El cronista Antonio Gaspari se pregunta en una nota en la agencia católica
Zenit si puede existir una ciencia ficción humanista y católica. Como fan de la ciencia ficción, al leer este titular reprimí mi impulso de contestar con un rotundo
no y una carcajada a la pregunta, y seguí leyendo, aunque mi primera impresión seguía siendo que, de existir tal cosa, sería la ciencia ficción más aburrida y pueril que pudiera concebirse.
La nota contiene una breve pero alarmante introducción donde el cronista deja implícitamente en claro que, para él,
toda producción cultural es propagandista o moralizante incluso si no lo parece; es decir, rebaja al nivel de apología religiosa o de sermón dominical todas las historias de ciencia ficción, juzgándolas por su intención, o por lo que muestran como presunto ejemplo o posibilidad. Luego sigue una entrevista con Antonio Sacco, autor del libro
Ficción humanística y fundador de la revista de ciencia ficción católica
Future Shock (es aparente que lo que es católico es la revista, no la ciencia ficción de la que habla). Como tanto el libro como el sitio web están en italiano, y de todas formas no tengo el libro, y el sitio además es una pesadilla de diseño kitsch e innavegable, me veo en la obligación de escribir sobre el comentario.
Para hablar con propiedad de este tema tendría que explayarme mucho, mucho más de lo que puedo en un post habitual (cosa que voy a hacer eventualmente). Por lo pronto voy a desmenuzar un poco la nota, que entre ciertas constataciones de hecho revela algunos puntos oscuros.
Dice Sacco:
Es fácil entonces comprender cómo la finalidad primaria de una obra de ciencia ficción sea la de discutir los problemas que resultan del impacto de la ciencia de nuestra sociedad, y de indicar así una posible solución.
Éste es Sacco proyectando su idea de las cosas sobre la realidad, y equivocándose. La ciencia ficción, en tanto literatura, no tiene (no debería tener, en principio) una finalidad exterior a sí misma. Imagino que quienes conozcan de arte, de la historia del arte y de las ideas, tendrán a su disposición variadas teorías y posiciones ideológicas sobre esto, pero a mí me suena llanamente a una equiparación de ciencia ficción con propaganda o con futurología. La ciencia ficción puede ser (no tiene por qué no ser) nihilista, como también puede ser utópica, o puramente especulativa. Considerarla como un mecanismo predictor o una forma de reflexión utilitaria le quita libertad; lo cual parece ser precisamente lo que la ciencia ficción “católica” de Sacco debería ser.
Como ejemplo de ciencia ficción humanista, Sacco menciona
… la novela de Isaac Asimov Lucky Starr y los océanos de Venus (Lucky Starr and the Oceans of Venus, 1954), cuyo protagonista [es] David Lucky Starr, una especie de científico – filósofo, rico en valentía, espíritu de aventura, rectitud moral, de humanidad y de amor por el conocimiento…
La serie de Lucky Starr (escrita, dicho sea de paso, por un ateo) consiste en seis libros de ficción de aventuras para adolescentes y jóvenes. Por mucho que se aprecie a Asimov, quienes lo hemos leído bastante sabemos que sus personajes suelen ser bidimensionales, o cuanto menos privados de esa ambigüedad moral que hace creíbles a los buenos personajes de toda ficción. Los héroes de tiempo completo no son verdaderamente humanos. David Lucky Starr no sólo es valiente y justo; también es casto y asexuado, y algo simplón en su rectitud y ecuanimidad. Que las historias juveniles y sin grandes dilemas de Lucky Starr sean un ejemplo de ficción favorecido por Sacco nos da una gran pista sobre la clase de contenido que su religión favorece.
La ciencia ficción, por su estrecho lazo con la ciencia y por tener la característica de explorar a todo campo el futuro de la humanidad, no podía eximirse de afrontar los temas de naturaleza espiritual y ética religiosa, planteados desde el advenimiento de la ciencia. Se destaca entre todas las teorías del origen del hombre, que la mayor parte de los autores de ciencia ficción, a causa de su formación propositiva, explica recurriendo al darwinismo, una teoría que estudios recientes demuestran privada de fundamento, más allá que la experiencia en el laboratorio.
De la teoría de la evolución hoy sólo se debaten detalles. El uso de la palabra
darwinismo delata a Sacco como un negacionista, de los cuales parece haber en la Iglesia Católica muchos más de los que la
ambigua adhesión de Juan Pablo II a la teoría evolutiva haría pensar. (Como ya he dicho alguna vez, no es cierto que la Iglesia Católica acepte la evolución. El catolicismo es tan creacionista como cualquier otra secta cristiana, sólo que disimula esa condición
pour la galerie. La teología judeocristiana
requiere a un Dios Creador que interfiera en la naturaleza humana, y otros puntos de detalle —como el
monogenismo— que la ciencia bien puede mostrar como falsos un día de éstos). No hay tales “estudios”, recientes ni de otra clase, que demuestren problemas con la teoría de la evolución a grandes rasgos, o que pongan en duda el hecho de que los humanos somos primates evolucionados de la manera habitual a partir de un tronco común con los chimpancés. Sacco dice que habla de ciencia, pero no sabe nada de ciencia; de lo contrario se daría cuenta de que lo que dice es una estupidez.
Otro tema frecuentemente debatido en la ciencia ficción es la presencia del mal en el mundo, como lo demuestran las novelas Un caso de conciencia (A Case of Conscience, 1963) de James Blish y A Plague of Pythons (1965) de Frederick Pohl.
No me consta que el tema del mal (el mal metafísico/teológico) sea frecuente en la ciencia ficción, pero aceptémoslo. Acabo de leer
A Case of Conscience y
A Plague of Pythons. Ninguna de los dos habla específicamente del problema del mal, aunque
A Case…, a través de un protagonista que es un sacerdote jesuita, introduce un punto teológico como eje.
A Plague of Pythons no expresa posiciones religiosas ni dilemas teológicos: trata de un mundo donde se pone a prueba
la conocida sentencia de Lord Acton sobre el poder absoluto.
De memoria sólo recuerdo una historia de ciencia ficción donde se trata del mal y del estado edénico en un planeta extraño: el cuento corto
Father, de
Philip José Farmer, publicado en su colección
Strange Relations (1960). Como en la novela de Blish, el protagonista de
Father es un sacerdote. Estoy seguro de que hay unos cuantos tratamientos del tema, aunque no tan específicamente como Sacco pretende. Eso no significa que la ciencia ficción tome en serio la doctrina católica; más bien se la utiliza como fuente de dilemas teológicos para los personajes que creen en ella.
Más adelante Sacco alaba a la Iglesia como “maestra de humanidad” y coloca a ciertas obras de ciencia ficción en la posición de afirmaciones intencionalmente apologéticas o blasfemas…
para demostrar y exaltar la racionalidad de la fe cristiana, como el cuento de Anthony Boucher En búsqueda san Aquinio (The Search for St.Aquin, 1951), o para denigrar la figura de su fundador, Jesucristo, como en la novela de Michael Moorcock INRI He aquí el hombre (Behold the Man, 1969).
Sacco parece no haber leído el cuento de Boucher (cuyo nombre correcto es
The Quest for St. Aquin, en castellano
En busca de San Aquino), donde, lejos de exaltarse la racionalidad de la fe, se revela la misma como una herramienta hipócrita, basada en el engaño, para la continuación de sí misma y de la estructura de poder que ésta sustenta. (Si el lector no piensa leerlo, puedo develar el secreto: el tal San Aquino es un robot; el peregrino que lo busca ocultará ese hecho y dejará que la veneración siga, para bien de la Iglesia.) De
Behold the Man he leído la versión corta, que luego Moorcock amplió a novela; es una de tantas exploraciones del mito de Jesús, alucinada pero no menos plausible que la versión oficial (la resurrección de los muertos no es menos fantástica que el viaje en el tiempo), y que sólo puede parecer denigrante a quien considere a Jesús desde la ortodoxia cristiana. (El Jesús histórico es un retardado mental contrahecho; el “verdadero” Jesús es un psiquiatra amateur, masoquista, apasionado por la mística jungiana y con un complejo mesiánico, que viaja a Palestina del siglo I d.C. en una máquina del tiempo que no funciona del todo bien.)
San Aquino es apenas una comedia de enredos un poco tonta;
Behold the Man es profundo, es desgarrador, es ficción de la que mueve al pensamiento.
San Aquino —el cuento que gusta a Sacco— es chocante pero no conmueve; el escenario post-apocalíptico y los robots con intelecto humano ya eran tópicos cuando se lo publicó.
Behold the Man —el que Sacco denuesta— es uno de esos relatos que uno puede leer sabiendo lo que va a pasar sin que eso lo vuelva predecible.
En la tradición de esta literatura,
San Aquino es ciencia ficción “dura”,
Behold the Man es “blanda” y algunos quizá ni siquiera lo calificarían de
ciencia ficción. Quizá Sacco prefiera más la ficción dura, con su carga cierta de cientismo positivista y de irreligión, que la ficción blanda, que se suele enfocar a lo psicológico y lo sociológico, porque la ficción dura puede ser “corregida” con cambios y reinterpretaciones de sus personajes generalmente planos o cuanto menos poco comprometidos, mientras que en la ficción blanda el foco no está en nuevas y deslumbrantes tecnologías sino en el tumulto al interior de una sociedad o de las mentes de los protagonistas, tumulto del que no suelen emerger santos ni modelos morales. En la saga adolescente de Lucky Starr no se habla de religión, pero el protagonista es un caballero cruzado y sus dudas nunca son existenciales, sino de procedimiento: sabe dónde está el Bien y sólo busca cómo llegar hasta él. En el cuento de Moorcock el protagonista apenas sabe quién es él mismo; sólo desea satisfacer su obsesión mística, y en el proceso (¡horror!) da origen al mito de Jesús.
La pregunta original permanece y es irresoluble, en primer lugar porque es doble: se pregunta por una ciencia ficción “humanista y católica”. ¿No hay un oxímoron allí? Ciertos puntos claves de la doctrina católica resultan incompatibles con lo que se llama tradicionalmente
humanismo, y desde luego se oponen completamente al
humanismo secular, que es de lo que hablamos generalmente hoy en día cuando decimos “humanismo”. El catolicismo propugna el sufrimiento y la privación como medios de purificación y acercamiento a Dios, mientras el humanismo apunta al gozo intelectual y al gozo sensual moderado por la razón, bebiendo de la fuente del
epicureísmo; el catolicismo rechaza la autoría humana y la fuente natural de los sistemas morales y éticos, que el humanismo moderno reconoce y toma como punto de partida para la tolerancia. La moral y la ética cristianas se dirigen hacia afuera y arriba, hacia Dios que vigila para premiar o castigar; la moral humanista se centra en el hombre, y su ética en las relaciones entre los hombres, prescindiendo de referencias externas fijas e inapelables como la deidad.
¿Puede existir una ciencia ficción humanista? Sí. ¿Puede ser católica? Depende de lo que se pretenda. Llamar ciencia ficción católica a una ficción especulativa que no ataque ni ponga en duda los dogmas y doctrinas de la Iglesia parece un enfoque trivial. Quizá el calificativo se debería aplicar a las obras de ficción que tengan como propósito la transmisión de valores específicamente católicos (y no cuasi-universales o generales como la justicia o el amor por la verdad). Este segundo caso es perfectamente factible, pero en él la obra queda a medio camino entre literatura y propaganda.
Por último, Sacco dice al pasar que “la ciencia ficción escrita está todavía hoy en crisis” en parte “por el hecho de ser homologada
tout court como literatura de la transgresión, de la desacralización y del nihilismo.” No sé en qué se basa esta notable afirmación. Es posible que Sacco esté cayendo en su propia trampa al argumentar circularmente que la ciencia ficción es nihilista, excluyendo a la que no lo es. Quizá este término refiere a otras cosas, según el particular léxico católico.
Las obras de
Greg Bear como
Darwin's Radio (1999) y su secuela
Darwin's Children (2003), pueden fácilmente resultar “nihilistas” para un creyente: tratan nada menos que de la maleabilidad biológica y psicológica de nuestra especie, sujeta a los azares de la mutación genética —igual que cualquier otro ser vivo— y de la futilidad de las posiciones esencialistas con respecto a la naturaleza humana. Lo cierto es que Bear no se aparta de los hallazgos científicos actuales, y si su visión del
Homo sapiens como expresión de un genotipo salpicado de retazos de virus listos para reactivarse es “desacralizante”, es esa sacralidad la que debe caer, o bien reconstruirse sobre una base más amplia.
En efecto, lo que Sacco parece desear es que la ciencia ficción se adapte al catolicismo, más bien que lo contrario, es decir, que el catolicismo adapte algunas de sus doctrinas a (los nuevos paradigmas reflejados culturalmente por) la ciencia ficción moderna.
Con la idea de una “ciencia ficción humanista” he querido dejar un mensaje según el cual, para salir de la crisis actual, los escritores deben valorar la función más genuina de la ciencia ficción, que permita más construir que demoler, humanizar que envilecer, más a integrar que a dividir. Una ciencia ficción así de intensa me parece que puede tener todas las cartas en regla para poder entrar a hacer parte del proyecto cultural católico.
Naturalmente, uno no espera que la Iglesia cambie según el humor social. Pero el “proyecto cultural católico” está demostrando ser inviable para una gran porción de la sociedad, en todas partes. ¿Qué clase de literatura referida al progreso o a las inquietudes humanas sobre el futuro aceptaría formar parte de un programa que encasilla, reprime o excluye a casi todos los seres humanos de una forma u otra?
Construir más que demoler: desde luego un objetivo loable, pero a veces no se puede construir sin demoler lo previo (por ejemplo, el asunto de la sacralidad de la condición humana como se la entendió hasta ahora). Humanizar más que envilecer: pero ¿quién define lo que es humano y quién señala lo que es vil? Integrar más que dividir: pero ¿bajo qué principios? ¿Y hasta dónde integrar, y hasta dónde se puede integrar sin presionar, sin violar divisiones que existen realmente? Como para Sacco la Iglesia es “maestra de humanidad” —y la única, además— es obvio que un programa así sólo se puede entender como de cooptación de la literatura de ficción a un fin ideológico determinado por el Vaticano. Construir, humanizar e integrar:
construir una sociedad donde los parámetros de la
condición humana (y por exclusión lo que no pertenece a ella, lo que debe ser forzado a ella o expulsado de ella) sea definida por la Iglesia, cuya doctrina debe gobernar la vida
de forma integral. Con matices, este es el “proyecto cultural católico”.
La ciencia ficción ha servido desde sus inicios como una avanzada hacia el futuro imaginado, como una alerta temprana de los temores y una expresión de las esperanzas humanas; también nos ha dado mundos distintos, escenarios en los que nuestras nostalgias y nuestros mitos pueden ser recorridos, re-pensados, destruidos y reconstruidos. Esperemos que siga siendo todo eso, una literatura de exploración como una incierta lámpara en la oscuridad que nos rodea, y que nunca se transforme en la luz fija y cegadora de una ideología cerrada o una religión.