La susodicha ley, como quizá ya sepa el lector, es una ley que, con la familiar excusa simpsoniana de “¿¡Alguien por favor quiere pensar en los niños!?”, prohíbe y penaliza cualquier cosa que pueda ser tomada como apoyo a la idea de que la homosexualidad es normal o que los homosexuales no son seres repugnantes, enfermos, perversos e inmorales. Poniendo como excusa la protección de los niños ante los embates del “lobby gay” que quiere convencerlos —¡y quizá convertirlos!— a todos a su condenable estilo de vida, la ley en la práctica declara que cualquier conducta que se desvíe de la norma heterosexual es inmencionable.
Las encuestas realizadas a lo largo del tiempo muestran que Rusia no sólo no ha seguido la trayectoria habitual de la mayoría de los países del mundo en cuanto a la aceptación de las orientaciones sexuales minoritarias, sino que de hecho ha empeorado. En esto tiene que ver el resurgimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa luego del largo período de ateísmo de estado (durante el cual sobrevivió a la persecución, durante ciertos períodos, gracias a componendas de sus jerarcas con los líderes soviéticos), y la virtual alianza política del Patriarca de Moscú con el gobierno de Putin, aunque es evidente que el sustrato cultural es el factor más importante: los rusos no están muy felices con Putin y sus políticas, pero apoyan la ley anti-gay, y todos los legisladores (oficialismo y oposición) votaron por ella, con una sola abstención.
Como decía, entonces, InfoCatólica y ACI Prensa reproducen el texto de la declaración internacional de apoyo a la ley, mencionando la existencia de muchas organizaciones que adhieren a la misma y que, uno podría creer si fuese ingenuo, deben tratarse de organizaciones dedicadas a los derechos del niño o a la protección contra los abusos sexuales, por ejemplo. Sin embargo, sólo aparece como difusora Profesionales por la Ética.
Una mirada al sitio web de PpE basta para constatar que se trata de una más de la miríada de fachadas de la Iglesia Católica que se promocionan como ONGs de la sociedad civil y que la Iglesia utiliza como proxies o títeres de trapo en los debates mediáticos, presentaciones de “expertos” o peritos ante las cortes, etc. La declaración está ahí pero sigue sin haber rastro de esa multitud de entidades adherentes. La búsqueda de la declaración no arroja ningún resultado excepto copias textuales del parte de prensa de PpE, donde hay un link para descargar una traducción al inglés de la declaración, pero al final de la misma, donde deberían estar los signatarios, no hay nada.
Quizá me equivoque, quizá esas organizaciones existan y estén dispuestas a adherir. De hecho, estoy seguro de que hay muchas organizaciones religiosas dispuestas a adherir a cualquier ley que permita acosar y dañar a la gente que tiene sexo de una manera distinta a la que ellas aprueban. Pero si la idea es difundir una declaración internacional de apoyo a algo, lo mínimo que debe hacerse es conseguir que gentes de distintos países la firmen y luego poner esas firmas en la declaración y subirla a Internet. De lo contrario el resultado es una especie de masturbación ideológica mutua en la cual un montón de gente que odia a los gays se envía a sí misma un texto a favor de ese odio imaginando que muchas otras personas han puesto la firma en el texto y están de acuerdo con quienes lo escribieron. La verdad, aunque debe sentirse muy bien, no se ve muy auténtico que digamos.