facundo Quiroga, caudillo de la provincia de la Rioja en la primera mitad del siglo XIX y ferviente católico, la adoptó cuando el gobernador de la provincia de Buenos Aires (y encargado de las Relaciones Exteriores de la todavía no formada Argentina), Bernardino Rivadavia, garantizó un régimen de libertad religiosa, por un acuerdo hecho con sus aliados comerciales británicos. (Hasta entonces, y como siempre había sido en la muy católica Argentina colonial y en la fanáticamente católica España, no ser católico era ser un paria. Para los extranjeros de religión anglicana o protestante eso complicaba mucho asentarse en el país o realizar inversiones.) “Religión o Muerte” fue el grito de guerra de Quiroga contra el gobierno liberal porteño, centralista y europeizante. No era una proclama muy pro-vida que digamos; de hecho era un llamado contra la libertad religiosa, hoy curiosamente tan ensalzada por los católicos.
El hombre canoso de bigotes que sostiene la bandera argentina es —según parece— uno de los
mellizos Gristelli, integristas bien conocidos, dueños de una librería porteña que publica libros católico-fascistas y que ya han tenido varios choques con la Justicia (en un caso, por atacar a militantes de izquierda, en defensa del ex-comisario de la dictadura y asesino Miguel Etchecolatz; en otro, por entrar con un grupo de choque a destruir una exhibición “blasfema” de obras de León Ferrari).
Detrás de la bandera de la muerte, justo sobre Gristelli, asoma una bandera argentina burdamente emparchada con un dibujo redondeado y flanqueado por puntas rojas. A la derecha, en un plano bastante posterior, se ve de canto otra bandera, blanca y roja. Lo que vemos en el centro de la bandera argentina intervenida es de hecho un emblema del Corazón de Jesús, sobreimpreso en una variante de la Cruz de San Andrés, que es el mismo dibujo que luce, en grande, la bandera más al fondo: un par de aspas rojas con “ramas” diagonales como de árbol, sobre un fondo blanco: una
Cruz de Borgoña, emblema originalmente del Imperio Español y, más tarde, del carlismo, un movimiento tradicionalista antiliberal español del siglo XIX. La Cruz de Borgoña fue también el emblema de la Comunión Tradicionalista de los años 1930, hasta 1937, en que la CT se fundió con la Falange Española, la milicia fascista que ayudó a desatar la Guerra Civil y sirvió de base al gobierno del dictador Francisco Franco. Increíblemente la CT sobrevive hoy en una Comunión Tradicionalista Fascista y hay en Argentina un grupúsculo, Carlismo Argentino, que sigue en la misma tónica, algo modernizados (hasta un
blog y
página en Facebook tienen).
La Fundación María Reina de Luján, que se presenta en Facebook como encargada de “la coordinación y promoción de todo tipo de actividades de caridad, solidaridad o capacitación”, subió además este video de la “defensa de la Catedral y de la Vida”, explicando que “Cientos de Argentinos resitieron todo tipo de improperios e insultos con su cuerpo y espiritu altivos e inquebrantables. Hombres, mujeres y niños contra los paladines de la muerte y la anarquía social.”
Luján (provincia de Buenos Aires) es el centro del culto nacionalista a la Virgen de Luján, patrona de Argentina, es decir, la semidiosa imaginaria que según el estado argentino protege a todo el país, sean católicos o no. En el ideario de estas asociaciones nacionalcatólicas está muy presente la concepción de los no católicos como, básicamente, extranjeros o “vendidos”: así se manifiesta en el contraste que hacen entre argentinos resistiendo en la Catedral, casa de Dios y santuario de argentinidad, contra los demás, que quieren destruir el país.
De poco sirve, pienso yo, ir a manifestarse frente a un templo o insultar a la Iglesia. Creo que es un gesto inútil y que coloca a los movimientos de derechos humanos (como el derecho al aborto) en una posición de agresores que no les corresponde, y peor aún, que permite a los medios mostrarlos a ellos y a los fanáticos religiosos como dos caras de la misma moneda. Si hay algún mérito a esta provocación es, en todo caso, el hacer salir de abajo de las piedras a este conjunto de bichos arcaicos.